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Mary Ann dejó la bandeja de la comida en una de las mesas y se sentó frente a Victoria, que acababa de sentarse también. Shannon, el amigo de Aden del rancho, estaba a su lado. Era un chico negro guapísimo, de ojos verdes que le recordaban a los de Riley. Una vez, ella había llegado a pensar que era él el lobo que la seguía por todas partes.

Junto a Mary Ann estaba Penny Parks, su mejor amiga y vecina de al lado. Tenía la melena platino, los ojos azules como zafiros, y la piel pálida y pecosa, y había alimentado los sueños de muchos de los estudiantes del instituto de Crossroads.

Una chica común y corriente podría desarrollar varios complejos rodeada de tanta perfección.

Victoria se fijó en Shannon.

-Una pregunta, ¿has visto a Aden esta mañana?

Shannon acababa de tomar un bocado de pizza. Masticó y negó con la cabeza. Después tragó.

-Se había marchado antes de que yo me despertara.

-¿Y lo viste anoche? -preguntó Mary Ann.

Shannon asintió.

Entonces, ¿dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo?

Victoria suspiró.

-Bueno, ¿y a ti qué te pasa? -le preguntó Penny, cambiando de tema de repente-. Ni siquiera estás fingiendo que comes o bebes. ¿Es que tienes anorexia? ¿Por eso estás tan delgada?

-Penny -dijo Mary Ann, que se había quedado boquiabierta. Traducción: «¡Maleducada!».

-¿Qué? -preguntó su amiga, toda inocencia-. Tengo curiosidad. Pregunta a cualquier profesor de por aquí. Te dirán que la curiosidad es un rasgo de aquéllos que quieren aprender.

Victoria las miró.

-La comida americana no me resulta apetecible -dijo-. Prefiero comer en casa.

-Entiendo -dijo Penny, que claramente se había creído la mentira-. ¿Y de dónde eres?

-De Rumanía.

-Eso da miedo. Pero no tienes mucho acento extranjero, de todos modos. ¿Has viajado mucho? ¿Tu padre o tu madre son de otro lugar?

Victoria asintió, pero no dio más información.

Penny continuó despreocupadamente.

-Entonces, ¿por qué te has venido a vivir a Oklahoma, precisamente? ¿No es un lugar un poco paleto para alguien como tú?

-Bueno, ya está bien de interrogatorio -dijo Mary Ann con un suspiro.

Victoria llevaba varias semanas asistiendo a clase en el instituto, pero se había mantenido apartada de todo el mundo salvo de Aden, Mary Ann y Riley, porque no sabía cuánto tiempo iba a estar allí ni lo que iba a ordenarle su padre. Y en realidad, ella consideraba a los humanos una fuente de alimentación, y no pensaba en hacer amistad con ellos. Aunque a Mary Ann le gustaba pensar que la muchacha se estaba ablandando por Aden.

Aden. ¿Dónde estaría? ¿Lo habría encontrado ya Riley?

Riley. A cada minuto que pasaba, Mary Ann se sentía más y más preocupada por él. Y por Aden, claro. Con aquel estúpido maleficio de muerte sobre sus cabezas... Oh, Dios. No tenía que recordarse aquello, aparte de todo lo demás. Casi no podía respirar...

Llevaba todo el día con los nervios de punta, y muy distraída. No tenía ni idea de lo que habían dado en las tres primeras clases.

Victoria la miró a los ojos, y ambas chicas compartieron un momento de comunicación silenciosa.

«Entretenme», le dijo Mary Ann, formando las palabras con los labios.

«No puedo. Entretenme tú», respondió Victoria.

«Esto es un agobio».

«Lo sé».

-¿Cuándo va a terminar este día? -preguntó Victoria con exasperación.

-Todavía falta muchísimo -murmuró Penny.

¿Y por qué murmuraba ahora? Un minuto antes estaba risueña.

-A m-mí me gusta estar aquí -dijo Shannon-. ¿Sabéis lo difícil que es conocer a alguien que t-te acepte tal y como eres?

