CAPÍTULO 6
Laia seguía apoyada en el árbol cuando vio como se acercaba hasta ella una mujer elfa. Vestía una túnica larga de gasa que se ajustaba a su cuerpo perfecto, su pelo rubio y brillante lucía suelto, pero sus ojos fueron lo que más le llamó la atención. Tenía los ojos negros como la misma noche y el contraste con su hermosa piel blanca era perturbador. La elfa se detuvo frente a ella y la miró con intensidad durante unos instantes. Laia sintió una punzada en su pecho. ¿Quién sería y por qué la miraba así? No se amilanó y sostuvo su mirada tranquilamente.
Eridion llegó seguido de Marlock y ambos hombres se quedaron quietos mirando a aquella mujer que no apartaba la mirada de Laia.
–Eridion, te saludo –dijo al fin sin dirigirle la mirada.
–Cirindé… te saludo –contestó serio Eridion y muy despacio se acercó hasta llegar a Laia.
Por fin los ojos negros e intensos se fijaron en Eridion.
–Mucho tiempo sin saber de ti… –se acercó lentamente hasta ellos y extendió su mano pidiendo la de Laia.
La muchacha se quedó quieta. No entendía el proceder de los elfos. Miró ansiosa a Marlock y luego a Eridion, ambos hombres miraban intensamente a Cirindé que continuaba en la misma posición. Eridion afirmó con un gesto lento de la cabeza y Laia, con miedo, extendió su mano. Cirindé se la cogió acercándose aún más a ella y puso su otra mano encima de la de Laia, cerró los ojos y pudo sentir un intenso calor que la recorría todo el cuerpo desde la mano que sujetaba Cirindé entre las suyas.
–Esta mujer no es de sangre pura… –afirmó abriendo los ojos pausadamente. Tenían un brillo intenso que asustó a Laia –, el pasado quedó escondido y la desgracia la persigue.
–¿No es de sangre pura? ¿Eso qué significa? –Quiso saber ella.
Por respuesta solo obtuvo una enigmática mirada.
Nadie habló. La elfa continuó.
–Sus padres se amaron pero tuvieron que separarse. El terrible dolor y al ausencia fueron los causantes de sus muertes… su vida cambiará. Su futuro aún está por definir. –Miró con intensidad al elfo– Eridion, la decisión será difícil, hay varios caminos, elegir el correcto será doloroso, debes pensar bien antes de tomar una decisión.
Laia no entendía nada y miraba a unos y a otros, pero nadie quiso aclarar la situación. Y la forma enigmática de hablar de los elfos no ayudaba.
Sus ojos se posaron en Eridion y después en los de Cirindé que no dijo nada más y desapareció entre la espesura.
–¿Qué ha sido eso? –preguntó Laia.
–Cirindé, posee un poder único. Conoce el pasado y ve el futuro, sus visiones pueden ayudar a encontrar el mejor camino. Pero al parecer esta vez no nos servirá de mucha ayuda.
La dijo mientras sus ojos azules escudriñaban el lugar por el que la elfa se había ido.
–No entiendo nada, ha dicho que mis padres se amaron y se separaron, que no soy de sangre pura... ¿qué significa eso?
Marlock miraba a la muchacha sin decidirse a contarle la verdad. Tal vez no era el momento, pero Cirindé había tirado la piedra.
Miró a Marlock que le advirtió con la mirada. Por un momento pensó que era mejor dejarlo correr, pero después su mente se vio inundada por el dolor que le causaría enterarse por otra persona, o en un momento menos oportuno.
Sin duda la madre de Laia no deseaba que ella supiera la verdad, pero por desgracia había fallecido hacía muchos años, por lo que no estaba seguro de que si las cosas fueran distintas, la reina continuaría con el mismo parecer.
Era difícil tomar una decisión, pero los ojos de la muchacha pedían sinceridad. Aunque no sabía bien la realidad, deseaba que la trataran con lealtad, la misma que ella concedía. Decidió que, después de todo lo vivido y lo que aún le quedaba, era mejor que estuviera preparada para todo lo que pudiera presentarse en un futuro.
La decisión estaba tomada, así que sin dejar de observar su mirada suplicante, declaró:
–Lo que ha querido decir, es que el Rey no es tu padre. Tu madre amó a un hombre, y de ese amor naciste tú.
