CAMBIO DE HÁBITO
Luego de los dos años intensos y agotadores en Newell’s, la idea de Bielsa era tomarse un tiempo de descanso, dedicarse a sus hijas y a su esposa, recuperar la vida familiar y la calma. Sin embargo, su actuación al frente del equipo rosarino, con dos títulos y el subcampeonato de América, había llamado la atención en el exterior.
Al poco tiempo de transformarse en un desocupado, Francisco Ibarra, presidente del Atlas de Guadalajara, lo contactó y le hizo un ofrecimiento formal para dirigir en el fútbol mexicano. El técnico se tomó un par de meses para analizar la oferta, pero fue tal la insistencia del directivo que aceptó viajar para tantear el terreno. Al llegar se encontró con un panorama frustrante. En el torneo mexicano de esos años, los refuerzos de cada conjunto eran elegidos por los dirigentes en un sistema similar al del basquetbol de la NBA. En una especie de subasta, se escogían las incorporaciones de acuerdo con un presupuesto y el salario de cada jugador. Bielsa estuvo más de una semana, tratando de pasar inadvertido, y asistió desde la platea a varios entrenamientos en los que verificó el bajo nivel del plantel. Desilusionado, le pidió a su amigo Carlos Altieri, que lo acompañaba oficiando de representante, para que le armaran otro entrenamiento y terminar de sacar sus conclusiones. No le fue mucho mejor, y el desconsuelo dominaba la escena. La idea de echarse atrás llevaba las de ganar.
Ante la indefinición en la situación, la prensa comenzó a especular con las reacciones de Bielsa y su falta de diálogo con el plantel. El técnico debía firmar su contrato o de lo contrario terminar con la incertidumbre y abandonar el proyecto. El dinero era suculento, pero el convencimiento no lo acompañaba y se lo hacía saber a su amigo. Altieri lo recuerda con detalle: «Le dije que tenía que tomar una decisión y aunque las cifras del contrato eran excelentes, me confesó que ni por esa fortuna iba a dirigir al equipo. Me ordenó que pagara los gastos del hotel y que les comunicara a los dirigentes que no se iba a hacer cargo del plantel profesional. El presidente Ibarra ya lo había anunciado ante la prensa y quería evitar el papelón, entonces le ofreció dirigir a los juveniles, a los que allá llaman las ‘fuerzas básicas’».
Bielsa estaba decidido a pegar la vuelta, pero ante la contraoferta analizó las posibilidades. Les pidió un entrenador, un preparador físico y mejorar las condiciones de su contrato. Su intención era obtener la negativa del club y así lograr una salida más elegante, pero era tan grande el deseo de contratarlo de parte del Atlas, que accedieron a todos su pedidos. Mario Zanabria, compañero de Newell’s en sus tiempos de jugador, y el profesor Esteban Gesto, a quien había buscado ante la salida de Castelli, conformaron la dupla elegida.
Altieri evoca el momento, y lo explica con una anécdota de juventud: «Al final los tipos le dieron todo lo que les pidió. ¡No lo podíamos creer! Cuando éramos pibes yo siempre le decía que en el fútbol había que ganar un millón de dólares porque ante cualquier enfermedad de uno de nuestros hijos, con ese dinero se podía curar. Le puse ese ejemplo y así lo pude convencer. Luego de firmar por dos años y cuando nos quedamos solos, me revoleó los papeles y me dijo que ahí tenía el contrato que tanto quería. Después hizo un trabajo sensacional».
Para Mario Zanabria la posibilidad de volver a dirigir luego de un par de años era interesante. Recibió el llamado de Bielsa mientras estaba descansando con su familia en Santa Fe y debió contestar en cuestión de horas: «Estaba en la casa de mis suegros para que los nietos pudieran disfrutar de los abuelos y me llamó Marcelo. Me dijo que en treinta minutos le tenía que dar un respuesta y ahí le pedí un poquito más de tiempo. La cuestión es que a la mañana siguiente estaba embarcando para México y conociendo al profesor Gesto en el avión».
Aun sin tanta presión, en un medio bastante más relajado y en su función de manager, la vida de Bielsa seguía ligada al fútbol. Continuaba observando partidos en cantidades industriales, recibía las publicaciones de siempre más las que le mandaba Daniel Carmona desde Rosario y convocaba a Zanabria todos los domingos a las siete de la mañana para cumplir con un ritual. Gracias a la antena parabólica que tenía instalada en su casa, observaban los partidos del fútbol italiano y analizaban tácticamente a los equipos. La diferencia horaria los obligaba a madrugar, pero para ver a los mejores equipos del mundo valía la pena el esfuerzo. Nunca se desconectaba del todo de su trabajo, pero al mismo tiempo se permitía algunos momentos para el ocio. Así descubrió pasatiempos como el golf, deporte que comenzó a practicar en el complejo en el que tenía su residencia. En cuanto a su personalidad, la vida en Guadalajara le permitió moderarse, alejándose de los límites y encontrando el equilibrio que le faltaba.
En el plano laboral, su trabajo fue mutando con el paso del tiempo. En su primera temporada se dedicó a la búsqueda de jóvenes talentos para sumarlos a las divisiones menores. El sistema que implementó fue idéntico al utilizado en Newell’s. Fue contactando personas en distintos puntos del país y eligiendo entre una multitud de jugadores. Sentó las bases de una tarea modelo que dejó una metodología de trabajo. Por un lado, se probaban cerca de veinte mil jugadores para elegir los mejores quince. Por el otro, se filmaban los trabajos, se los almacenaba en computadoras y se elegían de entre diez mil ejercicios que formaban parte de su repertorio, los mejores doscientos para poner en práctica con los chicos. De esa forma diseñó la política institucional de Atlas. Nombres como los de Pavel Pardo, Rafael Márquez, Jared Borghetti, Oswaldo Sánchez o Daniel Osorno, para mencionar a algunos de los más notorios, surgieron del trabajo de reclutamiento de talentos y con los años formaron parte de distintas selecciones mexicanas en todas sus categorías. En su oficina, que se asemejaba a lo que en Newell’s era la Secretaría Técnica, tenía un mapa de todo el país y allí ponía marcas de colores en los sitios en los que Atlas ya había establecido filiales. El plano estaba ocupado con noventa fichas que marcaban el intenso trabajo realizado.
Pendiente de lo que ocurría también en el fútbol internacional, le prestó mucha atención al Mundial de 1994 en Estados Unidos. Buscando saber todo lo que estaba a su alcance y en un club sin ningún impedimento económico, cualquier idea podía ser ejecutada. Contrató un grupo de colaboradores para seguir la evolución de cada una de las selecciones participantes y así obtener la información minuciosa de sus métodos de entrenamiento, sistemas de juego y jugadores más destacados.
El primer año transcurrió mucho mejor de lo que prometía. Luego de un inicio desparejo, la segunda rueda fue muy buena a pesar de no lograr ingresar a la liguilla final. Se habían sentado las bases para producir jugadores y la maquinaria ya estaba en marcha. Para el segundo año, los objetivos eran otros. El puesto de director técnico lo estaba esperando y ahora sí, Bielsa estaba dispuesto para asumir sus funciones.