Ahora, Mary Ann sí lo sabía. Lo sabía después de haber averiguado que sólo calmaba a la gente que tenía poderes sobrenaturales, y que en realidad, no se sentían embelesados por sus encantos. Pero, bueno, a Riley sí le gustaba por sí misma. Oh, las cosas que él le había dicho aquella misma mañana... Le había dicho que era guapa, valiente y afectuosa con los demás. Ella iba a deleitarse con aquellos cumplidos durante semanas.

Paseó la mirada a su alrededor. Había muchos chicos por allí, unos dirigiéndose apresuradamente hacia la cola del mostrador, puesto que había pizza y tacos en el menú de aquel día, y otros buscando a sus amigos en aquella inmensa cueva llena de bancos que era la cafetería. Las paredes eran blancas y estaban adornadas, o afeadas, dependiendo de la perspectiva de cada uno, con carteles que promulgaban el espíritu escolar. El nivel de ruido era muy alto aquel día, y de repente, a Mary Ann le atacó los nervios.

-Eh, Penny, ¿quieres venir a mi casa después de clase? -le preguntó a su amiga un deportista que pasó junto a su mesa. Los chicos que iban con él se echaron a reír-. Podemos estudiar anatomía.

Penny se ruborizó.

-Imbécil -le gritó Mary Ann con los puños apretados.

Algunas de las conversaciones que se desarrollaban a su alrededor se interrumpieron, y mucha gente se fijó en ella. Mary Ann nunca gritaba, y menos insultos, pero en aquella ocasión no había podido controlarse.

Penny estaba embarazada del exnovio de Mary Ann. Eso había sido difícil de asimilar, porque significaba que su amiga y su novio la habían engañado. En realidad, ella todavía tenía sentimientos de dolor y desconfianza, pero quería a Penny y estaba esforzándose por perdonarla. Sin embargo, todo aquello no convertía a su amiga en una cualquiera, y aquellos chicos mezquinos no tenían derecho a burlarse de ella.

Los chicos se detuvieron y miraron todos a la vez a Mary Ann. Shane Weston, con el ceño fruncido, dio un paso hacia delante. Era un muchacho muy grande y muy fuerte, y era evidente que estaba enfadado.

-Será mejor que cierres la boca, Gray. Tucker ya no está contigo para defenderte.

MaryAnn abrió la boca para contestar, pero no le salió ninguna palabra.

«¡Cobarde! Di algo. Cualquier cosa».

Permaneció en silencio. Nunca se le habían dado bien los enfrentamientos, y en aquel momento, cuando necesitaba el coraje que había alabado Riley, no halló ninguno. Se sintió avergonzada.

-Eso era lo que yo pensaba -dijo Shane, riéndose.

-Má-márchate de aq-quí -gruñó de repente Shannon.

-¿Cómo? ¿Te estamos enfadando, y no nos gustaría que te enfadaras de verdad? Como quieras, tartaja.

Shane se alejó con su pandilla, riéndose de nuevo.

-¿Quieres que lo mate? -preguntó Victoria sin alterarse.

-Sí -respondió Penny, al mismo tiempo que Mary Ann decía que no.

Penny no tenía ni idea de que Victoria lo haría de verdad. En aquel momento tenía los colmillos retraídos, pero podía dejar seco a Shane Weston en cuestión de segundos.

Victoria se encogió de hombros.

-Si cambias de opinión...

-Tenemos que conseguir que Mary Ann cambie de opinión. Yo estoy a favor de aniquilar deportistas -dijo Penny. Se puso en pie como si no le hubiera importado nada lo que acababa de suceder, pero tenía una expresión dolida-. Bueno, de todos modos tengo que entregar un ensayo para la clase siguiente, y ni siquiera he empezado.

-¿Necesit-tas ayuda? -le preguntó Shannon, y se levantó del banco antes de que ella pudiera responder.

Mary Ann se dio cuenta de que quería protegerla, por si alguien más la insultaba. Se le llenaron los ojos de lágrimas, porque, demonios, ella echaba de menos a su protector.

Penny se quedó muy sorprendida, pero rodeó la mesa y tomó del brazo a Shannon.

-Claro. ¿Se te da bien Sylvia Plath?

-No.

-Excelente. Puedes ayudarme a inventármelo todo.

