FUSILAMIENTOS DE LA REPUTACIÓN: LA POLÍTICA REPUBLICANA.

CARLOS MÁRQUEZ STERLING Y LAS ELECCIONES DE 1958

Uva de Aragón

Existe un imperdonable vacío en estudios objetivos sobre la historia de Cuba durante la primera mitad del siglo XX. Antes del triunfo de la Revolución en 1959, muchos libros de texto terminaban el 20 de mayo de 1902. Era natural. Resultaba más urgente en aquel momento construir el mito fundacional de la nación. Además, la historia se estaba forjando, mucho de sus principales protagonistas aún vivían, e incluso eran figuras públicas. No había suficiente distancia temporal para lograr la perspectiva apropiada para el análisis riguroso de esa etapa.

El primero de enero de 1959, Cuba sufrió una gran escisión en todos los niveles. La historiografía no fue una excepción. La visión de los que a partir de entonces escribían desde el exilio —pienso en personas como Leví Marrero, Calixto Masó y Carlos Márquez Sterling, para dar pocos ejemplos— difería bastante de las narrativas generadas desde la Isla, donde al calor de las nuevas definiciones ideológicas, se demonizó por muchos años el período de 1902 a 1959. Incluso en nuestros días se le conoce como el de la República mediatizada o neocolonia, pues se argumenta que Cuba estaba completamente sometida a los Estados Unidos. Ya ha pasado suficiente tiempo para adentrarnos en aquel período con menos pasión, y así ha comenzado a hacerse desde ambas orillas.

Repasemos algunos pocos datos irrefutables. Después de años de lucha en que los esfuerzos reformistas de un sector de criollos tropezaron con la intransigencia de la España decimonónica, la Madre Patria empeñó en la guerra «hasta la última peseta y el último soldado» para no perder a «la siempre fiel isla de Cuba». La Isla quedó devastada. Aún peor, España no entregó el gobierno de su antigua colonia a los mambises, sino a los militares estadounidenses, que intervinieron en la lucha armada a última hora. Por tanto los cubanos no estuvieron presentes cuando se firmó la paz en París el 10 de diciembre de 1898, y según lo pactado entre ambas potencias muchas de las fuentes de riqueza quedaron en manos de los españoles y los americanos, de modo que los cubanos aunque ahora eran independientes, heredaban un país que en verdad no les pertenecía. Consideremos además los efectos del monocultivo, los altibajos en el precio del azúcar, las trabas de códigos legales anticuados, el arraigo de males como la corrupción y la violencia política, y las constantes interferencias de los vecinos del norte en las cosas de Cuba. Los cubanos enfrentaron serios problemas.

Pese a estas circunstancias difíciles, hubo siempre gran nacionalismo, una clase intelectual que se dio a la noble tarea de forjar ciudadanos, y voces y actitudes muy dignas. Poco a poco los cubanos lograron construir las bases de una nueva República, y a trancas y barrancas el país iba avanzando.

Un momento clave fue la Asamblea Constituyente de 1940, no sólo porque los cubanos se dieron asimismo una constitución avanzada que recogía las aspiraciones de justicia social que había impulsado la Revolución de 1933 contra el dictador Gerardo Machado, sino porque los diversos partidos políticos, sin influencias foráneas, habían logrado un proceso impecable de compromiso y consenso. La nueva Constitución fue un hito y comenzó un período, no exento de problemas, pero con una sociedad civil cada vez más influyente y elecciones libres en 1940, 1944 y 1948. Por eso, cuando se produce el golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952, a unos meses de las elecciones generales, se crea en Cuba un profundo malestar. La oposición a Batista tomó dos cauces principales, el revolucionario y el político. Ambos proclamaban como su objetivo restaurar la Constitución de 1940, un símbolo de gran significado para la ciudadanía.

A partir de este momento, la visión de la historia ha tenido interpretaciones divergentes, que sin embargo han comenzado a coincidir.

Fidel Castro, que resultara el principal protagonista de la oposición por vías violentas a Batista, se había desempeñado en sus años de estudiante en la Universidad de La Habana como un líder de dudosa reputación que nunca pudo ganar unas elecciones estudiantiles para situarse por vía democrática al frente de su facultad o de la universidad. Luego militó en las filas del Partido Ortodoxo Cubano. Sus aspiraciones políticas se vieron frustradas por el golpe de estado de Fulgencio Batista que a su vez le abrió las oportunidades que buscaba para auto promoverse por vías extra democráticas. Recurre a la violencia con el ataque al Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953.