La sangre se le bajó hasta los pies. Se puso pálida. Se sintió débil y mareada. Apoyó una mano en el tronco de un árbol y se concentró en respirar.
Eridion se acercó hasta el guerrero y le reprochó.
–Ella debe saberlo. –Contestó sin más, Marlock.
–¿Y crees que la mejor forma de hacerlo ha sido así? Está conmocionada.
–La culpa la tiene Cirindé. No me corresponde a mi mentirla, bastante ha vivido en la ignorancia. –Le contestó Marlock.
Eridion se acercó hasta Laia y la sujetó por los hombros.
–¿Estás bien?
El efecto del toque de del elfo fue casi inmediato. La tensión desapareció, pero seguía conmocionada.
–¿Mi padre no es mi padre? –Preguntó al fin con un hilo de voz.
Marlock se acercó hasta ella.
–Lo siento Laia. Mi intención no era que lo descubrieras. Tu madre hizo todo lo posible porque no te enteraras, pensando que así estarías protegida, pero tal vez sea lo mejor para ti, ahora puedes entender muchas cosas. Todo ha cambiado.
Ella alzó el rostro y lo fijó en el guerrero. ¡Claro que entendía muchas cosas! El odio del Rey, sus ansias de herirla, la necesidad de Shanador por protegerla, por enseñarla a luchar y defenderse... la mirada triste y melancólica de su madre... tantas cosas...
–¿El rey lo sabía?
–Sí.
Laia se llevó la mano al pecho. Le dolía muy hondo y muy profundo. Eridion intentó abrazarla, pero ella se apartó.
–Necesito estar sola unos momentos.
El elfo era reacio a dejarla, pero Marlock lo cogió por el brazo y se lo llevó de allí.
–Déjala ahora amigo.
Apoyada en el tronco de un árbol de los bosques de los elfos, rodeada de la mayor de las bellezas, Laia lloró desconsoladamente.
–Lo mejor es que partamos al amanecer. No podemos quedarnos aquí más tiempo del necesario. Si es cierto que nos persiguen, no podemos traer la guerra a tu pueblo.
Comentaba Marlock sentado en la mesa junto a sus compañeros.
–Estoy de acuerdo. –Dijo Brand
–Es aquí donde ella puede estar más segura. Mi pueblo nos protegerá. –Comentó Eridion.
–No lo dudo, amigo. Pero no creo que sea justo. Los elfos no se inmiscuyen en los problemas de los hombres. Esto no les atañe.
–Si me incumbe a mí, también a ellos. –Respondió furioso el elfo.
–Ni siquiera a ti te afecta, Eridion. Es un problema enteramente mío. Y como os dije al principio no os hago responsables y por lo tanto no tenéis ningún deber para conmigo. Yo sola arreglaré mis problemas. –Contestó Laia desde la puerta. Tenía los ojos rojos e hinchados, pero se la notaba serena.
–Es nuestro problema desde el momento que aceptamos tu compañía. Éramos conscientes de que esto podía pasar.
–Pues entonces partiré sola y os liberaré de esta obligación. Nadie luchará por mí. Nadie morirá por mí. No hay más que hablar. –Dijo, fría como la luz de las estrellas de la noche. Se giró y se marchó dejando a los dos hombres y al elfo, atónitos.
Salieron tras ella. Se dirigía hacia donde estaban los caballos y sin más comenzó a preparar su montura.
–Laia, piénsalo bien. Aquí estás a salvo, nadie puede herirte. –Intentó convencerla Eridion.
–No deseo vivir escondida en los bosques. Este es tu hogar, no el mío. Yo debo encontrar mi lugar en este mundo y lo haré. Pero no arrastraré en mi conciencia la vida de nadie más.
Eridion se quedó quieto, su rostro no mostraba el mar de sentimientos que bullían en su interior. Con una frase tan corta, acababa de terminar con todas sus ilusiones. “Este es tu hogar, no el mío”. Su corazón sangraba, pero era un elfo, un ser especial, puro, mágico, un ser hermoso por dentro y por fuera. Era capaz de controlar todo a su alrededor, tenía poderes que se escapaban al conocimiento del hombre y ahora se veía sometido por las duras palabras de una mujer. Una mujer que le había vuelto el mundo del revés, por la que sentía cosas que jamás pensó posibles y por la que tenía prohibido sentirlas. No dijo nada, solo la miró con esos ojos azules, casi transparentes, intentando leer en su interior, pero ella era un enigma en sí misma.
