14
El aire olía a pino y a tierra. Hacía mucho frío, y Mary Ann perdió aquella deliciosa sensación de calor y poder. La luz eléctrica se vio sustituida por la luz de la luna, mucho más tenue y pálida. Cuando Riley se volvió hacia ella con un gesto de ira, Mary Ann se agarró las solapas de la chaqueta y se abrigó el cuello. A él le brillaban los ojos de una manera muy peligrosa.
-¿Qué está pasando? -le preguntó ella.
É1 se acercó en un segundo, y pegó su nariz a la de Mary Ann.
-Te estaba observando. Parecía como si estuvieras comiendo y saboreando chocolate -dijo de manera acusatoria.
Ella tragó saliva, intentando calmarse.
-¿Y qué?
-Que no has comido nada últimamente. Nada en absoluto.
-¿Cómo sabes lo que he hecho? No has estado conmigo.
«No muestres ahora tus sentimientos heridos. No es el mejor momento».
A él se le dilataron las pupilas, pero acto seguido se convirtieron en una delgada línea.
-Huelo la comida, Mary Ann. Su olor traspasa los poros de la piel humana. Tú no has comido nada desde hace días.
Esperó a que ella lo negara, pero Mary Ann no lo hizo. Entonces, continuó hablando.
-Al principio pensé que estabas muy nerviosa por el maleficio, porque también huelo eso, sí. Después, me enfadé porque hubieras ido a la ciudad tú sola, y olvidé preguntarte por este asunto. Ahora no hay olvido. ¿Quieres decirme por qué no has comido?
-Yo... no tengo hambre -dijo ella. Y era la verdad-. Igual que tú, yo también pensé que era por los nervios. Y todavía lo pienso. Quiero decir que... No es posible que yo sea una Embebedora, ¿no? ¿Y qué tiene de malo? ¿Es peor que ser una anuladora?
Él se quedó boquiabierto.
-¿Cuándo fue la última vez que comiste algo?
Ella tragó saliva.
-Tal vez... Tal vez el día en que las brujas nos maldijeron. No lo sé.
Los ojos verdes de Riley se abrieron más y más, y él se irguió.
-¿Has bebido agua, Mary Ann?
-No.
-Los humanos no pueden sobrevivir tanto sin beber agua, MaryAnn.
-Voy a beberme un vaso muy grande en cuanto llegue a casa.
-Je sientes débil?
-No. Aunque no creo que eso tenga nada que ver. He tenido muchas inyecciones de adrenalina.
-Eso no serviría para calmar el hambre durante tanto tiempo.
-Los que hacen dieta pueden pasar mucho tiempo sin comer.
-¿Estás haciendo una dieta?
-No-no, pero eso no quiere decir nada.
-¿Y no tienes hambre?
-No.
Las pupilas de Riley volvieron a expandirse y a encogerse.
-Te gusta estar junto a la bruja, ¿verdad? Te sientes cálida y segura.
-Sí-sí. ¿Tengo algo de malo? Quiero decir, no he hecho nada malo. Yo...
-Sí, hay algo malo -respondió Riley, y se pasó la mano por la cara, con tanta fuerza, que se hizo unas marcas rojas-. Te estabas alimentando de su magia, lo cual significa que eres una Embebedora.
Su tono de voz contenía tanto horror, que a Mary Ann se le encogió el estómago.
-¿Y por qué es tan malo ser un Embebedor?
-¡Por todo! Según la ley de los vampiros, y según todas las leyes del mundo, yo estoy obligado a matar a todos los Embebedores que me encuentre. Todos nosotros tenemos esa obligación.
Mary Ann dio un paso atrás. ¿Riley tenía que matarla? No, no era posible. Estaban saliendo juntos, por el amor de Dios.
-No puedes ir por ahí matando gente. Además, ¿por qué tienes que matar a los Embebedores? Cosa que yo no soy. No puedes saberlo con seguridad.
-Había un Embebedor en esa habitación, Mary Ann. Las brujas siempre son las primeras en notarlo porque su supervivencia depende de que los eliminen. Victoria y Lauren no lo son. Tal vez deseen la sangre de las brujas con todas sus fuerzas, como todos los vampiros, pero hay una gran diferencia entre beber de una vena y darse un festín de energía. Además, llevo muchos años viviendo junto a ellas, y lo sabría. Eso significa que sólo queda Aden, pero él ha comido hace poco un sándwich de mantequilla de cacahuete, así que también puedo quitarlo de la lista. ¿Y quién queda, Mary Ann? Vamos, dímelo.
