Capítulo 30
No lo hizo. Después de ayudar a Barker a cargar en el carruaje el cuerpo tembloroso y casi inconsciente de James, Mary bajó de un salto a la calle. Ante la mirada interrogante del cochero, ella negó con la cabeza.
—Escribiré.
No se quedó para oír la respuesta ni para despedirse apropiadamente de James.
Tampoco regresó a la sangrienta escena que tenía lugar al pie de la torre. Ya había visto cadáveres de sobra y, además, no tenía nada que hacer allí. Desde la distancia podía ver que ya se había reunido una gran multitud: policías de uniforme, un forense, detectives de Scotland Yard y, probablemente, alguien en representación de la Agencia. Incluso Peter Jenkins. Y, a no ser que estuviera muy equivocada, el tipo rubio y desaliñado que fisgaba discretamente era Octavius Jones. El mentiroso de Octavius Jones, adiós al descanso dominical.
No permaneció allí demasiado tiempo. Su tarea, ahora, era regresar a la Agencia y presentarles un informe completo a Anne y Felicity. El agotamiento físico había sido solapado por tal tensión nerviosa que menos de media hora más tarde estaba de nuevo frente a Anne Treleaven y Felicity Frame en el ático. Anne conseguía aparecer muy digna incluso con un camisón para dormir y una bata, con su cabello rojizo colgando por su espalda en una coleta. El efecto resultaba alarmantemente propio de una niña y, por vez primera, Mary se preguntó si Miss Treleaven no sería mucho más joven de lo que ella siempre había imaginado. Felicity estaba vestida para una fiesta particularmente elegante, con un vestido de seda azul y un peinado muy elaborado. En agudo contraste con sus superiores, Mary estaba cubierta de polvo y de magulladuras y, al verse allí, a salvo, empezó a temblar por la conmoción.
—¿Estás segura de que no estás herida? —Preguntó Anne—. Nuestro médico está preparado para verte en cualquier momento. Quizás conviene que antes de darnos tu informe…
—No, gracias —Mary se dejó caer en una silla y dijo: —Harkness afirmó ser el responsable de la muerte de Wick, Reid ha desaparecido, no sé qué va a ocurrir con Jenkins y Jones sabe que soy mujer.
Felicity arrugó el entrecejo.
Anne parpadeó.
—Tal vez no estés herida, pero será mejor que bebas algo, querida.
Su estómago se revolvió ante el ofrecimiento, pero Anne insistió. Y en realidad, después de un brandy Mary sintió que el calor regresaba a sus manos y sus pies, e incluso un cierto grado de organización a sus pensamientos.
—Les pido disculpas —dijo, sonrojándose por su propia incoherencia—. Comenzaré de nuevo.
»Según mi fuente, un ayudante de albañil llamado Peter Jenkins, Keenan, Reid y Wick estaban robando materiales de los almacenes de la obra y vendiéndolos. Harkness descubrió sus robos, pero fue de algún modo persuadido para pasarlos por alto. De hecho, a cambio de entrar en el reparto de los beneficios, Harkness empezó a falsificar las cuentas para permitir que Keenan y Wick continuasen con sus fechorías. He visto la cartilla de ahorros de Harkness y estaba en números rojos. Tengo la impresión de que tenía otras deudas, y de que no iba a poder saldarlas solo con su sueldo.
—Las tenía —corroboró Anne—. Hemos confirmado un buen número de préstamos, todos ellos en términos muy abusivos, con uno de los prestamistas más conocidos de Londres.
Mary asintió.
—Tal y como lo tenían arreglado podría haber funcionado. Sin embargo, Wick, posiblemente aconsejado por Keenan, se dio cuenta de que podía sacar provecho en ambos extremos del acuerdo: empezó a chantajear a Harkness, amenazándole con sacar a la luz su participación en la trama. Fue una idea estúpida: si Harkness se hubiera negado y Wick hubiese hablado, habría puesto fin a sus propias ganancias. Pero por alguna razón, Harkness aceptó pagar. Posiblemente porque la suma inicial que Wick exigió era algo que se podía permitir y porque le urgía solucionar sus propias deudas. Pero Wick exigió cada vez más, al final, llegaron a ser diez libras por semana, y Harkness comenzó a estar desesperado. Los beneficios que obtenía gracias al mercado negro de Keenan ya no eran suficientes como para pagarle semejante cantidad a Wick y, sin embargo, no podía salirse, pues le tenían cogido.
»Wick le pidió que se reunieran, después del anochecer, en el campanario. El simple hecho de que Harkness aceptase es una indicación de lo enredado que estaba. Esa noche, Wick propuso que fueran a hablar con Mrs. Harkness y la obligasen a encontrar el dinero. También amenazó con obligarla a tener relaciones sexuales con él, como forma de pago.
—¿Eso es el relato del propio Harkness? —Preguntó Felicity.
—Sí. Tal vez Wick solo quisiera asustar a Harkness, pero fue demasiado lejos: Harkness se enfureció, ambos pelearon, y, como todo el mundo ya sabe, Wick cayó al vacío. Sigue sin estar claro si cayó o fue empujado.
