CAPÍTULO III
POBLACIÓN

YA QUEDA EXAMINADA LA EXTENSIÓN, el clima y la constitución geológica de un país que abre un campo vasto a la civilización humana. Para poder apreciar debidamente el peso que, bajo la influencia de una naturaleza tan poderosa, la más rica de las Antillas podrá poner algún día en la balanza política de la América insular, compararemos su población actual con la que puede mantener un suelo de 3.600 leguas cuadradas marítimas, en gran parte vírgenes, y muy fértiles por la abundancia de las lluvias tropicales. Tres padrones sucesivos muy inexactos por el resultado han dado en:

Tres padrones sucesivos en Cuba

Año Habitantes
1775 170.862
1791 272.140
1817 630.980

Según el último cálculo, cuyos pormenores se darán más adelante, había en la isla 290.021 blancos, 115.691 libres de color y 225.268 esclavos. Estos resultados concuerdan bastante bien con los trabajos interesantes que sobre la materia presentó el Ayuntamiento de la Habana, en 1811, a las cortes de España, en el cual se hacía llegar aproximadamente su población a 600.000, en estos términos: 274.000 blancos, 114.000 libertos y 212.000 esclavos. Si se reflexiona acerca de las varias omisiones cometidas en el último padrón de 1817 respecto a la introducción de los esclavos (la aduana de la Habana registró en sólo tres años de 1818, 1819 y 1820 más de 41.000), y, respecto al aumento de los libres de color y de los blancos que da la comparación de los padrones de 1810 y 1817 en la parte oriental de la isla, se encuentra que había ya probablemente en la isla de Cuba, a fines de 1825, a saber:

Habitantes en 1825

LIBRES 455.000
blancos 325.000
de color 130.000
ESCLAVOS 260.000
Total 715.000

Por consiguiente, la población de la isla de Cuba en el día es, con corta diferencia, igual a la de todas las Antillas inglesas, y casi doble que la población de Jamaica. La relación de las diversas clases de habitantes aglomerados, según su origen y el estado de su libertad civil, ofrece los contrastes más extraordinarios en los países en que la esclavitud ha echado raíces muy profundas. El estado siguiente que demuestra estas relaciones, dará motivo a grandes y graves reflexiones.

Antillas comparadas entre sí mismas y con los Estados del continente

ANTILLAS Y ESTADOS POBLACION TOTAL BLANCOS LIBRES DE COLOR Mulatos y negros ESCLAVOS DISTRIBUCION PORCENTUAL
Isla de Cuba 715.000 325.000 130.000 260.000 Blancos 46%
Libres de color 18%
Esclavos 36%
Jamaica 402.00 25.000 35.000 342.000 Blancos 6%
Libres de color 9%
Esclavos 85%
Inglesas Antillas 776.500 71.350 78.350 626.800 Blancos 9%
Libres de color 10%
Esclavos 81%
Archipiélago de las Antillas 2.843.000 482.600 1.212.900 1.147.500 Blancos 17%
Libres de color 43%
Esclavos 40%
Estados Unidos de América 10.525.000 8.575.000 285.000 1.665.000 Blancos 81%
Libres de color 3%
Esclavos 16%
Brasil 4.000.000 920.000 1.020.000 2.060.000 Blancos 23%
Libres de color 26%
Esclavos 51%

Se ve por esta tabla1 que en la isla de Cuba los hombres libres son el 64% de la población total2; en las Antillas inglesas apenas 19%. En todo el archipiélago de las Antillas, los hombres de color (negros o mulatos, libres y esclavos) forman un conjunto de 2.360.000 o de 83/100 de toda la población. Si la legislación de las Antillas y el estado de las gentes de color no experimenta muy en breve algún cambio saludable, y si se continúa discutiendo sin obrar, la preponderancia política pasará a manos de los que tienen la fuerza del trabajo, la voluntad de libertarse y el valor de sufrir largas privaciones. Esta sangrienta catástrofe se verificará como una secuencia necesaria de circunstancias, y sin que los negros libres de Haití se mezclen de modo alguno, continuando siempre en el sistema de aislamiento que han adoptado. ¿Quién se atrevería a pronosticar el influjo que tendría una confederación americana de los estados libres de las Antillas, situada entre Colombia, la América del Norte y Guatemala, en la política del Nuevo Mundo? El temor de que este acontecimiento se realice obra sin duda alguna más poderosamente en los ánimos que los principios de humanidad y de justicia; pero en todas las islas, los blancos creen que detentan un poder inquebrantable. Les parece imposible toda simultaneidad de acción por parte de los negros, y consideran como una cobardía todo cambio y toda concesión hecha a la población sujeta a la servidumbre. Todavía no es tarde, pues la horrible catástrofe de Santo Domingo se verificó por la ineptitud del gobierno. Tales son las ilusiones que predominan en la gran masa de los colonos de las Antillas, y que son un obstáculo para que se mejore el estado de los negros en Georgia y en las Carolinas. La isla de Cuba puede librarse mejor que las demás Antillas del naufragio común; porque cuenta con 455.000 hombres libres, no siendo los esclavos más que 260.000 y puede preparar gradualmente la abolición de la esclavitud, valiéndose para ello de medidas humanas y prudentes. No perdamos de vista que desde que Haití se emancipó hay ya en el archipiélago entero de las Antillas más hombres libres negros y mulatos que esclavos. Los blancos, y particularmente los negros libertos, cuya causa es fácil que se una a la de aquéllos, toman, en la isla de Cuba, un aumento numérico muy rápido. Desde el año 1820 habrían disminuido los esclavos, con mucha rapidez, si no fuese por la continuación fraudulenta del tráfico. Si este comercio infame cesa enteramente, por los progresos que hace la civilización humana y la voluntad enérgica de los nuevos estados de la América libre, la población de la servidumbre se disminuirá considerablemente durante algún tiempo, a causa de la desproporción que hay entre los dos sexos, y porque diariamente continúan libertándose muchos, lo que no cesará sino cuando la relación de los nacidos y muertos de los esclavos sea tal, que aun los efectos de la libertad se halle compensada. Los blancos y los libertos forman ya cerca de dos terceras partes de la población total de la isla, y su acrecimiento oculta hoy, en esta población total, a lo menos en parte, la disminución de los esclavos. Entre estos últimos, las mujeres son, respecto de los hombres, excluyendo los esclavos mulatos, en los cañaverales de azúcar, apenas como de 1:4; en toda la isla como de 1:1,7; en las ciudades y haciendas donde los esclavos negros sirven de criados o trabajan a jornal por su cuenta y por la del amo a un mismo tiempo, como de 1:1.4; y aun (por ejemplo, en la Habana)3 como de 1:1.2. Las explicaciones circunstanciadas que siguen mostrarán a las claras que estos cálculos se fundan en datos numéricos, y pueden considerarse como números límites del máximum.

