«LALENGUA» Y SU BORDE
Del carácter diferencial del significante se desprende que, en cada Todo hay «al menos Uno» que —en cuanto excepción— constituye ese Todo. Llevando esto al límite, podemos, pues, constituir tantos «Todos» como significantes existen: cada significante puede a su vez desempeñar la función de la excepción que sostiene el conjunto del Todo. O bien, para evocar la frase irónica, se trata de «hablar de todos los temas posibles y además de algunos otros»: tenemos que hablar precisamente de ese «de más», de lo que debe ser excluido para que pueda constituirse el campo cerrado de «todos los temas posibles». Lo que podemos obtener es el conjunto de todos los significantes sin excepción, sin exterioridad: ese conjunto total sería precisamente un conjunto inconsistente, perforado, abierto, un conjunto que «no se mantiene unido como conjunto», por lo tanto, un conjunto «no todo».
La inconsistencia de una totalidad perforada semejante es la de la cinta de Moebius: lo «Uno en Dos» donde el Todo y la excepción, lo interior y lo exterior, se encuentran en la misma superficie. Tal «totalidad» inconsistente carece de exterior y por eso es «no toda». Y este es el lugar de la «totalidad concreta» hegeliana: es precisamente ese «Uno en Dos», la «totalidad absoluta», es decir, «contradictoria y escindida» (J.-A. Miller, 1975: 7); esta es la razón por la cual las fórmulas de la universalidad concreta coinciden tan fácilmente con las de lalengua. Podría decirse que la universalidad abstracta que excluye lo Particular funciona como un Todo fundándose en la excepción, mientras que la universalidad concreta sería una totalidad sin exterior, «absoluta» y, por ello, contradictoria.
Ahora bien, si uno dice que no existe nada que ponga límite a «lalengua», es porque en ese «sin límite» debe verse justamente el índice de un movimiento circular: al no tener apoyo fuera de sí, el significante se refiere en última instancia a sí mismo. Esta es precisamente la diferencia entre lo diferencial y lo arbitrario: tenemos que vérnoslas con lo arbitrario por cuanto podemos conferir a los signos (y esto es justamente lo que los hace signos) un límite exterior en relación con el cual esos signos son arbitrarios (realidad, pensamiento puro, sensación inmediata, etcétera) y cuando ese límite desaparece, cuando no podemos ya construirlo, nos encontramos en el abismo del movimiento circular sin el apoyo propio de lo diferencial. El significante no es sino su diferencia en relación con los demás significantes y, porque lo mismo vale también para todos los otros, los significantes nunca forman un Todo consistente; el conjunto significante gira en redondo, trata en vano de alcanzar ¿qué?; trata de alcanzarse a sí mismo en cuanto «puro», es decir, en cuanto diferencia pura. Lo inaccesible no es —como en el orden del signo— la «realidad exterior», «translingüística», sino, por el contrario, el significante «puro» mismo, la diferencia entre los significantes, su inter-dit.[3] Ese borde interior hace que el movimiento del significante sea circular, está plegado hacia dentro, lo cual no tiene nada que ver con la excepción: esta debe buscarse justamente en la expulsión (o, si se quiere, en la ex-pulsión) de ese límite interior, la expulsión que permite al conjunto «ics» (inconsciente/inconsistente, según la escritura de Jacques-Alain Miller) y autorreferente «purificarse» en un conjunto todo y consistente.
Así, uno se choca —en el movimiento circular de «lalengua», en su ilimitación misma, es decir, en su falta de apoyo— con cierto límite, un límite que tiene un nombre: la diferencia «pura»/el significante «puro» que mantiene abierto el abismo del orden significante en cuanto orden diferencial, vale decir, sin apoyo. En consecuencia, no debemos confundirnos entre la relación de «lalengua» con su significante «puro» (la Diferencia misma) y la relación del Todo con la Excepción (el «al menos Uno») que lo constituye. La Diferencia es precisamente lo que sostiene el carácter «ics» del conjunto «no todo», lo cual debe distinguirse estrictamente de la Excepción que garantiza la clausura del Todo y su universalidad.