Se alejaron riéndose. Penny se volvió y saludó a Mary Ann para despedirse.

Por fin solas.

Mary Ann apoyó los codos sobre la mesa y se inclinó hacia Victoria.

-Tenemos que trabajar un poco para mejorar tu... humanidad.

Victoria frunció el ceño.

-¿Qué quieres decir?

-No puedes ir por ahí ofreciéndote para matar a gente. Podrías meterte en problemas.

Victoria alzó la barbilla, y Mary Ann vislumbró su faceta obstinada.

-A mí me gustan los problemas.

-Muy bien. Pero a Aden no -dijo Mary Ann.

Victoria bajó la cabeza poco a poco.

-Tienes razón -dijo, y suspiró-. Algunas veces me pregunto si soy la chica más adecuada para él. Si, tal vez... tú serías más conveniente para él.

-¿Estás de broma? -le preguntó Mary Ann. Para empezar, quizá Victoria hubiera dicho aquellas palabras como si fueran una sugerencia, pero su tono de voz era de cólera. Y en segundo lugar, Mary Ann adoraba a Aden, pero no anhelaba estar con él como anhelaba estar con Riley-. Ese chico está loco por ti.

Victoria se relajó un poco.

-Sí, pero a veces, cuando estamos juntos, tú te ríes y él te mira, y en su cara se refleja tanta... melancolía. Cuando sucede eso, me dan ganas de destrozarte la tráquea. Lo siento, pero es la verdad.

Bien. Ya había estado a punto de morir antes del maleficio, y no tenía ni idea. Perfecto.

-Puedo decirte, con seguridad, que yo no le gusto a Aden como novia. Aden y yo... sólo somos amigos, y sólo seremos amigos. Nuestras habilidades son diferentes y contrarias, y nos empujan a salir corriendo en direcciones opuestas casi todo el tiempo. Es un milagro que podamos ser amigos. Además, ¿te imaginas que alguien puede querer besar al chico en el que ha estado viviendo su propia madre?

Victoria negó con la cabeza, pero no parecía que estuviera completamente convencida.

-Tal vez esa melancolía a la que te refieres aparece porque él quiere hacerte reír así. Seamos francas: te conozco desde hace semanas, y sólo te he visto sonreír una vez. Quizá. Puede que estuvieras haciendo un gesto raro.

Victoria la miró con sorpresa.

-¿Estás diciendo que soy... deprimente?

-¿Vas a querer desgarrarme la tráquea si te digo que sí?

Victoria entrecerró los ojos.

-Puede que sí, pero no me permitiré ese lujo.

-Gracias. Entonces, sí. Pero es fácil de solucionar. Sólo tienes que alegrarte un poco, gastar alguna broma de vez en cuando. Aden ha tenido demasiada seriedad en su vida, ¿sabes? Muchas cosas malas. Ahora necesita cosas buenas.

«¿Acaso ahora eres psiquiatra?», se preguntó. Bueno, en realidad siempre había querido ayudar a la gente.

-Yo... yo... Bueno, me parece muy mal que los chicos piensen que pueden dejarnos aparte de las cosas -dijo Victoria. Claramente, el tema del humor estaba cerrado-. Nos tratan como si fuéramos damiselas en peligro.

Victoria puso los codos en la mesa, como Mary Ann, y apoyó la barbilla en las manos.

Mary Ann no sabía si la chica iba a seguir su consejo o no. Sólo el tiempo lo diría.

-Estoy de acuerdo -respondió, y aceptó el cambio de tema sin comentarios-. Y es exasperante.

Sin embargo, ella era una damisela en peligro. La prueba era que no le había dado un puñetazo en la nariz a Shane, como se merecía.

Mary Ann se sentía disgustada consigo misma. Apartó la bandeja de la comida. De repente, el olor a pizza le hizo daño al estómago. Debería tener mucha hambre, porque se había saltado el desayuno, pero no tenía ganas de comer. Si pensaba en tomar un bocado de pizza, le entraban náuseas.

-Entiendo que yo puedo hacer cosas útiles aquí -prosiguió Victoria, que era ajena a la agitación que sentía Mary Ann-. Puedo protegerte a ti, por supuesto. Y he convencido a todos los profesores de Aden de que está aquí, así que no tendrá problemas y no lo echarán del rancho.