Los pronósticos que con demasiada ligereza se hacen acerca de la disminución de la población total de la isla, luego que quede abolido el tráfico de negros en la realidad, y no solamente según las leyes, como ha sucedido desde el año de 1820; acerca de la imposibilidad de continuar en grande el cultivo del azúcar; acerca de la época cercana en que la industria agrícola de la isla de Cuba quedará reducida a los plantíos de café y de tabaco, y a la cría de ganados, se fundan en argumentos cuya exactitud no me parece suficientemente confirmada. No se tiene presente que los ingenios de azúcar, algunos de los cuales no tienen brazos suficientes, y por consiguiente debilitan a los negros por la frecuencia con que se les hace trabajar de noche, no concentran sino 1/8 de la totalidad de los esclavos, y que el problema del cociente del aumento total de la población en la isla de Cuba, en la época en que cese enteramente la introducción de los negros de África, se funda en elementos de tal modo complicados, en compensaciones de un efecto tan vario entre los blancos, los libertos y los esclavos cultivadores, en los plantíos de cañas de azúcar, de café o de tabaco, entre los esclavos destinados a las haciendas de ganado y los esclavos domésticos o artesanos y jornaleros en las ciudades, que no se deben apresurar tan tristes presagios, sino esperar que el gobierno haya proporcionado datos estadísticos positivos. El espíritu con que se han hecho los padrones, aun los más antiguos, por ejemplo el de 1775, con distinción de edad, de sexo, de raza y de estado de libertad civil, merece los mayores elogios: sólo los medios de ejecución han faltado, porque han conocido cuán importante era para la tranquilidad de los habitantes el conocer minuciosamente las ocupaciones de los negros, su distribución numérica en los ingenios, las haciendas y las ciudades. Para remediar el mal, para prevenir las calamidades públicas y para consolar al infeliz que pertenece a una raza maltratada y a quien se teme más que lo que se dice, es preciso ir más allá; porque existen en el cuerpo social, dirigido con inteligencia, lo mismo que en los cuerpos orgánicos, fuerzas reparadoras que pueden oponerse a los males más inveterados.

Por el año de 1811 (época en que el Ayuntamiento y el Tribunal de Comercio de la Habana suponían que la población total de la isla de Cuba ascendía a 600.000, y la de los hombres de color libres o esclavos, mulatos o negros, a 526.000) la repartición de esta masa en las diferentes partes de la isla, en las ciudades y aldeas, dio los resultados siguientes, fijándose no en las cantidades absolutas, sino únicamente en las comparaciones de cada número parcial, con el total de las personas de color considerado como unidad.

DIVISIÓN TERRITORIAL DE LA ISLA DE CUBA LIBRES DE COLOR ESCLAVOS LIBRES DE COLOR Y ESCLAVOS
1. Parte occidental (Jurisdicción de la Habana)
En las ciudades 11% 11,5% 22,5%
En las haciendas del campo 1,5% 34% 35,5%
2. Parte oriental (Cuatro villas, Puerto Príncipe, Santiago de Cuba)
En las ciudades 11% 9,5% 20,5%
En las haciendas del campo 11% 10,5% 21,5%
TOTAL 34,5% 65,5% 100%

Resulta, pues, de esta tabla, aun muy susceptible de poder ser perfeccionada si se hiciesen investigaciones ulteriores, que en 1811, casi 3/5 de las gentes de color residían en la jurisdicción de la Habana, desde el cabo de San Antonio hasta Álvarez; que en aquella parte había en las ciudades tantos mulatos y negros libres como esclavos; pero que la población de color de las ciudades era, comparativamente a la de haciendas, como de 2:3. Por el contrario, en la parte oriental de la isla, de Álvarez a Santiago de Cuba y al cabo Maisí, el número de las gentes de color que habitaban las ciudades, casi igualaba a todo el número de las que se hallaban repartidas en las haciendas. No tardaremos en ver que, desde el año de 1811 hasta el de 1825, ha recibido la Habana, en toda la extensión de sus costas, lícita o ilícitamente, 185.000 negros africanos, de los cuales sólo la aduana de la Habana ha registrado, desde 1811 a 1820, cerca de 116.000. Esta masa introducida recientemente ha incidido, sin duda, más en las haciendas que en las ciudades; y habrá alterado los cálculos que las personas más instruidas de las localidades pretendieron establecer, en 1811, entre la parte oriental y la occidental de la isla, entre las ciudades y las aldeas. Los negros esclavos han aumentado mucho en los plantíos del este; pero la espantosa certeza de que, a pesar de la importancia de 185.000 negros bozales, la masa de gentes de color libres y esclavos, mulatos o negros, no ha aumentado, desde 1811 hasta 1825, más que de 64.000 o de 1/5, hace ver a las claras que los cambios que experimentan las relaciones de distribución parcial se reducen a límites mucho más estrechos que los que podrían en un principio admitirse.

Ya hemos visto más arriba que suponiendo 715.000 habitantes (que creo sea el número límite del mínimum), la población relativa de la isla de Cuba a fines de 1825 es de 197 individuos por legua cuadrada marítima y por consiguiente casi dos veces menor que la población de Santo Domingo y cuatro que la de Jamaica. Si Cuba estuviera tan bien cultivada como esta última isla, o, por mejor decir, si la densidad de la población fuera la misma, Cuba tendría 3.515 × 874 o 3.159.000 habitantes4, es decir, más que los que se cuentan en el día en la república de Colombia, o en todo el archipiélago de las Antillas. Sin embargo, la Jamaica tiene todavía 1.914.000 acres sin cultivar.

Los padrones y censos oficiales más antiguos que he podido haber a las manos durante mi mansión en la Habana, son los de los años 1774 y 1775, mandados hacer por orden del Marqués de la Torre, y el de 1791 por orden de don Luis de las Casas5.

Nadie ignora que uno y otro se han hecho con la mayor negligencia, substrayéndose de ellos una gran parte de la población. El padrón de 1775, que ya es conocido del abate Raynal, da por resultado:

Padrón de Raynal 1775 Hombres Mujeres
Blancos 54.555 40.864
Mulatos libres 10.021 9.006
Negros libres 5.959 5.629
Mulatos esclavos 3.518 2.206
Negros esclavos 25.256 13.356
Total 99.309 71.061

De este total, solamente la jurisdicción de la Habana tiene 75.617, de cuya exactitud no puedo responder porque no he tenido ocasión de ver los documentos oficiales. El padrón de 1791, dio 272.141 habitantes, entre ellos 137.800 en la Jurisdicción de la Habana, a saber: 44.337 en la capital, 27.715 en las demás ciudades y villas de la jurisdicción y 65.748 en los partidos del campo, y este número total se halla confrontado con los registros. Por las reflexiones más sencillas se vendrá en conocimiento de la contradicción que encierran los resultados de este trabajo6. La masa de 137.800 habitantes de la jurisdicción de la Habana se compone, según parece, de 73.000 blancos, 27.600 libres de color y 37.200 esclavos; de manera que los blancos respecto de los esclavos estarían en la proporción de 1:0,5 en lugar de la de 1:0,83 que se observa hace mucho tiempo en la ciudad y en los campos. Yo discutí, en 1804, juntamente con personas que tenían un gran conocimiento de las localidades, el padrón de don Luis de las Casas. Escudriñando el valor de las cantidades omitidas con comparaciones parciales, nos pareció que la población de la isla no ha debido ser (en 1791) inferior a 362.700 habitantes. Esta población se ha aumentado desde el año 1791 hasta 1804 con un número de negros (bozales) que ascendía, según los registros de la aduana, durante aquel período, a 60.393; con las emigraciones de Europa y de Santo Domingo 5.000; en fin, con el exceso que resulta entre los nacidos y muertos que a la verdad es harto corto en un país en que ¼ o 1/5 de la población entera está condenada a vivir en el celibato. El efecto de estas tres causas de aumento, no contando más que una pérdida anual de siete por ciento de los negros bozales, se evaluó en 60.000; de donde resultaba, aproximadamente por el año de 1804, un mínimum7 de 432.000. El padrón de 1811 presenta una población de 512.363, y tampoco debe considerarse sino como un número limitado al mínimum; el cual justifica el resultado que yo conseguí en 1804, y que posteriormente se ha citado en muchas obras estadísticas. Por sólo los registros de las aduanas resulta haberse introducido, de 1804 a 1816, más de 18.500 negros.

