25

Aden estaba enfrente de la bruja. Ella seguía sentada en la misma silla de siempre, sólo que había cambiado de lugar mientras se arrastraba por la habitación gritando algo sobre un Embebedor. Tenía una venda en los ojos, pero de un color diferente a la que llevaba los demás días. ¿Se las habría arreglado para destrozar la otra? ¿Se la habría cambiado alguien?

También sus ataduras eran distintas. ¿Acaso había intentado escaparse?

Estaba más pálida que antes. Su piel tenía un color casi... amarillento. Y tenía las mejillas hundidas y el pelo lacio, apagado. Antes vibraba de poder. En aquel momento... no tanto. Podría haber sido una humana.

Los lobos se habían ocupado de ella y le habían dado de comer. Pero tenía que estar incómoda y triste, y Aden se sentía mal por ello. No le gustaba que la chica estuviera sufriendo, cansada, tensa, insegura, asustada. Sin embargo, le gustaba menos pensar que sus amigos pudieran morir por culpa de su gente y de ella.

-No voy a hacerte daño -le dijo suavemente-. No voy a tomar tu energía, ni nada parecido.

-Eres quien nos ha llamado -respondió ella entre jadeos. Incluso su voz era distinta, sonaba más débil y más ronca.

-Sí. ¿Por qué tienes tanto miedo a que te roben la energía?

«No establezcas relación con ella», le dijo Elijah. «Sólo haz lo que tengas que hacer».

-¿Tu sangre? -preguntó Aden.

«Vaya, muy bien», añadió Elijah con ironía.

-Como si no supieras que alguien de entre los tuyos puede y ha...

Riley entró en la cabaña y se apoyó contra la puerta cerrada con un gruñido.

-Cállate, bruja. Te dimos la oportunidad de que compartieras y te negaste. Ahora puedes curarte de lo que te ocurriera.

Caleb se sentía muy agitado desde que había visto a la bruja en aquel estado tan debilitado, y estaba paseándose por la cabeza de Aden entre resoplidos y gruñidos.

«¡Debe hablar si quiere hablar!», exclamó. «Aden, no puedes dejarla así. Tienes que salvarla».

«¿Qué dices?», preguntó Julian. «¿Cómo vas a salvarla?».

«Mírala. Está enferma. Necesita que la ayuden. Sé que yo mismo estaba de acuerdo con llevar a cabo este plan, pero eso era antes de verla así».

-La salvaremos -murmuró Aden-. Después.

Así que tenían que terminar con aquello. Miró hacia arriba y vio a Victoria, que se había colocado detrás de la bruja.

-¿Preparada? -le preguntó, formando las palabras con los labios.

Ella asintió. Tenía una expresión muy tensa a causa de los nervios.

-¿Salvar a quién? -preguntó la bruja-. ¿A mí? Bueno, pues eso no os va a salvar a vosotros después de lo que habéis hecho.

«¡Aden! Tú no habrías permitido esto si fuera Victoria la que estuviera atada a esa silla», dijo Caleb. «Suéltala, por favor».

«¿Por qué te preocupas tanto por esta bruja?», le preguntó Elijah. «Y de las otras. Desde el primer momento en que se aproximaron a nosotros y nos echaron el maleficio, te has sentido tan atraído hacia ellas como ellas hacia Aden».

«No lo sé», respondió Caleb con angustia. «Sólo sé que no quiero que ella sufra».

Aden sospechaba que las brujas eran parte del pasado de Caleb. Además, aquella bruja se había puesto muy rígida al oír mencionar el nombre del alma que podía poseer los cuerpos.

-Bueno, quizá podamos averiguarlo. Cuando estemos dentro de su cuerpo buscaremos información sobre ti -le dijo.

-¿Dentro? -preguntó la bruja, retorciéndose-. ¿Qué es lo que te propones? Si me hacéis daño, mis hermanas os echarán un maleficio de dolor espantoso. También a tu familia, ¿me oyes? ¡Maldecirán a tu familia! -gritó, mientras la silla se agitaba y botaba con sus movimientos.

-Ya te he dicho que no voy a hacerte daño -dijo Aden.

«No sé», respondió Caleb con inseguridad. «¿Y si cambiamos su pasado? ¿Y si ese cambio la destruye?».

-Tendremos mucho cuidado. Pero debemos hacer esto. El momento de la verdad se acerca, y no tenemos otra manera de resolver las cosas.

Hubo una pausa. Después, Caleb respondió.

«Está bien, pero no le hagas daño de ninguna manera».

Aden se ofendió.

-Como si fuera a hacerle daño -dijo-. Me conoces demasiado bien como para pensar eso.

-¿Que te conozco bien? ¿A qué te refieres? -le preguntó la bruja con rabia.

