Capítulo 17
Ya habían pasado dos días desde que Devlin y sus hombres se habían marchado. Anne estaba muy feliz, pero echaba mucho de menos a Devlin.
La compañía de Kelly había sido una bendición para ella, le ayudaba a distraerse de estar pensando continuamente en Devlin.
Los sirvientes también eran muy amables con ella y no la censuraban que fuera la amante de su señor. Ella no había dicho nada a la servidumbre sobre su boda con Devlin cuando éste regresara, pero creía con toda seguridad que Harris sabía lo de la boda. Quizás Devlin se lo había dicho antes de marcharse.
Esa tarde estaba sentada en uno de los sofás de la sala observando el retrato de Sally. Cada vez que veía el retrato se preguntaba por cómo había sido ese matrimonio.
—Perdón señorita — le dijo Harris de pronto entrando en la sala — la cena está servida, ¿vendrá la señorita Kelly a cenar?
Anne no sabía lo que decir, pero lo más seguro es que esa noche cenara con sus suegros. Esa misma tarde había llegado una carta pidiéndole a Kelly que los visitara.
—La verdad es que creo que se quedará a comer con sus suegros — le dijo mientras se levantaba y se dirigía a las escaleras que llevaban a sus aposentos.
Harris vio cómo se dirigía a las escaleras en vez de al comedor. Otra vez quería acostarse sin comer, y eso no estaba bien. Su señor le había pedido que cuidara de ella y que preparara la fiesta para la boda que tendría lugar a su vuelta. No pensaba dejar que su señora se muriera de hambre.
—Perdón señorita — le dijo cuando estaba a mitad de las escaleras — ¿no piensa cenar?
—No tengo hambre Harris — le dijo mientras se volvía de nuevo.
—Perdone que le moleste de nuevo señorita — le dijo mientras subía las escaleras detrás de ella — le prometía a mi señor que cuidaría de usted, no pienso dejar que se muera de hambre.
Anne se paró y volvió la vista atrás, Harris estaba justo detrás de ella y parecía preocupado.
—No se preocupe Harris, estoy bien — luego le sonrió con dulzura — por una vez no creo que me muera.
—Pero es que usted no ha comido mucho en estos días — le dijo Harris con preocupación — no creo que eso le haga bien al bebé.
Anne abrió los ojos con asombro y sintió un pequeño mareo. Se tuvo que agarrar a la barandilla para no caerse. Harris la sujetaba con firmeza del otro brazo.
—¿Bebé?
—Si señorita — le dijo mientras la ayudaba a bajar la escalera y la sentaba en un sillón — el que está esperando de mi señor.
—Usted…usted, ¿cómo lo sabe? — le preguntó Anne con terror.
Harris se dio cuenta que estaba aterrorizada porque él estaba enterado de su embarazo. Él sabía que su señor no sabía nada, ya que si lo hubiera sabido se lo habría dicho al igual que le había dicho lo del matrimonio. Él no le iba a decir nada a su señor, él no se inmiscuía en esos asuntos, pero no entendía por qué no se lo había dicho.
—No hay nada en esta casa de lo que yo no esté enterado señorita — le dijo mientras le sonreía — pero no se preocupe, soy muy discreto.
—Los demás…
—No sé si lo sabrán — le dijo Harris — pero le puedo asegurar que ellos tampoco van a decir nada.
—Gracias.
—Ahora señorita — le dijo mientras le tendía la mano — ¿la acompaño al comedor?
Anne se levantó del sillón y dejó que Harris le acompañara. Ahora más que nunca pensaba que todos los sirvientes de la casa la censuraban. Iba a tener un hijo sin estar casada; pero eso iba a cambiar pronto, ya que cuando Devlin volviera se convertiría en su mujer.
Devlin estaba agazapado detrás de unas rocas desde las cuales se podía ver la casa de sus suegros en su totalidad. Había varios hombres en la puerta armados y otros en el tejado. ¿Por qué tanta vigilancia? ¿Se habrían enterado de que había escapado y que regresaría a por su hija?