En su famosa alocución La historia me absolverá que hiciera Fidel Castro ante los magistrados el 16 de octubre de 1953 durante el juicio en su contra por liderar el ataque al Cuartel Moncada en julio de ese año, expresó:

¿Quién le ha dicho que nosotros hemos promovido alzamiento contra los Poderes Constitucionales del Estado? Dos cosas resaltan a la vista. En primer lugar, la dictadura que oprime a la nación no es un poder constitucional, sino inconstitucional; se engendró contra la Constitución, por encima de la Constitución, violando la Constitución legítima de la República.14

En ese alegato sus referencias a la Constitución del 40 son múltiples. En otro momento se refiere a la posible destrucción de los papeles donde se plasmaban las leyes revolucionarias y añade «...yo los conservo en la memoria. La primera ley revolucionaria devolvía al pueblo la soberanía y proclamaba la Constitución de 1940 como la verdadera ley suprema del Estado».

En otro pasaje, para exponer como el golpe de estado de Fulgencio Batista del 10 de marzo de 1952 viola la Constitución se refiere a los castigos que impone el Código de Defensa Social a diversos delitos y cita del mismo «El que tratare de impedir o estorbar la celebración de elecciones generales; [...] incurrirá en una sanción de privación de libertad de cuatro a ocho años».15

Castro es amnistiado en mayo de 1955. Inicia desde su excarcelación un esfuerzo para reclutar adeptos en el Partido Ortodoxo con el objetivo de iniciar una lucha armada. Marcha a México en julio de ese año donde prepara la expedición del Granma en noviembre de 1956.

Desde su discurso La historia me absolverá antes citado, hasta el triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959, la restitución de la Constitución de 1940 fue parte de las promesas de Castro al pueblo de Cuba. Sin embargo, ya desde la Sierra Maestra comenzó a violar el espíritu de dicha ley fundamental.

La primera contradicción con los principios constitucionales se manifestó con la llamada Ley Primera de la Sierra Maestra que restablecía le pena de muerte. Meses después volvería a negar los principios constitucionales con la Ley 2 de la Sierra que especificaba que la muerte por «ejecución sumaria» sería el castigo extendido a aquellos que se presentaran a las elecciones convocadas para el 3 de noviembre de 1958. Estas leyes no fueron letra muerta. Numerosos fusilamientos tuvieron lugar en los frentes guerrilleros no solo contra soldados acusados de crímenes de guerra sino contra miembros del ejército rebelde a quienes se les ejecutó por alguna indisciplina en improvisados juicios de escasas garantías procesales. Por otra parte, en las elecciones de 1958 todos los candidatos, —incluso, o quizás de manera especial, los de la oposición— fueron constantemente amenazados, amedrentados y sufrieron atentados contra su vida, en algunos casos fatales. «Nicolás Rivero Agüero, candidato a concejal por Santiago de Cuba y hermano del candidato a la presidencia por la coalición gubernamental, fue ultimado por la espalda».16 También fueron asesinados el sindicalista Felipe Navea, el ganadero Rosendo Collazo y Aníbal Vega, hermano de Víctor Vega, presidente provincial del Partido Libre, de la oposición. Este caso fue particularmente dramático pues entraron en su casa en Camagüey y las balas atravesaron los barrotes de la cuna de su pequeña hija a quien el padre acababa de colocar en ella. La niña salió ilesa milagrosamente.17 El mismo Fidel Castro en una alocución al pueblo cubano por Radio Rebelde el 24 de octubre de 1958, mostraba su total rechazo a la vía electoral: «¿Elecciones en medio de una guerra? Cualquiera que sea el resultado de estas elecciones, cualquiera que sea el nombre que la dictadura decida escribir sobre las boletas, la Revolución seguirá inalterable su curso».18 Documentos de la época muestran tanto las constantes arengas radiales a la población para que se mantuvieran en sus hogares el 3 de noviembre de 1958 y no asistiera a las urnas, como acciones violentas en las que participaron los más altos jefes revolucionarios como el Che Guevara. 19

Fidel Castro promete continuamente restaurar las garantías constitucionales que viola Batista, pero al mismo tiempo proclama leyes revolucionarias letales que aplica de forma arbitraria. Sabotea con violencia toda forma de diálogo político o negociación que pudiera poner fin al régimen de Batista para poder justificar la necesidad de su movimiento revolucionario y evitar verse obligado a deponer las armas y renunciar a la toma del poder.20

