CAPÍTULO I
De la ADECUACIÓN
La ADECUACIÓN de las partes al fin para el que cada cosa individual ha sido creada, bien por el arte o por naturaleza, debe ser considerada en primer lugar como, algo de la mayor importancia para la belleza del conjunto. Esto es tan evidente que incluso el sentido de la vista, que es la principal vía de acceso de la belleza[1], se ve tan fuertemente influenciado por ella que si la mente, al considerar en una forma esta especie de valor, la encuentra bella, aunque no lo sea desde los demás puntos de vista, el propio ojo se vuelve insensible a esta falta de belleza e incluso comienza a serle agradable, sobre todo después de haber estado algún tiempo contemplándola.
Por otra parte, es bien sabido que formas de gran elegancia a menudo desagradan a la vista, cuando se utilizan de modo inadecuado. Así, las columnas retorcidas son indudablemente decorativas, pero como nos transmiten la idea de debilidad, desagradan siempre que se emplean para soportar alguna cosa voluminosa o aparentemente pesada.
Los volúmenes y proporciones de los objetos están regidos por la adecuación y la conveniencia[2]. Siendo ésta la que establece el tamaño de las sillas, las mesas y de toda clase de utensilios y mobiliario[3]. Ésta es la que ha fijado las dimensiones de los arcos y los pilares para aguantar grandes pesos, regulando de este modo tanto los órdenes arquitectónicos como el tamaño de las puertas y ventanas. Así, aunque un edificio sea demasiado grande, los peldaños de las escaleras y los alféizares de las ventanas deben mantener su tamaño habitual, o perderán la belleza junto con la adecuación. Igualmente, en la construcción naval, las dimensiones de cada parte están limitadas y reguladas por su adecuación para la navegación. Cuando un barco navega bien, los marinos dicen de él que es bello. Tal es la conexión que mantienen ambas ideas. Del mismo modo, se adaptan al uso para el que están destinadas las dimensiones generales de las partes del cuerpo humano. El tronco tiene mayor anchura debido a la cantidad de sus contenidos, y el muslo es más grueso que la pierna debido a que tiene que mover la pierna y el pie, mientras que la pierna mueve solamente el pie, etc.
La adecuación de las partes también constituye y diferencia en gran medida las características de los objetos. Por ejemplo, un caballo de carreras es tan diferente —tanto en su cualidad o carácter, como en su figura— de un caballo de guerra, como lo son un Hércules de un Mercurio. El caballo de carreras, al tener todas sus partes proporcionadas para la velocidad, adquiere de este modo un carácter concordante con un cierto tipo de belleza. Para ilustrar esto, imaginemos la bella cabeza y el gracioso cuello torneado del caballo de guerra, dispuestos sobre los hombros de un caballo de carreras, en lugar de su propia y erguida cabeza. En vez de añadir belleza, esto deformaría y nos desagradaría, y por ello el juicio lo condenaría como inadecuado.
El Hércules de Glicón[4] tiene todas sus partes bellamente proporcionadas para las tareas de la fuerza suprema que la complexión de la figura humana podría soportar. La espalda, el pecho y los hombros presentan grandes huesos y músculos adecuados a la fuerza que se supone posee la parte superior. Pero como se requiere una fuerza menor en las partes inferiores, el juicioso escultor, contrario a las normas modernas de agrandar proporcionalmente cada parte, ha disminuido gradualmente el tamaño de los músculos hasta los pies. Por el mismo motivo ha hecho el cuello de mayor circunferencia que cualquiera de las partes de la cabeza (ver L I, fig. 4, int.). Pues de otro modo la figura estaría recargada con un peso innecesario, lo que supondría un inconveniente para su fortaleza y, en consecuencia, para su característica belleza.
Estos defectos aparentes, que muestran tanto el conocimiento anatómico superior, como el buen juicio de los antiguos, no se encuentran sin embargo en las imitaciones en plomo que hay cerca de Hyde-park. Estos genios saturnales se creen que saben cómo corregir tales aparentes desproporciones.
Estos ejemplos bastarán para dar una idea de lo que quiero decir al hablar de la belleza de la adecuación y de la conveniencia.