41
OMPRUEBAS que la astronave alienígena enterrada bajo la superficie de Encélado sólo necesita algunos productos químicos radiactivos que el ser alado no pudo fabricar en el espacio.
Paul se comunica por radio con los científicos de Fobos para que los envíen. Tardarán algunos días en llegar. Entretanto, Paul y tú estudiáis al sujeto alienígena mientras éste os observa a vosotros.
—Quiero darte algo —dice un día el alienígena, y te entrega un emblema que lleva grabado el símbolo de su raza.
—¿Por qué? —preguntas sorprendido.
—Como agradecimiento por haberme salvado, naturalmente.
Te sientes orgulloso, pero comprendes que no puedes llevarte al pasado un objeto alienígena, ya que en el futuro no hay constancia que tu época existiera. Le das el emblema a Paul y le pides que lo haga exhibir en un museo terrícola como presente del alienígena a toda la humanidad.
Le agradeces que te regalara el emblema y le deseas suerte en la búsqueda de sus congéneres. Paul y tú os despedís del alienígena y regresáis a vuestra astronave.
Poco después estáis en órbita alrededor de Encélado, esperando que el alienígena despegue.
Algo que te sorprende de la astronave del ser alado es su enormidad. Un porcentaje considerable de Encélado es, en realidad, la astronave del alienígena. De hecho, una ligera fuga de energía en uno de los depósitos auxiliares de combustible originaba el calor interno que explica las extrañas lomas de la superficie helada.
—Supongo que, ahora que tu aventura ha concluido, pronto regresarás a tu época —piensa Paul en tu mente.
—Aunque aún no ha concluido, tengo que regresar a casa. Me gustaría encontrar la forma de expresar mi gratitud por todo lo que tú y los demás amigos habéis hecho por mí.
Paul sonríe.
—Tú has hecho muchas cosas. Has contribuido a que el primer contacto de la humanidad con una especie inteligente de otro sistema solar fuera pacífico. Nadie puede reivindicar una hazaña más importante.
Súbitamente un resplandor rojo mana desde el corazón de Encélado. El metano helado se vuelve líquido, hierve y se evapora.
Aunque tu misión ha concluido, no puedes dejar de quedarte un rato más para ver qué ocurre.
La inmensa astronave —más de un kilómetro y medio de longitud— arranca con un tremendo rugido de los motores, haciendo añicos lo que queda del satélite, y se pierde en el vacío. En cuestión de segundos queda fuera del alcance del radar. Sólo quedan los fragmentos de Encélado para recordarte que un alienígena visitó una vez esa parte del Sistema Solar.
MISIÓN CUMPLIDA