UN DEBUT INESPERADO
En 1988, Newell’s había estado a un paso de quedarse con la Copa Libertadores de América. Con un plantel conformado en su totalidad por jugadores de la casa, realizó una campaña notable, para sucumbir recién en la final ante Nacional de Montevideo. Para los históricos como Martino, Llop o Scoponi, se venía una suerte de revancha. Para los pibes, la posibilidad de verificar su nivel en la máxima cita continental. Por prestigio y por envergadura, volver a jugar la Libertadores cuatro años después representaba el desafío más importante del año.
El equipo fue el primero en retomar los trabajos luego de las Fiestas. El 9 de enero, en el estadio, el plantel comenzó con los ejercicios de acondicionamiento para luego iniciar, el 13, la pretemporada, que se extendería hasta fin de mes. El inicio tempranero del trabajo les trajo a los jugadores un reto de Futbolistas Agremiados, que había estipulado el receso por vacaciones hasta el 12 de enero. A los muchachos sólo les interesaba estar a punto, por eso desoyeron la recomendación. Bielsa se sumó más tarde, ya que se encontraba en una misión clave: conseguir un nuevo preparador físico. El técnico viajó a Uruguay para entrevistarse con el profesor Esteban Gesto, uno de los candidatos a ocupar un cargo que, por el estilo de presión permanente que aplicaba Newell’s, resultaba muy sensible.
Entre los posibles refuerzos, aparecía la chance del retorno de Juan José Rossi y el club había pedido condiciones por el paraguayo Alfredo Mendoza, jugador de Mandiyú de Corrientes, aunque el pase estaba tasado en valores siderales para el mercado local.
Sin embargo, el gran revuelo lo estaba generando por otro protagonista. River pidió condiciones para mudar a Nuñez al Tata Martino, y parecía dispuesto a llevárselo. En una charla en un despacho de la AFA, antes de fin de año, el vicepresidente de Newell’s, Mario García Eyrea, tuvo una conversación informal con el titular de River, Alfredo Davicce. Por su parte, el flamante presidente Walter Cattáneo ironizaba acerca de la situación, pidiendo en canje a la gran figura millonaria: Ramón Díaz.
Fiel a su costumbre, Bielsa no presentaba escollos para el traspaso del jugador. Ya había ocurrido cuando Berizzo estuvo a punto de pasar al Sporting de Gijón, e idéntico era su pensamiento ahora. Por un lado, no quería cortarle la carrera a nadie; pero, por otro, negarle la salida a algún jugador era colgarle el cartel de imprescindible, y desde su rol de conductor de grupo eso no resultaba saludable. De cualquier manera, había sido claro con la dirigencia explicándole que si mantenían el plantel completo, el sueño de ganar la Copa podía ser realidad.
Finalmente, el ídolo se quedó en el club y llegaron un par de caras nuevas. Por un lado, el profesor Rodolfo Valgoni se transformó en el nuevo preparador físico del plantel profesional. Por otro, se confirmó la llegada de Rossi y luego de agotadoras negociaciones, los dirigentes le dieron el gusto a Bielsa y en la transferencia más cara de la temporada se concretó el pase de Mendoza.
En el inicio del campeonato y con la inclusión entre los titulares de las flamantes adquisiciones, Newell’s le ganó a Quilmes para comenzar con el pie derecho. Sin embargo, la prioridad era la Copa Libertadores y el comienzo traería una verdadera pesadilla.
Cuando un equipo tiene una noche perfecta y otro su jornada fatal, suele ocurrir lo que marcó la fecha inicial del grupo. San Lorenzo aguantó un comienzo aceptable del equipo rosarino y luego con una demostración de practicidad y contundencia, goleó al equipo de Bielsa por seis a cero.
Alberto Acosta, centrodelantero del club porteño, vivió una noche de inspiración y anotó tres goles. La superioridad fue rotunda, pero al mismo tiempo no reflejó la diferencia real entre ambos equipos. Pero era difícil de explicar tan humillante derrota. «No existimos», dijo, lapidario, Julio Zamora.
Bielsa se hacía cargo, con carácter exclusivo, de la derrota: «Cuando los errores son de tamaña magnitud, groseros, la conclusión es que el responsable es el técnico».
El primer gol del equipo de Boedo llegó a los veintiocho minutos del primer tiempo, y todo lo que vino después fue catastrófico.
La derrota era también una lección para el grupo. En la jornada de concentración previa al partido, el plantel había observado un amistoso en el que el Real Madrid goleaba al Colo Colo de Chile por seis a uno. El comentario de los jugadores fue crítico para el conjunto chileno, por no cerrar filas luego del tercer gol. La realidad, un par de días después, los terminaba golpeando a ellos de forma directa y los invitaba a un baño de humildad.
El panorama parecía desalentador. El sacrificio del inicio de la pretemporada quedaba desarticulado en solo un partido, pero ahora más que nunca se imponía la reflexión y la mesura. Lejos de presentar síntomas de debilidad, Bielsa estaba preparado para sobrellevar el mal trago y la dirigencia, por si hacía falta, le manifestó todo el respaldo.
Era necesario capitalizar la enseñanza de la derrota y como en toda situación traumática, las crisis son el impulso para los cambios. Algunas pautas debían transformarse y había llegado la hora de ponerlas en práctica.