Capítulo VIII

Atención y ecuanimidad

ATENCIÓN y ecuanimidad, esto es la meditación Vipassana. Cuando se practican en conjunto, conducen a la liberación del sufrimiento, pero si una de ellas es débil o deficiente, no es posible progresar en el camino que nos lleva a la meta. Ambas son esenciales, igual que un pájaro necesita dos alas para volar o un carro necesita dos ruedas para avanzar, y ambas deben ser igualmente fuertes. Si un pájaro tiene un ala débil y la otra poderosa, no puede volar adecuadamente. Si un carro tiene una rueda pequeña y la otra grande, siempre andará en círculos. El meditador debe desarrollar tanto la atención como la ecuanimidad para ir ganando terreno a lo largo del camino.

Debemos ser conscientes de la totalidad de la mente y la materia en su naturaleza más sutil. Para lograr este propósito no es suficiente con estar atentos a los aspectos superficiales del cuerpo y de la mente, como, por ejemplo, los movimientos físicos o los pensamientos, sino que tenemos que desarrollar la consciencia de las sensaciones en todo el cuerpo y mantenernos ecuánimes ante ellas.

Si somos conscientes pero nos falta ecuanimidad, sucederá que cuanto más conscientes seamos de las sensaciones y más sensibles a ellas, tanto más reaccionaremos, aumentando así el sufrimiento. Por otro lado, si tenemos ecuanimidad pero no sabemos nada de las sensaciones internas, la ecuanimidad sólo será superficial, encubriendo reacciones que constantemente se producen y quedan ignoradas en las profundidades de la mente. Por tanto, debemos desarrollar ambas, atención y ecuanimidad, en el grado más profundo, pues lo que buscamos es ser conscientes de todo lo que sucede en nuestro interior, y al mismo tiempo no reaccionar, comprendiendo que cambiará.

Ésta es la verdadera sabiduría: la comprensión de la propia naturaleza. Una comprensión que se logra con la experiencia directa de la verdad en lo más hondo. Esto es lo que el Buda llamaba yatha—bhuta-ñana-dassana —la sabiduría que surge de observar la realidad tal como es—. Con esta sabiduría se puede emerger del sufrimiento. Cada sensación que se produzca sólo dará lugar a la comprensión de la impermanencia, cesan todas las reacciones, todos los sankharas de deseo y aversión. Aprendiendo a observar objetivamente la realidad, dejamos de crearnos sufrimiento.

El arsenal de las reacciones pasadas

Permanecer atento y equilibrado es la forma de no producir reacciones nuevas, nuevas fuentes de desdicha, pero tenemos también que tener en cuenta otra dimensión del sufrimiento. Podemos dejar de crear nuevos motivos de desdicha, dejando de reaccionar de ahora en adelante, pero cada uno de nosotros tiene un arsenal de condicionamientos que son la suma total de nuestras reacciones pasadas. Aunque no añadamos nada nuevo al arsenal, los viejos sankharas acumulados seguirán haciéndonos sufrir.

La palabra sankhara se puede traducir por «formación», abarcando tanto al acto de formar como a lo formado. Cada reacción es el último paso, el resultado de toda una secuencia de procesos mentales, pero también puede ser el primer paso, la causa en una nueva secuencia mental. Cada sankhara está condicionado por los procesos que desembocan en él y a su vez condiciona los procesos subsiguientes.

El condicionamiento opera influyendo sobre la segunda de las funciones mentales: la percepción (hablamos de ella en el capítulo II). La consciencia es básicamente imparcial, no discriminativa, se limita a registrar que se ha producido un contacto en el cuerpo o en la mente; la. percepción, en cambio, sí es discriminativa. Aprovecha el acervo de pasadas experiencias para evaluar y clafisicar cualquier fenómeno nuevo. Las reacciones pasadas se convierten en puntos de referencia con los que tratamos de comprender una experiencia nueva que juzgamos y clasificamos de acuerdo con nuestros sankharas pasados.

Así es como las reacciones antiguas de codicia y aversión influyen en nuestra percepción del presente. En lugar de ver la realidad, vemos como «a través de un cristal opacado.» Nuestra percepción del mundo exterior y del mundo interior está distorsionada y empañada por nuestros condicionamientos, preferencias y prejuicios; una sensación neutra en esencia se convierte de inmediato en agradable o desagradable, en consonancia con la percepción distorsionada. Reaccionamos una vez más ante esta sensación creando un nuevo condicionamiento que, a su vez, distorsionará más adelante nuestras percepciones.

Y así es como cada reacción se convierte en causa de reacciones futuras, todas ellas condicionadas por el pasado y condicionadoras, a su vez, del futuro.

