87 Cirules, apegado a su perspectiva de una república totalmente corrupta y sin división de poderes, supone que cualquier falta que los inspectores del Banco Nacional encontrasen a una institución financiera propiedad de Barletta se resolvía con unas «palmaditas en la espalda». La realidad era muy diferente. Tanto el Banco Nacional como su presidente el doctor Martínez Sáenz, eran muy profesionales y exigentes con su labor como han atestiguado historiadores cubanos especializados en ese tema.<<