Era el momento de actuar. Aden le quitó la venda de los ojos a la muchacha, y ella pestañeó a causa de la luz que había en la habitación. Arrugó la nariz y frunció los labios. Aden la tomó de la barbilla y le obligó a que fijara la atención en su rostro.

-Relájate -le dijo.

En cuanto sus miradas se encontraron, el cuerpo de Aden se disolvió y se metió en el de la bruja. Él se esperaba sufrir un gran dolor y se preparó contra él, pero no tuvo ni siquiera ni una sombra de incomodidad. Tal vez, después de todo lo que le había ocurrido, su umbral de dolor hubiera crecido. O tal vez, Caleb estaba progresando mucho en la posesión de almas. Podía ser que Caleb hubiera hecho todo lo posible para evitarle el dolor a Aden y proteger también a la bruja del dolor que hubiera sentido ella en cuanto Aden se hubiera metido en su cuerpo.

Aden comenzó a ver por los ojos de la muchacha. Se vio atada y sintió escozor en las muñecas y los tobillos, a causa de los tirones que había dado contra la cuerda. Tenía los músculos entumecidos.

-Libérame -le dijo a Riley, y tuvo la misma extrañeza de siempre al oírse hablar con la voz de otra persona.

Riley, con el ceño fruncido, se acercó y le cortó las ataduras. Aden se frotó las muñecas. Después se puso en pie, pero tenía las piernas tan débiles, que estuvo a punto de caer al suelo. Comenzó a caminar por la habitación para que la sangre le fluyera por las venas.

Ella no iba a saber que él había hecho aquello, pero se sentiría mejor de todos modos.

-Gracias -le dijo a Riley.

Mientras caminaba, dejó que su mente vagara por la de la bruja. No vio electricidad estática, como cuando había entrado en la mente del doctor Hennessy. Vio... un momento. Sí había electricidad estática. Debía de haber entrado en la mente del doctor Hennessy. De lo contrario, no entendía lo que estaba ocurriendo. ¿Cuánto tiempo había estado allí? ¿Por qué no podía recordarlo?

«No lo pienses ahora».

Aden se fijó de nuevo en la bruja. Sin embargo, al contrario que cuando había estado en la mente de Shannon, no vio escenas de su vida. Vio... ¿cajas? Había miles de cajas esparcidas en un ambiente blanco, todas ellas con una cerradura de plata.

Aden frunció el ceño y agarró la cerradura de una de las cajas. Entonces sintió una descarga eléctrica.

-¿Por qué ocurre esto? -preguntó Aden.

«Por las marcas», dijo Caleb. Nunca había tenido un tono de tal seguridad. «Ella tiene sus propios tatuajes de protección. Sus recuerdos están en cajas, y las cajas están protegidas contra los invasores».

-¿Y cómo lo sabes?

«Ni idea, pero lo sé».

Bien, pues Aden necesitaba abrir aquellas cajas. Cada una de las marcas de protección podía hacer sólo una cosa, así que... ¿cuáles serían las marcas que protegían la mente de la bruja? Sólo había un modo de averiguarlo.

Miró por la habitación hasta que vio a Riley, que había vuelto a apoyarse en la puerta.

-Necesito que te marches -le dijo.

El lobo negó con la cabeza.

-Eso sería...

-Lo mejor -afirmó Aden-. Tiene tatuajes, así que no puedo llegar a sus recuerdos. Por lo tanto, tenemos que averiguar las marcas que tiene, y no creo que ella quiera que la vea otro chico.

«Oh, no», protestó Caleb. «No la vas a desnudar».

Normalmente, era Caleb el que siempre pedía un espectáculo de aquel tipo.

-Miraremos por debajo de la ropa, ¿de acuerdo?

-Si me marcho -intervino Riley-, no voy a poder defenderte.

-No me importa. Vete -dijo Aden.

-Muy bien. Pero si ella se da cuenta de lo que le estás haciendo y te hace pedazos en la mente, no me eches la culpa a mí.

El lobo abrió la puerta, salió y cerró de un portazo.

-Si ocurriera eso, de todos modos no podrías ayudarme -dijo Aden hacia la puerta para que Riley pudiera oírlo. Después se volvió hacia Victoria-. Victoria, échale un vistazo al cuerpo de la bruja.

-Sí -dijo ella, y se acercó.

Aden cerró los ojos. Victoria fue apartando prenda por prenda y mirando la piel de la bruja. Al principio los movimientos eran eficientes. Después fue haciéndose más lenta, más y más lenta... comenzó a recrearse.

-Nunca había estudiado a una bruja con tanta atención -dijo con la voz densa-. Normalmente las evito, no sé por qué. Tu olor...

-¿Es malo?

-No -dijo Victoria. Ya había terminado la búsqueda, pero seguía agarrándolo por los brazos para mantenerlo inmóvil-. Es bueno. Buenísimo...

Aden reconoció aquel tono de voz. Era el mismo que tenían los miembros del consejo antes de lanzarse hacia sus venas.