Miró a sus hombres que estaban detrás de él. Ganaban en mayoría, pero lo que le preocupaba era que si sacaba a su hija por la fuerza de la casa de sus suegros, volvería a tener problemas con la justicia. Y lo último que quería ahora era volver a un barco prisión. Quería volver a casa con su hija y casarse con Anne, formar una familia sin que el miedo de volver a ser detenido formara parte constante en su vida.
—¿Qué vamos a hacer Devlin?
— le preguntó Michael — somos más que ellos.
—Ya lo sé — le dijo mientras se pasaba las manos por el cabello — pero tengo que hacerla volver conmigo legalmente, no a la fuerza. Mis suegros volverían a meterme en prisión.
Volvió la vista de nuevo hacía la casa y se preguntó en cuales de las ventanas deba a su habitación. Quería entrar en la casa y ver a su hija. Quería estrecharla entre sus brazos y decirle que la quería.
—Tengo que entrar en la casa y ver a mi hija.
Anne estaba muy agradecida a Harris por cuidar de ella, era una buena persona.
Kelly volvió al día siguiente, se había quedado a dormir con sus suegros. Ella también le regañó por no cuidarse bien y no cuidar a su hijo.
No, ella pensaba cuidarlo. Comería todo lo que tenía que comer y descansaría mucho.
Natalie también estaba enterada del embarazo y estaba muy emocionada de que su señora fuera a tener un bebé. Se había enterado que ya todos en la casa estaban enterados de su matrimonio. Aunque ella todavía no había dicho que sí, todos aseguraban de que aceptaría, sobre todo Harris. Dios, a ese hombre no se le escapaba nada.
Natalie le contaba cosas de cuando Sally vivía en la casa.
—Era muy buena, y todos la queríamos mucho — le dijo Natalie con lágrimas en los ojos — fue injusto que echaran la culpa al señor, ellos se querían mucho.
No era la primera vez que oía eso. También se decía que Sally tenía un carácter dulce y apacible, nunca levantaba la voz, nunca se enfadaba, y sobre todo, siempre mantenía la compostura.
Eso la ponía triste, ya que ella era todo lo contrario. Los sirvientes habían tenido la oportunidad de conocer su carácter y que perdía la compostura con facilidad.
La primera vez que tuvieron la oportunidad de ver su carácter fue cuando tuvo la visita de un comerciante de telas. Dios, se habían puesto furiosa cuando ese bribón le había pedido una fortuna por un trozo de tela.
—Tiene que entenderlo señora, es una tela…
—¡Basta! — gritó mientras se levantaba de un salto de la silla. Se puso las manos en jarras y le miró con furia — lo que usted es, señor comerciante, es un maldito estafador.
Cogió las telas y empezó a dar vueltas por la sala con furia. Le puso las telas debajo de la nariz al comerciante.
—Si no va a poner un precio justo por esta tela — le dijo lanzándosela a la cara y dirigiéndose a la puerta para abrirla — puede usted largarse. Ya encontraré otro comerciante más justo.
El comerciante al final rebajó la tela y Anne pudo quedársela. Cuando se fue, vio que los sirvientes habían escuchado toda la conversación y se sintió avergonzada. En ese momento se imaginó que no sería tan querida como la señora Sally.
Esa noche lloró en su habitación. Esa gente jamás le tendría cariño como se lo habían tenido a Sally.
Al día siguiente se sintió frustrada al ver que no la dejaban hacer apenas nada, ya que en su estado no podía hacer nada que pusiera en peligro al bebé.
Maldita sea, ni siquiera la dejaban bajar las escaleras sola. Harris parecía su sombra y no paraba de vigilarla. Esa fue la vez que perdió la compostura.
—¡Maldita sea! — le gritó a Harris cuando le dijo que no podía ir al pueblo, que tenía que descansar. Se había levantado con furia y se había enfrentado a él — no estoy enferma, ni soy una maldita inválida. ¡Estoy embarazada! Porque dé un paseo por el pueblo no va a pasar nada.
—Pero señorita…
—¡He dicho que no! — volvió a gritar. Demonios, ya estaba empezando a comportarse como en el barco — voy a pasear y nadie me lo va a impedir.
Se dirigió a la puerta y vio que Harris la miró con preocupación.