Los documentos más importantes que poseemos hasta aquí relativos a la población de la isla se publicaron con motivo de una proposición célebre hecha en las Cortes el 26 de marzo de 1811, por los señores Alcocer y Argüelles, contra el tráfico de negros en general y contra la perpetuidad de la esclavitud de los nacidos en las colonias. A estos documentos valiosos acompañan para corroborarlos las representaciones8 que don Francisco de Arango, uno de los hombres de estado más ilustrados y más profundamente instruidos de la posición de su patria, hizo a las Cortes a nombre del Ayuntamiento, del Consulado y de la Sociedad patriótica de la Habana. Se recuerda en ella

que no existe ningún otro empadronamiento general que el que se hizo, en 1191, durante la sabia administración de don Luis de las Casas, y que desde aquella época sólo se han hechos algunos parciales en tal cual distrito de los más poblados.

De manera que los resultados publicados en 1811 no se fundan sino en datos incompletos y en graduaciones aproximadas del aumento desde 1791 hasta 1811. En el estado siguiente se ha adoptado la división de la isla en cuatro distritos, a saber: 1º, la jurisdicción de la Habana, o parte occidental, entre el Cabo de San Antonio y Álvarez; 2º, la jurisdicción de Cuatro Villas, con sus ocho parroquias, situadas al este de Álvarez; 3º, la jurisdicción de Puerto Príncipe con siete parroquias; 4º, la jurisdicción de Santiago de Cuba con quince parroquias. Los tres últimos distritos comprenden la parte oriental de la isla.

Población en 1811

DIVISION TERRITORIAL Blancos Libres de color Esclavos Total
I. Parte oriental 113.000 12.000 65.000 250.000
Jur. Santiago de Cuba 40.000 38.000 32.000 110.000
Jur. Puerto Príncipe 38.000 14.000 18.000 10.000
Jur. Cuatro Villas 35.000 20.000 15.000 10.000
II. Parte occidental 161.000 42.000 141.000 350.000
Habana y arrabales 43.000 21.000 28.000 98.000
Campos 118.000 15.000 119.000 252.000
Isla de Cuba 214.000 114.000 212.000 600.000

La conformidad de las castas entre sí será un problema político de la mayor importancia, hasta que llegue el tiempo en que una sabia legislación consiga calmar los odios inveterados, concediendo mayor igualdad de derechos a las clases oprimidas. En 1811, el número de blancos excedía, en la isla de Cuba, de 62.000 al de los esclavos, al paso que igualaba casi de 1/5 a las gentes de color libres y esclavos. Los blancos que en las Antillas inglesas y francesas eran 9/100 de la población total, en la isla de Cuba componían 45/100. Los libres de color ascendían a 19/100, es decir, doble que en la Jamaica y en la Martinica. Como el empadronamiento de 1817, modificado por la Diputación provincial, no ha dado todavía más que 115.700 libertos y 225.300 esclavos, esta comparación prueba: 1º, que los libertos se han graduado con poca gratitud, tanto en el año de 1811 como en 1817, y 2º, que la mortalidad de los negros es tan grande que, a pesar de la introducción de más de 67.700 negros africanos, registrados en las aduanas, no había, en 1817, sino 13.300 esclavos más que en 1811.

Los decretos de las Cortes, de 3 de marzo y 26 de julio de 1813, y la necesidad de saber cuál era la población para reunir las juntas electorales de provincia, de partido y de parroquia, obligaron al gobierno, en 1817, a sustituir las evaluaciones aproximativas hechas en 1811, por un nuevo empadronamiento. Voy a transcribirlo aquí, con presencia de una nota manuscrita, que se me comunicó oficialmente por unos diputados americanos de las Cortes. Sus resultados aún no se han impreso sino en extractos y eso en las Guías de forasteros de la isla de Cuba (1822), p. 48 y 1825, p. 104 y en la Reclamación hecha contra la ley de Aranceles (1821, p. 7).

Empadronamiento de 1817 (excluyendo 58.617 transeúntes y negros introducidos en el mismo año)

GRAN DIVISION TERRITORIAL (PROVINCIAS Y GOBIERNOS) PARTIDOS PARROQUIAS BLANCOS SEGUN SU ESTADO SubTotal BLANCOS LIBRES DE COLOR ESCLAVOS TOTAL
I. Provincia de Habana 12 94 197.658 58.506 136.213 392.377
a. Gobierno político 10 69 Civil 123.566 135.177 40.419 112.122
Eclesiást. 644
Militar 10.967
b. Gobierno Matanzas 1 12 Civil 9.501 10.617 1.676 9.594
Eclesiást. 10
Militar 1.106
c. Gobierno de Trinidad con las 3 villas Sancti Spíritu, Remedios y Villa Clara 1 13 Civil 50.332 51.864 16.411 14.497
Eclesiást. 80
Militar 1.452
II. Provincia de Cuba a.Gobierno político de Cuba con los 3 tenient. de Bayano, Holguín y Baracoa. 5 34 59.722 57.185 63.079 179.986
4 28 Civil 30.587 33.733 50.230 46.500
Eclesiást. 171
Militar 2.975
b.Ten. Gober, de Puerto Príncipe 1 6 Civil 24.830 25.989 6.955 16.579
Eclesiást. 129
Militar 1.030
Población de la isla de Cuba según censo de 1817 17 128 257.380 115.691 199.292 572.363

Aunque parezca cosa extraña que la evaluación aproximativa presentada a las Cortes en 1811, manifieste un total que es superior de 28.000 al del empadronamiento efectivo de 1817, sin embargo, esta contradicción sólo es aparente. El último empadronamiento es sin duda alguna, menos imperfecto que el de 1791, no obstante que aún no se ha puesto en él toda la población existente, por causa del temor que en todas partes inspira el pueblo una operación que siempre se la considera como una medida funesta y precursora de nuevos impuestos. Por otra parte, la Diputación provincial tuvo por conveniente hacer dos modificaciones al empadronamiento de 1817 cuando lo remitió a Madrid; la 1ª añadiendo los 32.641 blancos (transeúntes del comercio y de los buques entrados) que sus negocios llaman a la isla de Cuba y que hacen parte de las tripulaciones, según resultaba de los libros de los capitanes de los puertos, y 2ª, los 25.976 negros bozales que se importaron solamente en el año de 1817; de donde resultaría que en dicho año de 1817, según la opinión de la Diputación provincial, el total era de 630.980, de los cuales 290.021 blancos, 115.691 libres de color y 225.261 esclavos. Yo creo que es por equivocaciones que en las guías publicadas en la Habana y en varias tablas manuscritas que me han enviado modernamente, se estampa este mismo total de 630.980 como perteneciente, no al fin del año de 1817, sino a principios de 1820. Las guías, por ejemplo, añaden a los 199.292 esclavos del censo de 1817 los 25.976 como “aumento que se considera de 1817 a 1819”. Es así que consta9, según los registros de las aduanas, que el número de negros introducidos en aquellos tres años ha sido de 62.947; a saber: en 1817, 25.851; en 1818, 19.902, y en 1819, 17.194. El juicioso autor de Lettres sur la Havane, dirigidas al señor Croker, primer secretario del Almirantazgo, calcula la población de las gentes de color libres y esclavos, en 1820, en 370.000; pero considera la adición total de 32.641 propuesta por la junta provisional como demasiado excesiva10. Supone que en 1820 toda la población blanca no llegaba más que a 250.000, no admitiendo como resultado del censo de 1817 sino 238.796 blancos (de ellos 129.656 varones, y 109,140 hembras). La verdadera suma publicada en las Guías durante muchos años es la de 257.380.

