35

Habían pasado dos días desde que había venido Adam a la casa, aunque a mí me parecía una auténtica eternidad. Nura parecía haberse recuperado por completo, cosa que me hacía sentir plena. Si no la hubiéramos encontrado, tal vez no estaría viva.

—Esta mañana iré a la tienda de Lorraine —nos anunció Nura.

—No te vas a mover de casa —zanjó el tema Liv—. No estás en condiciones de salir ahí fuera, y no voy a permitir que te pase nada.

—Liv, mi niña, no soy una inválida.

—Lo sé, abuela —dijo en voz baja—, pero me aterra la idea de que el hombre que entró pueda volver a hacerte daño.

No habíamos conseguido hablar con Ron ni con Jax, por lo que desconocíamos lo que había pasado. Nura parecía no recordar apenas nada de lo ocurrido, ni siquiera cómo acabó en el interior de la bañera. Según nos digo el doctor, sufría una amnesia transitoria que esperaba que desapareciera en unos días. Y yo, parecía una intrusa en medio de aquel embrollo, con gente que ni siquiera conocía y que, por suerte, me habían dejado cobijarme en su hogar. Hacía días que debía de haber cogido el ferry, pero las fuertes nevadas lo habían impedido, cosa que en cierto modo agradecí. Mi ser necesitaba conocer la vida en la Tierra y ver cuan diferentes eran nuestros reinos.

—Tenemos que encontrar a ese hombre. No puede estar suelto.

—Liv, cielo, de veras que por cruzar de una acera a la otra no me va a pasar nada.

—No hay nada que hablar, abuela —sentenció.

Cerré la puerta de mi habitación con cuidado, esperando que no se hubieran percatado de que había estado escuchando lo que habían hablado. A veces me costaba entender muchas de las cosas que decían, más bien de la forma en la que hablaban. Aunque eso no era impedimento para que, poco a poco, fuese conociendo sus costumbres.

Me dejé caer sobre la cama, tapándome los ojos con uno de mis brazos y evitando que el sol me deslumbrara. Poco después alguien tocó la puerta y tras ella apareció Ash con una sonrisa de oreja a oreja.

—Buenos días —me saludó.

—Buenos días.

—Nura ha preparado un bizcocho para desayunar, ¿te animas?

Ni siquiera me lo pensé. Me puse en pie y salí tras Ash. ¿Cómo no podía haber olido el bizcocho que había hecho? Liv y Nura tenían la mesa lista para que pudiéramos desayunar todos juntos, aunque había un sitio vacío. Lo miré con recelo, me senté y esperé a que también lo hiciera Ash, pero ese momento no llegó.

—¿Quién falta? —pregunté.

—Adam.

Mi corazón se aceleró al escuchar su nombre, al recordar su presencia el otro día y esa mirada salvaje que solo él tenía. Golpeó la puerta con los nudillos. Ash le abrió y con rapidez pude sentir su mirada en mí.

—Buenos días. —Sonrió, deleitándonos con su blanca y perfecta dentadura.

Mis mejillas se encendieron como una bombilla cuando sentí que una de sus manos se colocaba sobre mi hombro y se sentaba junto a mí.

—Buenos días, Lyss —me saludó.

Hice una ligera mueca, una sonrisa tímida que asomó sin que nadie le hubiera dado permiso. Cogí aire, tratando de alejarme de lo que ese desconocido provocaba en mí y no podía controlar.

—Como… —empecé a hablar, hasta que fijó la mirada en mí.

¿Qué demonios me estaba haciendo aquel hombre? No entendía qué había en su interior para que me sintiera tan atraída por su ser. Tan solo me había ocurrido una vez anteriormente, al conocer a los Dökkvalkyr y ver a Ulric. Noté que el corazón se me encogía. Ni siquiera Ottar fue capaz de hacerme reaccionar así. ¿Cómo iba a creer en lo que me decía si ni siquiera había conseguido hacerme reaccionar como lo había hecho Adam?

—¿Cómo que has venido a desayunar? —conseguí decir.

Antes de que Adam pudiera responder, Nura carraspeó, captando la atención de los que nos encontrábamos en la mesa.