La función dual de sankhara se evidencia en la Cadena del Origen Condicional (ver Capítulo IV). El segundo eslabón de la cadena es sankhara, que es la condición preliminar e inmediata para el surgimiento de la consciencia, que es el primero de los cuatro procesos mentales. No obstante, sankhara es también el último en la serie de los procesos, yendo detrás de la consciencia, la percepción y la sensación. De esta forma reaparece como reacción de deseo y aversión más adelante en la cadena, después de la sensación. El deseo y la aversión terminan convirtiéndose en apego, que a su vez se convierte en la fuerza motriz que da lugar a una nueva fase de actividad mental y física. De este modo el proceso se nutre a sí mismo. Cada sankhara desencadena una sucesión de acontecimientos que terminan en un nuevo sankhara, que vuelve a desencadenar una nueva sucesión de acontecimientos en una repetición sin fin, en un círculo vicioso. Cada vez que reaccionamos, fortalecemos el hábito mental de reaccionar. Cada vez que desarrollamos codicia o aversión, fortalecemos la tendencia de la mente a seguir generándolas. Una vez que se establece el modelo de conducta mental, nos vemos atrapados en él.

Por ejemplo, un hombre impide que alguien consiga un objeto deseado. La persona frustrada cree que ese hombre es un malvado y le desagrada. La creencia no se basa en una ponderación del carácter del hombre, sino tan sólo en el hecho de que ha frustrado los deseos de la otra persona, pero se graba profundamente en la mente inconsciente de la persona frustrada; cada contacto posterior con dicho hombre está coloreado por ella y da lugar a una sensación desagradable que produce nueva aversión que fortalece todavía más la imagen. Pero incluso si los dos se encuentran tras un intervalo de veinte años, la persona que se vio frustrada hace tanto tiempo piensa inmediatamente que ese hombre es un malvado y siente desagrado de nuevo. Es posible que el carácter del primer hombre haya cambiado totalmente en veinte años, pero el segundo lo juzga basándose en el criterio de una experiencia pasada. La reacción no está provocada por el hombre en sí, sino por una opinión que se tiene de él, y que está basada en la reacción ciega original y, por tanto, perjuiciada.

En otro caso, un hombre ayuda a alguien a conseguir un objeto deseado. La persona que recibe ayuda cree que ese hombre es muy bueno y siente aprecio por él. La creencia se basa solamente en el hecho de que el hombre ha ayudado a satisfacer los deseos de la segunda persona,no en una ponderación cuidadosa de su carácter. La opinión positiva se graba en el inconsciente y colorea cualquier contacto posterior con ese hombre, dando lugar a una sensación agradable que produce un aprecio mayor que fortalece aún más la opinión. No importa cuántos años pasen hasta que los dos se vuelvan a encontrar, el modelo de conducta se repite a sí mismo cada vez que se produce un nuevo contacto. La segunda persona no reacciona al hombre mismo, sino a su opinión de él y que está basada en la reacción ciega original.

De esta manera, un sankhara puede dar lugar a una reacción nueva tanto de inmediato como en un futuro lejano, y cada reacción subsiguiente se convierte en la causa de más reacciones posteriores, que por fuerza traerán más desdicha. Éste es el proceso de repetición de las reacciones, del sufrimiento. Damos por sentado que estamos tratando con la realidad externa, cuando en realidad estamos reaccionando ante nuestras sensaciones, que están condicionadas por nuestras percepciones, que a su vez están condicionadas por nuestras reacciones. Incluso aunque dejemos de generar nuevos sankharas en este preciso instante, tenemos que contar con las que hemos ido acumulando en el pasado. La tendencia a reaccionar seguirá actuando y, en algún momento, puede imponerse, generándonos nueva desdicha a causa de ese viejo arsenal. Mientras persista este antiguo condicionamiento, no estaremos totalmente libres del sufrimiento.

¿Cómo podemos erradicar las viejas reacciones? Para encontrar la respuesta a esta pregunta es necesario comprender más profundamente el proceso de la meditación Vipassana.

Erradicación de los condicionamientos antiguos

Cuando practicamos Vipassana, nuestra tarea consiste simplemente en observar las sensaciones en todo el cuerpo, sin que nos importe la causa de cualquier sensación en particular; basta con comprender que cada sensación es la indicación de que se ha producido un cambio interno. El cambio puede ser mental o físico en origen, la mente y el cuerpo funcionan interrelacionados y a menudo no es posible diferenciarlos. Cualquier cosa que suceda en un campo se verá reflejado en el otro.

En el terreno físico, tal y como dijimos en el Capítulo II, el cuerpo está compuesto de partículas subatómicas —kalapas— que surgen y desaparecen a cada instante con enorme rapidez. Al hacerlo, ponen de manifiesto en una variedad infinita de combinaciones las cualidades básicas de la materia —masa, cohesión, temperatura y movimiento—, produciendo en nosotros toda la gama de sensaciones.

Las causas que posibilitan el surgimiento de los kalapas son cuatro. La primera es la comida que ingerimos; la segunda, el entorno en el que vivamos. Pero cualquier cosa que ocurra en la mente, tiene un efecto sobre el cuerpo y puede ser responsable del surgimiento de kalapas. De aquí que las partículas también puedan surgir a causa de una reacción mental que sucede en este preciso momento, o a causa de una reacción pasada que influye en el estado mental presente. El cuerpo necesita alimento para funcionar; sin embargo, no se desplomará de repente aunque dejemos de alimentarle. En caso de necesidad, el cuerpo puede sustentarse a sí mismo durante semanas consumiendo la energía acumulada en sus tejidos. Cuando toda la energía acumulada haya sido consumida, el cuerpo finalmente se desplomará y morirá. El flujo físico llega a su fin.