Nadie debe admirarse de las contradicciones parciales que resultan en las tablas de población elaboradas en América, si se tienen presentes las dificultades que ha habido que vencer en el centro de la civilización europea, en Inglaterra y Francia, siempre que se ha emprendido la gran operación de un censo general. Nadie ignora, por ejemplo, que la población de París era en 1820 de 714.000 y se cree, según el número de muertos y la proporción supuesta de los nacidos con la población total, que era a principios del siglo XVIII de 530.00011; pero en tiempo del ministerio del señor Necker no se conoce esta misma población sino casi a 1/6 de diferencia. Se sabe que en Inglaterra y en el país de Gales se ha aumentado la población desde el año de 1801 hasta el de 1821, de 3.104.683, y sin embargo no resulta por los registros de nacidos y muertos más que un aumento de 2.173.416, y es imposible atribuir 931.267 a solas las emigraciones de irlanda a Inglaterra12.

Estos ejemplos no prueban que deba desconfiarse de los cálculos de la economía política, lo que sí prueban es, que no se deben emplear elementos numéricos sino después de haber examinado y fijado los límites de los errores. Sería bueno comparar los diferentes grados de probabilidad que ofrecen los resultados estadísticos en el imperio otomano, en la América española o portuguesa, en Francia o en Prusia, por aquellas posiciones geográficas que se fundan, o en eclipses de luna, o en distancias de éstas al sol, o en ocultaciones de estrellas.

Para proyectar un censo hecho después de veinte años a otra época señalada, es preciso conocer el cociente del aumento; pero éste no se conoce sino por los censos de 1791, 1810 y 1817, hechos en la parte oriental, que es la menos poblada de toda la isla. Cuando las comparaciones estriban sobre masas demasiado pequeñas, y colocadas bajo la influencia de circunstancias muy particulares (por ejemplo, en puertos de mar o en territorios en que los ingenios azucareros se hallan muy amontonados), no pueden dar resultados numéricos convenientes para servir de base, respecto a toda la extensión del país. Se cree generalmente que el número de los blancos se multiplica más en el campo y haciendas que en las ciudades; que los libres de color, que se dedican en éstas al ejercicio de un oficio, con preferencia a la agricultura, se multiplican con más rapidez que todas las demás clases, y que los negros esclavos, entre los cuales no hay desgraciadamente ni aun la tercera parte de las mujeres que exige el número de varones, disminuye más de 8/100 cada año.

Ya hemos visto que en la Habana y sus arrabales se han multiplicado los blancos en 20 años, 75 por 100, y los libres de color 171. En la parte oriental se han duplicado los blancos y los libertos casi en toda ella en el mismo intervalo. Con este motivo recordaremos aquí que los libres de color se multiplican, en parte, por el paso de una casta a otra, y los esclavos aumentan por la actividad de la trata de negros. Hoy día, los blancos reciben poco aumento por las emigraciones13 de Europa, de las islas Canarias, de las Antillas y de Tierra-Firme; ellos se multiplican por sí mismos, porque los casos de blanqueo oficial o de cartas de blanco concedidos por la Audiencia a las familias de color amarillo pálido son poco numerosos.

En el censo hecho oficialmente en 1775, en la jurisdicción de la Habana, comprendiendo bajo este dominio 6 ciudades (la capital con sus arrabales, la Trinidad, San Felipe y Santiago, Santa María del Rosario, Jaruco y Matanzas), 6 villas (Guanabacoa, Sancti Spíritu, Villa Clara, San Antonio, San Juan de los Remedios y Santiago) y 31 lugares y aldeas, se halló una población de 171.626 y en 1806, con más certeza 277.36414.

Por consecuencia, el aumento en 31 años no había sido sino de 61%: y si se pudiese comparar la mitad de este intervalo, parecería mucho más rápido. Efectivamente, el padrón de 1817, con la misma extensión de país llamado entonces provincia de la Habana, comprendidos en ella los gobiernos de la capital, de Matanzas y de la Trinidad o Cuatro Villas, da una población de 392.377, lo que prueba un aumento de 41% en 11 años. Es necesario tener presente que comparando las poblaciones de la capital y de la provincia de Cuba por los años de 1791 y 1810, se consigue por resultado un aumento demasiado excesivo, porque en el primero de estos padrones se han cometido muchas más omisiones que en el segundo. Comparando los censos más recientes de 1810 y 1817, respecto de la provincia de Santiago de Cuba, creo que se acerca uno más a la verdad. El de 1810, daba, blancos, 35.513,libres de color, 32.884; esclavos, 38.834. Total, 107.231; el de 1817: blancos, 33.733; libres de color, 50.230; esclavos, 46.500. Total, 130.463. Aumento en 6 años, más de 32.000 o de 21%; porque probablemente hay equivocación en el segundo padrón de los blancos. Es tan considerable el número de estos últimos y el de los hombres libres en general en el distrito de Cuatro Villas, que, en los 6 partidos de San Juan de los Remedios, San Agustín, San Atanasio del Cupey, San Felipe, Santa Fe y Sagua la Chica, había en 1819, en un área de 24.651 caballerías, una población total de 13.722, de los cuales 9.572 blancos; 2.010 libres de color; y 2.140 esclavos; muy al contrario, en los 10 partidos de la jurisdicción de Filipinas, había en el mismo año sobre una población total de 13.026, cerca de 9.400 hombres libres; a saber, blancos 5.871; libres de color, 3.521 (en éste 203 negros bozales), y esclavos, 3.634; los libertos respecto de los blancos estaban en la proporción de 1:1,7.

En ninguna parte del mundo donde hay esclavos, es tan frecuente la manumisión como en la isla de Cuba, porque la legislación española contraria enteramente a las legislaciones francesa e inglesa favorece extraordinariamente la libertad, no permitiéndole trabas ni haciéndola onerosa. El derecho que tiene todo esclavo de buscar amo, o comprar su libertad si puede pagar el importe de lo que costó, el sentimiento religioso que inspira a muchos amos bien acomodados la idea de conceder, en su testamento, la libertad a un número determinado de negros, el hábito de tener una porción de ellos de ambos sexos para el servicio doméstico, los afectos que nacen de esta especie de familiaridad con los blancos, la facilidad que tienen los obreros esclavos de trabajar por su cuenta pagando cierta cantidad diaria a sus amos; estas son las principales causas de porqué, en las ciudades, adquieren tantos negros su libertad, pasando de la servidumbre al estado de libres de color. También habría podido añadir la suerte de la lotería y de los juegos de azar si la demasiada confianza en estos medios arriesgados no tuvieran frecuentemente las consecuencias más funestas. La posición de los libres de color en la Habana es más feliz que en ninguna otra nación de las que se lisonjean, hace muchos siglos, de estar muy adelantadas en la carrera de la civilización. Allí no se conocen las leyes bárbaras15, que todavía se han invocado en nuestros días, por las cuales se inhabilita a los libertos para recibir donaciones de los blancos, y poder ser privados de la libertad y vendidos a favor del fisco si están convictos de haber dado asilo a negros cimarrones.

