11

«Lo mejor sería tirar el día de hoy por el retrete», pensó Aden mientras Shannon y él volvían a casa del instituto.

Los coches pasaban a su lado por la carretera, y al otro lado estaban los árboles. Aquel día iban por las calles principales, y no por el bosque. Riley se había empeñado en que lo hicieran, yAden sólo había conseguido librarse de él diciéndole que sí.

Aden había estado demasiado cansado durante todo aquel día como para escuchar a sus profesores. No sabía cuáles eran los temas que habían dado, y aunque hubiera podido prestar atención, las almas estaban demasiado charlatanas como para permitir que se concentrara, porque acababan de salir del aletargamiento que le habían producido las drogas. Querían saber lo que había ocurrido con los vampiros, pero él no había tenido ocasión de contárselo.

Y ellos no dejaban de preguntárselo. Aden tenía ganas de golpearse la cabeza contra la pared. Afortunadamente, Rileyy Mary Ann no habían hablado con él durante la comida. En realidad, Mary Ann no había hablado con nadie durante la comida. Se había sentado a la mesa, sin tocar la comida y mirando a todos los que pasaban cerca con el ceño fruncido. Aden quería preguntarle qué le ocurría, pero no le parecía inteligente intentar mantener una conversación con nadie.

Y menos, teniendo en cuenta que parecía que ella iba a tirarle algo a Riley a la cabeza, cuando el lobo anunció que iba a acompañarlo a él a casa en vez de acompañar a su novia. Pero Aden se había negado con firmeza a que lo hiciera. Tener a un amigo de su lado era muy bueno la mayoría de las veces, pero... ¿una niñera? No, gracias.

Para su sorpresa, Riley había aceptado su negativa después de protestar sólo a medias. Después de todo, así quedaba libre para marcharse con Mary Ann. Ojalá consiguieran solucionar sus problemas antes de la medianoche, cuando el grupo iba a reunirse para ir a la ciudad a cazar y secuestrar a una bruja.

Aden todavía estaba asombrado por aquello. ¿Un secuestro de verdad?

Tampoco había tenido ocasión de hablar de eso. No sólo por las almas, sino porque tenían público. Y después de clase, Aden había tenido que salir rápidamente hacia el rancho para que Dan pudiera llevarlo a la clínica del doctor Hennessy para su sesión de urgencia.

-Esto es un rollo -dijo.

-¿El qu-qué? -preguntó Shannon.

-La cita con el médico. No quiero ir.

«Si ese idiota de médico vuelve a obligarte a tomar más medicación, voy a pegarme un tiro», refunfuñó Caleb.

«Buena suerte», respondió con ironía Julian. «Creo que nunca te había contado esto, pero siempre he tenido el sueño de ver a un alma sin cuerpo agarrando una pistola».

«Bueno, pues con cuerpo o sin él, tal vez todos queramos pegarnos un tiro después de la sesión de terapia de hoy», dijo Elijah en tono sombrío.

-¿Es que sabes algo? -le preguntó Aden.

Las predicciones de Elijah nunca fallaban. Cuando el alma pensaba que iba a ocurrir algo, ocurría. Por lo general sólo sabía cuándo iban a morir las personas. Sin embargo, últimamente sabía otras cosas. Cosas que daban miedo. Como por ejemplo, que la sangre iba a correr en un río.

-¿Saber qué? -preguntó Shannon otra vez.

-Disculpa -dijo Aden, ruborizándose-. Lo que quería decir es que el día de hoy no es de lo mejor. Mary Ann estaba completamente callada, Riley se encontraba de muy mal humor y además tengo que ir al médico.

-Si. ¿Qué te pa-pasaba ayer? Nunc-ca te había vi-visto así.

Aden quería contárselo. Quería confiar por completo en Shannon, pero no sabía cómo iba a reaccionar el chico al saber que existían los vampiros, los hombres lobo y los fantasmas, así que no podía decir nada. Si Shannon se lo contaba a Dan, Dan pensaría que estaba loco, más loco de lo que ya creía, y lo enviaría a un reformatorio o a una clínica mental. Para que lo «ayudaran».

-Estrés -dijo, y no añadió nada más. En cierto modo, era la verdad.

