11

Ottar

Allí estaba ella con su poderosa y sencilla belleza. Apareció tras las largas cortinas. Se había deshecho de sus ropajes, dejando que una tela vaporosa y casi transparente cubriera su cuerpo. Sentí cómo todo mi ser se encendía, cómo mi corazón se aceleraba recordando que en los viejos tiempos éramos capaces de amarnos sin límites, sin prejuicios.

Un fuego interno rugió, haciéndome arder como nadie había vuelto a conseguirlo. Solo ella era capaz de arrastrarme al mismísimo Helheim y traerme de vuelta para salvarme como la valkiria que era. Mi reina, mi valkiria, mi vikinga.

En su mirada divisé la inocencia que una vez tuvo, cómo sus mejillas se sonrojaban como las de la joven Lyss que conocí. Eso hizo que me volviera aún más loco, que deseara poseerla una vez más para hacer que recuperar todos y cada uno de los recuerdos que esos malditos dioses hicieron desaparecer de su mente.

—Acepto.

Las palabras salieron de su boca mediante un hilo envuelto en timidez. Era demasiado dulce e indefensa, tan delicada como jamás lo sería una elfo oscuro.

—Veo que Aila ha cumplido con su cometido —le espeté sin apartar la mirada de ella.

—Así es.

Sonreí de medio lado. Estaba tan sumamente hermosa que sería capaz de hacer que perdiera el sentido y que me postrara a sus pies con un solo chasquido. Pero ¿qué hacía un líder oscuro doblegándose por una maldita valkiria? Ella había sido siempre mi punto débil, y entonces lo era mucho más; podía someterme con una mirada.

—Ven aquí.

Extendí uno de mis brazos, ofreciéndole mi mano. La miró, en principio desconfiada, pero segundos después su expresión cambió para mí. Sonrió cohibida, pero en sus ojos pude ver que tan solo era un espejismo. En ellos había más que esa timidez, y brillaban llenos de vida. Tomó mi mano y dejó que la guiara por el interior de mis aposentos.

—Me alegra que hayas entrado en razón.

—Debí hacerte caso mucho antes —admitió.

Bajó la mirada hacia el suelo, pero no dejé que lo hiciera durante mucho tiempo, ya que posé uno de mis dedos bajo su barbilla y la alcé. Necesitaba sentir su mirada en mí, notar que el miedo que había en ella había desaparecido.

—Hay veces en las que estamos ciegos y no vemos más allá de lo que nos han inculcado.

—¿Y tú qué ves, Ottar? —me preguntó, llena de curiosidad.

—Yo lo veo todo, valkiria, lo que hay más allá de las sombras… —murmuré, dándome la vuelta—. Soy el señor de las tinieblas y he venido a arrasar con aquello que debe ser mío.

Cogí uno de los vasos que había junto al botellero, le puse dos hielos y lo llené de whiskey. Verla allí, con ese aspecto tan frágil pero a la vez seductor, me iba a hacer perder la cabeza.

—Y… —empezó a decir.

—Recordarás antes de que eso ocurra.

Permaneció quieta detrás de mí, pero podía sentir su mirada, vigilándolo todo, observando cada uno de los objetos que la rodeaban, incluido yo.

—Hay algo que tienes en tu poder y que me gustaría recuperar.

Al girarme, vi cómo su gesto había cambiado. La inocencia que había dejó paso a mi Lyss, a la auténtica.

—Ah, ¿sí? —le pregunté, alzando una ceja.

Me miró desafiante, por lo que no pude evitar sonreír. Cerró las manos en forma de puños y los rayos empezaron a recorrer su piel como habían hecho cientos de veces. Se acercó hasta donde me encontraba, pero antes de que pudiera tocarme, los pequeños filamentos se desvanecieron.

—¿Qué es lo que quieres, Lyss?