Como la población primitiva de las Antillas ha desaparecido enteramente (los Zambos Caribes, mezcla de indígenas y de negros, habiéndose trasportado, en 1796, desde la isla de San Vicente a la de Ratan), se debe considerar la población actual de las Antillas (2.850.000) como negros de raza pura forman casi los dos tercios; los blancos 1/6 y las razas cruzadas 1/7. En las colonias españolas del continente, se hallan los descendientes de los indios que desaparecían entre los mestizos y zambos, mezclas de Indios con los blancos y negros; esta idea consoladora no se presenta en el archipiélago de las Antillas. Era tal el estado en que se hallaba allí la sociedad al principio del siglo XVI que los nuevos colonos no se mezclaban más con los indígenas, exceptuando alguna que otra vez, muy rara, que lo hacen hoy día los ingleses del Canadá. Los indios de Cuba han desaparecido como los Guanches de Canarias, aunque en Guanabacoa y en Tenerife se han visto renovadas, hace cuarenta años, pretensiones falaces en muchas familias que arrancaban al gobierno algunas pensiones, cortas a la verdad, con el pretexto de que circulaba por sus venas algunas gotas de sangre india o guanche. No existe ya ningún medio para venir en conocimiento de la población de Cuba o de Haití en tiempo de Cristóbal Colón; ¿ni cómo puede admitirse lo que dicen unos historiadores, por otra parte muy juiciosos, que la isla de Cuba, cuando fue conquistada, en 1511, tenía un millón de habitantes16 y que sólo quedaban de él, en 1517, 14.000? Todas las noticias estadísticas que se hallan en los escritos del obispo de Chiapa están llenas de contradicciones; y si es verdad que el buen religioso dominicano, Fray Luis Beltrán, que fue perseguido17 por los encomenderos, al modo que lo son en nuestros días los metodistas por algunos hacendados ingleses, predijo a su vuelta, que “los 200.000 indios que encierra la isla de Cuba perecerían víctimas de la crueldad de los Europeos, sería preciso, concluir, por lo menos, que la raza indígena estaba muy distante de extinguirse entre los años de 1555 y 156918; sin embargo (tal es la confusión entre los historiadores de aquellos tiempos), según Gómara19, ya no existía indio alguno, desde el año de 1553, en la isla de Cuba. Para poder formarse una idea de cuán vagas deben ser las evaluaciones hechas por los primeros viajeros españoles en una época en que no se tenía conocimiento de la población de ninguna provincia de la Península, no hay más que recordarse que el número de habitantes que el capitán Cook y otros navegantes daban a Tahití y a las islas Sándwich20 en un tiempo en que la estadística presentaba ya las comparaciones más exactas, varía de 1 a 5. Bien se deja conocer que la isla de Cuba rodeada de costas abundantes en peces y cuyo suelo es tan inmensamente fértil podría haber mantenido muchos millones de aquellos indios, por otra parte tan sobrios que no gustaban de la carne de los animales y que cultivaban el maíz, la yuca y otras muchas raíces alimenticias; ¿pero si fuera cierta una población tan grande no se hubiera manisfestado por una civilización más adelantada que la que nos revelan las relaciones de Colón? ¿Los pueblos de Cuba estarían menos civilizados21 que los habitantes de las islas Lucayas?

Por mucha que sea la actividad que se quiera suponer a las causas de destrucción, a la tiranía de los conquistadores, a la irracionalidad de los gobernados, a los trabajos demasiado penosos de los lavados de oro, a las viruelas y la frecuencia de los suicidios22 sería difícil concebir, cómo en 30 o 40 años, habrían podido desaparecer enteramente, no digo un millón sino solamente trescientos o cuatrocientos mil indios. La guerra contra el cacique Hatuey fue de corta duración, y reducida únicamente a la parte más oriental de la isla. Pocas son las quejas producidas contra la administración de los dos primeros gobernadores españoles Diego Velásquez y Pedro de Barba. La opresión de los indígenas empezó hacia el año 1539 a la llegada del cruel Hernando de Soto. Suponiendo con Gómara, que quince años después, siendo gobernador Diego de Majariegos (1554-1564) ya no existía ningún indio, es absolutamente preciso convenir que los que se escaparon a la Florida en sus pirogas eran restos muy considerables de aquella población, creyendo según antiguas tradiciones, volver al país de sus antecesores. La mortalidad de los negros esclavos observada en nuestros días en las Antillas puede suministrarnos alguna claridad acerca de tantas contradicciones. La isla de Cuba debía parecer muy poblada a Cristóbal Colón23 y a Velásquez, si se hallaba lo mismo que los ingleses la encontraron en 1762. Los primeros viajeros se dejan engañar fácilmente por apariencias, calculando la población por la multitud de gentes que la vista de los buques europeos atraía sobre la costa: pero lo que es cierto que la isla de Cuba con las mismas ciudades y villas que posee hoy, no tenía en 1762 más de 200.000 habitantes; y en un pueblo tratado como esclavo, expuesto a la irracionalidad y brutalidad de los amos, a un trabajo excesivo, a estar mal mantenido, y a los destrozos de las viruelas, no bastan cuarenta y dos años para que solo queden en la tierra recuerdos de sus desgracias. En muchas de las Antillas menores dominadas por los ingleses, la población disminuye cada año de 5% a 6%; y en Cuba de más de 8%; pero la destrucción total de 200.000 en 42 años, supone una pérdida anual de 26%, la cual es muy poco creíble, aunque quiera suponerse que la mortalidad de los indígenas haya sido mucho más considerable que la de los negros comprados a precios muy subidos24.

Estudiando la historia de la isla, se advierte que el movimiento de la colonización ha sido de este a oeste, y que allí como en todas las colonias españolas, la primeras regiones pobladas son actualmente las que lo están menos. Los primeros establecimientos de los blancos se verificaron en 1511, cuando, por órdenes de D. Diego Colón, el conquistador y poblador Velásquez, desembarcó en el Puerto de las Palmas, cerca de cabo Maysí, llamado entonces Alfa y Omega, y subyugó al cacique Hatuey, que emigrado y fugitivo de Haití, se había retirado a la parte oriental de la isla de Cuba donde se hizo jefe de una confederación de pequeños príncipes indígenas. En 1512 se principió a edificar la ciudad de Baracoa; algún tiempo después Puerto Príncipe, Trinidad, la villa de Sancti Spíritus, Santiago25de Cuba (1514), San Salvador de Bayazo y San Cristóbal de la Habana. Primeramente se fundó esta última ciudad en 1515 en la costa meridional de la isla en el partido de Guines, y cuatro años después se transfirió a Puerto de Carenas, cuya posición a la entrada de los dos canales de Bahama (El Viejo y El Nuevo), pareció mucho más favorable al comercio que la costa al sudeste de Batabanó26. Desde el siglo XVI, los progresos de la civilización han influido poderosamente en las relaciones de las castas entre sí, las cuales varian en los distritos que solo tienen haciendas de ganados, y aquellas en que los terrenos están desbrozados después de mucho tiempo, en los puertos de mar y las ciudades del interior, en los parajes en que se cultivan ultramarinos, y en los que producen maíz, legumbres y forrajes.

I. La Jurisdicción de la Habana experimenta una disminución de la población relativa de los blancos en la capital y sus alrededores, pero no en las ciudades del interior, ni en toda la vuelta de abajo destinada a los plantíos de tabaco cultivados por mano de obra libre. En 1791, el censo de don Luis de las Casas dio a la jurisdicción de la Habana 137.800 almas, entre las cuales las proporciones de los blancos, de los libres de color y de los esclavos eran de 0,53; 0,20; 0,27. Posteriormente, en 1811, en que las introducciones de los esclavos fueron muy numerosas, se conceptuaron estas proporciones como de 0,46; 0,12; 0,42. En los distritos en que están los grandes plantíos del azúcar y del café, o partidos de grandes labranzas, los blancos apenas forman un tercio de la población, y las proporciones de las castas (tomando esta expresión en el sentido de la proporción de cada una con la población total), oscila por los blancos entre 0,30 y 0,36; por los esclavos, entre 0,58 y 0,67; al paso que en los distritos donde se cultiva el tabaco de la vuelta de abajo, se halla a 0,62; 0,24; 0,14; y en los distritos de ganadería aun a 0,66; 0,20; 0,14. De cuyos datos resulta que la libertad disminuye en los países donde hay esclavos, a medida que se adelanta la cultura y la civilización.