Distancia. De repente, ella necesitaba poner distancia entre los dos. Todo aquel odio que desprendía... Mary Ann se tambaleó hacia atrás, pero no echó a correr, pese a que él la había amenazado. Con la distancia, ella podría respirar sin percibir su olor oscuro y especiado, sin sentirse marcada por él. Riley se equivocaba con respecto a ella. Tenía que estar equivocado.
-¿Qué es un Embebedor, exactamente? -preguntó.
-¿Es que no te lo he dicho ya? Alguien que vive de la energía de los demás.
Eso no parecía tan horrible.
-Veo tu aura, y sé lo que estás pensando. Escúchame. Los Embebedores solamente se sustentan de la energía que roban. Sin ella se debilitan y mueren. Pero al tomar esa energía, matan. Y por si eso no fuera lo suficientemente malo, su apetito de magia aumenta cada vez que comen.
¿Ella iba a matar a gente? No. No, no, no. Pero... no pudo evitar su siguiente pensamiento. Recordó a su madre. Su madre había muerto en cuanto ella había nacido, porque le había extraído toda la fuerza. Oh, Dios. Incluso antes de que Riley y las brujas comenzaran a lanzar acusaciones contra ella, ella misma había pensado en todo aquello por la muerte de su madre.
¿Había sido una Embebedora durante toda su vida?
-Dentro de poco, la magia no será suficiente para ti. Pronto empezarás a alimentarte de los vampiros, y ellos no podrán comer. Después empezarás a alimentarte de los lobos, y ellos perderán la capacidad de transformarse. Y después, empezarás a alimentarte de los humanos, y después de la naturaleza. Destruirás a todo el mundo. Lo destruirás todo.
-¡Yo nunca haría nada de eso! -gritó Mary Ann.
Sin embargo, se le hundieron los hombros. Había matado a su propia madre. Era capaz de cualquier cosa.
-No. No puedo ser una Embebedora. Tiene que haber otra explicación.
-Tú no quieres, pero lo harás. Los Embebedores no pueden contenerse, y no pueden parar. De lo contrario, como ya te he dicho, se debilitan y mueren.
Riley le estaba diciendo que era un parásito. Una asesina. Que se bebía la energía vital de los demás como si bebiera de un grifo de cerveza, y que los dejaba secos. A Mary Ann se le secó la boca y se le aceleró el corazón.
-Te equivocas. Mi madre... Yo comía...
La expresión de Riley se suavizó.
-Tú no mataste a tu madre. No sé por qué se debilitó después de tu nacimiento, pero tú no tuviste nada que ver -dijo, aunque no parecía muy convencido-. Seguramente tu faceta de Embebedora se activó durante tu primer encuentro con el mundo sobrenatural.
-No es cierto -dijo ella mientras negaba enérgicamente con la cabeza-. Salí con Tucker, y tú eres el que me dijo que él tiene una parte de demonio. Yo hacía que se sintiera mejor, no peor -aquello tenía que ser la prueba de que no era una Embebedora, ¿verdad?
Riley se masajeó la nuca.
-Y entonces, tú conociste a Aden. Y los dos nos llamasteis a todos, nos atrajisteis hacia aquí. Y cuando te maldijeron, recibiste tu primera dosis de magia.
Argumentos irrefutables.
-¿Y qué pasa si lo soy? -preguntó ella-. ¿Si soy una Embebedora, quiero decir?
-No lo sé.
Riley se agachó, tomó una piedra del suelo y la lanzó contra los árboles. Crujió una rama, y sonó un golpe en el suelo.
Ella no podía hacer otra cosa que mirarlo con el corazón encogido.
-Tanto tú como Lauren habéis mencionado que... matáis a los Embebedores.
-Sí -respondió él.
Ella se sintió muy mareada y se posó la mano en la nuca.
-¿Me matarías a mí?
-¡No! -gritó él, y la miró con los puños apretados, con la respiración entrecortada-. Y no te haría daño de ninguna manera. Dios, Mary Ann. No puedo creer que hayas pensado eso de mí.
Bueno, bueno. Riley tenía razón. Ella exhaló el aire que había contenido en los pulmones.
-Todo esto es nuevo para mí, Riley, y además, últimamente no hemos tenido nuestro mejor momento, ¿no crees?
La ira de Riley desapareció. Su expresión se calmó de nuevo.
-No. Es cierto.