-Ent-tiendo. Algunas veces, la vida es dem-masiado.

-¿Tienes algún problema? -le preguntó Aden. Sabía que los demás chicos se burlaban de Shannon por su tartamudez, y que el chico se avergonzaba mucho.

-¿Y si te-te dijera qu-que yo...? -Shannon se frotó la nuca. Estaba incómodo. Su tartamudez aumentó en aquel momento, lo que significaba que sus emociones estaban a flor de piel-. Mi-mis p-p-padres sabían qu-que era dife-ferente y...

-Ven -le dijo Aden. Lo agarró del brazo y lo llevó hacia el bosque. Sí, le había dicho a Riley que iba a mantenerse en las calles principales, pero tenía que ayudar a su amigo-. No pasa nada, Shannon. Puedes contarme cualquier cosa, de verdad.

Él también había sido diferente durante toda su vida. Oía voces y hablaba con gente que supuestamente no estaba allí. Y ahora atraía a las criaturas de los cuentos de hadas y de las pesadillas.

-Sí, pero yo no-no soy dife-ferente como t-tú...

Shannon se interrumpió y puso cara de horror.

-Lo-lo siento. No lo dig-go en el m-mal sentido. Es que... Nunc-ca se lo había c-contado a nadie y... Bubueno, no-no es del t-todo cierto...

De repente, un chico salió de detrás de un árbol.

Shannon y Aden se quedaron inmóviles.

Apareció otro chico. Ambos estaban relajados y no parecía que llevaran armas. El primero tenía el pelo rubio, la piel pálida y los ojos azules. El otro era pelirrojo y tenía los ojos entre castaños y dorados. Ambos eran más altos que Aden, y eran delgados y musculosos. Los dos llevaban camisetas y pantalones de algodón.

«Otra pelea no», gruñó Caleb.

Aden se agachó para echar mano de sus dagas.

-Nos envía Riley, Majestad -dijo el rubio, con una voz grave y ronca. Alzó una mano a modo de saludo y añadió-: Somos sus hermanos mayores. Alegraos de no tener que conocer a sus hermanos pequeños. Soy Nathan.

-Yo soy Maxwell -añadió el otro, y asintió.

«Gracias a Dios», dijo Julian con un suspiro de alivio. «Hombres lobo».

Shannon volvió a poner cara de espanto, aunque Aden sospechaba que era porque había estado a punto de confesar su secreto cuando había extraños cerca.

-Me alegro de conoceros -dijo Aden.

Shannon miró a su amigo con extrañeza.

-¿Ma-majestad?

-Es un alias -murmuró Aden. Y a los chicos les dijo-: Prefiero Aden.

Ellos asintieron.

-¿Por qué habéis venido? -preguntó él. ¿Más niñeras?

Maxwell extendió el brazo y señaló hacia delante.

-Para asegurarnos de que llegas sano y salvo a casa, por supuesto. Sólo por si acaso te desviabas de la ruta que habías prometido seguir.

Aden no pensaba sentirse culpable. Empezó a caminar y arrastró a Shannon consigo. No podía responder nada en aquel momento. Riley, sin embargo, se iba a llevar un rapapolvo más tarde.

«Ojalá Riley hubiera enviado a una chica para protegernos», dijo Caleb.

«Hay cosas más importantes que las chicas en la vida», sentenció Elijah.

«Di una».

Pasó un momento de silencio.

«¿Lo ves?», preguntó Caleb, riéndose.

«La lista es tan larga, que me he quedado absorto pensando», refunfuñó Elijah.

«Sí, claro», intervino Julian, y se rió también.

-Chicos, por favor.

Shannon lo miró de nuevo con extrañeza, e hizo un gesto hacia sus escoltas, como si hubiera estado hablando con ellos.

«Lo siento», dijo Caleb. «Ha sido culpa mía. Supongo que echo de menos a Victoria».

Aden también la echaba de menos. Con monstruo y todo, significara lo que significara. Todavía no lo sabía. El ejemplo que le había dado ella, sobre la posesión de los demonios, no le había clarificado mucho las cosas. ¿Adoptaba Victoria la forma de la bestia, o sólo exhibía sus cualidades? De cualquiera de las dos formas, para ella había sido mortificante contárselo.