II. En la jurisdicción de Cuatro Villas, y en las de Puerto Príncipe y de Cuba, son conocidos, con más exactitud, los progresos de la civilización, que en la parte occidental. Las Cuatro Villas han experimentado estos mismos efectos originados de las diferentes ocupaciones de los habitantes. En los distritos de Sancti-Spíritus, en que las haciendas de ganado prosperan, y en San Juan de los Remedios, en que el comercio de contrabando con las islas Bahamas es muy activo, ha crecido el número de blancos, desde 1791 hasta 1811; y por el contrario, en el distrito eminentemente fértil de la Trinidad; en que los plantíos de azúcar se han extendido extraordinariamente, han disminuido. En Villa Clara, los libres de color son los que superan a las demás clases.

III. En la jurisdicción de Puerto Príncipe, la población total casi ha doblado en 20 años; y se ha aumentado de 0,89, como en la mejores provincias de los Estados Unidos; sin embargo, los alrededores de Puerto Príncipe no son más que unas llanuras inmensas donde pastan los ganados medio cerriles. Los propietarios, dice un viajero moderno27, no cuidan más que de meter en sus arcas el dinero que el mayoral de los hatos les lleva, y de irlos sacando para el juego, y para seguir los pleitos que se transmiten de una generación a otra.

IV. En la jurisdicción de Cuba, considerada en su totalidad, las proporciones entre las tres clases han tenido poca alteración de 20 años a este parte. El partido de Bayamo se singulariza siempre por el gran número de gentes de color libres (0,44), que aumenta de año en año, como en Holguín y en Baracoa. En las cercanías de Cuba, los plantíos de café prosperan y presentan un aumento de esclavos muy considerable28.

Cuatro distritos de la provincia de Santiago de Cuba

DISTRITOS BLANCOS LIBRES DE COLOR ESCLAVOS TOTAL PORCENTAJES
Santiago de Cuba 1791 7.926 6.698 5.213 19.837 40% 33% 27%
1810 9.421 6.170 8.836 24.427 38% 25% 37%
Baracoa 1791 850 1.381 169 2.400 35% 57% 8%
1810 2.060 1.319 664 4.043 51% 33% 16%
Holguín 1791 4.116 1.001 5.862 10.979 37% 9% 54%
1810 8.534 4.542 16.850 29.926 28% 13% 59%
Bayamo 1791 6.584 9.132 7.287 23.003 29% 40% 31%
1810 14.498 20.853 12.633 47.984 30% 44% 26%
Total 1791 19.476 18.212 18.521 56.219 34% 33% 33%
1810 34.513 32.984 38.834 106.331 32% 31% 37%

Hasta en los últimos años del siglo XVIII, el número de esclavas era extraordinariamente corto en los plantíos de azúcar, y lo que más admira es que una preocupación fundada en “escrúpulos religiosos” se oponía a la introducción de las mujeres, que costaban en la Habana un tercio menos que los hombres29: forzando a los esclavos al celibato, con pretexto de evitar el desorden moral. Los jesuitas y los frailes Betlehemitas, que denegaban tan funesto prejuicio, eran los únicos que las aceptaban en sus plantíos. Si el censo de 1775, aunque, sin duda alguna muy imperfecto, daba ya 15.562 mujeres esclavas y 29.366 esclavos, es preciso tener presente que este censo abrazaba la totalidad de la isla, y que los ingenios azucareros no ocupan, aún en la actualidad, sino la cuarta parte de la población esclava. Desde el año de 1795, el Consulado de la Habana empezó a ocuparse seriamente del proyecto de aumentar la población esclava, independientemente de las variaciones del tráfico. Don Francisco de Arango, cuyas intenciones siempre han sido juiciosas, propuso que se impusiese un impuesto a los plantíos que no tuviesen un tercio de negras entre sus esclavos. También quería que se impusiese un derecho de seis pesos duros por cada negro introducido en la isla, exceptuando de él a las negras bozales. Aunque no se adoptaron estas medidas, porque las juntas coloniales siempre se negaron a valerse de medios coercitivos; sin embargo, desde aquella época se suscitó el deseo de multiplicar los matrimonios, y cuidar mejor a los hijos de los esclavos; y una real cédula (del 22 de abril de 1804) encargó esto mismo “a la conciencia y humanidad de los colonos”. El padrón de 1817, dio, según Poinset 60.322 negras y 106.521 negros esclavos. En 1777, la proporción de las negras con los negros esclavos era como de 1:1,9; y 40 años después, apenas había habido alteración30. Estaba 1:1,7; lo corto de este cambio debe atribuirse a la cantidad de negros bozales introducidos desde el año de 1791, y a que la introducción de negras no ha sido considerable sino desde 1817 a 1820, de manera que los negros esclavos que sirven en las ciudades, son una pequeña fracción de la masa total. En el partido de Batabanó, que contenía, en 1818, una población de 2.078 con 13 ingenios de azúcar y 7 cafetales, había 2.226 negros, y 257 negras solamente (proporción 8:1). En la jurisdicción de San Juan de los Remedios, que en 1817 contaba una población de 13.700, con 17 ingenios y 73 cafetales, había 1.200 negros y 660 negras esclavos (proporción 19:1). En la jurisdicción de Filipinas, que constaba en 1819 de una población de 13.26, había 2.494 negros, y 997 negras esclavos (proporción 2,4:1); y si en toda la isla de Cuba los esclavos varones son respecto de las hembras como 1,7:1, sólo en los ingenios son apenas como 4:1.

La primera introducción de negros en la parte oriental de la isla se verificó en 1521, y no excedió el número de 300; los Españoles, en aquel tiempo, codiciaban mucho menos que los Portugueses la posesión de esclavos; porque en 1539 se vendieron en Lisboa31 12.000 negros, como en nuestros días se hace el tráfico de Griegos en Constantinopla y en Esmirna, con oprobio eterno de la Europa cristiana. En España el comercio de esclavos no era libre en el siglo XVI, cuyo privilegio le concedía la corte, y en 1586 lo compró Gaspar Peralta por toda la América Española; en 1595, lo compró Gómez Reynel, y en 1615 Antonio Rodríguez de Elvas. La introducción total no era entonces más que de 3.500 negros por año; y los habitantes de Cuba dedicados exclusivamente a la cría de ganado, apenas recibían algunos. Durante la Guerra de Sucesión, los franceses arribaban a la Habana para cambiar esclavos por tabaco. El asiento de los ingleses vivificó un poco la introducción de los negros; sin embargo, en 1763, aunque la toma de la Habana y la permanencia de los extranjeros crearon nuevas necesidades, el número de esclavos no llegó todavía a 25.000 en la jurisdicción de la Habana, ni a 32.000 en toda la isla. El número total de los negros africanos introducidos32 de 1521 a 1763, ha sido probablemente de 60.000, cuyos descendientes existen entre los mulatos libres, y la mayor parte habita la parte oriental de la isla. Desde el año de 1763 hasta 1790, en que se declaró libre el comercio de los negros, la Habana recibió 24.875 (por la compañía de tabacos, 4.957, de 1763 a 1766; por la contrata del marqués de Casa Enrile, 14.132, de 1773 a 1779; por la contrata de Baker y Dawson, 5.786, de 1786 a 1789). Si se evalúa la introducción de los esclavos en la parte oriental de la isla, durante estos mismos 27 años (1763 a 1790) a 6.000, se halla un total de 90.875 desde el descubrimiento de la isla de Cuba, o por mejor decir, desde 1521 hasta 1790. No tardaremos en ver que ha sido tal la actividad del comercio de negros en los quince años siguientes al de 1790, que en ellos se han comprado y vendido más esclavos que en los dos siglos y medio que precedieron a la época del comercio libre. Esta actividad redobló particularmente cuando se estipuló por la Inglaterra y la España que se prohibiría el tráfico, por la parte del norte del Ecuador, desde el 22 de noviembre de 1817, y que quedaría enteramente abolido el 30 de mayo de 1820. El rey de España aceptó de la Inglaterra (cosa que la posteridad apenas podrá creer) la cantidad de 400.000 libras esterlinas, en compensación de los daños y perjuicios que podrían resultar de la cesación de este comercio bárbaro.