Con estos métodos de intimidación logró, en efecto, que un número de políticos de la época opuestos a Batista decidieron abandonar la búsqueda de salidas cívicas y aprobaran, de forma tácita o explicita, la violencia insurreccional. No fue así el caso de Carlos Márquez Sterling, abogado, profesor universitario, congresista durante doce años, presidente de la Cámara de Representantes, quien en 1940 había tenido una actuación brillante como Presidente de la Asamblea Constituyente. Márquez Sterling estaba avalado, además, por la trayectoria de su padre Don Manuel, periodista y diplomático de reconocido nacionalismo, que había negociado y firmado la abolición de la Enmienda Platt,21 y por su propia fama de político honesto, en un medio en que, sin duda, existía la corrupción, aunque también hombres públicos de probada honestidad. Sobre éstos últimos recaía de manera injusta la percepción negativa de que la política había sido sembrada por aspirantes a desplazar a los gobernantes de turno o a los que, desde la oposición, habían sido electos a cargos públicos. Las aspiraciones en política son legítimas, siempre que estén inspiradas por el deseo de servir, y no el de hacer fortuna, como lamentablemente ocurría en algunas ocasiones. Al mismo tiempo, ciertos medios de prensa que encontraban en el sensacionalismo el modo de aumentar su circulación e influencia, también contribuyeron a crear una visión peyorativa de la política entre gran parte del pueblo cubano. 22

(Debo hacer un paréntesis para explicar que me unen a Carlos Márquez Sterling nexos muy íntimos, pues mi madre contrajo matrimonio con él en 1956, tres años después de la muerte de mi padre, el médico y profesor universitario Ernesto R. de Aragón. Estos vínculos familiares, sin embargo, ofrecen ciertas ventajas. Para evitar toda posible subjetividad, he sido excesivamente cuidadosa en documentar todo cuanto en éste y otros trabajos he escrito al respecto. Cuento además con la ventaja de haber sido testigo de algunos de los hechos narrados y de contar con fuentes documentales de primera mano).

Carlos Márquez Sterling fue el principal candidato presidencial de la oposición contra el candidato oficialista, Andrés Rivero Agüero. Uno de sus lemas de campaña fue «Ni con botas ni con balas, con votos». Ofreció una amnistía general a los revolucionarios, garantías para que depusieran las armas y se organizaran políticamente, y convocar a elecciones generales en dos años, no cuatro como estaba previsto en la Constitución que durara su mandato de ganar en las urnas. No aspiraría en dichos comicios. Buscaba facilitar un gobierno de transición.23 Muchos fueron los «mensajes» que recibiera de los revolucionarios y de Castro personalmente durante la campaña política. Me limito a narrar dos. El primero fue el intento de apuñalearlo, el 2 de febrero de 1955, durante la irrupción en los salones de la Artística Gallega de miembros del 26 de Julio cuando se celebraba la Asamblea del Partido de Pueblo Libre y la proclamación de su candidatura a los comicios.24 El otro ejemplo es el mensaje que Castro envía a Márquez Sterling de que se retire de los comicios, apoye la Revolución y él lo nombrará Presidente cuando triunfe. Márquez Sterling le contesta que así no desea llegar a la Presidencia, y que Castro lo que debe hacer es recomendarle a la ciudadanía que vote en vez de amenazarla.25

El argumento esgrimido contra las elecciones es que le «hacían el juego a Batista». O sea, que ayudarían a legitimar la dictadura. Márquez Sterling aseguraba, por el contrario, que un fraude no se produciría con una votación en masa y en caso de haberlo en tales circunstancias, confirmaría la falta de buena voluntad del régimen y surgirían «diez Sierras Maestras». Su fe en que Batista respetaría las urnas no era infundada. Se basaba, en primer lugar, en conversaciones con el entonces primer ministro Jorge García Montes, durante las cuales el alto funcionario se comprometió, en nombre de Batista, a que se acataría el resultado de las urnas, mientras que Márquez Sterling daba su palabra de que el Partido del Pueblo Libre no conspiraría contra el gobierno. Existía también el precedente de que Batista había llevado a cabo unas elecciones honestas en 1944 y transferido la presidencia a Ramón Grau San Martín, del Partido Auténtico. La lógica, además, hacía pensar que Batista comprendería la imposibilidad de mantenerse en el poder a la fuerza, y que aceptar la derrota de su partido en los comicios le ofrecía una salida sin sangre al país.