«Alerta roja», le dijo Elijah de repente.

-Lo sé -dijo Aden, y abrió los ojos. Se zafó de Victoria y se alejó hasta el rincón más apartado de la habitación. Cuando ella intentó acercársele, él negó con la cabeza-. Quédate ahí.

Ella tenía los ojos vidriosos y los colmillos se le habían alargado.

-Sólo un poquito -rogó-. Procuraré que sea agradable. Te gustará.

-Riley -gritó Aden.

El lobo entró en la cabaña un segundo después. Estaba claro que no había ido muy lejos.

-Ah, ¿entonces me necesitas, después de todo?

-Tenemos un ligero problema -dijo Aden.

Victoria se había agachado y estaba lista para saltar.

-¿Qué...? -Riley se dio cuenta y la agarró de la muñeca-. Oh, no, no -dijo. Victoria forcejeó contra él-. Hay bolsas de sangre en la otra habitación. En cuanto coma, se sentirá mejor. Ahora volvemos -dijo Riley, y se la llevó.

Pasaron varios minutos. Aden esperó. Lamentaba no poder ser él quien le diera de comer y la calmara. Sin embargo, no podía salir del cuerpo de la bruja, y Victoria no podía beber de ella. La sangre de las brujas era muy adictiva para los vampiros, y a él no le gustaba nada la idea de que se volviera una drogadicta.

Cuando volvieron Rileyy Victoria, ella se alejó de Aden todo lo posible, y se apoyó contra la pared más lejana, con las mejillas muy ruborizadas.

-Lo siento -murmuró.

-No te preocupes -dijo Aden. Se alegraba de verla de nuevo con la cabeza clara-. ¿Puedes decirme cuáles son las marcas que tiene la bruja?

Victoria asintió.

-Son muy pequeñas. Nunca las había visto tan diminutas, pero al tocarlas, he notado que desprenden un poder inmenso.

-¿Cuántas tiene?

-Nueve. Dos son para impedir que alguien la condene a la fealdad. Una es para proteger sus marcas, de modo que nadie pueda tatuarle nada encima y estropearlas.

Qué lista. Aunque Riley les había dicho que no mucha gente quería aquel tatuaje en particular.

-Otra es para protegerla de heridas mortales y otra para las heridas mentales. Seguramente, es ésa la que no te permite progresar en su mente. Otra es para anclarla a este mundo, para evitar que un hada pueda llevarla a su dimensión. Otra es para protegerla del veneno de los duendes, otra para protegerla de la seducción masculina, y otra para impedir que le arranquen secretos. Eso significa que no podía decirnos lo que queríamos saber, ni aunque hubiera querido hacerlo.

Riley se pasó la mano por el pelo en un gesto de frustración.

-Teníamos que haber buscado antes esas marcas.

Cierto.

-Bueno, teníamos muchas preocupaciones.

-Y normalmente evitamos a las brujas -dijo Victoria-. Nunca habíamos pasado tiempo voluntariamente en presencia de una. No sabíamos lo que podíamos hacer.

Buena observación.

-Está bien. No puede contarnos ningún secreto, y su mente está protegida contra las heridas. No quiero hacerle daño, pero ella no puede saberlo; aunque no sepa que estoy dentro de su cuerpo, seguramente su mente me reconoce como algo extraño, y por lo tanto, me considera una amenaza.

-¿No puedes esconderte de ella? -le preguntó Riley.

-No lo sé, pero merece la pena intentarlo -dijo Aden. Tal vez, si la bruja no era consciente de su presencia, su mente se relajara, y algunas de las cajas se abrieran solas-. Vamos, átame.

«Esto no me gusta nada», dijo Caleb.

AAden tampoco le gustaba, pero no había otro modo de hacer las cosas.

Se dejó caer en una silla y estiró los brazos detrás de la espalda. En menos de un minuto, Riley lo había vuelto a atar. Sí. Era muy incómodo; pobre chica.

«¿Me prometes que vas a soltarla después?», le preguntó Caleb con la voz temblorosa.

-Sí.

-¿Sí qué? -preguntó Riley. Después, agitó la cabeza-. No importa. No estabas hablando conmigo.

El lobo estaba aprendiendo.

-Ponme la venda en los ojos. Y sí, esta vez estoy hablando contigo.

Riley obedeció, y Aden se vio a oscuras.

-Voy a intentar esconderme al fondo de su mente. Con suerte, ella pensará que ya no estoy aquí. Intentad distraerla hablando con ella. Intentad decir cosas que aviven sus recuerdos sobre el maleficio de muerte.

Ella no podía contar sus secretos, pero Aden averiguaría pronto si la bruja podía pensar en ellos mientras alguien escuchaba.

-Necesito que estéis muy callados -dijo, porque no quería que la bruja oyera a las almas-. Por favor.

«Está bien», dijo Elijah con un suspiro.

«Claro», respondió Julian.

«De acuerdo», refunfuñó Caleb, «pero sólo porque quiero que la sueltes».

Aden tomó aire y, lentamente, volvió a exhalarlo. Mientras respiraba profundamente, se retiró a un rincón en sombras de la mente de la bruja.

-¿Y bien? -preguntó entonces la muchacha, como si su conversación con ellos no hubiera terminado nunca-. ¿Te conozco mejor que a quién?

Bien. No recordaba que Aden le hubiera quitado la venda, que la hubiera mirado a los ojos y hubiera desaparecido.

-Ya está bien -dijo Riley-. Dinos cómo te llamas.

-Pensaba que no querías que hablara.

Riley la contestó, y después siguió haciendo que hablara, pero Aden se abstrajo de aquella conversación y se concentró en la bruja.

«Bla, bla, bla», estaba pensando la muchacha. «¿Adónde ha ido el chico que nos llamó? Ya no siento su atracción. Si se ha marchado... ¡Ay! Tengo que conseguir salir de aquí y llevármelo. Las chicas van a estar muy enfadadas. No puedo creer que me haya dejado atrapar. Vampiros idiotas. Por su culpa me van a estar tomando el pelo toda la vida. Tal vez no pueda morir por medios físicos, pero me voy a morir de vergüenza».

Allí no había nada útil.

Entonces, Aden concentró su atención en el vasto mar que se extendía ante él. Las cajas habían desaparecido, y los recuerdos flotaban libremente, como si estuvieran en pantallas de televisión. Había muchísimos, y él no sabía cuál de ellos debía analizar. Si elegía el que no era, tal vez perdiera horas y no consiguiera averiguar nada. Sin embargo, eso era mejor que quedarse allí esperando sin hacer nada.

Observó las imágenes hasta que vio a la chica rubia que había hablado con él en el bosque, una semana antes. Caleb había tenido una reacción muy fuerte hacia ella. Y aquella chica era la que había pronunciado el maleficio que condenaba a muerte a sus amigos.

Al verla, Aden estiró las manos, pero en cuanto tocó la pantalla se sintió muy mareado, como si estuviera en el centro de un torbellino sorprendente que lo zarandeaba como si fuera un muñeco de trapo.

Cerró los ojos.

-Eh, ¿estás bien? -le preguntó una voz femenina que le resultaba muy familiar.

Al fondo de su mente, Caleb gimoteó.

-Shh.

Lentamente, abrió los ojos. La bruja rubia estaba ante él en toda su gloria. Llevaba el pelo suelto. Le llegaba hasta la cintura, y lo tenía ligeramente rizado. Su piel era perfecta, tenía los ojos azul oscuro, y los labios como una ciruela madura. Parecía que tenía unos veinte años.

Llevaba una túnica roja, la misma que aquel día en el bosque. Aden también. Estaban junto a un edificio que parecía una pequeña iglesia de ladrillo blanco, con un tejado puntiagudo que ascendía hacia el cielo y que tenía un porche cubierto. El aire era caliente y húmedo y estaba perfumado con los olores del verano.

-¿Y bien?

Aden esperó un momento para intentar saber cuál era la mejor respuesta. No quería cambiar el pasado y por lo tanto, el futuro, pero no podía quedarse callado.

-¿De qué estábamos hablando? -preguntó con aquella voz femenina.

La rubia puso los ojos en blanco.

-Mira, sé que te asusta el castigo. Le hablaste a un humano sobre tus poderes, y ahora tenemos que marcharnos antes de que empiece la caza de brujas. Pero...

Ella continuó hablando, pero Aden se alejó de aquel recuerdo. No era el que necesitaba. Cerró los ojos y volvió a imaginarse que estaba dentro de la cabeza de la bruja. No sabía si iba a funcionar, pero de repente se vio de nuevo en el interior de otro tornado, y al segundo, estaba allí, ante el mar de recuerdos.

Gracias a Dios. Debía de estar mejorando mucho en aquel tipo de cosas.

«¿Es que no se va a callar este tipo?», se preguntaba la bruja.

Riley seguía hablándole sobre el bien y el mal, la vida y la muerte, y le decía que él sólo quería proteger a sus amigos, que tenía que conseguir que Aden llegara a la reunión, pero que no podía hacerlo si no sabía dónde era aquella reunión. Tenía la voz ronca, y Aden se preguntó cuánto tiempo habría pasado.

De nuevo, volvió a concentrarse en su tarea y eligió otra de las pantallas, en la que aparecía otro recuerdo de la bruja rubia. Alargó la mano hacia ella.

Aden se encontró en una escena muy distinta a la anterior. Había anochecido, y estaba en un círculo, rodeado de brujas que vestían túnicas rojas. Estaba lloviznando y hacía mucho frío. Sin embargo, él no lo sentía, porque estaba junto a una hoguera que había en el centro del círculo.

Tenía un cosquilleo en la piel, y el vello de la nuca en punta. Miró a su alrededor.

La rubia estaba frente a él. Dijo algo en un idioma que él no entendió, y todas las mujeres se tomaron de la mano. Aquello lo sobresaltó, pero no se permitió dar un respingo.

Todo el mundo comenzó a murmurar algo. Aden escuchó. Estaban hablando en aquel idioma extraño. Aquello debía de ser un hechizo, pero... ¿para qué?

Caleb repitió las palabras.

«Creo... creo que están pidiendo protección de las fuerzas oscuras».

Si Aden tenía alguna duda de que Caleb era afín a las brujas, dejó de tenerla en aquel momento.

-Hay alguien que está dificultando nuestro poder -dijo la rubia de repente, y miró por todo el círculo-. Jennifer, ¿por qué no cantas?

Por fin, el nombre de la bruja. Jennifer. Algo muy humano.

En vez de responder, Aden se salió de aquel recuerdo y volvió a la mente de lennifer. De nuevo, estaba ante las pantallas de televisión, que se balanceaban de atrás hacia delante.

¿Acaso aquel error había cambiado el futuro?

Miró a su alrededor. Riley se estaba bebiendo un vaso de agua, y Victoria estaba hablando de su deseo de salvar a los humanos. Gracias a Dios. Las cosas no habían cambiado. Aquella habitación no tenía ventanas, así que él no podía mirar al exterior para intentar deducir qué hora era. Lo intentaría una o dos veces más y después saldría de la bruja, con o sin información.

«Elige con cuidado», le dijo Elijah. ¿Acaso estaba presintiendo algo? Hablaba con miedo, y no lo habría hecho sin un buen motivo.

Aden quería pedirle ayuda a Caleb, pero no podía arriesgarse a que la bruja oyera su conversación. Muchas de aquellas pantallas pasaban por delante de él, con recuerdos de la niñez de Jennifer, otras de su adolescencia, algunas con un chico, otras llorando.

Entonces vio algo inesperado. El doctor Hennessy aparecía en sus recuerdos. Sin darse cuenta, Aden alargó una mano y tocó aquella pantalla, y se vio inmerso en aquel recuerdo. En aquella ocasión se encontró en el bosque que él atravesaba todos los días, sólo que la rubia estaba a su lado, y también el doctor Hennessy.

También en aquel momento era de noche y hacía frío. En la distancia se oía el aullido de los lobos.

La rubia se puso muy tensa.

-No te preocupes por los lobos -le dijo el doctor Hennessy-. No pueden sentir nuestra presencia, ni pueden vernos.

¿Y por qué? ¿Otro encantamiento? ¿Qué tipo de poderes poseía el médico?

-Entonces, ¿qué están haciendo aquí? -preguntó la rubia.

«Qué guapa», dijo Caleb. «Y es mía, creo. Tengo que hablar con ella, Aden. Por favor».

«Shhh», siseó Aden, aunque no estaba seguro de si el alma lo oía o no. «¿Es que quieres que nos oiga Jennifer?».

«Éste no es momento de charlar, Caleb», añadió Elijah, que tal vez sentía los pensamientos de Aden. El vidente estaba más vinculado a él que las otras dos almas.

«Nunca es el momento».

-Seguro que lo mismo que vosotras -respondió el doctor Hennessy, aunque su voz sonaba diferente, más femenina-. Vosotras también habéis sentido la explosión de poder, Marie, y la atracción de ese poder es lo que os ha arrastrado hasta aquí.

Marie. Otro nombre. Aquella conversación debía de haberse producido cuando todas las criaturas llegaron a Oklahoma, sin saber, todavía, que Aden era el origen de aquella atracción.

-Sí -respondió Marie-. Es cierto. ¿Estás diciendo que no sois vosotros quienes nos habéis arrastrado a una trampa?

-Claro que no. Somos aliados. A menos que hayáis sido vosotras las que nos habéis atraído hacia una trampa. Para mí, esto es como la magia negra.

-Como bien sabes, nosotras no practicamos las artes oscuras.

-Entonces, seguimos siendo aliados.

La tensión disminuyó.

-Eso es magnífico, pero admitir que seguimos siendo aliados no es el motivo por el que habéis convocado esta reunión, seguro. Y, por favor, ¿podrías quitarte la máscara? Así estás espantosa, y no puedo soportar mirarte un minuto más.

El doctor Hennessy frunció el ceño.

-El engaño es necesario.

-Con los humanos sí, pero no con nosotras.

-Oh, está bien.

Entonces, una luz blanca irradió de los poros de la piel del médico. Pronto, aquella luz explotó y se convirtió en una lluvia de chispas. Cuando aquellas chispas se disiparon, Aden se quedó boquiabierto. El doctor Hennessy se había convertido en la señora Brendal.

¿Eran la misma criatura?

«¿Estoy viendo lo que creo que estoy viendo?», preguntó Caleb.

«Nunca me lo habría imaginado», dijo Elijah.

«Yo... yo... ». Julian no pudo terminar el pensamiento.

Entonces, ¿por qué había ido la señora Brendal al rancho en su forma verdadera, y no como el doctor Hennessy? ¿Acaso Dan le había dicho al doctor Hennessy que iban a buscar otro médico? No, porque la invitación a la cena había sido antes de que Dan le diera la noticia. Aquello era... muy raro. Él... ella... era un hada.

-Mucho mejor -dijo Marie-. Y gracias.

De nuevo, Brendal se encogió de hombros, y miró a Aden con una ceja arqueada.

-Sé que soy bella, sí, pero no tienes por qué mirarme tan fijamente.

-Oh, lo siento -dijo Aden, y se miró los pies. Iba calzado con unas sandalias, y llevaba las uñas de los pies pintadas de verde. ¿Qué demonios...? Ah, sí. Estaba en el cuerpo de Jennifer.

Marie le dio un codazo y él alzó la mirada. Lo estaba observando con el ceño fruncido y con un gesto de irritación, como preguntándole que en qué demonios estaba pensando.

-Bueno, ¿y qué tenéis pensado hacer con respecto a la atracción? -preguntó Brendal.

-Antes, cuéntanos vuestros planes -replicó Marie.

Brendal volvió a encogerse de hombros.

-De acuerdo. Debemos descubrir cuál es la fuente de la atracción. ¿Es humana? ¿Es algo hecho por el hombre? ¿Algo que acaban de encontrar bajo la tierra? -Brendal cerró los ojos un momento e inhaló profundamente, aunque no dejó de caminar-. Estamos muy cerca de esa fuente, sea lo que sea. La siento con más fuerza que nunca.

Aden intentó no encogerse.

-Yo también -dijo Marie.

-Yo también -repitió Aden-. ¿Y qué pensáis hacer cuando la encontréis?

-Eliminarla, por supuesto -dijo el hada.

-Tal vez debiéramos conservarla -sugirió Marie.

Brendal pestañeó con desconcierto.

-¿Y por qué?

A la izquierda de Aden comenzaron a crujir unas ramas, y de repente aparecieron varios duendes. Movían las piernecitas más rápidamente de lo que él creía posible. Llevaban unas sonrisas malévolas en la cara y la boca ensangrentada. Entonces, dos lobos saltaron sobre ellos y los derribaron.

Un segundo después estallaron gritos agudos, gruñidos y rugidos, y súplicas, y al instante, se hizo el silencio. Tal y como había prometido Brendal, ninguno de aquellos seres sintió su presencia.

Aden miró con horror la escena. No reconoció a los lobos, y sabía que estaban haciéndolo para proteger a su gente, pero... era algo muy violento.

Brendal y Marie continuaron andando sin prestar atención. Cuando se dieron cuenta de que Aden se había quedado atrás, se volvieron. Con el ceño fruncido de nuevo, Marie le hizo un ademán con la mano para que avanzara. Él se apresuró a seguirlas, y retomaron la marcha.

-Esto es una oportunidad preciosa -dijo Marie, continuando con su explicación como si no hubiera ocurrido nada-. Supongamos que la atracción proviene de un humano, y no de un objeto inanimado. El poder de ese humano debe de ser tremendo, y no sólo nos ha atraído a nosotros, sino también a los vampiros y a los lobos. Si capturamos a ese humano, dominaríamos su poder y conseguiríamos atraer a nuestros enemigos hacia una trampa. Y si pudiéramos matar a los vampiros y a los lobos, nosotras ya no tendríamos que preocuparnos de que nos usaran como alimento o como conejillos de indias para los experimentos, y vosotros tendríais protegidos a vuestros humanos de esas horrendas garrapatas.

«Garrapatas». Aden apretó los puños. Victoria no era una garrapata.

-Ninguno de nuestros pueblos es muy famoso por su tendencia a compartir, Marie -replicó Brendal-. ¿Cómo íbamos a compartir a este humano? Si verdaderamente estamos buscando a un humano.

-Podemos llegar a un acuerdo de custodia. Es mejor eso que destruir algo tan poderoso.

Así pues, no querían destruirlo. Era bueno saberlo, y también era algo útil.

-A menos que algo tan poderoso se vuelva contra nosotros -repuso el hada.

Marie suspiró.

-Sí, es verdad.

-Bueno, tendremos que seguir buscándolo y decidir cuando lo hayamos encontrado. Mientras, nos mantendremos informados de nuestros avances, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Hubo un silencio.

Brendal miró a Aden.

-Tu aprendiza está muy callada. ¿Es que tú no piensas nada, chica?

De nuevo, Aden se ausentó de aquel recuerdo. No sabía lo que podía responderle al hada, y no quería alterar demasiado el futuro, así que volvió a imaginarse a sí mismo en el interior de la cabeza de Jennifer. En aquella ocasión, cuando estuvo en aquel rincón oscuro, se dio cuenta de que las pantallas de televisión ya no flotaban ante él.

¿Por qué? ¿Se había delatado? ¿O había alterado el futuro de verdad?

Con un suspiro, Aden salió de entre las sombras.

«¿Quién está ahí?», preguntó Jennifer inmediatamente.

Aden no respondió. Sacó su cuerpo del de la bruja y se quedó ante ella, sudando y jadeando. Le fallaron las piernas y cayó de rodillas, y quedó a la altura de los ojos de la chica, aunque ella los tenía vendados y no podía verlo. La posesión de un cuerpo lo debilitaba siempre, pero no con tanta rapidez. Debía de haber estado dentro demasiado tiempo.

-¿Qué me habéis hecho? -gritó Jennifer-. Sois vosotros el motivo de mis lagunas, ¿verdad? ¡Acaba de ocurrir otra vez! ¡Respondedme!

«Lagunas». Así llamaba a los momentos en los que él había vuelto atrás. Entonces, había cambiado el futuro. Aden se sintió cansado, y se preguntó qué le habrían hecho.

«Está viva, sana y salva», dijo Caleb con alivio. «Bien hecho, Aden».

-Gracias a Dios -susurró Victoria, que apareció de repente tras él. Lo abrazó, y su energía se filtró en su cuerpo y lo fortaleció-. Creíamos que no ibas a salir nunca.

-¿Cuánto tiempo ha pasado?

-Seis horas.

Aden abrió unos ojos como platos. ¿Tanto? El día estaba pasando rápidamente, y apenas les quedaba tiempo.

-Ayúdame a levantarme -le pidió a Victoria.

Ella le ayudó a incorporarse y le pasó una mano por la cintura. Salieron de la habitación, dejando allí a la bruja, que no cesaba de gritar, y lo llevó por un pasillo hasta otra habitación. Allí había un sofá y una silla.

-¿Dónde está Riley? -preguntó Aden mientras se dejaba caer sobre el sofá.

-Se ha ido con Mary Ann a buscar algo de comer -dijo Victoria, y se sentó a su lado-. ¿Has averiguado algo?

-Nada que nos pueda ayudar con la reunión.

A Victoria se le hundieron los hombros de la decepción.

-Entonces, ¿qué has averiguado?

-Que tengo peor suerte de la que pensaba. El doctor Hennessy me hipnotizó y me tatuó las marcas, ¿sabes por qué? No es un doctor, sino un hada. Esa hada y las brujas están trabajando juntas, y han planeado atraparme y usarme como fuente de atracción para los vampiros y los lobos. Quieren llevaros hacia una trampa para poder aniquilaros. A ambas razas.

-Vaya. Eso es duro de asimilar.

-Lo sé, y siento mucho habértelo soltado así. Sin embargo, no entiendo por qué no me han atrapado. Tanto las hadas como las brujas saben que soy yo quien las atrae, y han tenido oportunidades de hacerlo.

-Tal vez porque te protegen los vampiros y los lobos.

-Tal vez.

-Bueno, ¿y qué vamos a hacer con respecto a la reunión?

«Tengo una idea increíble», intervino Caleb. «Es la mejor idea que hayáis oído en la vida».

Elijah gruñó.

«Sé lo que vas a decir. No le escuches, Aden».

«Ahora sí que estoy nervioso», añadió Julian.

Caleb explicó su plan. Después, fue Aden quien gruñó. Por supuesto, el plan de Caleb era muy bueno para él, porque le gustaban mucho aquellas brujas y no pensaba con el cerebro, sino con las hormonas, pero de todos modos, a Aden no se le ocurría ninguna otra cosa para poder liberar a sus amigos del maleficio.

-Está bien, voy a entregarme -dijo. Entonces, Caleb le dio unas palmaditas en la espalda.

A Victoria se le escapó un jadeo. Negó tan violentamente con la cabeza, que los mechones de pelo negro le golpearon las mejillas.

-No. Eso es muy peligroso y...

-Es la única manera. Yo soy el que tiene que acudir a la reunión. Si fingimos que hemos soltado a Jennifer, podemos...

-¿lennifer? ¿Quién es Jennifer?

-Nuestra encantadora rehén -dijo él-. Si la soltamos, ella querrá atraparme y llevarme ante sus amigas. Yo estaré con ellas. Me harán preguntas. Eso es una reunión, ¿no?

Victoria se mordió el labio inferior.

-Pese a tu origen, tal vez decidieran destruirte.

Aden estaba dispuesto a correr aquel riesgo por Victoria y por los demás. Le tomó la barbilla en la palma de la mano y notó su calidez y su suavidad.