La tabla siguiente manifiesta el número de negros africanos introducidos solamente por el puerto de la Habana, según los asientos del registro de la aduana:

Año Partero Año Número
1790 2.534 1806 4.395
1791 8.498 1807 2.565
1792 8.528 1808 1.607
1793 3.777 1809 1.162
1794 4.164 1810 6.672
1795 5.832 1811 6.349
1796 5.711 1812 6.081
1797 4.552 1813 4.770
1798 2.001 1814 4.321
1799 4.919 1815 9.111
1800 4.145 1816 17.737
1801 1.659 1817 25.841
1802 13.832 1818 19.902
1803 9.671 1819 17.194
1804 8.923 1820 4.122
1805 4.999
Total de 31 años 225.574

Término medio anual, en este intervalo de tiempo33 7.470, y por los últimos diez años 11.542; cuyo número puede aumentarse a lo menos de una cuarta parte, tanto con motivo del comercio ilícito y de las omisiones de toma de razón en la aduanas, como a causa de la introducción lícita por la Trinidad y Santiago de Cuba, de suerte que hallamos

Introducción de negros esclavos

Para toda la isla, de 1521 a 1763 60.000
de 1764 a 1790 33.409
Sólo la Habana, de 1791 a 1805 91.211
de 1806 a 1820 131.829
Aumento tanto por el comercio ilícito como por la parte oriental de la isla de 1791 a 1820 56.000
Total 372.449

Ya hemos visto, según queda dicho anteriormente, que la Jamaica ha recibido del África34, en los mismos 300 años, 850.000 negros, y para fijarnos en una evaluación más cierta, en 108 años (de 1700 a 1808) cerca de 677.000; y sin embargo esta isla no tiene en la actualidad apenas 380.000 negros y mulatos libres y esclavos. La isla de Cuba presenta un resultado más consolador; porque tiene 130.000 libres de color, mientras que la Jamaica, en una población total la mitad menor, no cuenta sino 35.000. La isla de Cuba ha recibido de África

Recepción de negros africanos en la isla de Cuba

Antes del año 1791 93.500
De 1791 a 1825, por lo menos 320.000
Total 413.500

En 1825, con motivo del corto número de negras introducidas por el tráfico, no había en la isla más que

Hombres de color introducidos por la trata en Cuba negros libres y esclavos 320.000
mulatos 70.000
Total 390.000

En 20 de julio de 1811, se dirigió a las Cortes de España un cálculo semejante, fundado en elementos numéricos poco diferentes; por cuyo cálculo se ha querido probar que la isla de Cuba ha recibido hasta 1810, menos de 229.000 negros africanos35, y que ella los representa, en 1811, por una población esclava y libre de negros y mulatos, que sube a 326.000; de manera que hay un exceso de 97.000, respecto a la importación africana36. Olvidando que los blancos han contribuido a la existencia de 70.000 mulatos37; olvidando el aumento natural que habrían podido tener tantos millares de negros introducidos progresivamente, exclama uno: “¡Qué otra nación o sociedad humana puede dar una cuenta tan ventajosa de los efectos de este desgraciado tráfico!”. Respeto los sentimientos que han dictado estas líneas; y vuelvo a repetir, que si se compara la isla de Cuba con la Jamaica, el resultado parece ser en favor de la legislación española y de las costumbres de los habitantes de Cuba. Estas comparaciones demuestran que en esta última isla, un estado de cosas infinitamente más favorable a la conservación física y a la manumisión de los negros; ¡pero qué triste espectáculo presentan unos pueblos cristianos y civilizados, disputándose sobre cuál de ellos ha hecho perecer en tres siglos, menos africanos, al reducirlos a la esclavitud! Yo no ponderaré el trato que se da a los negros en las partes meridionales de los Estados Unidos38, pero es cierto que existen diferentes grados en los padecimientos de la especie humana. El esclavo que tiene una cabaña y una familia no es tan desgraciado como el que está apriscado como si hiciera parte de un rebaño de carneros. Cuanto mayor es el número de los esclavos establecidos con sus familias en las cabañas que creen ser propiedad suya, tanto más rápida es su multiplicación. Se contaban en los Estados Unidos.

Esclavos en Estados Unidos

Año Número
1780 480.000
1790 676.696
1800 894.444
1810 1.191.364
1820 1.541.568

El aumento anual39 ha sido en los últimos diez años (sin contar una manumisión de 100.000) de 26 sobre mil, lo cual produce un doble en 27 años. Yo diré pues con el señor Cropper40, que si los esclavos en la Jamaica y en Cuba se hubiesen multiplicado en la misma proporción41, estas dos islas tendrían, la una desde 1795, y la otra desde 1800, casi su población actual, sin necesidad de haber cargado de cadenas a 400.000 negros en la costa de África, y haberlos arrastrado a Puerto Real y a la Habana.

La mortalidad de los negros es muy diferente en la isla de Cuba, como en todas las Antillas, según el género de cultivo, la humanidad de los amos o administradores, y según el número de negras ocupadas en cuidar los enfermos. Hay plantíos en que mueren anualmente de 15 a 20 por ciento. Yo he oído discutir con la mayor serenidad, si era más conveniente para el propietario no fatigar excesivamente a los esclavos con el mucho trabajo y por consiguiente tener que reemplazarlos con menos frecuencia, o sacar de ellos todo el partido posible en pocos años, teniendo que hacer más a menudo las compras de negros bozales. ¡Estos son los raciocinios de la codicia, cuando el hombre se sirve de otro hombre como de una bestia de carga! Sería muy injusto negar que de 15 años a esta parte la mortalidad de los negros ha disminuido considerablemente en la isla de Cuba. Muchos propietarios se han ocupado del modo más digno de alabanza de mejorar el régimen de los plantíos. La mortalidad media de los negros introducidos modernamente es todavía de 10 a 12 por ciento42; y según las muchas experiencias hechas en varios ingenios bien gobernados, podría disminuir hasta 6 u 8 por ciento. Esta pérdida de negros bozales varía mucho según la época de su introducción. La más favorable es la de octubre y enero, en que la estación es más sana, y los alimentos en los plantíos son muy abundantes. En los meses muy cálidos, la mortalidad es algunas veces durante la venta, de 4 por ciento, como se ha experimentado en 1802. El aumento de esclavas, tan útiles por los cuidados que prodigan a sus maridos y a sus compatriotas enfermos, el no hacerlas trabajar durante su embarazo, el atender a sus hijos, el establecimiento de los negros por familias en cabañas separadas, la abundancia de víveres, la multiplicación de días de descanso, y la introducción de un trabajo moderado por su cuenta, son los únicos medios y los más poderosos para prevenir la destrucción de los negros. Algunas personas bien enteradas del régimen interior de los plantíos son de parecer que, en el estado actual de cosas, el número de esclavos negros disminuiría anualmente de 1/20 si el tráfico de contrabando cesase enteramente; cuya disminución es casi igual a la de las Antillas menores inglesas, exceptuando Santa Lucía y Granada. En estas últimas, advertidos 15 años antes de la abolición definitiva del tráfico por las discusiones parlamentarias, tuvieron tiempo de aumentar la introducción de las negras. En la isla de Cuba, la abolición ha sido mas pronta y menos esperada.