—Dios Harris — le dijo mientras abría la puerta — me aburro encerrada aquí. Kelly está visitando a sus suegros.
Una vez dicho esto salió sin más.
Harris mandó a dos hombres para que la siguieran, no quería que le pasara nada. Era completamente distinta a su señora Sally.
La verdad es que le gustaba mucho. Sally fue una buena señora, pero quizás demasiado blanda. La señorita Anne era justo lo que necesitaban en esa casa. Y sabía que no era el único que lo pensaba. Todos los sirvientes estaban encantados con ella, y sabía que eso a su señor le iba a agradar mucho.
Al final había podido entrar en la casa de sus suegros. Empezó a abrir todas las puertas del pasillo de arriba con suavidad. Sus suegros estaban en el comedor cenando, y no había visto a su hija con ellos. Se imaginó que ella ya había sido envidada a dormir.
Abrió una puerta y de pronto se encontró en la habitación de su hija. Estaba sentada en la cama y le miraba asustada.
—No tengas miedo Kathleen — le dijo con suavidad mientras se acercaba a ella. Dios, estaba tan grande y bonita. Se dio cuenta de que se parecía más a él que a su mujer. Lo único que había heredado de Sally era su cabello — soy tú papá.
—¿Papá?
—Sí pequeña — le dijo mientras le acariciaba el rostro con dulzura.
La niña le miró durante unos segundos más y después se echó a sus brazos llorando desconsoladamente. Devlin abrazó con fuerza a su hija y notó que no era feliz.
—¿Has venido a llevarme contigo? — le dijo mientras se sorbía los mocos.
—Si pequeña — Devlin le secó las lágrimas — pronto te sacaré de aquí y te llevaré junto a tu madre.
—Mamá está en el cielo.
—Si pequeña, pero tengo otra mamá para ti — le dijo mientras le sonreía.
—¿Nos vamos ahora? — le preguntó su hijita mientras se bajaba de la cama. Esto era raro, ¿es que no quería a sus abuelos?
Ahora mismo no puedo pequeña — dijo mientras la abrazaba — tus abuelos no lo permitirían — Devlin se dio cuenta de que su hija estaba llorando — pero te prometo que voy a volver a por ti.
—Ellos no me quieren — le dijo mientras volvía a llorar — dicen que me parezco a ti, y ellos te odian.
—Ya lo sé — Devlin se sentó en la cama y besó a la niña en la frente — solo tienes que esperar unos días y te prometo que volveré a buscarte y te llevaré conmigo y nunca más tendrás que verlos.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo — le dijo mientras se ponía en pie con la niña en brazos — ahora dame un beso y espérame unos días más. Luego nadie volverá a separarte de mí.
La niña le dio un beso muy sonoro y le dijo que le quería. A Devlin se le llenaron los ojos de lágrimas.
No soportaba dejar a su hija allí, pero pronto volvería con papeles y tendrían que devolverle a su hija.
Devlin se reunió con los demás en las rocas en la que antes habían estado escondidos.
—Tengo que sacar a mi hija de allí — les dijo a sus hombres al llegar a ellos — ellos no la quieren y ella me lo ha dicho.
—Lo que tienes que hacer es hablar con un juez — le dijo Steve — él tiene que hablar con la niña para que vea que quiere irse contigo.
—Sí, en Invernes buscaré a uno.
Devlin se montó en su caballo y emprendió la marcha. Cuando estuvieran lo bastante alejados acamparían para pasar la noche.
—Yo conozco a un buen juez en Invernes — le dijo Michael que cabalgaba a su lado — te pediré una cita con él para cuando lleguemos.
—Te lo agradecería Michael.
Dios, estaba deseando llegar a casa. Extrañaba muchísimo a Anne, la necesitaba. Esperaba que le estuviera yendo bien. Sabía que Harris la estaría cuidando como se lo había pedido. Sonrió al imaginarse al pobre Harris enfrentándose a la furia de Anne.
Devlin espoleó a su caballo para que fuera más rápido. Deseaba estar ya en Invernes y encontrar al juez que la ayudaría a sacar a su hija de esa casa.