Capítulo III
La causa inmediata
EL mundo real no tiene ninguna semejanza con el mundo de los cuentos de hadas en los que todos fueron siempre felices. No podemos eludir la verdad de que la vida es imperfecta, incompleta e insatisfactoria, en suma: la verdad de la existencia del sufrimiento.
Dada esta realidad, lo inmediato es averiguar si el sufrimiento tiene una causa y, en caso de que sea así, la posibilidad de eliminar la causa para poder eliminar el sufrimiento. Si los hechos que producen nuestro sufrimiento no son más que acontecimientos aleatorios sobre los que no tenemos control ni influencia, significa que somos impotentes y que lo mejor que podemos hacer es olvidar cualquier intento de encontrar una salida del sufrimiento. En el caso de que nuestro sufrimiento estuviera dictado por un ser omnipotente que actúa de una forma arbitraria e inescrutable, tendríamos que encontrar la manera de propiciar el favor de ese ser para que dejase de infligirnos sufrimiento.
El Buda comprendió que nuestro sufrimiento no es un mero producto de la casualidad, sino que tiene una causa, como la tienen todos los fenómenos. La ley de causa y efecto —kamma— es universal y fundamental a la existencia. No hay causas que caigan fuera de nuestro control.
Kamma
La palabra kamma (más conocida en su forma sánscrita karma) se entiende popularmente como «destino». Por desgracia, las connotaciones de esta palabra son justamente las contrarias de lo que el Buda quería decir con kamma. El destino es algo que está fuera de nuestro control, es un decreto de la providencia, algo predeterminado para cada uno; pero kamma, literalmente, significa «acción». Nuestras acciones son la causa de lo que experimentamos: «Todos los seres son dueños de sus actos, heredan sus actos, emanan de sus actos, están ligados a sus actos, sus actos son su refugio. Según que sus actos sean viles o nobles, así serán sus vidas»12
Todo lo que encontremos en la vida será la resultante de nuestras acciones; por consiguiente, cada persona puede ser dueña de su destino haciéndose dueña de ellas. Cada uno es responsable de las acciones que dan lugar al propio sufrimiento. Cada uno posee los medios para acabar con el sufrimiento que provocan sus acciones. El Buda dijo:
Sois vuestro propio maestro,
labráis vuestro propio futuro