Es inescrupuloso negar la proeza humana de Amadeo Barletta, ocultar sus contribuciones a la economía nacional y reducir todo a una morbosa y fraudulenta explicación sobre vínculos mafiosos inexistentes.
5. Los ataques del gobierno cubano a la reputación de Amadeo Barletta se produjeron en tres momentos diferentes (1960, 1971 y desde 1989 hasta la fecha) y responden a campañas que perseguían objetivos diversos.
En 1960 se deseaba justificar la intervención de sus propiedades, en especial respondían a la ansiedad gubernamental por apropiarse de su imperio mediático, cuando ya despegaba la guerra civil que se internacionalizó con la participación de la URSS y EEUU. El falso argumento empleado en aquel instante fue que Barletta se había beneficiado de relaciones privilegiadas con Batista e incluso con Trujillo.
En 1971 se deseaba desacreditar a la familia Barletta —padre e hijo— para así ripostar la condena del gobierno cubano que la Sociedad Interamericana de Prensa había hecho a instancias de Amadeo Barletta Jr.
Después del escándalo por narcotráfico de 1989 la figura de Barletta se incluye en una fantasiosa trama construida por un escritor cubano cuya obra ha sido promovida por la máquina de propaganda oficial. Esa narrativa pretende demostrar que la historia de Cuba desde inicios de la década de los años 30 hasta 1959 obedeció al control que de su economía y política ejercía la mafia italoamericana y las ganancias generadas por sus actividades criminales. Hay razones para pensar que el objetivo inmediato de esta tercera campaña era disminuir ante la opinión pública nacional e internacional, el impacto del escándalo por narcotráfico en que se vieron involucrados algunos de los principales dirigentes y oficiales del gobierno cubano ese año.
6. La historia del character assassination contra Amadeo Barletta adquiere renovada vigencia en las actuales circunstancias de Cuba.
Tanto en 1991 como de nuevo sucede en 2011, la coyuntura por la que atraviesa el régimen cubano es muy crítica. La intensificación de sus esfuerzos por deslegitimar el pasado está asociada a su renovada necesidad de legitimar el presente.
Sin embargo, el gobierno de La Habana, que hoy pretende recurrir a la iniciativa privada para sortear la bancarrota de la economía nacional y el inminente desempleo de alrededor del 25% de la fuerza laboral, no ha presentado excusas por los abusos antes cometidos contra el sector empresarial grande, mediano o pequeño.
La reconstrucción nacional no constituye solo un reto económico, sino también incluye la de nuestra memoria histórica. Debemos aspirar a una situación en que juntos trabajemos por establecer los hechos de manera fidedigna, aunque luego nos dividamos sobre el significado que deseamos atribuirles.
La pluralidad interpretativa no es una debilidad, sino una contribución a la formulación de las diversas opciones sobre las que tendrá que pronunciarse en su momento, de modo independiente y soberano, el pueblo de Cuba.
La primera empresa de Amadeo Barletta fue la Santo Domingo Motors Company, creada el 12 de septiembre de 1920 con crédito bancario. Su suegro le advirtió que no había más de 10 posibles compradores de autos en Santo Domingo. «Tenía razón. Sólo vendí tres autos el primer año» afirmó Amadeo en una entrevista, pero cuatro años más tarde la Santo Domingo Motors tenía un nivel de ganancias que le permitió abrir su segunda empresa: Dominican Tobacco and Co. Siempre fue política de Amadeo Barletta reinvertir los dividendos en el país en que residía.
Santo Domingo Motors, cerca de su decimo aniversario en la calle Presidente Vásquez. 1929.
Santo Domingo Motors después de las devastaciones del huracán San Zenón. 1930.
Amadeo Barletta, fundador de la Santo Domingo Motors Company, recibe del gerente director de la General Motors Overseas D. Corporation, Gregory Mc Nab, un reloj enchapado en oro, con motivo de cumplir la empresa dominicana medio siglo de servicio. A la izquierda, el presidente de la República Dominicana, doctor Joaquín Balaguer, quien asistió a los festejos del aniversario.
El titular mezcla una verdad con otra mentira. Barletta fue cónsul de Italia durante parte del gobierno de Mussolini pero jamás tuvo relación alguna con el régimen de Trujillo. De hecho ambos fueron enemigos incluso antes de que el dictador dominicano diese el golpe de estado que lo llevó al poder.
Desde el inicio mismo del proceso revolucionario de 1959, las campañas de difamación jugaron un papel destacado para legitimar acciones de diverso tipo contra aquellos que se consideraban sus adversarios. En el caso de los empresarios, e incluso del mercado como mecanismo generador de riquezas de la economía, estas campañas de descrédito continuaron hasta la total expropiación de los bienes, no sólo de los grandes magnates, sino de todos los trabajadores por cuenta propia en 1968.
El 22 de febrero de 1960 se anuncia en la prensa cubana la confiscación de los bienes a 155 personas; un total de 40 empresas. Barletta se entera por la prensa de que sus empresas están incluidas en ese listado. Dos días más tarde refuta las acusaciones que le han hecho en la prensa. Su declaración es publicada en el Diario La Marina, porque el periódico El Mundo, de su propiedad, pero puesto bajo control de personas asociadas al nuevo gobierno, se niega a publicarlo. La declaración de Barletta comienza diciendo: «Siendo mi nombre lo único que nadie me puede quitar y lo que con toda seguridad y orgullo puedo legar a mis hijos y niegos, vengo por este medio a negar las calumnias de que he sido objeto por diversos órganos de publicidad».