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L satélite cuya
órbita está por encima de Venus se tambalea. Aunque apenas percibes
esa sensación, es real. Los daños que Cathy infligió a la cabina
que alberga los pilotos de radiación tienen su efecto en la
corriente de iones que mantiene estable la órbita.
Aprietas el botón de alerta roja y unos potentes timbres resuenan en toda la estación.
Acto seguido te pones un traje que te protegerá de la radiación.
Estás colocando los escudos contra la radiación de plomo cuando el resto de la tripulación, vestida también con trajes protectores, entra de prisa, tropezando casi en su deseo de colaborar.
—Ven aquí. Ya has hecho bastante —dice la comandante Stark, observándoos a ti y a la desmayada Cathy a través de la lente de plástico verde de su casco—. ¿Qué ha ocurrido? —le das una rápida explicación—. Supongo que no hemos sufrido daños graves —añade. Ordena a la tripulación que refuerce una parte del blindaje y después vuelve a ocuparse de ti—. El satélite se estabilizará. Lo que más lamento es haber perdido a dos tripulantes.
—¿Por qué?
—Me parece evidente que Cathy será encerrada en el Calabozo… y de allí irá definitivamente a la cárcel. En cuanto a ti… me di cuenta de que te consumes inútilmente aquí. Si estás de acuerdo, te trasladaré a Marte, donde es probable que haya un trabajo más apto para una persona tan capaz como tú.
Mi elección tendría que haber sido Marte, piensas. De todas maneras, lo único que has perdido es tiempo.