Capítulo 8

No le contestó, volvió la cabeza de nuevo y las lágrimas volvieron a correrle por las mejillas. ¿Por qué no podía contestarle a esa pregunta? Sólo era un nombre, nada más. Pero no, le dice que eso no tiene nada que ver con la pregunta que le hizo.

Además, ¿qué iba a decirle? No podía decirle que estaba así porque se estaba enamorando de él. Eso jamás se lo diría, se imaginó que a ella la dejaría en Inglaterra al igual que a Bill. Cuando llegara a casa, su padre la obligaría a casarse con él, y sabía que ahora menos que nunca iba a casarse con él, y sabía que ahora menos que nunca iba a casarse con Bill. ¿Cómo podía hacer algo así, amando a otro hombre? Era horrible, estaba enamorada de su secuestrador y no podía decírselo.

Era gracioso si lo pensabas; prisionera del hombre que amaba, prisionera del amor que sentía por él. Sabía que jamás sería libre de ese amor, siempre tendría prisionero su corazón.

—¿Vas a contestarme o te vas a quedar ahí mirando el horizonte? — preguntó Devlin. Respiró un par de veces y le miró. Se le veía exasperado y estaba muy apuesto.

—Es algo que no tengo por qué decirte, ya que no es de tu incumbencia — dijo con un tono de enfado y se volvió de nuevo.

Él no quería contestarle a una simple pregunta que le había hecho, ¿por qué tenía que contestarle ella a eso? No iba a decirle nada, no tenía ningún derecho. De pronto sintió que le cogía del brazo y le hacía que le mirara. Se encontró con su mirada y vio que estaba enfadado. Sus ojos azules estaban llenos de furia, y por un momento Anne sintió miedo de verdad.

—Ya va siendo hora de que tú me contestes a unas cuantas preguntas — dijo con un tono de ira en la voz — ya he contestado yo a muchas de las que me has hecho y ya es suficiente, ¿queda claro?

Ahora sí que estaba temblando de miedo. Afirmó con la cabeza y Devlin le soltó. Se le quedó mirando un rato y Anne supo que estaba esperando a que le contestara. Ella no podía decirle la verdad, así que decidió decirle una mentira. Pensó durante un rato y decidió contarle algo sobre Bill.

—No sé lo que le habéis hecho a Bill y estoy preocupada por él — dijo mientras bajaba la cabeza.

—¿En serio estás preocupada por ese cobarde? — preguntó Devlin. Ella afirmó con la cabeza y él volvió a hablar — está bien, no ha sido maltratado como lo hicieron con nosotros.

Anne no dijo nada a ese comentario. Decidió poner fin a esa conversación e irse a dormir. Se volvió para irse, pero Devlin la cogió por la cintura y le dio la vuelta. La sostuvo abrazada y no le soltó.

—¿Quién te ha dado permiso para irte? — preguntó Devlin mientras le apartaba un rizo de la cara.

No pudo decirle nada, ya que apenas podía respirar. Sentía un calor y un cosquilleo por todo el cuerpo que si no fuera porque Devlin la tenía cogida por la cintura, se habría caído al suelo. Sabía que estaba sonrojada hasta la raíz del cabello, ya que sentía como ardían sus mejillas.

—Dios, estás preciosa con ese sonrojo — dijo Devlin mientras le acariciaba la mejilla — ahora voy a sostenerte así durante un rato mientras contestas a mis preguntas.

Apenas podía escuchar lo que le decía, no paraba de mirar a esos hermosos ojos e imaginando besando esos carnosos labios. Pero claro, al final decidió poner atención a sus preguntas.

Era hermoso tenerla entre sus brazos. Se dio cuenta de que si la soltaba, las piernas no la sujetarían. Temblaba tanto que creía que se iba a hacer pedacitos.

—¿Tienes frío? — preguntó Devlin sonriendo. Aunque sabía que no era así, hacía una temperatura agradable.

Anne meneó la cabeza negativamente. Sonrió con ganas, y hubiera soltado una carcajada si no fuera porque podría asustar a Anne.