¿No se daba cuenta de que él la quería, fuera como fuera? ¿No se daba cuenta de que aquello, fuera lo que fuese, hacía que ella pudiera entenderlo mejor a él, y sus diferencias, y era una prueba más de que se pertenecían el uno al otro?

De ningún modo iba a salir con las otras chicas. Aquello no iba a ocurrir, aunque a Victoria no le pareciera mal la idea.

Los recién llegados no volvieron a decir nada, ni siquiera cuando llegaron al final del bosque y el rancho apareció ante su vista. Simplemente retrocedieron y desaparecieron. Aden no tuvo oportunidad de volver a preguntarle a Shannon por su problema, sin embargo, porque Ryder y Seth estaban en el límite de la propiedad, fumando.

Cuando Shannon los vio, se quedó inmóvil durante un momento. Además, enrojeció un poco. ¿Se estaba... ruborizando? ¿De verdad? ¿Por qué?

Aden siguió caminando hacia los chicos.

-¿Por qué no estáis dentro? -les preguntó. Normalmente, a aquella hora estaban haciendo las tareas domésticas.

-El señor Thomas no ha venido hoy -dijo Seth, encogiéndose de hombros. Se llevó el cigarro a los labios y dio una calada, con la muñeca girada, de modo que Aden pudiera ver la serpiente que tenía tatuada-. Hemos terminado pronto y nos hemos tomado el resto del día libre.

Así que se habían escapado a fumar. Dan se enfurecería si los viera con aquellos «palillos de cáncer», como los llamaba.

-¿Quieres? -preguntó Ryder, tomando la colilla y ofreciéndosela a Aden.

-No, gracias.

Por fin, Shannon se acercó también, aunque permaneció un poco alejado de los tres chicos.

-¿Dó-dónde está Dan?

Inmediatamente, Ryder se miró los zapatos. Le devolvió el cigarro a Seth y se pasó la mano por el pelo.

-Ha tenido que ir a ver las vacas, o algo así, y ha dicho que vendría enseguida.

Tal vez tuviera suerte y Dan llegara tarde para llevarlo a la consulta del doctor Hennessy, pensó Aden.

Shannon señaló el cigarro.

-Entonces, tal vez debieras apagar eso.

Ryder alzó la cabeza de repente, con los ojos entrecerrados.

-Tal vez tú debas obligarme.

-Gra-gracias por la invita-tación, pero paso. ¿Pa-para qué molestarse? -respondió Shannon, con los puños apretados, y aquello le llamó la atención a Aden, como si fuera algo muy importante... como si pudiera cambiar la vida de alguien-. Ya oléis a cenicero.

La tensión crepitó entre ellos, casi como algo palpable. Normalmente se llevaban muy bien, pero estaba claro que algo había cambiado.

-Bueno, y... ¿qué va a hacer Dan con respecto a Thomas? -preguntó Aden, con la esperanza de distraerlos de su ira.

Seth se encogió de hombros.

-Ha intentado ponerse en contacto con el tipo por teléfono, pero respondió otra persona, una tal señora Brendal. Dijo que era la hermana de Thomas, y que ha desaparecido. También dijo que se pasaría por aquí más tarde para hablar con nosotros. Ojalá esté buena.

Aden se sintió muy culpable, y tuvo miedo. La señora Brendal. Si de verdad era la hermana de Thomas, se trataba de un hada, y eso significaba que otro enemigo de los vampiros iba a ir al rancho a hacer preguntas. ¿Se vería obligado él a matar a otra persona? ¿Y a una mujer, en aquella ocasión? Se estremeció. «Por favor, no».

De repente, se oyeron unos neumáticos en la gravilla. Aden vio a Dan acercándose en su camioneta. No, no había tenido suerte. Se le encogió el estómago.

Seth tiró el cigarro y lo aplastó con el talón. Ryder sacó un bote de desodorante del bolsillo de su pantalón y pulverizó a todo el mundo. Shannon tosió y lo miró muy mal, pero no protestó.

-Será mejor que me vaya -dijo Aden, intentando controlar el miedo por lo que se avecinaba. Cuando estaba seguro de que los chicos no podían oírlo, preguntó-: Elijah, ¿vamos a salir de ésta sanos y salvos?

Hubo un silencio.

Aden se puso muy rígido y se tropezó.

«Tal vez tú sí», dijo el vidente, «pero nosotros, no lo sé».

-Háblame de esas voces, Aden.

-Ya no oigo voces, doctor Hennessy.

-Me estás mintiendo, Aden, y no me gustan los mentirosos. Háblame de esas voces.

-Ya no oigo voces, doctor Hennessy.

Aquella conversación llevaba repitiéndose desde una hora antes. Aden estaba cansado, intentando no quedarse dormido, tendido en el diván del médico, con las luces a media intensidad, mirando al techo. Trataba de mantener los párpados abiertos, pero le estaba resultando difícil, con la música suave que sonaba de fondo. El doctor Hennessy estaba sentado tras él, moviendo unos papeles de vez en cuando, pero incluso aquel sonido tenía un efecto adormecedor.

«Qué aburrimiento», comentó Caleb con un bostezo.

«Torpe», dijo Julian.

«Manteneos en guardia, por favor», dijo Elijah, aunque incluso él parecía fatigado. «No confío en este hombre».

«Yo siempre estoy en guardia», respondió Caleb.

«Esta vez», dijo Julian. «Eres un mentiroso, y el doctor Hennessy es un hostigador. No es buena combinación».

Aden estaba de acuerdo.

-...y, como sabes, he leído los informes de tus otros médicos.

Estupendo. Había perdido el hilo de la conversación.

-¿Y qué?

-Que cuando eras más pequeño, les dijiste a varios de ellos que esas voces son almas, y que esas almas tienen poderes especiales.

-Mentí -respondió él rápidamente. De ninguna manera iba a confesarle la verdad al doctor Hennessy. Eso sólo le serviría para tener que tomar más medicación y tener que asistir a más consultas como aquélla-. No hay nadie que tenga poderes especiales.

-Entonces, ¿admites que existen unas almas, pero que no tienen poderes especiales?

-No, yo no he dicho eso.

-¿Quieres decir que las almas ya no pueden viajar en el tiempo?

Aden se quedó muy rígido. Eve era la que podía viajar en el tiempo, y a veces lo enviaba a versiones más jóvenes de sí mismo. Si en aquellos momentos decía una palabra equivocada podía cambiar el futuro, y algunas veces volvía a una realidad distinta a la que había dejado.

Aden no creía que pudiera viajar en el tiempo, ahora que Eve se había marchado, y de todos modos tenía miedo de intentarlo. Las consecuencias podrían ser demasiado grandes, y en aquel momento era feliz con su vida. Bueno, con la mayoría.

-Aden... -insistió el médico.

-Viajar en el tiempo no es más que algo mítico.

-Jan mítico como predecir la muerte de alguien?

-Sí -respondió Aden-. ¿Adónde quiere llegar con esto, doctor Hennessy?

-Oh, lo siento. Tal vez yo te haya hecho pensar que puedes preguntarme. No puedes. Yo soy quien pregunta, y tú respondes.

Aden apretó los puños. Había tenido muchos psiquiatras durante su vida, pero aquél era el peor. Aden ni siquiera sabía si tenía la licenciatura.

-Mejor todavía, ¿qué le parecería si no hablo?

-Esto también estaría bien -respondió el doctor Hennessy, y eso sorprendió mucho a Aden-. El silencio es mejor que las mentiras.

Eso ya se vería.

Pasaron los minutos, uno tras otro, sin que ninguno pronunciara una sola palabra. Pronto, a Aden comenzaron a cerrársele los ojos. Pestañeó para mantenerse alerta, pero la suave música seguía adormeciéndolo. Le pareció reconocer la melodía. Era una nana. Una nana era una elección muy rara para sus pacientes. Sin embargo, incluso las almas se habían quedado en silencio, escuchando, aletargadas...

-Estás exhausto, Aden.

-Sí -respondió él, envuelto en un mar negro. ¿Negro? Sí. Estaba flotando, y todo el blanco de las paredes de la habitación había desaparecido. Sólo había oscuridad. Intentó abrir los ojos, pero tuvo la sensación de que se le habían pegado los párpados con pegamento.

El doctor Hennessy le hizo otra pregunta, pero él no distinguió las palabras. Sin embargo, respondió de todos modos, aunque sin saber lo que decía. Otra cosa muy rara. Y, sin embargo, no le molestaba. Estaba en paz.

Aquello era celestial. Tanta oscuridad. Tanta tranquilidad. Tanto silencio. Quería quedarse así para siempre. Tal vez Victoria se reuniera con él allí. Aquello sería maravilloso, los dos solos, flotando, relajados para siempre.

Victoria.

Aden frunció el ceño. Victoria le importaba. Al pensar en ella, el mar de oscuridad se abrió con una delgada línea por la que penetró algo de luz en su inconsciente. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba haciendo? ¿Cuándo volve ría a verla? Aden esperaba verla aquella misma noche. Se suponía que habían quedado, ¿verdad? Pero ¿qué ocurriría si ella no salía? Aquel día tampoco había ido al instituto...

Se dio cuenta de que estaba hablando de nuevo, pero las palabras seguían sin ser claras.

Debería salir de aquella negrura. Victoria no iba a ir allí. No había puertas, y... Un momento. Si no había puertas, ¿cómo había llegado él hasta allí? ¿Y cómo iba a salir?

Sintió una punzada de pánico y vio más luz en la oscuridad. Aquello no estaba bien. Algo no marchaba bien.

«Aden».

Una voz lo llamaba. Debería reconocerla, pensó, cada vez con más pánico. ¿Quién estaba allí? No podía cruzar el puente entre la pregunta y la respuesta.

«Aden».

Su nombre se repetía cada vez con más insistencia. Tal vez fuera... ¿Elijah?

«¡Aden!».

Sí, sí. Era Elijah. ¿Qué hacía allí Elijah? ¿Cómo se había reunido con él?

«¡Aden!».

-¿Qué? -murmuró. En aquella ocasión oyó su propia voz. Resonó en su cabeza e hizo que se sobresaltara.

«Aden, tienes que despertar. Creo que te ha hipnotizado».

-¿Qué? -preguntó entonces, y abrió los ojos, casi como si tuviera que descoserlos. Miró a su alrededor con angustia. El doctor Hennessy estaba sentado al otro extremo del diván, con un brazo sobre las rodillas de Aden, y agarrando con la mano libre una grabadora. Estaba inclinado hacia delante y sostenía la grabadora delante de la boca de Aden.

Entonces, Aden notó algo extraño en el médico. Bajo su apariencia humana y corriente, había algo suave, casi brillante. Algo... bello. Era como si tuviera el pelo más largo y más denso, rubio y pálido, casi como los copos de nieve. Tenía los ojos de un castaño brillante, en vez de los ojos apagados y feos de costumbre, y los labios carnosos.

A Aden se le encogió el estómago. Él no se sentía atraído por su médico.

Instintivamente, Aden le dio un empujón, y el doctor cayó al suelo con un jadeo de asombro. ¿Qué demonios...?

-¿Qué piensa que está haciendo? -preguntó.

El médico se puso en pie con toda la dignidad posible, sin soltar la grabadora. Se la metió rápidamente al bolsillo y se ajustó las gafas sobre la nariz. Después se alisó las arrugas de los pantalones y de la camisa.

-Creo que ya es suficiente por hoy. El señor Reeves te está esperando en el vestíbulo.

Aden notó un sabor a bilis en la garganta. Le quemaba como un ácido. «¿Qué le he dicho? ¿Qué le he dicho?», se preguntó. Tenía que conseguir aquella grabadora. Perfecto. Su lista de tareas aumentaba cada día.

El doctor Hennessy debió de adivinar lo que estaba pensando, porque se acercó a su escritorio y apretó el botón del interfono.

-¿Sí? -respondió una voz femenina.

-Por favor, dígale al señor Reeves que Aden y yo hemos terminado. Ya puede recoger al chico.

«Buena actuación», pensó Aden mientras se levantaba. En aquel momento no podía hacer nada sin provocar una escena. Sin embargo, volvería. Y conseguiría aquella grabadora. No importaba lo que tuviera que hacer.