Victoria podía conseguir, con su voz, que la gente creyera lo que ella quisiese. Mary Ann temía aquella voz. ¿Desnudarse en público sólo porque un vampiro se lo ordenara? Sí, eso podía ocurrir. Eso, y cosas mucho peores. Afortunadamente, estaban en el mismo bando.

La letanía de habilidades de Victoria continuó:

-También soy una gran luchadora. Y no pueden hacerme daño. Soy una mujer vampiro indestructible.

Mary Ann no se molestó en comentar que su padre, un vampiro indestructible, había muerto asesinado. Ni que su antiguo prometido, un vampiro indestructible, había seguido a Vlad el Empalador, poco después, a la tumba.

-En primer lugar, no tienes que protegerme. No soy una inútil -dijo Mary Ann-. No tienes por qué hacer de canguro.

Victoria suspiró.

-No quería ofenderte. Soy nueva en esto de interactuar con los humanos. Vosotros siempre habéis sido mi alimento, y nada más. O, más bien, mi delicada fuente de alimento, tan fácil de destruir -dijo, y terminó con una sonrisita.

¿Una sonrisa? ¿En aquel preciso instante?

Victoria estaba intentando bromear con ella, tal y como le había sugerido, pero Mary Ann sintió nerviosismo y no diversión.

Aquél era otro recordatorio de la muerte y la destrucción que podía estar esperándolos a todos a la vuelta de la esquina. Un vampiro podía dejar seco a un humano en cuestión de segundos. Un hombre lobo podía desollarlo. Pero...

Tal vez hubiera un modo de combatirlos.

Esa idea la dejó pensativa. No quería luchar contra Victoria ni contra Riley, por supuesto, pero necesitaba aprender a defenderse. De ese modo, la verían como una ayuda, y no como un estorbo.

-¿Y si...? -dijo ella.

Victoria habló al mismo tiempo que ella.

-Riley nos dijo...

Mary Ann se echó a reír.

-Tú primero.

-Iba a decir que Riley nos dijo que nos quedáramos aquí, pero eso no significa que tengamos que obedecerlo. Puede que Aden y él nos necesiten. Y si los salvamos, tendrán que agradecernos que hayamos acudido en su ayuda.

Mary Ann sonrió.

-Es verdad, pero... ¿adónde vamos a ir? ¿Dónde podemos encontrarlos?

-Yo iría... -de repente, Victoria se puso muy tensa y frunció el ceño-. ¿Has oído eso?

Mary Ann escuchó con atención mientras miraba por la cafetería. Los mismos chicos, la misma charla intrascendente.

-¿El qué?

-Ese grito -dijo Victoria-. Era un grito de dolor... Nunca había oído nada semejante -explicó, y se puso en pie de un salto. La silla chirrió al arrastrarse hacia atrás por el suelo-. Y creo que... que era la voz de Aden.

Mary Ann estaba en pie al instante, con el corazón acelerado y la sangre helada. Notó una mano caliente que la agarraba por la muñeca, y después una brisa enérgica que le revolvió el pelo. Sus pies perdieron el contacto con el suelo y de repente, estaba flotando, volando. Gritó del susto.

Los chicos, las mesas, las paredes, todo desapareció. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron gruesos troncos de árboles a su alrededor. Aunque estaba nublado, había demasiada luz para sus ojos llenos de asombro.

Victoria estaba a su lado.

-¿Qué acaba de ocurrir? -preguntó Mary Ann con la voz ronca.

¿Y por qué tenía ganas de vomitar? Tenía el estómago espantosamente revuelto.

-Nos he teletransportado al bosque. Sólo puedo recorrer distancias cortas, así que tenemos que hacer esto varias veces para llegar al rancho.

Un momento, ¿Victoria las había sacado del instituto?

-¿Nos ha visto alguien?

-No estoy segura. Mañana lo sabremos.

«Magnífico», pensó Mary Ann, que de repente se sentía muy mareada.

-Te agradecería que me avisaras la próxima vez, ¿de acuerdo? -dijo, y se inclinó hacia delante. Estaba sudando, pese a que tenía una tormenta de hielo en las venas.