Sin embargo, como había predicho Márquez Sterling, la participación en los comicios se vio menguada por el acoso violento, lo cual facilitó el fraude electoral y la guerra civil cobró mayor auge tras el fracaso electoral.

Márquez Sterling fue detenido el 4 de enero de 1959 y aunque le permitieron regresar a su hogar al día siguiente, sufrió presidio domiciliario hasta marzo de ese año. Sus cuentas bancarias y su bufete de abogado fueron confiscados. Simultáneamente empezó a rumorarse que se preparaban unas pruebas falsas en su contra para enjuiciarlo y separarlo de su cargo universitario. A principios de junio el periódico Combate publicó una reproducción de 3 cheques emitidos por el gobierno de Batista de $50,000 cada uno pagaderos a las siglas CMS. No se mostraba ninguna firma al dorso que indicara si los cheques habían sido cobrados ni por quien. El periódico aseguraba, sin embargo, que representaban el pago a Carlos Márquez Sterling por haber participado en las elecciones. Un mes después, el 13 de julio de 1959, Márquez Sterling se asiló en la Embajada de Venezuela y se marchó del país. Murió en Miami a los 92 años de edad en 1991.

Estos cheques que no aparecen como cobrados y no llevan el nombre de Márquez Sterling, como es de rigor, sino sus iniciales, son la única pretendida prueba que el régimen ha ofrecido en 50 años sobre el soborno que supuestamente recibió para prestarse a la farsa electoral. Sin embargo, esta información aparece en los Archivos Nacionales de Cuba y en libros tan recientes como uno publicado en el 2008, en donde la cantidad se aumenta a $250,000, pero sin evidencia alguna de quien era realmente el destinatario de los famosos cheques ni de que hayan sido cobrados por persona alguna.26 No sólo no se han producido jamás comprobantes ni indicios de ninguna transacción monetaria entre el gobierno de Batista y Márquez Sterling, que en el exilio vivió de su trabajo hasta los 80 años y murió pobre.

En Batista. Últimos días en el poder de José Luis Padrón y Luis Adrián Betancourt, los autores narran como en la casa del ingeniero Salazar, Batista «hizo instalar una oficina electoral clandestina (...) donde se imprimió un idéntico duplicado de las cédulas electorales» encargadas a suplantar las legítimas «al terminar la votación el día de los comicios».27 La pregunta salta a la vista. Si el candidato a la oposición hubiese estado «comprado» por el gobierno, ¿qué necesidad hubiera habido de preparar cédulas duplicadas y cambiar las originales en los colegios electorales?

Márquez Sterling no es, ni con mucho, el único político cubano que la Revolución ha intentado desprestigiar. Es sólo un ejemplo entre muchos posibles, que he escogido por conocerlo a fondo. No sólo se trata de fusilamientos de la reputación de individuos, sino de toda una etapa de la historia del país de 56 años, apenas un poco más larga que la era revolucionaria que lleva 51, y en que no se reconocen las luchas por la justicia social ni la defensa de los intereses nacionales frente a la voracidad de intereses espurios y de la injerencia estadounidense por parte de tantos políticos e intelectuales honrados de la época, a menos que hubiesen pertenecido al Partido Comunista o apoyado a Fidel Castro.

El historiador norteamericano Theodore Draper apunta al conflicto que Castro y sus seguidores confrontaron entre las promesas que había hecho para llegar al poder y sus verdaderas intenciones. Draper subraya que «algunos de los partidarios del castrismo comenzaron a reeditar la historia, ¡solo dos años después del final de la lucha! mediante un proceso de selección que eludía toda mención a semejantes promesas».28 En realidad, a lo largo del mismo 1959, ya el propio Fidel Castro en sus discursos desbarraba contra todo lo «de antes», incluyendo las leyes constitucionales, e imponía las que denominaba «revolucionarias».

