Carlos Gardini (Buenos Aires, República Argentina, 1948) es, probablemente, el mejor estilista que ha tenido nunca la ciencia ficción en español. Extraordinario fabulador, dueño de una prosa tan exigente como fascinante, es uno de los escasos narradores que no ha renunciado nunca a la ciencia ficción en favor de otros géneros más comerciales.
Sus historias apelan a lo místico y onírico. Gusta recrear mundos insólitos, alejados en el tiempo y en buena parte incomprensibles para la humanidad actual, donde lo orgánico y lo maquinal, lejos de los desvaríos cyberpunk, conviven en armoniosa espiritualidad. Posee alma de poeta y en su obra el goce estético es un fin en sí mismo. En su bibliografía podemos apreciar algunas constantes, como la importancia del lenguaje para aprehender la realidad, el ritual como manifestación mítica, referencias bíblicas y a la numerología, la búsqueda de la urdimbre del mundo, la musicalidad, simbolismo y melancolía del discurso narrativo, la carnalidad o el anhelo de trascendencia.
Su producción incluye las novelas Juegos malabares (Minotauro, 1984), El libro de la Tierra Negra (Equipo Sirius, 1993), El libro de la tribu (Elaleph.com, 2001), Vórtice (Equipo Sirius, 2002), Fábulas invernales (Minotauro, 2004, finalista del premio Minotauro). y Tríptico de Trinidad (Bibliópolis, 2010). Parte de su obra corta se encuentra reunida en Mi cerebro animal (Minotauro, 1983), Primera línea (Sudamericana, 1983), Sinfonía cero (Riesa, 1984). y El libro de las voces (La Página, 2004). Ha ganado en tres ocasiones el premio UPC de ciencia ficción, por sus novelas cortas «Los ojos de un dios en celo». (1997), «El libro de las voces». (2002) y «Belcebú en llamas». (2007), así como el Ignotus por el cuento «Timbuctú». (1995). Su obra ha sido traducida al inglés, francés, japonés e italiano, y es uno de los más prestigiosos traductores de la ciencia ficción contemporánea.
Juicio final es una novela corta característica de su producción. Una historia de represión y viajes en el tiempo, de música y dolor, esperanza y milagro, de clara influencia orwelliana. Fue publicada en el número 50/51 de la revista argentina Cuásar.