En los escritos oficiales publicados en la Habana, se ha tratado de comparar la población relativa (la proporción de la población con el área de la isla) con la población relativa de las partes menos pobladas de la Francia y de la España. Como entonces se ignoraba la verdadera área de la isla, aquellos ensayos no han podido ser exactos. Ya hemos visto anteriormente que la isla entera contiene casi 200 individuos por legua cuadrada marítima de 20 al grado; es decir, que es 1/3 menos que la provincia menos poblada de España, la de Cuenca, y cuatro veces menos que el departamento menos poblado de Francia, el de los Altos Alpes. Están tan desigualmente repartidos los habitantes de la isla de Cuba, que casi pueden considerarse como despobladas las 5/6 de la isla43. Existen varias parroquias (Consolación, Macuriges, Hanabana) en las cuales apenas hay 15 habitantes por legua cuadrada; cuando por el contrario en el triángulo formado por Bahía Honda, Batabanó y Matanzas (más exactamente entre Batabanó, el Pan de Guaijabón y Guamacaro), se hallan más de 300.000 habitantes en 410 leguas cuadradas o en 1/9 del área total de la isla, es decir, 3/7 de su población y mas de 6/7 de su riqueza agrícola y comercial. Este triángulo no presenta todavía más que 732 habitantes por legua cuadrada su extensión no es enteramente como la de los departamentos de Francia de mediano grandor, y su población relativa la mitad menor; pero debe tenerse presente, que aun en este pequeño triángulo, entre Guaijabón, Guamacaro y Batabanó, la parte meridional está bastante despoblada. Las parroquias más ricas en cañaverales de azúcar, son las de Matanzas con Naranjal, o Cuba Mocha y Yumuri; de Río Blanco del Norte con Madruga, Jibacoa y Tapaste; de Jaruco, Guines y Managua con Río Blanco del Sur, San Jerónimo y Canoa; de Guanabacoa con Bajurayabo y Sibarimon; de Batabanó con Guara y Buenaventura; de San Antonio con Govea, de Guanajay con Bahía Honda y Guaijabón; de Cano con Bauta y Guatao; de Santiago con Hubajay y de la Trinidad. Las parroquias más despobladas y que no sirven sino para la cría de ganados, son las de Santa Cruz de los Pinos, Guanacape, Cacaragícaras, Pinal de Río, Guane y Baja en la vuelta de abajo; y en la de arriba las de Macuriges, Hanabana, Guamacaro y Alvarez. Los hatos que ocupan unos desiertos de 1.600 a 1.800 caballerías, desaparecen poco a poco; y si los establecimientos intentados en Guantánamo y Nuevitas no han tenido el éxito rápido que era de esperar, otros, por ejemplo los de la jurisdicción de Guanajay han prosperado completamente (Expediente de don Francisco de Arango, 1798, manuscrito).

Más arriba queda dicho cuan susceptible es la población de la isla de Cuba de multiplicarse en los siglos venideros. Natural de un país del Norte muy poco favorecido por la naturaleza, recordaré que la Marca de Brandeburgo, en gran parte arenosa, mantiene, gracias a una buena administración favorable a los progresos de la industria agrícola, en una superficie tres veces menor que la isla de Cuba, casi una población dos veces mayor. La extrema desigualdad en la distribución de la población, la falta de habitantes en una gran parte de las costas y la gran extensión de éstas, imposibilitan la defensa militar de la isla entera; pues ni puede impedirse el desembarco del enemigo ni el comercio ilícito. La Habana es sin contradicción una plaza bien fortificada y cuyas obras rivalizan con las de las plazas más importantes de Europa; los torreones y las fortificaciones de Cogimar, Jaruco, Matanzas, Mariel, Bahía Honda, Batabanó, Jagua y Trinidad pueden oponer una resistencia más o menos larga, pero las dos terceras partes de la isla no tienen casi defensa alguna, porque por muy activo que fuese el servicio de las chalupas cañoneras, siempre sería de poca importancia.

La cultura intelectual, limitado casi totalmente la clase de los blancos, está repartido con tanta desigualdad como la población. El trato de la gran sociedad de la Habana, se parece por sus maneras atentas y su urbanidad al de Cádiz y al de las ciudades comerciales más ricas de Europa, pero alejándose uno de la capital o de los plantíos inmediatos, habitados por propietarios ricos, se advierte el contraste que ofrece este estado de una civilización parcial y local con la sencillez de hábitos y costumbres que reinan en las haciendas aisladas y en los pueblos chicos. Los habaneros han sido los primeros, entre los ricos habitantes de las colonias españolas, que han viajado por España, Francia e Italia. En ninguna parte se ha sabido mejor que en la Habana la política de Europa, y los resortes que se ponen en movimiento para sostener o derribar un ministerio. Este conocimiento de los sucesos y la previsión de los del porvenir han servido eficazmente a los habitantes de la isla de Cuba para libertarse de las trabas que detienen el desarrollo de la prosperidad colonial. En el intervalo de tiempo que ha habido desde la paz de Versalles hasta que principió la revolución de Santo Domingo, la Habana parecía diez veces más cercana a la España que México, Caracas y Nueva Granada. Quince años después, durante mi estadía en las colonias, esta apariencia de una desigualdad de distancia había disminuido ya considerablemente. En la actualidad, cuando la independencia de las colonias continentales, la importación de una industria extranjera y las necesidades de numerario de los nuevos estados, han multiplicado las relaciones entre la Europa y la América; cuando las distancias se acortan por lo mucho que se ha perfeccionado la navegación, cuando los colombianos, los mexicanos y los habitantes de Guatemala44 rivalizan en visitar la Europa, la mayor parte de las antiguas colonias españolas, a lo menos las que baña el Océano Atlántico, parecen igualmente más cercanas de nuestro continente. Tales son los cambios ocurridos en un corto número de años, los cuales van en aumento de un modo extraordinario; producidos por efecto de la Ilustración y por una actividad largo tiempo comprimida; de manera que hacen menos visible los contrastes de costumbres y de civilización que yo había observado a principios de este siglo en Caracas, Bogotá, Quito, Lima, México y la Habana. La influencia que ejercían los originarios vascos, catalanes, gallegos y andaluces, cada día pierden mucho, y quizá ya en este momento, sería poco justo el caracterizar las diferencias de la cultura nacional en las seis capitales que acabo de nombrar, como intenté hacerlo en otra parte.

La isla de Cuba no tiene grandes y suntuosos establecimientos cuya fundación sea muy anterior a México, pero la Habana posee unas instituciones que el patriotismo de los habitantes, vigorizado por una rivalidad digna de elogio en los diferentes centros de la civilización americana, sabrá engrandecer y perfeccionar, cuando las circunstancias políticas y la confianza en la conservación de la tranquilidad interior lo permitan. La sociedad patriótica de la Habana (creada en 1793); las de Sancti Spíritu, de Puerto Príncipe y de Trinidad dependientes de ella; la universidad con sus cátedras de teología, de jurisprudencia, de medicina45 y de matemáticas creadas desde el año 1728, en el convento de Padres predicadores46, la cátedra de economía política, fundada en 1818, la de botánica agrícola, el museo y la escuela de anatomía descriptiva, debida al celo ilustrado de don Alejandro Ramírez, la biblioteca pública, la escuela gratuita de dibujo y de pintura, la escuela naútica, las escuelas lancasterianas y el jardín botánico son: instituciones en parte nuevas y en parte antiguas, las unas esperan mejoras progresivas, las otras una reforma total capaz de ponerlas en armonía con el espíritu del siglo y las necesidades de la sociedad.

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