Capítulo 6

Al día siguiente no hubo comida hasta la noche, como Devlin le había dicho. Pero por lo menos si hubo un baño caliente antes de acostarse. Devlin no apareció por allí ese día, al día siguiente fue a verla y lo único que consiguió fue enfadarlo de nuevo, y enfurecerse ella más. Le volvió a lanzar otro vaso que se estrelló de nuevo en la pared.

En fin habían vuelto a pelear. Durante dos semanas todos los días eran así, no paraban de insultarse y pelear. Y la verdad es que Anne estaba empezando a cansarse, cada vez se sentía más atraída por él. Tan cansada estaba que un día que fue a buscar pelea de nuevo, ella no se movió de la cama, ni se enfadó, ni le gritó. Solo le miraba.

Bueno, pues esa mañana iba a hacer lo mismo, estaba cansada de insultarle y gritarle de esa manera. Se había dado cuenta de que deseaba a ese hombre, le gustaba cuando le tocaba y ya ni siquiera le importaba que le insultara.

Estaba sentada en la cama con el camisón puesto, cuando Devlin entró por la puerta. Dio —unos cuantos pasos por la cama y se quedó allí mirándola. Anne no soportó mucho su mirada y bajó la cabeza con un sonrojo en las mejillas. Deseaba tanto abrazarle y que él la abrazara. También deseaba besar esos labios y saborear su boca.

—¿Hoy tampoco vas a gritarme ni a insultarme? — dijo Devlin con una ceja alzada — ¿se te han acabado los objetos para lanzarme a la cabeza?

Anne levantó la cabeza y le miró, se le veía sonriente. Quizás fuera ahora el momento oportuno para hacerle la pregunta que le rondaba la cabeza y que no se atrevió a preguntar por miedo a su reacción. Se le veía calmado, y lo único que podía hacer era contestarle o decirle que se metiera en sus propios asuntos.

—¿Por qué delito entraste en el barco? — preguntó Anne con timidez.

Devlin se quedó sorprendido por la pregunta, y también por el tono de voz de Ann. ¿Dónde estaba ese carácter de los primeros días?

—Creo que ya lo dijiste tú. ¿No te acuerdas? Me llamaste asesino — dijo Devlin mientras se sentaba a los pies de la cama.

—No — Devlin se dio cuenta de que su revelación le había hecho encogerse de miedo — supuestamente maté a mi mujer.

—¿La mataste? — estaba desconcertada con esa noticia.

—No, la encontré muerta una noche que llegue a casa — Devlin volvió a recordar aquellos momentos y su rostro cambió de la diversión a la tristeza — sus padres me acusaron, nunca me quisieron para su hija.

—¿No le contaste que ya estaba muerta cuando llegaste? — estaba bastante intrigada con esa historia y se relajó un poco. Vio la tristeza en los ojos de Devlin y se sintió mal por cómo le había tratado.

—Bueno, habían dejado el puñal sobre el cuerpo de mi esposa — hizo una pequeña pausa para recordar lo ocurrido — apoyé la cabeza de mi mujer en mi regazo y cogí el puñal para apartarlo — se encogió de hombros y continuó — en ese momento entró la guardia inglesa y mis suegros iban detrás. Tenía a mi mujer en mis brazos y el puñal en la mano.

Anne pensó en todo lo que le había dicho y lo entendió todo. Para los padres de ella era muy fácil culparle al encontrarlo de esa manera. Dios, pobre hombre, había tenido que sufrir bastante al culparle de algo que él no había hecho. ¿Habrá querido mucho a su esposa? Se preguntaba Anne mientras miraba aquellos ojos oscuros llenos de tristeza.

—¿La quisiste mucho? — preguntó con los ojos llenos de lágrimas. Pero se dijo así misma que él no la vería llorar. Guardaría sus lágrimas para cuando él se fuera.

—Sí, mucho.

Ya no sabía que preguntarle ni decirle más. Devlin se levantó para irse, pero ella no quería que se fuera, así que preguntó lo primero que se le vino a la cabeza.

—¿Vas a volver a casa para limpiar tu nombre? — preguntó Anne.

Devlin se detuvo antes de llegar a la puerta y volvió a hablar.

—No, vuelvo a Escocia a recuperar a mi hija — Devlin le miró con intensidad — me la quitaron cuando esos guardias me apresaron. Mis suegros me dijeron que ya no la volvería a ver más.

Devlin se volvió otra vez para irse, y esta vez Anne no le detuvo. La noticia de que Devlin tenía una hija le había sorprendido tanto que la había dejado sin habla. Cuando Devlin salió y cerró tras él, ella lloró y lloró hasta que ya no le quedaron más lágrimas.

Ahora sí que se sentía mal por cómo le había insultado. Dios, apenas podía creer que el hombre que ella creía un cretino sin corazón, era un hombre decidido a recuperar a una hija que tan cruelmente le habían arrebatado.

Devlin no podía creer que le hubiera contado todo a esa mujer. Una mujer a las que unas veces deseaba estrangular con sus propias manos y otras veces, como esa tarde que se lo había contado todo, deseaba hacerla suya.

Iba a estar un tiempo sin pasar por allí. Si la viera en ese momento no lo soportaría y le haría el amor aunque fuera a la fuerza. Él no era así y eso no podía suceder.

No estaba muy seguro de lo que pasaba, pero cada vez que la veía, la deseaba con más locura.