«No Todo se puede decir»: he aquí lo que mejor destaca la diferencia de la que estamos hablando. La filosofía —de Platón hasta Schelling— siempre ha fundado la posibilidad del logos, del decir de lo Universal, en algún excedente inefable-transcategórico (Platón: la Idea del bien; Kant: la Cosa en sí, etcétera) que, en su carácter de excepción, garantiza la universalidad del decir; «no todo se puede decir» acá quiere decir: la condición del decir racional es un excedente inefable. En el orden de «lalengua», al contrario, el «no todo se puede decir» indica la infranqueabilidad del campo de «lalengua»: por más que no exista nada que le ponga límite, la palabra es un movimiento circular de autorreferencia sin apoyo; es, podríamos decir, una búsqueda de la propia cola. Lo que escapa sin cesar al movimiento significante de la diferenciación no es la Identidad transimbólica que no se puede alcanzar, sino la diferencia misma. El límite infranqueable, que ya opera en el orden de «lalengua» es un borde interior, plegado hacia dentro: lo que le falta a la palabra no es la cosa sino la palabra misma. El límite (exterior) del lenguaje es la «realidad», el límite (interior) de «lalengua» es la Diferencia misma. El límite del signo es la «cosa», el límite del significante es el significante «puro» mismo. (No es casual que Marx haya producido la misma fórmula del límite interior al hablar del capital: el límite del capital es el capital mismo, es decir el modo mismo de la producción capitalista). Uno solo alcanza el Todo por la expulsión, la exteriorización de ese límite interior —el umbral interior del conjunto que hace de él un conjunto perforado— en la excepción. Para no citar los ejemplos habituales (por ejemplo, el signo puede «significar todo» con la condición de que no se signifique a sí mismo), lo mejor es volver a Marx y a su crítica de la economía política: la condición de la universalización de la función de mercancía es el advenimiento de una mercancía excepción, la fuerza de trabajo, cuyo uso —también una autorreferencia, el cruce del valor de intercambio y el valor de uso— consiste precisamente en producir el valor (de intercambio).
Esta operación de expulsión podría abordarse además en el nivel de la distinción entre lo interdicto en cuanto «entre-dicho» y en cuanto «prohibición»: con la expulsión del límite, lo entredicho (el bloqueo inmanente que impide que la cosa «devenga ella misma», se realice plenamente) se transforma en la prohibición que prohíbe «algo»; por ejemplo, lo entredicho del incesto (el bloqueo, lo imposible inmanente de la relación sexual) se convierte en la prohibición positiva de acostarse con la madre como la Excepción que constituye el conjunto universal de «las mujeres con las que puedo acostarme». La prohibición resuelve el callejón sin salida, el obstáculo del entredicho. La verdad puede ser «toda», uno puede resolver ese callejón sin salida de su «no todo», pero solamente en el caso de que esa verdad no se comprenda como adæquatio con un objeto límite exterior («la cosa», «el concepto», etcétera); decir que «la verdad es no toda» significa precisamente que ya no se la debe buscar en la relación entre un significado y un referente sino que hay que buscarla en el significante mismo.
Lo real, ¿dónde está en este movimiento circular de «lalengua»? Ahí es donde adquiere todo su peso la distinción entre la realidad y lo real: la realidad es, como ya vimos, el límite exterior que nos permite totalizar el lenguaje como un sistema siempre ya cerrado y dado, mientras que lo real es el límite interior de «lalengua», ese borde inasible que le impide devenir ella misma, alcanzar su identidad propia, ese pliegue a causa del cual gira en círculos.
He aquí la paradoja fundamental de la relación de lo simbólico y lo real: la barra que los separa es interior al campo simbólico, es la barra que le impide a lo simbólico devenir él mismo, llegar a su plena realización. El problema, para el significante, no es que no pueda tocar lo real, sino que no pueda alcanzarse a sí mismo; lo que le falta al significante no es sencillamente el objeto fuera del significante, sino el Significante mismo, el significante que sería lo «propio del sujeto», lo Performativo absoluto, no barrado. En términos más especulativos: no es que el significante simplemente no acierte con su objeto; falla ya con relación a sí mismo, nunca se realiza en cuanto significante y precisamente en ese fracaso se inscribe el objeto. El objeto en su dato positivo no es más que la positivación, la encarnación, la materialización de una barra infranqueable que le impide al significante «llegar a ser él mismo».