También la mente necesita actividad para mantener el flujo de consciencia. Esta actividad mental es sankhara. Conforme a la Cadena del Origen Condicional, la consciencia surge de la reacción (Capítulo IV). Cada reacción mental es responsable del impulso que recibe el flujo de consciencia, pero en tanto que el cuerpo sólo requiere alimento a intervalos durante el día, la mente necesita estímulos nuevos sin cesar, y sin ellos el flujo de la consciencia no puede continuar ni siquiera un instante. Por ejemplo, generamos aversión en la mente en un momento dado, la consciencia que surge al momento siguiente es el producto de esa aversión, y así incesantemente. Seguimos repitiendo la reacción de aversión momento a momento y seguimos proporcionando ingresos a la mente.

Sin embargo, el meditador aprende a no reaccionar practicando Vipassana. En un momento dado, no crea sankharas, no proporciona nuevo estímulo a la mente. ¿Qué es lo que le sucede entonces al flujo psíquico? No se para de repente, una u otra de las reacciones pasadas que ha acumulado acudirá a la superficie de la mente para mantener el flujo. Surgirá una respuesta condicionada del pasado, y la consciencia continuará otro momento partiendo de esta base. El condicionamiento aparecerá en el terreno físico provocado por el surgimiento de un tipo determinado de kalapa, que experimentaremos como una sensación en el cuerpo. Quizá surja un sankhara pasado de aversión, manifestándose como partículas que experimentamos en forma de una desagradable sensación de ardor en el cuerpo. Si reaccionamos con disgusto ante esa sensación, habremos creado nueva aversión. Acabamos de proporcionar un nuevo ingreso al flujo de consciencia sin dar oportunidad a que otra de las reacciones que tenemos acumuladas del pasado llegue al nivel consciente.

Sin embargo, si se produce una sensación desagradable y no reaccionamos, no se crea ningún sankhara nuevo. El sankhara que ha surgido del viejo cúmulo desaparece. Al momento siguiente otro sankhara del pasado surge en forma de sensación; tampoco reaccionamos, y éste también se desvanece. De esta manera, manteniendo la ecuanimidad, permitimos que las reacciones acumuladas alcancen una tras otra la superficie de la mente, manifestándose como sensaciones. Iremos erradicando gradualmente los condicionamientos del pasado, manteniendo la atención y la ecuanimidad al respecto de las sensaciones.

Mientras la aversión nos siga condicionando, la tendencia de la mente inconsciente será reaccionar con aversión cada vez que se enfrente a cualquier experiencia desagradable de la vida. Mientras el deseo siga condicionándonos, la mente tenderá a reaccionar con deseo ante cualquier situación agradable. Vipassana trabaja erosionando estas respuestas condicionadas. Seguiremos encontrando sensaciones agradables y desagradables en nuestra práctica, pero debilitaremos y destruiremos las tendencias de deseo y aversión gradualmente, observando con ecuanimidad cada sensación. Estaremos libres de un determinado tipo de sufrimiento cuando las respuestas condicionadas de ese tipo sean erradicadas. Y cuando, una tras otra, todas las respuestas condicionadas hayan sido eliminadas, la mente estará totalmente liberada. Uno que comprendió perfectamente este proceso, dijo:

En verdad que todas las cosas condicionadas son impermanentes,

su naturaleza es surgir y desaparecer.

Si surgen y son extinguidas,

su erradicación trae felicidad verdadera

La Vipassana. El arte de la meditación budista
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009_split_000.xhtml
sec_0009_split_001.xhtml
sec_0009_split_002.xhtml
sec_0009_split_003.xhtml
sec_0009_split_004.xhtml
sec_0009_split_005.xhtml
sec_0009_split_006.xhtml
sec_0009_split_007.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013_split_000.xhtml
sec_0013_split_001.xhtml
sec_0013_split_002.xhtml
sec_0013_split_003.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015_split_000.xhtml
sec_0015_split_001.xhtml
sec_0015_split_002.xhtml
sec_0015_split_003.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017_split_000.xhtml
sec_0017_split_001.xhtml
sec_0017_split_002.xhtml
sec_0017_split_003.xhtml
sec_0017_split_004.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019_split_000.xhtml
sec_0019_split_001.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021_split_000.xhtml
sec_0021_split_001.xhtml
sec_0021_split_002.xhtml
sec_0021_split_003.xhtml
sec_0021_split_004.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023_split_000.xhtml
sec_0023_split_001.xhtml
sec_0023_split_002.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025_split_000.xhtml
sec_0025_split_001.xhtml
sec_0025_split_002.xhtml
sec_0025_split_003.xhtml
sec_0025_split_004.xhtml
sec_0025_split_005.xhtml
sec_0025_split_006.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027_split_000.xhtml
sec_0027_split_001.xhtml
sec_0027_split_002.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029_split_000.xhtml
sec_0029_split_001.xhtml
sec_0029_split_002.xhtml
sec_0029_split_003.xhtml
sec_0029_split_004.xhtml
sec_0029_split_005.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml