La razón que motiva la superficialidad metodológica de esos y otros estudios históricos no está relacionada siempre con el bajo nivel profesional de sus productores. Son las exigencias político-ideológicas que norman la labor propagandística de la historiografía cubana las que favorecen esa literatura. Como ha observado el historiador Louis Pérez al referirse a este tipo de trabajos, «la política pública y las construcciones históricas se funden en la medida en que La Habana procura deliberadamente desacreditar el pasado prerrevolucionario».89 El autor de esta investigación coincide también con ese criterio de Pérez.
En este artículo no se pretende refutar la tesis general de Cirules contra el periodo republicano de 1933-1958. No porque no sea cuestionable, sino porque abordar esa amplia temática excede el propósito de este trabajo. Ese tema merece un tratamiento diferenciado. Basta decir que la pretensión de que ha aportado un nuevo paradigma interpretativo con sus «hallazgos»,90 que obliga a una revisión completa de todo lo escrito anteriormente, es realmente tan pretenciosa como desacertada. La idea de que la inequitativa pero extraordinariamente próspera economía cubana de la década de los años 40 y 50 del pasado siglo la sustentaban los casinos habaneros —que hoy cabrían todos en un estrecho callejón de Las Vegas, Atlantic City o incluso Santo Domingo— es digna de un análisis que rebasa este escrito.
El tráfico y consumo de narcóticos en Cuba fue muy limitado y estuvo controlado principalmente por europeos. El juego, lícito y lucrativo, en el que estuvieron parcialmente involucrados, además de cubanos, algunos mafiosos estadounidenses, tuvo un peso insignificante en la economía cubana de 1958.
Según informa el clásico libro del eminente geógrafo e historiador Leví Marrero, Geografía de Cuba, en 1953 la producción industrial no azucarera ya excedía a esta última. En 1958, por otro lado, 121 de los 161 centrales azucareros existentes eran propiedad de cubanos. En ese año la inversión total de capital de EEUU en Cuba fue de 861 millones, apenas un 14% de los 6,000 millones del total invertido. También en 1958 los bancos cubanos llegaron ya a controlar el 60% de todos los depósitos.91
La segunda cuestión que salta a la vista es que, a diferencia de los ataques contra Barletta de 1960 y 1971, esta vez las acusaciones no están dirigidas exclusivamente contra ese empresario, sino contra toda la sociedad prerrevolucionaria, entre 1933 y 1958. El año escogido por Cirules, 1933, como hiato para indicar el ascenso de un «Estado de corte delictivo», coincide con el momento en que irrumpe la figura del sargento Fulgencio Batista y Zaldívar en la historia de Cuba.
La tesis central que Enrique Cirules se propone demostrar en sus dos libros sobre el tema de las actividades de la mafia en Cuba, según sus propias palabras, es la siguiente:
La existencia en Cuba, antes de la Revolución, de una trilogía del poder real: grupos financieros-mafia-servicios especiales estadounidenses, que, voraces, establecieron en nuestra patria un Estado de corte delictivo, plegado a los intereses del clan Habana-Las Vegas.