15.

El verdadero kamma, la verdadera causa del sufrimiento, es la reacción de la mente. Una reacción efímera de agrado o desagrado puede no ser muy fuerte ni producir muchas secuelas, pero puede tener un efecto acumulativo. La reacción se repite a cada instante, intensificándose con cada repetición y desarrollándose hasta convertirse en deseo o aversión. Esto es lo que el Buda llamó tarha en su primer sermón, literalmente «sed»: el hábito mental de apetencia insaciable por lo que no hay, que implica una igual e irremediable insatisfacción con lo que hay16. Cuanto más fuertes se hagan la apetencia y la insatisfacción, tanto más profunda será su influencia en nuestro pensamiento, nuestra palabra y nuestras obras, y, por tanto, mayor será el sufrimiento que cause.

El Buda dijo que algunas reacciones son como rayas trazadas en la superficie de un estanque, se borran tan pronto son dibujadas. Otras son como líneas trazadas en la arena de la playa, si se dibujan por la mañana, se habrán borrado por la noche, llevadas por la marea o el viento. Otras son como rayas talladas en una roca con cincel y martillo; también desaparecerán cuando la roca se erosione, pero tardarán eras en desaparecer17.

La mente no para un instante de generar reacciones cada día de nuestra vida, pero si tratamos de recordarlas al final del día, sólo podremos rememorar una o dos, las que causaron más impresión ese día. Si tratamos de recordar todas nuestras reacciones al final de un mes, sólo podremos rememorar una o dos, las que causaron más impresión ese mes. De la misma forma, al cabo de un año sólo podremos recordar una o dos reacciones, las que dejaron mayor impresión ese año. Reacciones tan profundas como éstas son muy peligrosas y nos conducen aun intenso sufrimiento.

El primer paso para emerger de tal sufrimiento es aceptar su realidad, no como concepto filosófico o un artículo de fe, sino como un hecho de la existencia que afecta a la vida de cada uno de nosotros. Con la aceptación y la comprensión de lo que es el sufrimiento y la razón de que suframos, dejaremos de ser conducidos y empezaremos a conducir. Con el aprendizaje de la constatación directa de nuestra propia naturaleza nos situaremos en el camino que conduce a la extinción del sufrimiento.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

PREGUNTA.—¿No es el sufrimiento un componente natural de la vida? ¿Por qué debemos tratar de escapar de él?

S. N. GOENKA.—Nos hemos llegado a implicar de tal manera en el sufrimiento que nos parece antinatural estar libres de él. Pero cuando experimentes la felicidad verdadera, la que proporciona la pureza mental, sabrás que ése es el estado natural de la mente.

P.—¿No es posible que la experiencia del sufrimiento ennoblezca a la gente y les ayude a fortalecer su carácter?

S.N.G.—Sí, y, de hecho, esta técnica utiliza deliberadamente el sufrimiento como una herramienta para hacer de una persona un ser noble. Pero sólo funcionará si aprendes a observar objetivamente el sufrimiento. Si te adhieres a él, la experiencia no te dignificará; siempre serás desdichado.

P.—Mantener nuestras acciones bajo control, ¿no es una forma de represión?

S.N.G.—No. Lo que haces, sencillamente, es observar con objetividad lo que sucede. Si alguien está iracundo y trata de esconder su ira, de taparla, entonces sí, es represión. Pero si observas la ira, verás que desaparece automáticamente. Te librarás de ella si aprendes a observarla con objetividad.

P.—Si estamos observándonos todo el tiempo, ¿cómo podremos vivir de forma natural? Estaremos tan ocupados vigilándonos que no podremos actuar libre o espontáneamente.

S.N.G.—No es eso lo que la gente opina cuando finalizan un curso de meditación. Aquí aprendes un entrenamiento mental que te capacitará para observarte en la vida diaria cuando necesites hacerlo. No te vas a pasar el resto de tu vida practicando con los ojos cerrados, pero al igual que la fortaleza que obtienes por medio del ejercicio físico te ayuda en la vida cotidiana, el ejercicio mental también te fortalecerá. Lo que tú llamas «acción libre y espontánea» en realidad es una reacción a ciegas que siempre resulta perjudicial. Aprendiendo a observarte, verás que, cada vez que se te presente una situación difícil, podrás mantener la mente equilibrada; con ese equilibrio puedes elegir libremente la forma de actuar. Harás acciones legítimas, lo que siempre es positivo y beneficioso para ti y para los demás.

P.—¿No hay hechos casuales, sucesos fortuitos, sin una causa?

S.N.G.—Nada sucede sin causa. No es posible. Algunas veces las limitaciones de nuestros sentidos e intelecto hacen que la causa no se vea con claridad, pero eso no significa que no la tengan.

P.—¿Quiere decir que todo en la vida está predeterminado?

