Capítulo 25

Anne estaba en la habitación de la pequeña jugando con ella. No paraba de pensar en el motivo por el cual Devlin no había subido para hablar con ella. Había pasado ya varias horas desde que Anne se había encerrado en la habitación de la pequeña. Se había sentido dolida y furiosa al ver que Devlin no confiaba en ella.

De pronto tocaron a la puerta. Anne pensó esperanzada que quizás fuera Devlin que venía a pedirle disculpas.

—¿Mi señora? — dijo Harris desde el pasillo.

Se sintió desilusionada que no fuera Devlin el que tocara a la puerta.

—¿Qué ocurre? — le preguntó a Harris mientras abría la puerta con furia.

—Mi señor desea que baje — le dijo con una inclinación de cabeza.

No se lo podía creer. ¿Por qué le pedía que bajara? Era él quién tenía que subir y decirle que confiaba en ella y le dijera lo que pasaba.

—Dile al señor que estoy ocupada — le dio a Harris — y que si desea hablar conmigo que suba él.

—Pero mi señora... — le dijo Harris con preocupación.

—Pero nada — dijo mientras cerraba la puerta ante las narices de un asombrado Harris — dile lo que te he dicho.

Harris volvió a la sala donde lo esperaba su señor y el invitado de éste.

Devlin estaba impaciente, quería que se resolviera todo esto lo antes posible. Se imaginaba que Anne estaría furiosa todavía con él, pero estaba seguro de que cuando viera a su padre todo cambiaría.

Thomas había dejado a sus hombres fuera de la casa. Devlin no quería asustar a su hija con hombre armados en la casa.

—¿Señor? — Harris había bajado las escaleras y se había situado a su lado.

Devlin miró las escaleras y no vio bajar a Anne. Quizás bajaría ahora, después de acostar a la niña o de darle de comer.

—¿Dónde está Anne? — le preguntó a Harris.

—La señora me ha mandado decir que está ocupada y que si quiere hablar con ella es usted el que tiene que subir — le dijo con una reverencia.

—¡Maldición! — susurró mientras se dirigía hacía Thomas — si me disculpa señor, enseguida vuelvo.

Devlin subió las escaleras de dos en dos y se dirigió a la habitación de su hija.

Cuando llegó intentó abrir la puerta, pero como se había imaginado, estaba cerrada.

—Maldita sea Anne, abre la puerta — dijo con furia mientras la aporreaba.

Se abrió la puerta y ante él apareció una Anne muy furiosa, estaba realmente hermosa y deseaba besarla como nunca antes lo había deseado.

—¿Qué? — dijo con furia mientras ponía los brazos en jarras.

Devlin no dijo nada, la cogió por la cintura y la besó. Al principio ella intentó resistirse, pero poco a poco notó que iba cediendo.

—Por dios mujer, como te amo — dijo mientras se apartaba de ella de mala gana — hay alguien abajo que quiere verte.

—¿Quién? — preguntó Anne con curiosidad.

—Baja y lo verás — le dijo mientras le sonreía.

Anne le miró con curiosidad. Esta sonriente y no furioso, entonces no podía ser alguien malo. Sabía que él jamás dejaría que le hicieran daño.

Picada por la curiosidad Anne echó a andar por el pasillo. Se quedó un momento arriba de la escalera y miró la sala. Desde allí no se veía a nadie. Empezó a bajar con lentitud, y mientras bajaba distinguió que había un hombre sentado en el sillón.

Se paró en mitad de la escalera mientras seguía mirando a aquella figura. De pronto el hombre se levantó y se dio la vuelta. Anne abrió los ojos al máximo y empezaron a caerle las lágrimas por las mejillas.

—¡Papá! — Anne bajó corriendo el tramo que le faltaba de escaleras.

Su padre le sonreía y le abrió los brazos para recibirla. Anne se lanzó a sus brazos y lloró desconsoladamente en ellos.

—Ya hija, no llores más y déjame que te vea — le dijo su padre con dulzura mientras la apartaba con suavidad de sus brazos.

