CAPÍTULO VII
De las LÍNEAS
Puede recordarse que, en la introducción, se invitó al lector a considerar las superficies de los objetos como si se tratase de cubiertas de líneas íntimamente conectadas. Vale la pena recordar ahora tal idea para la mejor comprensión de éste y de los restantes capítulos sobre la composición.
El constante uso que de las líneas han hecho tanto los matemáticos como los pintores, para describir las cosas sobre el papel, ha producido la convicción de que éstas efectivamente existen en las formas reales. Supongamos que esto es cierto y empecemos diciendo que, en general, la línea recta y la circunferencia, junto con sus diferentes combinaciones y vaciantes, limitan y circunscriben todos los objetos visibles, produciendo tal variedad de formas que nos veremos obligados a dividirlas y distinguirlas en clases generales, dejando las restantes combinaciones resultantes a la ulterior consideración del lector.
En primer lugar se encuentran (fig. 23, cent, sup., L. I) los objetos compuestos sólo por líneas rectas como el cubo, o sólo de circunferencias, como la esfera, o de ambas juntas, como los cilindros, los conos, etc. En segundo lugar (fig. 24, cent. sup., L. I), aquellos compuestos por líneas rectas, líneas curvas, y por líneas parcialmente rectas y parcialmente curvas, como las de los capiteles de las columnas y los jarrones, etc. En tercer lugar (fig. 25, cent, sup., L. I), los formados por todas las anteriores junto con la línea ondulante, que es la que produce más belleza que ninguna de las otras. Como se ve en las flores y en otras formas de tipo ornamental. Razón por la cual la llamaremos la línea de la belleza. En cuarto lugar (fig. 24, cent, sup., L. I), los objetos compuestos por todas las anteriores, junto con la línea serpentina. Como en la forma humana. Esta línea tiene el poder de añadir gracia a la belleza.
Hay que señalar que las formas más graciosas apenas tienen líneas rectas. Obsérvese también: que las líneas rectas sólo pueden variar su longitud y por eso son menos decorativas; que las líneas curvas, al poder variar tanto su grado de curvatura, como su longitud, son por esta razón más decorativas; que las líneas rectas y curvas unidas, al formar una línea compuesta, son más variadas que las curvas solas, volviéndose por ello más ornamentales; que la línea ondulante o línea de la belleza introduce mayor variedad, al estar compuesta de dos curvas contrapuestas, y ello la hace todavía más decorativa y agradable, y obliga a la mano a ejecutar un vivo movimiento al trazarla con la pluma o el lápiz; y que la línea serpentina, con su balanceo y contoneo en diferentes direcciones, conduce al ojo plácidamente a lo largo de la continuidad de su variedad —si se me permite la expresión. Podría decirse que su retorcimiento en tantos sentidos diferentes incluye múltiples características a pesar de ser una sola línea. Y por ello no puede expresarse en el papel toda su variedad, sin la ayuda de la imaginación o la representación de una figura.
Véase la figura 26 (cent, sup., L. I), donde esta clase de proporcionada línea sinuosa, que en lo sucesivo llamaremos la línea serpentina precisa o línea de la gracia, está representada por un fino alambre convenientemente arrollado alrededor de la elegante y variada figura de un cono.