40 La visión determinista y lineal del proceso histórico, promovida por las vertientes más ortodoxas del marxismo desde el siglo XIX, entró en crisis definitiva con los sucesos de 1989, cuando se derrumbaron los regímenes que se habían declarado mono-polizadores del camino al futuro. A partir de entonces, resultó indiscutible que siempre hay más de un futuro posible que anida en el presente, hasta que uno de ellos —o una mezcla de todos— se impone. El corolario lógico de ese aserto es que, si existe siempre más de un futuro posible, entonces siempre hubo más de un pasado posible también. La guerra civil contra Batista la libraron fuerzas de vocación democrática y otras de tendencia totalitaria. Los conflictos entre ambas pasaron a expresarse como una nueva guerra civil a partir de 1959. El presente que hoy vive Cuba no era «inevitable» ni expresaba una «necesidad» de la historia. Era solamente uno de los futuros posibles en 1958. Los problemas que aquejaban a la isla pudieron haber sido también abordados por la vía alternativa social democrática, que en Cuba resultaba no menos nacionalista que su contraparte radical. Pero esta comprensión compleja y no-lineal del devenir histórico no es la que disemina el estado cubano actual a través de su maquinaria cultural, educativa y de propaganda.<<