Anne le miró todavía con los ojos llorosos. No se podía creer que su padre estuviera allí. ¿Qué había pasado entre él y Devlin? No lo sabía, pero su padre le sonreía.

—Oh hija, estás preciosa — le dijo mientras le acariciaba el rostro.

—Papá...

Su padre le dio un beso en la frente y la guio hasta el sillón para que se sentara junto a él.

—¿Eres feliz, hija? — le preguntó Thomas.

—Muy feliz papá, ¿acaso no te lo dije en la carta? — le preguntó con extrañeza.

—Si hija, me decías que lo amabas y que te ibas a casar con él, pero yo quería verlo por mis propios ojos — le dijo mientras volvía a acariciarle el rostro.

—¿No leíste la segunda carta? — preguntó Anne con una sonrisa.

—No, me imagino que nos crucemos en el camino.

—Oh, qué pena — dijo Anne con desilusión. Ahora tenía que decirle lo de su nieto.

—McLachlain me ha dicho que voy a ser abuelo — dijo Thomas mientras le sonreía — ¿eso es cierto? Porque si es así, vas a hacerme muy feliz.

—Oh papá, si es verdad, estoy esperando un bebé — le dijo mientras se tocaba el vientre todavía plano.

Thomas se echó a reír y abrazó a su hija con felicidad. Anne estaba feliz de que su padre aceptara a Devlin.

—Papá, quiero tu bendición para mañana — le dijo a su padre con seriedad.

—Tienes mi bendición hija — volvió a besarle en la cabeza — pero lo que me gustaría es entregarte a él en el altar.

—Oh papá, ¿lo dices en serio? — Anne apenas se lo podía creer, era realmente feliz.

—Por supuesto que sí — dijo su padre mientras lanzaba una carcajada — me gusta ese muchacho y creo que te ama de verdad.

Anne abrazó y besó a su padre diciéndole que lo quería una y otra vez. Le contó cómo se había enamorado y lo de la pequeña Kathleen.

—Vaya, entonces mañana me voy a convertir en abuelo de una niña de casi cuatro años — dijo Thomas con una gran sonrisa — eso es magnífico.

También le contó lo que había pasado con Bill, tanto en el barco como cuando vino de visita a la casa.

Su padre se indignó mucho y se alegró saber que Devlin le había dado su merecido al final.

Devlin estaba en la habitación de la pequeña. Su hija estaba sentada en el suelo jugando y él no paraba de pensar en lo que estaría pasando en la sala. No iba a permitir que la separaran de él. Ella era su vida y además, iba a darle un hijo.

Ya había pasado demasiado tiempo, y creía que ya era hora de que se reuniera con ellos. Cogió a la pequeña en brazos y se dirigió a la sala donde se imaginaba estaba Anne y su padre.

Estaban sentados en el sillón que había frente a la chimenea y Anne parecía muy feliz al igual que su padre.

—Iré a avisar a Devlin — dijo Anne en ese momento mientras se levantaba del sillón.

Al darse la vuelta y verlo allí, la sonrisa de Anne se hizo más amplia.

—¡Oh Devlin! — dijo mientras se lanzaba a sus brazos.

Devlin dejó a su hija en el suelo y abrió los brazos para recibirla. La abrazó con dulzura mientras ella lloraba. Sabía que esas lágrimas eran de pura felicidad.

Thomas se había puesto de pie y lo miraba todo con una gran sonrisa en el rostro.

—Por lo que veo, las cosas han ido bien — dijo Devlin mirando a su futuro suegro.

—No podía ser de otra manera — dijo Thomas mientras se acercaba a ellos — mi hija te ama y yo lo que quiero es que mi hija sea feliz. Al parecer su felicidad está a tu lado.

Anne se separó de él y miró a su padre con una gran sonrisa. Luego levantó la mirada hacía él.

—Nos ha dado su bendición — dijo con felicidad — y dice que quiere entregarme a ti mañana en el altar.

—Eso es magnífico — le dio mientras le daba un pequeño beso en los labios.

