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ESTÁS en medio de una manifestación al pie de lo que parece una brillante versión en negro del Monumento a Washington. Unos segundos después te das cuenta de que éste, es el Monumento a Washington. Comprendes que ha sido reemplazado.

Severos policías que sostienen armas separan a dos grupos de manifestantes. Quedas con un grupo de normales que portan pancartas en las que se lee: «Limitación de cíborgs», «Derechos humanos plenos» y «Lo justo es justo».

Detrás del cordón policial hay un grupo más reducido… ¡de cíborgs! Sus pancartas dicen: «Tenemos derecho a trabajar», «Los cíborgs también somos personas» y «Juzgadnos por nuestra humanidad, no por nuestros cuerpos».

Ambos grupos intercambian improperios y, cuanto más gritan, más se enardecen.

Parece que los normales temen que los cíborgs, cuyas piezas mecánicas pueden proporcionarles una fuerza adicional, tengan una ventaja excesiva como mano de obra. Los normales quieren que el Congreso apruebe algún tipo de legislación restrictiva.

Te abres paso entre los manifestantes y te acercas al Monumento a Washington. Detrás, un gran tren monorraíl electromagnético pasa silenciosamente a toda velocidad. A un costado del tren brilla un símbolo que parece representar el Sistema Solar.

El tren te ha dejado tan impresionado que no miras dónde pisas… y repentinamente te ves en medio de un tumulto. Varios chiquillos intimidan a un cíborg.

—¡Calma! —gritas, intentando apartar al cíborg del corro de niños.

—¡Partidario de los cíborgs! —dice un chaval antes de darte un puñetazo en la nariz.

Caes sobre la acera boca arriba.

¡Ahora los chicos obran de común acuerdo contra el cíborg y contra ti!

En el preciso momento en que las cosas empiezan a tomar un cariz preocupante, una brigada de policías atraviesa la manifestación en patines de ruedas a propulsión.

—¡Basta ya! —gritan mientras apartan a los exaltados chavales.

—¡Estáis todos arrestados! —grita un agente.

¿Todos? ¡Ese todos os incluye al cíborg y a ti! Sabes que si vas a la cárcel no llegarás a Saturno. Será mejor que huyas de este embrollo. Tal vez deberías subir al tren monorraíl que viste deslizarse a lo lejos. Un policía apoya su pesada mano en tu hombro.

Te lo quitas de encima, te agachas detrás de un coche aparcado… y ¡franqueas la barrera del tiempo!

Te subes al tren. Pasa a la sección 9.