S.N.G.—Bueno, no hay duda de que nuestras acciones pasadas darán fruto, bueno o malo, que determinarán el tipo de vida que tengamos, la situación general en la que nos desenvolvamos. Pero eso no significa que cualquier cosa que nos suceda esté predeterminada, ordenada por nuestras acciones anteriores y que no pueda ser de ninguna otra manera. No es el caso. Nuestras acciones pasadas influyen en el flujo de nuestra vida dirigiéndola hacia experiencias agradables o desagradables. Pero las acciones presentes son igual de importantes, la naturaleza nos ha proporcionado la capacidad de poder llegar a dominar nuestras acciones presentes. Gracias a este dominio podremos cambiar nuestro futuro.

P.—Pero no hay duda de que las acciones de los otros también nos afectan.

S.N.G.—Desde luego. Estamos influenciados por la gente que nos rodea y por el entorno; también nosotros influimos. Si, por ejemplo, la mayoría de la gente está a favor de la violencia, habrá guerra y destrucción que harán sufrir a muchos, pero si la gente empieza a purificar su mente, no puede producirse violencia. La raíz del problema yace en la mente de cada uno de los seres humanos, porque la sociedad está formada por individuos. Si cada persona empieza a cambiar, cambiará la sociedad, y la guerra y la destrucción serán hechos raros.

P.—¿Cómo podemos ayudarnos los unos a los otros si cada persona tiene que afrontar los resultados de sus propias acciones?

S.N.G.—Nuestras propias acciones mentales influyen en los otros. Si lo único que hacemos es generar negatividad en la mente, se produce un efecto perjudicial en aquellos que entren en contacto con nosotros. Si llenamos la mente de positividad, de buena voluntad hacia los demás, tendrá un efecto beneficioso en aquellos que nos rodean. No puedes controlar las acciones, el kamma de otros, pero puedes ser dueño de ti mismo para ejercer en ellos una influencia positiva.

P.—¿Es la riqueza un buen karma? Y si lo es, ¿significa que la mayor parte de la gente en Occidente tiene buen karma y la mayor parte del Tercer Mundo tiene mal karma?

S.N.G.—La riqueza por sí sola no es un buen karma. Si te haces rico pero sigues siendo desgraciado, ¿de qué te sirve la riqueza? Tener riqueza y también felicidad, verdadera felicidad, eso es un buen karma. Lo más importante es ser feliz, seas rico o no.

P.—¿No es antinatural no reaccionar nunca?

S.N.G.—Te lo puede parecer si sólo has experimentado el modelo de conducta equivocado propio de una mente impura. Para la mente pura, lo natural es permanecer desapegada, llena de amor, compasión, buena voluntad, alegría, ecuanimidad. Aprende a experimentar eso.

P.—¿Cómo podremos desenvolvernos en la vida, a menos que reaccionemos?

S.N.G.—Aprende a actuar en vez de reaccionar, a actuar con la mente equilibrada. Los meditadores de Vipassana no se vuelven inactivos como vegetales. Aprenden a actuar positivamente. Si logras invertir el modelo de conducta de tu mente de reacción en acción, habrás conseguido algo muy valioso. Puedes cambiarlo practicando Vipassana.

La Vipassana. El arte de la meditación budista
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009_split_000.xhtml
sec_0009_split_001.xhtml
sec_0009_split_002.xhtml
sec_0009_split_003.xhtml
sec_0009_split_004.xhtml
sec_0009_split_005.xhtml
sec_0009_split_006.xhtml
sec_0009_split_007.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013_split_000.xhtml
sec_0013_split_001.xhtml
sec_0013_split_002.xhtml
sec_0013_split_003.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015_split_000.xhtml
sec_0015_split_001.xhtml
sec_0015_split_002.xhtml
sec_0015_split_003.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017_split_000.xhtml
sec_0017_split_001.xhtml
sec_0017_split_002.xhtml
sec_0017_split_003.xhtml
sec_0017_split_004.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019_split_000.xhtml
sec_0019_split_001.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021_split_000.xhtml
sec_0021_split_001.xhtml
sec_0021_split_002.xhtml
sec_0021_split_003.xhtml
sec_0021_split_004.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023_split_000.xhtml
sec_0023_split_001.xhtml
sec_0023_split_002.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025_split_000.xhtml
sec_0025_split_001.xhtml
sec_0025_split_002.xhtml
sec_0025_split_003.xhtml
sec_0025_split_004.xhtml
sec_0025_split_005.xhtml
sec_0025_split_006.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027_split_000.xhtml
sec_0027_split_001.xhtml
sec_0027_split_002.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029_split_000.xhtml
sec_0029_split_001.xhtml
sec_0029_split_002.xhtml
sec_0029_split_003.xhtml
sec_0029_split_004.xhtml
sec_0029_split_005.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_049.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_050.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_051.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_052.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_053.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_054.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_055.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_056.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_057.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_058.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_059.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_060.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_061.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_062.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_063.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_064.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_065.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_066.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_067.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_068.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_069.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_070.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_071.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_072.xhtml