Thomas miró a la pequeña que estaba abrazada a una de las piernas de McLachlain y supo que era Kathleen. La niña era realmente hermosa y se parecía mucho a su padre.

—¿Es tu hija, McLachlain? — le preguntó a Devlin señalando a la pequeña.

Devlin miró a su hija que seguía enganchada a su pierna y lo miraba todo con temor. Apartó a Anne con suavidad e hizo que la pequeña se separara de su pierna y se pusiera delante de él.

—Así es, y desde mañana será su nieta — le dijo a Thomas. Se agachó para estar a la altura de la pequeña y habló — Kathleen, éste es el papá de Anne, y a partir de mañana será tu abuelito.

Kathleen miró a ese señor con temor. ¿Ese abuelito sería como los otros? Su papá decía que era el papá de Anne y su mamá era buena, ¿también lo sería su papá?

—¿Es un abuelito bueno o malo?— le preguntó con preocupación.

Thomas lanzó una gran carcajada y se agachó a la altura de la pequeña.

—Lo dice porque sus abuelos, los padres de su madre, no eran buenos con ella — le dijo Anne.

—Vaya por dios, ¿en serio? — No esperó a que su hija le contestara y alargó una mano para acariciar el cabello de la pequeña — soy un abuelo bueno.

—¿De verdad? — preguntó la pequeña sin mucha convicción.

—Por supuesto que sí pequeña — dijo mientras se ponía en pie y la cogía en brazos — y para demostrártelo, te voy a contar un cuento que le contaba a tu mamá cuando era pequeña.

—¿En serio? — La pequeña sonrió a su abuelo y luego miró a su papá — ¿has oído papá? Tengo un abuelito bueno y me va a contar un cuento.

—Claro que sí pequeña — Devlin se acercó a ella y le dio un beso en la frente — ya verás cómo te querrá mucho.

Thomas se llevó a la pequeña al sillón para contarle el cuento. Devlin cogió a Anne de la mano y la llevó al estudio para hablar con ella en privado.

La sentó en el sillón junto a él y la besó con pasión. Ella le echó los brazos al cuello y le entregó su boca por completo.

—¿Estás contenta? — le preguntó cuándo se separaron.

—Sí, muy contenta — se acurrucó a su lado en el sillón y suspiró de felicidad — pero quiero que me lo cuentes todo.

—Está bien, te lo contaré todo.

Y empezó a contarle todo lo referente a la llegada de su padre y al batallón de cincuenta hombres.

En ese momento Anne comprendió porqué Devlin en un principio no le había dicho nada. Si se lo hubiera dicho habría ido con él y eso podía haber sido peligroso.

Por la noche estaban cenando todos juntos en el comedor y Anne se sentía realmente feliz.

Se padre le había tomado mucho cariño a la pequeña y ésta estaba encantada con su nuevo abuelo.

Al día siguiente su padre la entregaría a Devlin en el altar y se uniría a él para siempre. Estaba realmente feliz y se imaginaba que Kelly estaba igual, ya que se casaría ese mismo día con Michael.

Harris había preparado una gran recepción para después de la ceremonia, y Anne había invitado a todas sus amigas del pueblo.

Esa noche no podía pasarla con Devlin, ya que su padre se quedaría a dormir allí. Aunque él sabía que ya se había entregado a él, a ella le daba un poco de vergüenza.

Su padre y Devlin habían congeniado muy bien. Cuando había terminado de cenar, ellos dos se habían encerrado en el estudio y ella había ido a acostar a la pequeña.

Cuando salía de la habitación, Devlin la estaba esperando en la puerta de su habitación.

—Me gustaría quedarme contigo esta noche — le dijo Devlin mientras la besaba y la abrazaba.

—Creo que no es posible — dio mientras abría la puerta de su habitación — a partir de mañana iré a dormir a tu habitación.

—Sí, que a partir de entonces también será la tuya — le dijo mientras le daba el último beso.

Devlin la soltó y se dirigió a sus aposentos. Anne se adentró en el suyo y se quedó dormida con un gran suspiro de felicidad.