Capítulo 10
Anne cerró la boca de golpe y se quedó muy pálida. En eso tenía razón, él ya le había dicho algo sobre su hija. Pero apenas podía reaccionar. Cuando terminó de besarla, creía que sus piernas no la iban a sujetar, y pudo ser así si no fuera porque Devlin todavía la tenía en sus brazos.
Todavía no se podía creer lo que había sentido cuando la había besado. Con Bill jamás sintió eso, pero es que en realidad con él no sentía nada. Cuando la lengua de Devlin entró en su boca sintió que su cuerpo ardía. Deseaba esa boca, y no pudo por menos que rodearle el cuello con sus brazos y meter su lengua en la boca de él. Nunca se imaginaba que pudiera ser así un beso, jamás.
Ahora estaba mirándola con furia, pero aún seguía abrazándola. Se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no quería que él la viera, así que bajó la mirada.
—No — contestó apenas en un susurro — pero le tengo mucho cariño.
Sintió que Devlin le cogía por la barbilla y hacia que le mirara. Unas cuantas lágrimas se le escaparon de los ojos y empezaron a rodar por sus mejillas, pero Devlin no permitió que siguieran su camino y las limpió con su mano con suavidad.
—Y entonces, ¿por qué vas a casarte con él? — preguntó mientras le miraba con dulzura.
Anne le miró y de pronto se enfadó con él. No pensaba decirle nada más hasta que él no dijera nada más sobre su hija.
—No pienso decirte nada más hasta que… — no sabía que preguntar. Oh, si ya se acordaba — ¿Cómo es tu hija? ¿Qué cosas le gustan?
Vio que ya se le había borrado esa sonrisa de la boca y tenía una ceja levantada.
No se lo podía creer, ya le estaba preguntando otra vez. Pero por otro lado, era normal, ya que él también le estaba haciendo preguntas sobre su vida.
Quizás sus preguntas eran un poco más personales, ya que ella sólo quería saber sobre su hija.
—Es rubia — dijo mientras volvía a suavizar la mirada — como era su madre y sus ojos son azules.
—¿Cómo los tuyos? — preguntó Anne. Devlin afirmó con la cabeza — oh, entonces tiene que ser una niña muy hermosa.
Devlin vio una sonrisa en el rostro de ella y sintió deseos de volver a besar y acariciar esos labios que lo volvían loco. Pero no lo intentó y esperó para ver si ella le decía por qué iba a casarse con un hombre que no amaba.
De pronto vio que se sonrojaba y bajaba la cabeza para que él no se diera cuenta, pero tardó en bajarla y él si notó su sonrojo. Volvió a levantarle la cabeza y le acarició la mejilla con delicadeza. En ese momento se abrió la puerta y apareció Steve por la puerta.
—Oh, lo siento. ¿Molesto? — dijo mientras arqueaba una ceja.
—¿Qué pasa Steve? Has sido muy oportuno — Devlin vio que Anne se alejaba con él rostro enrojecido.
—Hemos avistado tierra — dijo Steve —. Siento haber molestado.
Steve salió del camarote un poco azorado. Devlin se volvió hacía Anne y le sonrió con dulzura.
—Quizás podamos terminar la conversación en otro momento, preciosa — dijo Devlin mientras se acercaba a la puerta para salir — ya que vamos a llegar a tierra, voy a tener que cerrar la puerta. Pero no te preocupes, cuando volvamos a alta mar volveré a dejarte salir.
Una vez dicho esto, cerró la puerta con llave. Subió las escaleras que llegaban hasta la cubierta. Se fue directo hasta donde se encontraba Michael con el catalejo.
Cuando llegó a su altura le puso una mano en el hombro y Michael se dio la vuelta. Le ofreció el catalejo para que él pudiera observar.
—Creo que estamos en la costa española — dijo Michael mientras Devlin miraba a través del catalejo.
—Bien — dijo Devlin mientras le devolvía el catalejo — necesitamos provisiones antes de llegar a Irlanda.
Devlin se dijo que ya le quedaba menos para llegar a casa y recuperar a su hija, que era lo único importante ahora en su vida.