—Bien, ¿amas a Bill? — preguntó como si nada. Anne le miró y abrió los ojos lo más que pudo.

Empezó a empujarle con los brazos intentando soltarse, pero él no iba a darle el gusto. Se imaginó que la pregunta le había ofendido, por supuesto que le amaba, iba a casarse con él, ¿no? Dios, estaba bastante furiosa. “Bien, a ver si vuelve a sacar ese carácter” se dijo así mismo mientras se reía con ganas. Cuando se dio cuenta de que no iba a poder hacer nada dejó de forcejear y le miró con esos hermosos ojos verdes llenos de furia. Luego levantó el mentón y miró hacía otro lugar.

—No te importa — dijo enfadada.

Realmente era una mujer hermosa, y al parecer no tenía ninguna intención de contestarle.

—Bueno, aunque imagino que sí, ya que vas a casarte con él, ¿no? — dijo Devlin divertido.

—Ya te he dicho que no es de tu incumbencia lo que yo sienta por Bill — dijo ella mirándole de nuevo. No le dijo que sí rotundamente, y pensó que quizás fuera un matrimonio concertado y que no le habían dejado opción.

Volvió a reírse con ganas. Eso era lo que tenía de malo ser una dama, sus padres la obligaba a casarse con quién ellos quisieran sin importarle si su hija lo amaba o no.

—¿Te obligan a casarte con él? — preguntó Devlin de nuevo

Pero ella se quedó callada, así que se imaginó que no le iba a contestar. Entonces pensó en empezar desde el principio, es decir, hacerle otras preguntas menos importantes, y con el tiempo quizás contestaría a las demás.

—¿Cuántos años tienes? — empezó preguntando. Ella volvió a mirarle y se quedó un rato callada, después contestó.

—Dieciocho — dijo volviendo a bajar la cabeza.

No sabía muy bien lo que estaba pasando, pero se sentía muy a gusto en sus brazos. Él no le había contestado nada sobre su hija, así que ella no iba a darle el gusto de contestarle a las suyas. Además, las preguntas que le hacía él eran más personales. ¿Qué le importaba a él si amaba o no a Bill? ¿y, cómo demonios había adivinado que la obligaban a casarse?

—¿Cuánto tiempo has estado en Nueva York? — preguntó Devlin.

Ella se imaginó que estaba haciéndole preguntas de rutina y que después volvería a preguntarle sobre sus sentimientos hacía Bill.

—Un año — dijo ella y decidió poner fin a esa conversación — y no pienso contestar a ninguna pregunta más. Es tarde y quiero dormir.

—¿No vas a contestarme sobre la boda? — preguntó Devlin con una sonrisa.

—No, a no ser que tú me cuentes cosas sobre tu hija — le dijo ella enfadada.

—Maldición — dijo Devlin con un gruñido y la soltó.

—Me lo imaginaba — dijo Anne mientras se dirigía hacía su camarote — cuando cambies de opinión ya sabes dónde estoy. Buenas noches.

Antes de darse la vuelta, Anne se fijó en que estaba bastante enfadado.

Es noche Anne se acostó tranquila. No le había contado nada sobre su hija, pero por lo menos él también se había quedado con las ganas de saber sobre sus sentimientos hacía Bill.

Esperaba no encontrarse con él al día siguiente y si lo hacía, que fuera para hablarle sobre su hija.

Sentía cosas maravillosas cuando la abrazaba, se sentía tan atraída hacía él. Pero no le gustaba que le ocultaran cosas sobre su hija. Es verdad que no se conocían de nada y que no tenía por qué contarle nada, pero él mismo le había contado sobre la muerte de su esposa. ¿Cómo sería besarle? Seguro que él sería un experto en besar. Había tenido una mujer y estaba claro que sabría besar y seducir bastante bien a una mujer.

También estaba preocupada por Bill, ¿cómo lo estarían tratando allí abajo? Él no estaba acostumbrado a esos tratos, y menos a estar encerrado en una celda.