»Durante la semana siguiente a la muerte de Wick, Harkness le dio a Keenan un último pago por el chantaje. Al parecer, el acuerdo era que el propio Keenan cogiese el dinero de la oficina: al menos, yo le vi entrar en la obra de madrugada el pasado lunes por la noche. Pero esa semana, el Primer Comisionado declaró su intención de realizar una inspección de seguridad en la obra. A esas alturas, Harkness debió darse cuenta de que estaba atrapado. Cualquier evaluación competente revelaría los atajos que había cogido y las pocas normas de orden que había impuesto, con el fin de facilitar los robos de material de Keenan. La inspección de James Easton también descubrió sus dudosas prácticas de contabilidad.
—Otra vez James Easton —murmuró Felicity—. Qué joven más interesante.
Mary no tenía ni idea de cómo responder a aquello. Decidió ignorar el comentario.
—Con su integridad profesional y su reputación personal destruidas, Harkness creyó que su única opción era el suicidio. Y decidió que, si era posible, se llevaría a Keenan con él, así que le engañó para que se reuniera con él en el campanario.
»Por lo que parece, Keenan era buen amigo de Wick y Harkness se regodeó explicándole los detalles de su muerte. Consiguió espolearle para que le atacase, y podría haber tenido éxito también en lo de arrastrarle consigo y precipitarse ambos al vacío, pero Mr. Easton lo evitó: cogió a Keenan y tiró de él hasta ponerlo a salvo —Mary tragó saliva. Aún podía escuchar los ecos de aquel alarido en sus oídos—. Keenan soltó deliberadamente a Harkness.
Después de un intervalo, Anne preguntó:
—¿Cómo os las apañasteis para detener a Keenan entre tú y Mr. Easton? No puedes haber tenido tiempo de pedir ayuda.
—Eso fue un afortunado accidente —dijo Mary, lentamente—. A primera hora de la tarde me encontré con Jenkins, después de que Reid desapareciera. Le pedí que comprobase si Reid se había marchado por propia voluntad. Y sí, lo hizo: él pagaba el alquiler de la habitación de Jenkins y, la tarde que desapareció, acordó con el dueño el pago por adelantado de los dos próximos meses. Cuando Jenkins fue a la obra, como yo le había dicho que hiciera, un par de policías que hacían la ronda por la zona vieron a un crío meterse en el recinto y fueron tras él, para acabar cogiendo a Keenan cuando bajaba de la torre.
—Ridículamente fortuito —dijo Felicity, con una sonrisa.
Mary también sonrió, su primera sonrisa desde que había entrado.
—El cochero de Mr. Easton también estaba allí y se dio cuenta de que las cosas habían tomado un cariz violento. Iba uno o dos pisos por delante de Jenkins y los policías, y creo que les prestó una mano para el arresto —dejó escapar el aire de sus pulmones—. Creo que esos son los puntos más importantes del informe… —De repente se encontraba tan agotada que no podía seguir hablando. Sus párpados parecían de plomo. Los músculos le dolían y ardían. Una espesa mancha de sangre seca en su barbilla se agrandaba y le picaba cada vez que hablaba. Y una marca roja en su garganta, como un lazo corredizo, servía como recordatorio de los aterrorizadores minutos que Keenan la había tenido colgando en el vacío.
Anne hizo un breve gesto de asentimiento.
—Quedan unos pocos cabos sueltos, por supuesto, pero espero que podremos atarlos mañana antes de reunimos con el Comisionado. Por cierto, su valoración de Harkness como hombre de confianza no podría haber estado más lejos de la verdad —se volvió hacia Felicity—. ¿Crees que el Comisionado nos estaba poniendo a prueba?
La sorpresa de la pregunta hizo parpadear a Felicity.
—No… no se me habría ocurrido pensar eso.
—Hmm —Anne tenía la mandíbula en un extraño ángulo, formando una mueca de intransigencia—. Tendremos que averiguarlo. Hay demasiadas cosas que no sabemos sobre él. Sobre todo este caso, en conjunto.
Felicity también puso una mueca pensativa.
—Llegaremos hasta el fondo, por supuesto —dijo, y se giró hacia Mary: —Hay solo una cosa más.
Mary interrumpió el gesto de levantarse de la silla.
—Sí, Mrs. Frame.
—James Easton. ¿Qué propones hacer con él?
—Yo… No había… O sea, aún no sé exactamente qué…
—Pero tienes intenciones de verle otra vez.
—No puedo simplemente salir corriendo, o desaparecer —las miradas de sus superiores parecían atravesarla—. Le debo una despedida, al menos —sintió un doloroso e inesperado golpe de decepción mientras las palabras salían de su boca. ¿Había otra solución para su situación? No lo parecía. No si quería mantener su trabajo, su vida, allí en la Agencia.
—Infórmanos del resultado de esa entrevista.
—Por supuesto.