Al oír la afirmación de sus labios, Mary Ann se sintió como si la hubieran abofeteado, aunque ella lo hubiera dicho primero.
-Entonces, ¿quieres que rompamos? Si estábamos saliendo, quiero decir.
-Claro que estábamos saliendo -dijo él con dureza.
-¿Y ya no? -preguntó ella, con la sangre helada como si se le hubieran formado cristales de hielo en las venas.
-Estamos saliendo, Mary Ann -respondió Riley. Echó la cabeza hacia atrás y observó el cielo lleno de estrellas-. Lo que ocurre es que estamos pasando por un momento difícil.
«Estamos saliendo». Bien, aquello estaba bien. Muy bien. MaryAnn sintió un gran alivio.
Entonces, él añadió:
-Bueno, al menos eso creo.
El alivio de Mary Ann desapareció. Vio a Riley subir los escalones del porche, sentarse y apoyar los codos en las rodillas.
-Si de verdad eres una Embebedora, vas a matar a todas las personas a las que quiero -dijo él. Debió de leer su aura, porque adivinó lo que ella estaba pensando-. Demonios, un día me matarás a mí también.
Al pensar en la muerte de Riley, Mary Ann sintió verdadero pánico.
-Yo nunca te haría daño. ¡Nunca!
-Lo harías sin querer, pero... ¡Maldita sea! No puedo creer que esté pasando esto.
-No puede ser, Riley. Todo es demasiado rápido. Yo estaba perfectamente, era yo misma hace unos días.
Y en aquel momento, todo se estaba desmoronando, todo había quedado reducido a escombros a su alrededor.
Él soltó una carcajada llena de amargura.
-Así es la vida, Mary Ann. Todo cambia en un abrir y cerrar de ojos.
No, así no. Para ella no.
Sin embargo, al segundo siguiente se dio cuenta de que era cierto. Ella había conocido a Aden y, en pocos segundos, todo su mundo había cambiado. Había descubierto que Tucker la había engañado con Penny y, en pocos segundos, todo su mundo había cambiado. Había averiguado la verdad sobre su madre y, en pocos segundos, todo su mundo había cambiado.
Había conocido a Rileyy, en pocos segundos, todo su mundo había cambiado irreversiblemente.
-¿No hay ningún modo de parar esto? ¿De revertirlo? -preguntó con desesperación-. Si es que es cierto, claro.
-No -respondió Riley, en un tono inflexible que no dejaba lugar a dudas.
Ella insistió, de todos modos.
-¿Lo has intentado?
-Sí.
-¿Y?
-Y los Embebedores murieron.
-¿Cómo?
-En los experimentos -respondió él, y miró hacia atrás rápidamente. Después se puso tenso y suspiró-. Ahora no es el mejor momento para hablar de esto.
Sin embargo, Mary Ann no podía dejar que la conversación terminara en un punto tan horrible.
-No quiero entrar todavía. Y creo que, en realidad, no podemos saber con certeza lo que me está pasando -dijo. Cuando llegara a casa, iba a comer todo lo que pudiera. Así demostraría su inocencia, ¿verdad?
-Sí -respondió él, aunque sin convencimiento-. Y yo tampoco quiero entrar todavía. Hablemos de otra cosa. Se lo pregunté a Aden, y ahora te lo pregunto a ti. ¿Por qué lo elegiste a él para que te enseñara defensa propia? ¿Por qué no me elegiste a mí?
¿Eso tenía importancia en aquel momento?, se preguntó Mary Ann. Sin embargo, en vez de protestar, se aferró al cambio de tema. Aquello era algo que pertenecía a la normalidad, y demostraba que a él todavía le importaba ella.
Mary Ann hubiera podido mentir, pero no lo hizo.
-Elegí a Aden porque sabía que no iba a prestar atención si eras tú quien me enseñaba. Hubiera querido acariciarte, y que me acariciaras. Habría querido besarte, y no me habría importado lo que me dijeras.
Él se relajó un poco y sonrió a medias.
-Entonces, de acuerdo. Elegiste bien.
Ella también se relajó un poco. Aquella sonrisa era verdadera... Sin embargo, también la disgustó, porque hizo que recordara algo que quería preguntarle desesperadamente.
-Respóndeme a una pregunta.
-De acuerdo.
-¿Qué pasa contigo y con Lauren?
Adiós, buen humor. Riley volvió a fruncir el ceño.
-¿Por qué lo preguntas?
Aquello era respuesta suficiente.
-Sólo di lo que los dos sabemos que vas a decir.