Marlock se acercó a paso rápido y comenzó a preparar sus cosas.
–Marlock... –Le suplicó ella.
Los ojos del guerrero se alzaron y se clavaron como agujas en el rostro de la mujer.
–Jamás he abandonado a nadie y hoy no será ese día. Necesitas ayuda, y la tendrás.
–No deseo...
–Sé de sobra lo que no deseas, pero eso me importa poco o nada, haré lo que tenga que hacer, al igual que tú.
Volvió a sus quehaceres dejándola descolocada.
Brand ya estaba montado en su caballo.
–Sois muy lentos, menos mal que nadie nos persigue –Dijo y se rió con ganas de su propia broma.
–Nadie nos hará daño aquí. –Le contestó Eridion. –Podemos estar tranquilos, al menos lo que dure nuestro viaje por el bosque.
Othar los vio preparándose para el viaje y se acercó a ellos.
–¿Partís ya?
Marlock hizo un gesto con la cabeza y señaló a la mujer que preparaba sus cosas como si le fuera la vida en ello.
–Comprendo... sabes que llegada la hora, habríamos peleado a vuestro lado.
El guerrero le puso la mano en el hombro.
–Lo sé, pero esta lucha no requiere de la sangre de los elfos. Es nuestro deber protegerla, y eso haremos, aunque ella no quiera.
El elfo asintió y se acercó hasta Eridion.
–Sé lo que tu corazón siente, puedo intuir lo que hay en tu mente, pero no olvides que perteneces a tu pueblo, que hay leyes, normas no escritas, pero no significa que no existan. Eridion, no tientes al destino. No ansíes imposibles.
–Las leyes pueden quebrantarse.
–Sí, puede salir bien. Pero recuerda Eridion, hijo del reino de los bosques, eso supondrá tu exilio, debes estar seguro. Ella es una gran mujer, es joven, fuerte, inteligente, pero también impulsiva y lleva a sus espaldas un saco cargado de problemas, problemas que quizá tu no seas capaz de solucionar.
–Encontraré mi camino...
–Yo espero que sea así. Ten cuidado y lleva contigo las bendiciones de tu pueblo.
Laia montó en su caballo y miró a sus compañeros.
–No tenéis que venir conmigo. Es más, nos despedimos aquí. Yo seguiré mi camino y vosotros el vuestro. Os agradezco todo lo que habéis hecho por mí.
Brand se acercó hasta ella.
–Si crees que nos puedes despachar así, lo llevas claro jovencita.
–No quiero más problemas. –Después miró a Marlock que continuaba preparando su montura– Es mejor dejarlo aquí. Yo iré al sur que es más seguro.
Marlock no apartó la mirada de lo que estaba haciendo, pero Eridion que ya estaba montado en su caballo, clavaba sus ojos azules como puñales y los mantenía fijos en su rostro.
Ella se ruborizó. No podía evitar recordar sus dulces besos y todo lo que le hacía sentir con tan solo una caricia.
–Tu padre está lejos. No sabe dónde estás, ni con quién, aunque se lo imagine no tiene la certeza. Lo más seguro es cruzar el bosque hacia el norte. Ellos no podrán, los elfos no se lo permitirán, por lo que les llevaremos más días de ventaja. El Rey no tiene poder en el reino de Méridion. Iremos hacia allí, cruzaremos sus tierras y después, cuando hayamos perdido a tu padre, podrás continuar tu camino. Si te dejamos ahora, seguir tus huellas será muy fácil y te atraparán antes de dos días. Seguirías en sus tierras. No tendrás ninguna oportunidad. De ti depende elegir. El sur y en consecuencia tu matrimonio con Druso, o el norte y tu libertad. –Le dijo Marlock serio, sin ningún atisbo de sentimiento.
–Si os sigo, os estaré condenando.
–Ya estamos condenados, Laia. Ahora elige tu destino.