—Yo lo he invitado —dijo Nura a la vez que cogía la taza de café y soplaba, intentando enfriar el líquido.

Asentí. Aquella respuesta me había sentado como un buen puntapié. No entendía a qué venía la seriedad con la que me contestó.

—Gracias —contestó Adam.

—Cuando terminemos, iremos a hablar con Jacobson, a ver si alguien, además del borracho de Jax, estuviera en el bar de Ron —murmuró Liv, seria—. Alguien tiene que haberlo visto. No puede ser que…

Nura posó una de sus manos encima de la de Liv. Algo me decía que solo la anciana de cabellos canosos era capaz de calmar los nervios que corroían a su nieta. Esa muchacha era especial. Había una fuerza en ella que acababa desconcertándome y fascinándome a partes iguales.

Adam me fascinaba de otra forma. Era capaz de desmontar todo lo que creía sobre los humanos, y tenía una fuerza interior mayor, atrayente, aunque no llegaba a alcanzar el nivel de Liv. Ella era distinta, pero Adam contaba con una energía inigualable.

Le di un largo trago al café que me sirvió Nura mientras observaba a Ash, quien parecía estar desconectado de lo que ocurría a su alrededor. Pensativo, le dio un mordisco a la tostada —así la llamaban allí— que se había untado en mantequilla.

—Lyss, ¿puedes acompañarme? —Liv me miró fijamente e hizo un ligero movimiento con la cabeza para que me pusiera en pie.

—S… Sí, claro —murmuré, confusa.

Se colocó junto a la puerta que daba hacia el balcón, dejando pasara por delante. No comprendía a qué venía aquello, pero hice una mueca y no dije nada. Lo más seguro es que quisiera hablar de algo y que el resto no se percataran de ello.

—Lyss, tenemos que hablar.

Efectivamente, había acertado.

—¿Qué ocurre?

—No sé qué pasa con Adam, pero no creo que debas hacerte ilusiones. He visto cómo os miráis y, bueno…

—¿Cómo?

—Lyss, de verdad —murmuró, pasándose una de las manos por el rostro—. Tengo ojos en la cara, y no hace falta mucho más para darse cuenta.

—Liv, yo… —intenté decir, meditando bien qué era lo siguiente—. Es cierto que hay algo en Adam que llama mi atención, pero te aseguro que no va a pasar nada entre nosotros dos.

—No hace falta que me asegures nada. —Suspiró—. Eres libre de hacer lo que te venga en gana. Nadie te ha dicho que te olvides de él.

Me apoyé en la barandilla, observando la montaña. Era cierto que aquel hombre era capaz de despertar los más primitivos instintos que había en mí, sensaciones que ni siquiera conocía aún pero que me resultaban excitantes, y aquello me gustaba. Haber vivido dormida durante tanto tiempo había hecho que mi cuerpo reaccionara a nuevos estímulos que ni siquiera pensé que sentiría.

—¿Sabes? —preguntó sin esperar respuesta—. Adam es un buen chaval. En algún momento nuestras vidas se unieron, pero el destino no quiso que aquello prosperara.

—¿Qué pasó?

—Simplemente, nada. —Se llevó un cigarrillo a la boca, sacó el mechero que guardaba en el bolsillo trasero de sus pantalones y lo encendió—. Eso es lo que pasó, nada. —Le dio una larga calada y prosiguió—: Solo se alejó de aquí, y nos separamos.

Había nostalgia en sus palabras, pero no rencor ni dolor, tan solo cierta pena que llegaba a encogerme el corazón por momentos. Parecía estar en paz con él, con lo que había ocurrido y con lo que podría llegar a ocurrir.

—Lo siento.

—No hay nada que lamentar, Lyss. —Sonrió con tristeza—. Supongo que hay cosas que deben ser así y no hay manera de cambiarlas.

—El destino está tejido, pero siempre hay posibilidad de domar las cuerdas que lo unen y darles una nueva forma.

Acaricié con cuidado una de sus manos, las cuales se posaban en la misma barandilla sobre la que estaba apoyada, y le sonreí, tratando de alegrar su entumecida alma, la cual no dejaba de recibir golpe tras golpe.