A él le vibró un músculo bajo el ojo.
-Lauren y yo salíamos juntos.
Eso era lo que ella sospechaba. Sin embargo, la noticia le resultó devastadora igualmente. ¿Cómo iba ella, una supuesta Embebedora, a competir con una chica vampiro tan fuerte y despampanante? No podía.
-¿Cuánto tiempo hace que rompisteis?
«Por favor, dime que hace muchos años».
-No me preguntes eso, Mary Ann.
-Dímelo.
Riley suspiró.
-Rompimos poco antes de que yo llegara a Crossroads. De todos modos, se suponía que no debíamos salir. Vlad la había prometido con otro.
A ella se le encogió el estómago.
-Entonces, ¿soy el segundo plato?
Él gruñó como un lobo.
-MaryAnn, tú estabas saliendo con Tucker cuando yo llegué aquí. Debería preguntarte si soy el segundo plato.
Buena observación. Bien, podía perder el miedo a ser el premio de consolación. Caminó hacia el porche y se sentó junto a Riley.
-¿Por qué rompisteis?
É1 clavó sus ojos verdes en ella.
-¿De verdad quieres saberlo?
Oh, Dios. No.
-Sí.
-No me gustaba pensar que ella estuviera en peligro, y ella no dejaba de meterse en situaciones peligrosas.
Exactamente, lo que había hecho Mary Ann al ir sola a la ciudad. Salvo que Mary Ann era humana, lo cual significaba que su piel era vulnerable. Con sólo cruzar la calle corría peligro. En realidad, nunca se había sentido más cerca de la muerte que en aquel momento, cuando sus esperanzas y sus sueños se estaban deshaciendo, convirtiéndose en cenizas a su alrededor.
-¿Todavía sientes algo por Lauren? -preguntó suavemente.
-No.
¿Había respondido demasiado rápidamente? Dios, Mary Ann odiaba aquello. Odiaba tener tantas dudas. Odiaba a Lauren, aunque la muchacha había sido agradable con ella. Y con agradable quería decir que no la había apuñalado.
Quería preguntarle si todavía sentía algo por ella, pero no lo hizo. No podía. La respuesta podía ser el último clavo en la tapa de su ataúd. Él le diría que sí, pero ella percibiría la objeción en su tono de voz. Sabía que lo percibiría.
-Bueno, el miedo al peligro es algo que vas a tener que superar, Riley -dijo MaryAnn, como si todavía estuvieran juntos, y no hubiera una gran duda de por medio-. Tú no puedes ser el salvador todo el tiempo. No puedes hacerlo todo. Tienes que aceptar la ayuda, porque algunas veces es la única manera de llevar a cabo las cosas.
-Lo sé, pero no significa que tenga que gustarme -gruñó él.
Por lo menos no le había dado una negativa tajante. Eso era un progreso, ¿no?
-En este momento, quiero que me prometas que no le vas a contar a nadie, ni siquiera a Aden ni a Victoria, lo de la succión de la energía de los otros -le ordenó Riley-. No puedes hacerlo hasta que encuentre una manera de recomponerte, o de darle la vuelta a lo que está ocurriendo.
¿E iba a poder hacerlo? Rileyya le había dicho que los Embebedores morían cuando se intentaba cambiarlos. No, no era cierto. Había admitido que morían en los experimentos.
-¿De acuerdo? -insistió él.
Momento de la confesión. Mary Ann se puso en pie, porque no era capaz de permanecer sentada ni un segundo más, y cambió el peso de un pie a otro mientras retorcía el bajo de su jersey.
-Está bien. No diré nada -dijo ella, aunque se mantuvo de espaldas a él-. Pero hay otra persona que ya lo sabe.
Hubo un sonido de ropa, y entonces Mary Ann sintió unas manos fuertes en los hombros, que la giraron. Riley se había puesto en pie de un salto, y vaya, parecía que iba a matar a alguien.
-¿Quién?
-La bruja. Marie. La que vi en la ciudad. La que... fue al instituto esta mañana y me dijo que notaba que me estaba alimentando de ella.
Las pupilas de Riley se agrandaron, se encogieron. De nuevo, anchas. De nuevo, finas. Como si latieran.
-¿Por qué no me lo habías dicho? Demonios, Mary Ann. Podía haberla atrapado.
¿Y qué le habría hecho?
-En ese momento no sabía lo que quería decir.