-Se nos está acabando el tiempo.

Ella se dejó acariciar.

-Bueno, pero no estoy dispuesta a que arriesgues tu vida. Dejaré que la bruja me capture a mí también, y así...

Él hizo un gesto negativo con la cabeza antes de que ella hubiera podido terminar.

-Las brujas y los vampiros son una mala combinación, como bien sabes. Y siento decir esto, pero es más probable que me lleven con ellas si tú no estás presente. Además, tenemos que hacer esto antes de que llegue Riley -añadió Aden. Sabía que el lobo no iba a permitir que su rey corriera ningún riesgo.

Sin embargo, lo que quería impedir a toda costa era que las brujas y las hadas destruyeran a los vampiros y a los lobos. No iba a permitir que Riley y Victoria se convirtieran en sus víctimas.

-Tú eres el rey -dijo Victoria, agarrándolo por la pechera de la camiseta-, así que no puedo impedirte que hagas lo que deseas, pero tienes que...

-Yo no soy el rey -replicó él-. Soy tu novio.

Ella le pidió, con la mirada, que la comprendiera.

-Y yo quiero que mi novio siga con vida.

Aden se ablandó por dentro y por fuera.

-Voy a morir pronto, y los dos lo sabemos -dijo.

Hizo que soltara su camiseta y le deslizó las palmas de las manos por debajo de la tela, sobre su estómago, hasta las heridas encostradas que tenía por encima de las costillas. En la visión que le había mostrado Elijah, él tenía cicatrices. Muy pronto, después de que las heridas hubieran cicatrizado, él moriría.

Sin embargo, no iba a permitir que ella percibiera el miedo que sentía al pensar que iba a sufrir otro apuñalamiento. Debía proteger a sus amigos.

-Hay una diferencia entre saber que tal vez vayas a morir pronto, y correr tal peligro voluntariamente -gritó Victoria.

-Escucha. Son heridas todavía. No han cicatrizado. Todavía me queda un poco de tiempo. Eso significa que las brujas no me van a matar.

Ella suspiró al oír sus palabras, y él supo cuál era el momento exacto en el que Victoria había aceptado sus intenciones. La esperanza se le reflejó en el iris de los ojos, e hizo que brillaran como dos amaneceres gemelos sobre el mar.

-Entonces, ¿se supone que tengo que dejar que te marches con la bruja y esperar que todo salga bien? -le preguntó Victoria.

Aden asintió.

-Je asegurarás de que nadie me eche de menos en el rancho?

Victoria frunció el ceño, pero asintió.

-Gracias -dijo Aden-. Y, por si se te había olvidado, te quiero.

Entonces la besó, profunda y minuciosamente, saboreándola como si aquélla fuera la última vez que podía hacerlo.

Y tal vez lo fuera.

Metió los dedos entre su pelo, y ella ladeó la cabeza para conseguir más y más contacto. En un momento dado, a Aden le pareció que notaba el sabor de la sangre, tal vez como si accidentalmente se hubiera rozado la lengua con los colmillos de Victoria, pero ni siquiera eso le detuvo. De hecho, siguieron besándose en silencio, absortos el uno en el otro, hasta que la puerta de la cabaña se abrió y sonaron unos pasos.

Aden y Victoria se separaron y vieron a los hermanos de Riley, a unos metros, sonriendo.

-Bueno -dijo Aden, y se puso en pie. Se tambaleó, porque todavía estaba débil, pero no se cayó.

Victoria se puso junto a él mientras se alisaba la camiseta rosa.

-Hola, chicos.

-Nunca pensé que vería el día en que Victoria se dejaría besar de esa manera, ¿verdad? -le preguntó Maxwell a Nathan.

Nathan se echó a reír.

-No se estaban besando. Se estaban devorando el uno al otro.

Aden se ruborizó.

-Ya está bien -dijo. Después abrazó a Victoria y le susurró al oído-: Distráelos, yyo me marcharé con Jennifer.

Ella le besó la mejilla y se alejó de él.

Entonces se volvió hacia los hermanos, que seguían sonriendo como bobos, y le tendió la mano a Maxwell.

-Agárrame.

-¿Por qué? ¿Quieres más besos? Claro, estoy dispuesto a todo -dijo él, y tomó la mano de Victoria.

Al instante desaparecieron. Nathan se giró con el ceño fruncido, y Victoria apareció junto a él. Lo agarró del brazo sin que el lobo pudiera evitarlo, y desapareció con él. Aden se quedó solo.

«¡Ahora!», ordenó Caleb. «Tienes que actuar ahora».

«Aden», dijo Elijah, «piénsalo bien».

-Ya no tenemos tiempo para pensar. Voy a hacerlo, y se acabó.

Con la barbilla alta, caminó por el pasillo hacia la habitación donde estaba la bruja, respiró profundamente y giró el pomo de la puerta.