Aunque en los últimos años parece haber un interés de parte de algunos intelectuales en la Isla de revisar la primera mitad del siglo 20, estos esfuerzos son muchas veces insuficientes. Por ejemplo, parece querer destacarse de nuevo el valor de la Constitución de 1940. El propio Fidel Castro reconoció hace pocos meses: «Antes de iniciarse la Guerra Fría, en la propia Cuba existía una Constitución bastante progresista, la esperanza y las posibilidades de cambios democráticos aunque nunca, por supuesto, la de una revolución social».29

En una reciente conmemoración en La Habana por los 70 años de la suscripción de la hasta ahora vilipendiada Constitución de 1940, los oradores alabaron sus méritos. Armando Hart Dávalos la describió «como una de las más progresistas de su tiempo».30 Afirmó asimismo que ella:

Expresa el pensamiento político cubano de la década del 40 logrado por consenso público y formalizado por la Asamblea Constituyente, en la que estuvieron presentes tanto figuras de la derecha como una destacada representación de los comunistas y de las fuerzas revolucionarias provenientes de la lucha contra Machado.

Como representantes de un pensamiento conservador burgués sobresalen Emilio Núñez Portuondo, Carlos Márquez Sterling, José Manuel Cortina o Alfredo Hornedo, entre otros, y en el campo de las fuerzas revolucionarias y progresistas habría que mencionar a Blas Roca, Eduardo Chibás, Salvador García Agüero y Juan Marinello.

Sin embargo, Hart no hace mención alguna de la habilidad democrática con que Márquez Sterling, el pretendido conservador burgués, dirigió la Asamblea, y mucho menos reconoce que los asambleístas miembros del Partido Comunista eran apenas 6, de un total de 76, de modo que el talante progresista de la constitución no hubiera sido posible sin el apoyo de muchos de sus miembros. En realidad, la mayoría de los trabajos sobre la Asamblea Constituyente publicados en Cuba no mencionan a Márquez Sterling. Tampoco le hacen justicia los libros de historia, incluso no pocos de los escritos en otros países, mencionan siquiera las elecciones de 1958 y soslayan la posibilidad que entonces tuvo Cuba de haber buscado la prosperidad con justicia social por otros rumbos. Esta narrativa alternativa, hasta ahora suprimida, vendría a subrayar que la historia no es nunca lineal y que el rumbo concreto de Cuba a partir de 1959 no respondía a una pretendida necesidad histórica ni era inevitable. Pero para apuntalar una perspectiva historiográfica oficial que presentase al régimen surgido después de 1959 como la única sociedad materializable en la isla dada la trayectoria precedente, se hizo necesario silenciar, borrar y desacreditar a figuras prominentes y desvirtuar hechos destacados de la historia republicana.

Se avecinan cambios en Cuba en un futuro próximo. No pueden limitarse a los de orden económico, político, social. Como ha reconocido la Universidad de Cambridge31 existe un gigantesco reto cultural en la fase post conflicto: el rescate de identidades y de la memoria histórica.

El fusilamiento de la reputación de la clase política cubana de la época republicana, debe ser revisitado por historiadores capaces de lanzar una mirada fresca sobre el pasado. El estudio objetivo de aquella sociedad que nos legaron las luchas mambisas —llena entonces como ahora de defectos, fallas, bribones, corruptos, pero no sin méritos, empeños nobles y seres humanos íntegros—, es una labor imprescindible para la construcción de un futuro mejor para Cuba. No se trata de un criterio personal. En la famosa Carta 08 de Liu Xiaobo, el disidente chino, flamante merecedor del Premio Nobel de la Paz, propone en el no. 19 «Verdad en la reconciliación. Deberíamos restablecer la reputación de todos los individuos, y también la de sus familias, que se han visto estigmatizados políticamente en pasadas campañas o que han sido tachados de criminales por sus ideas, manifestaciones verbales o por su fe».32 Esta fórmula será igualmente útil para un proceso de reconciliación en Cuba.

Carlos Márquez Sterling con Nestor Carbonell durante la campaña política en 1958

Carlos Márquez Sterling con su esposa Uva Hernández Catá sale de su casa en La Habana a ejercer el voto, el 3 de noviembre de 1958

Publicidad del Partido del Pueblo Libre y de su candidato Carlos Márquez Sterling en el proceso electoral de 1958. El pie de foto original dice: «¿Quién conspira contra la felicidad de los cubanos, los que afirman de antemano que van a dar la brava, o los que llaman al pueblo para evitar que den esa brava?...» «No aceptes la brava de antemano; obliga al Gobierno a dar la brava si es que se atreve a darla nuevamente. ¿Cómo lo obligas? Pues teniendo tu cédula y concurriendo a votar...» Carlos Márquez Sterling.

Carlos Márquez Sterling en el exilio. New York, 1975

El otro paredón. Asesinatos de la reputación en Cuba
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