-¡Podía haberte matado! -exclamó él con furia. Sin embargo, tan pronto como había explotado, se calmó. La miró pensativamente y preguntó-: ¿Por qué no te mató?
-No lo sé. No se quedó a explicármelo.
Pasaron varios segundos en silencio. Después, Riley dijo:
-Hay alguien que está desarrollando una boca muy descarada.
Lo dijo con ironía, sin enfado.
-Creía que te gustaba mi boca -respondió ella, dándole una patadita a una piedra con la punta de la zapatilla de deporte. «Por favor, que todavía te guste mi boca».
Él se rió, y el sonido de su risa reconfortó a Mary Ann.
-Me gusta.
Gracias a Dios. Casi le fallaron las rodillas, y se hubiera caído de no ser porque él le rodeó la cintura con los brazos y la estrechó contra sí.
-¿Sabes lo que quiero? -le preguntó él suavemente.
Ella alzó la vista y la clavó en sus ojos. Se estremeció.
-Dímelo.
-Salir contigo de verdad. Tener una cita de verdad. Los dos solos, sin guerra, sin persecuciones, sin tener que buscar respuestas. Nosotros dos, conociéndonos.
«Sí, por favor».
-Me gustaría mucho -respondió ella con la voz trémula.
-En cuanto nos ocupemos de las brujas, eso es lo que vamos a hacer.
Al final de aquella frase su tono se había vuelto triste, como si supiera que no era posible. Como si uno de los dos fuera a estar muerto para entonces.
Tal vez él no se diera cuenta de que la estaba matando a ella en aquel momento, al llevarla en una dirección y luego en otra, al darle esperanzas y luego aplastarlas.
-No. Después de las brujas tendremos que empezar a buscar a los padres de Aden.
Aquello era un recordatorio para Rileyy para sí misma. Aden seguía siendo su amigo, y ellos todavía tenían una misión.
-No -dijo Riley, negando con la cabeza-. Aden no tendrá tiempo para buscar a sus padres enseguida. Tendrá que asistir a reuniones de vampiros, tendrá que aprobar leyes e imponer castigos. Después podrá concentrarse en buscar a sus padres.
-A este paso tendrá que dejar la escuela -dijo Mary Ann. Y ella también.
-No. Las cosas se calmarán pronto.
-Y tal vez, entonces nosotros podamos tener una segunda cita -dijo ella, cruzando los dedos.
Para ser sincera, no habían resuelto nada de lo que había entre ellos. Tal vez estuvieran saliendo, tal vez no. Tal vez ella fuera una Embebedora, tal vez no. Cruzaba los dedos para no serlo, también.
Él se rió, pero su risa no tenía más seguridad que sus palabras.
Tras ellos, las bisagras de la puerta chirriaron. Riley la soltó y se dio la vuelta. Victoria y Aden salieron de la cabaña. Los dos tenían una cara muy seria. Incluso parecía que Aden estaba enfermo. Tenía la piel verdosa, y unas ojeras muy profundas. Y cojeaba como si le doliera flexionar la rodilla. Tal vez le dolía, sí; tenía los pantalones vaqueros rotos y manchados de sangre seca.
-¿Estás bien? -le preguntó Mary Ann.
-Sí, perfectamente.
-Yo le he preguntado lo mismo, y me ha respondido lo mismo -dijo Victoria.
Aden sonrió, y durante un instante pareció que estaba mejor.
-Porque es cierto. Estoy bien. Sólo cansado.
-Pronto estarás en casa, te lo prometo. ¿Os ha dicho algo la bruja? -preguntó Riley. No soltó a MaryAnn, sino que se colocó a su lado.
-No. Vamos a tenerla atada durante el resto de la noche -respondió Victoria-. Tal vez acabe hablando mañana, de puro aburrimiento.
Sin embargo, a ellos se les estaba acabando la semana de plazo que las brujas le habían concedido a Aden para que asistiera a su estúpida reunión.
-¿Y ahora qué?
-Ahora vamos a hacer correr la noticia de que tenemos una bruja de rehén -respondió Riley-. Si quieren recuperarla, deberán convocar la reunión.
-Nos van a maldecir -objetó Victoria.
-Ya lo han hecho. Por lo tanto, lo mejor será que hagáis lo que te he dicho y divulguéis la noticia.
Victoria, Aden y Mary Ann asintieron.
-Y ahora, vamos a casa a descansar durante lo que queda de noche -añadió Riley. Miró a Mary Ann con tanta seriedad como la que había en su tono de voz-. Pronto comenzará la verdadera batalla.