Sin pensárselo dos veces, tomó el vaso que sujetaba en mi mano y se lo llevó a la boca, dejando que el amargo sabor rozara sus labios, y poco después acabó desapareciendo entre estos. Se relamió, acabando con una pequeña gota que aún persistía y que provocó estragos en mi interior. Un simple gesto había hecho que mi miembro se endureciera en tan solo un segundo, ¡un maldito movimiento!

Tragué saliva, le serví otro vaso más y dejé que el líquido se vertiera en el que ya tenía ella. Le dio un largo sorbo, casi terminándoselo de nuevo.

—Quiero mi geirr.

—Así que quieres tu lanza… —murmuré a la vez que andaba a su alrededor. Asintió. Parecía ansiosa, pero también molesta, por lo que no me arriesgaría a hacerla estallar—. Muy bien, la tendrás —le anuncié.

Me detuve a su espalda a la vez que escuchaba cómo alguien caminaba en el exterior.

—¿Y bien? —me preguntó inquieta.

Dejé ir una sonora carcajada. Estaba más nerviosa de lo que realmente dejaba ver, y eso me gustaba: alterarla con tan solo mi presencia, hacer que todo su cuerpo estuviera atento a mis gestos.

—Aguarda, valkiria.

Acaricié su rostro cuando volví a moverme, haciendo que todo su vello se erizara ante el contacto de nuestras pieles. Su cuerpo sabía tan bien como el mío que alguna vez habían sido amantes y que nos pertenecíamos.

—¿Hasta cuándo? —quiso saber sin dejar de mirarme.

—Esta noche. Nos reuniremos junto al líder, nos alimentaremos y celebraremos tu decisión.

Me miró desconfiada, sin embargo, aceptó sin pensarlo mucho. Era una mujer impulsiva, guerrera y valiente, igual que lo había sido su madre, cosa que admiraba sobremanera.

No dijo nada más. Se dio media vuelta, con intención de marcharse, pero algo impidió que lo hiciera. Noté cómo un escalofrío la recorría de pies a cabeza y hacía que me mirara con urgencia.

—Nos vemos esta noche, entonces.

—Eh… —murmuró nerviosa—. Sí.

Parecía estar confusa, como si algo la perturbara, pero no lograba ver qué era.

—Bien. —Sonreí. Cogió aire y cerró los ojos, intentando alejarse de lo que le molestaba una y otra vez y de lo que no podía deshacerse—. Sé que hay algo que aún ronda tu mente, Lyss.

—Quiero saber una cosa, Ottar. —Me senté en la butaca que había junto al botellero, le di un trago al frío líquido y no aparté la vista de la de ella—. Antes de que llegarais, vi algo —me dijo, acercándose y sentándose junto a mí. Esperé a que siguiera contándome. Parecía confusa, pero a la vez segura de lo que estaba diciendo—. Te llevaste a Engla.

Puse los ojos en blanco; la niña de los Lettvalkyr que no había callado ni un solo segundo desde que llegó.

—Así es.

—¿Dónde está? —me preguntó preocupada—. ¿Por qué lo hiciste, Ottar?

—Esa niña podría haber destrozado todo nuestro plan —le expliqué, sin importarme lo que pudiera hacer con dicha información—. Es muy sensible a las energías, pero me temo que eso ya lo sabes. Podría habernos descubierto antes siquiera de que hubiéramos llegado al norte del territorio.

—Eso no es así… —me contradijo—. Engla tan solo es una niña. Cierto es que tiene una sensibilidad mayor a las energías, pero jamás podría haberos detectado.

—Subestimas su poder, Lyss.

Hizo una mueca, sin estar aún convencida de lo que le estaba diciendo; es más, parecía no darle la importancia que merecía. No estábamos equivocados. Esa maldita valkyr era capaz de saber dónde nos encontrábamos en apenas unos segundos. No necesitaba nada, tan solo cerrar los ojos.

—Engla encuentra a todo el mundo —resumió la valkiria.

Tras eso, se puso en pie y fue directa hacia el exterior, resignada y sin ganas de hablar.