8

ACOMPAÑAS a Maurice Hugi hasta su vehículo. Él destornilla un dedo mecánico, señala el tablero de mandos de la máquina y dispara un rayo láser desde su dedo.

Supones que el láser programa la computadora para que haga el camino que Hugi quiere. Te gustaría conocer con pelos y señales la ruta que vais a seguir. Sólo tienes la palabra de Hugi en el sentido de que os dirigís a Washington.

Pocos minutos después, viajas en el coche de Maurice Hugi por una autopista automatizada. A un costado del camino ves un letrero que dice: St. Louis, 960 km.

—¡Éste no es el camino a Washington! —exclamas.

Hugi saca serenamente un cigarro del bolsillo y lo desenvuelve. Desde que puso el piloto automático, ha estado sentado con los pies apoyados en el tablero, utilizando el volante como apoyabrazos.

—Ah, te has dado cuenta, ¿eh? —dice con un tono de voz súbitamente inflexible y desdeñoso—. Te llevo a un hospital secreto y subterráneo donde unos médicos que conozco te harán una operación que te salvará la vida.

—¡Pero si estoy completamente sano!

Hugi destornilla otro dedo.

—Eso tendrán que decirlo los médicos —introduce el cigarro en el hueco del encendedor, da unas caladas y vuelve a atornillar el dedo—. He visto que eres alguien que se desplaza de un lado a otro y mi movimiento necesita cíborgs en esos lugares, sean los que fueren.

—¿Y a qué movimiento perteneces?

—¿No lo has adivinado? Es una de las organizaciones revolucionarias más temidas de la historia de La Tierra. ¡Cíborgs Invaden el Mundo! —la mitad humana del rostro de Hugi se ruboriza cuando habla—. Los cíborgs tienen derecho a gobernar el mundo. Nuestros mecanismos nos hacen superiores a los normales y también a los mutantes.

—¿Todos los cíborgs opinan como tú? —inquieres.

—Francamente, sólo unos pocos. Y el día de la victoria los demás serán convertidos en deshechos.

Ahora Hugi parece más tranquilo. Te acomodas en el asiento y simulas dormir. Con los ojos entrecerrados, ves que Hugi te contempla bastante extrañado mientras fuma el cigarro. Probablemente no entiende por qué aceptas de tan buena gana el secuestro.

Hugi termina el cigarro y se acomoda en el asiento. Empieza a cabecear. Poco después llena el vehículo con un ronquido que parece un cruzamiento de estática con gorjeos de bebé.

Probablemente no es más que un caso de desorientación, piensas.

Tienes que escapar lo más rápidamente posible, antes de que Hugi despierte. Las puertas tienen el cierre bloqueado. Para abrirlas, tendrías que estirarte por encima del cíborg… lo cual es, en el mejor de los casos, una empresa arriesgada. Aunque lograras abrirlas, tendrías que saltar mientras el coche avanza a 115 km por hora.

La carretera parece bastante nueva. Si retrocedieras unos años en el tiempo, llegarías al mismo sitio pero antes de que construyeran la autopista gratuita. Al menos no correrías el peligro de aparecer inesperadamente delante de un coche que se acercase a todo gas.

Hugi se agita y al ritmo de sus ronquidos se entrecorta. ¡Está a punto de despertar!

Retrocede en el tiempo hasta el año 2082. Pasa a la sección 10.