-¿Mary Ann?

-¿Sí?

-Aquí está tu aviso.

De nuevo, Mary Ann notó una mano caliente en la muñeca, y de nuevo, el suelo desapareció bajo sus pies. Flotó, voló y notó el viento en el pelo. En aquella ocasión, cuando se detuvieron, se dio cuenta de que estaban en un vecindario, rodeadas de casitas humildes. Había mirlos graznando y volando por todas partes, como si algo los hubiera asustado. Estaban junto a una calle, y por ella pasaba un coche. El conductor las miró sin disimulo todo el tiempo que pudo. ¿Acaso las había visto aparecer de la nada?

«Pensará que se ha confundido. No te preocupes por eso».

-No... eh... yo...

No podía hablar. Excelente. Si seguía así, pronto parecería cualquier otro adolescente del instituto.

Sin embargo, no tuvo tiempo para lamentarlo. Los puntos negros se estaban extendiendo ante su vista, y algunos de los círculos ya se tocaban. La tormenta de nieve se intensificó descontrolada mente en su interior y se convirtió en una ventisca. Mary Ann se estremeció. Hielo. Había empezado a odiarlo.

-Sólo un poco más -dijo Victoria-. ¿De acuerdo? ¿Sí?

Por Aden. Por Riley. Mary Ann podía hacerlo. Se irguió y asintió.

Victoria no perdió el tiempo y volvió a tomarla de la mano. Cuando se solidificó en otra parte, sólo pudo ver fragmentos de su entorno entre la negrura. La vía del tren, una hierba amarilla y muy alta, y una serpiente que se arrastraba sobre el raíl oxidado. ¿No debería estar hibernando?

-Ya hemos llegado.

Por fin. A Mary Ann le fallaron las piernas y cayó al suelo tomando bocanadas de aire. Estaba muy mareada. El aire estaba demasiado denso y era muy frío. Sólo había una cosa que tuviera sentido para ella en aquel momento: el teletransporte era un asco.

-El rancho está ahí mismo. Cuando puedas, ponte en pie y camina, ¿de acuerdo? Yo voy a entrar ya.

Victoria no esperó su respuesta, sino que salió disparada hacia el barracón.

«¡Lucha! ¡Lucha contra esto!». Si no lo hacía y Riley estaba dentro, él iría en su busca para ayudarla. La vería así, y pensaría que era más débil de lo que ya pensaba.

Pasó un minuto. Quizá una hora. Al final, Mary Ann consiguió salir de la oscuridad; su cabeza se aclaró lo suficiente como para que pudiera ponerse en pie, y el aire se aligeró lo suficiente como para que pudiera respirar. Intentó caminar, pero se tropezó. Todavía tenía que entrar en calor, así que cada paso que daba era como tener que empujar las piernas a través de un mar de lodo.

Por fin llegó al barracón del rancho donde se alojaban Aden y los demás chicos. Era un edificio de madera que estaba junto a un establo rojo. Encontró la ventana de la habitación de su amigo, que estaba abierta, y entró por ella. Se dejó caer sin ceremonias al suelo.

-¡Mary Ann!

La voz de Riley penetró en la niebla de su mente, y ella experimentó alivio y temor. Si Riley le decía algo de su presencia allí, o de su aspecto, ella iba a... ¿qué? No haría nada, probablemente. Cobarde.

No mucho más tiempo.

-Iba a ir a buscarte, nena. ¿Estás bien?

La rodeó con sus fuertes brazos y, con delicadeza, la ayudó a ponerse en pie.

-Estoy bien. Puedes soltarme -dijo Mary Ann. «No me sueltes», pensó al mismo tiempo-. ¿Dónde está Aden? ¿Cómo está?

Abrió los párpados y su mirada se clavó en la de Riley. Como siempre, notó que se le encogía el corazón. Era tan guapo... Era un guerrero. Pero en aquel momento, pese a todo eso, tenía aspecto de muerto viviente. No llevaba camisa y estaba manchado de sangre reseca.

-¿Qué te ha pasado?

-Ven a averiguarlo por ti misma.