Los hechos tras la ficción

Al igual que mis primeras dos novelas, Equinox y El secreto de los Medici, el presente libro constituye una obra de ficción, si bien basada en numerosos hechos y acontecimientos reales. El lector encontrará a continuación una guía rápida que le ayudará a discernir entre los hechos y la ficción.

Enrique Cornelio Agripa

Alquimista y filósofo que debía de rondar los dieciséis años cuando en 1503 se presenta en la corte de los Borgia, como en el prólogo de este volumen.

Agripa nació en Colonia en 1486 y dio clases durante un tiempo en la Universidad de Dole, en Francia. Sin embargo, no tardaría en enfrentarse a las autoridades del lugar y en ser denunciado como hereje por el clero local.

Llevó una vida peripatética, empleado por familias pudientes como mago, filósofo de la corte y, en ocasiones, soldado. A pesar de haber viajado profusamente por toda Italia, no hay documentos que atestigüen que Agripa trabajara para los Borgia, ni por supuesto datos concretos que demuestren que participó en la preparación de la cantarella junto a Lucrecia. No obstante, sí es cierto que fue contemporáneo de ella y de Leonardo da Vinci, de quien se cree que pergeñó el veneno en la teoría.

Agripa escribió muchos libros y dio clases en numerosos lugares. Su obra maestra es Libri tres de occulta philosophia, un ejemplo perfecto del pensamiento oculto del Renacimiento.

Cornelio Agripa ha sido mencionado en numerosas obras de ficción, en particular en Frankenstein, de Mary Shelley (1818), y en Retrato del artista adolescente, de James Joyce (1916).

Intentos de asesinato contra Isabel I

Se produjeron varios intentos de asesinato contra la vida de la monarca inglesa. Si bien por lo general era muy popular entre sus súbditos, Isabel tenía muchos enemigos. De hecho, cuando subió al trono en 1558, fue coronada por el obispo de Carlisle —un clérigo irrelevante— porque ninguno de los religiosos importantes querían conducir la ceremonia de una «hereje» que además era una sucesora ilegítima (Isabel era la hija bastarda de la odiada Ana Bolena).

Isabel se consagró a las reformas que había iniciado su padre, Enrique VIII, y sus partidarios persiguieron y ejecutaron a activistas católicos. Como consecuencia, Roma la odiaba y el papa la excomulgó en 1570 y la tachó de hereje. Al mismo tiempo, Isabel tuvo que enfrentarse a las sectas protestantes extremistas que amenazaban con desestabilizar Inglaterra.

La trama más conocida contra su vida fue urdida por un fanático católico llamado Anthony Babington y sus compinches, quienes planearon matar a la reina y sustituirla por la de los escoceses, la reina católica María Estuardo. La conspiración fue descubierta en 1586 por el diligente y eficaz maestro de espías Francis Walsingham.

El Jardín del Oso

Durante el reinado de Enrique VIII (1509-1547) los plebeyos tenían prohibido participar o ser espectadores de la mayoría de los deportes. La clase gobernante creía que sus inferiores debían trabajar y que los deportes los distraían de sus tareas. Los ricos, por el contrario, no estaban sometidos a semejantes normas draconianas y se hicieron grandes aficionados a deportes como el fútbol y el tenis, así como a crueles pasatiempos como las peleas de gallos y el hostigamiento de animales.

En la época isabelina eran muy populares entre todas las clases deportes bárbaros como el hostigamiento de osos y toros. La propia reina asistía a los jardines de osos, y en las principales ciudades del país se construyeron cosos dedicados en exclusiva a este tipo de deporte de espectadores. El más famoso era el Jardín del Oso de Southwark, el que aparece en El anillo de los Borgia, edificado hacia 1540 cerca de la calle que ahora se conoce como Southwark Bridge Road. Estuvo abierto durante casi un siglo y medio, y no cerró sus puertas hasta 1682. El deporte del hostigamiento de osos siguió siendo legal hasta 1835.

Roberto Belarmino

Nacido en 1542, Belarmino fue cardenal, jesuita entregado e influyente y gran consejero papal. En 1588, un año antes del comienzo de la ambientación de este libro, fue nombrado «padre espiritual» del Colegio de Roma. Algunos católicos lo consideran un gran hombre que sirvió de guía a sucesivos papas y un intelectual que escribió una buena colección de tratados importantes sobre teología.

Fue canonizado por el papa Pío XI en 1930. Sin embargo, no son pocos los que ven a Belarmino como un obseso que anteponía el poder de la Iglesia sobre todo lo demás, incluidas vidas humanas inocentes. Se le conocía como «Martillo de Herejes» e hizo cuanto estuvo en sus manos para acabar con todos aquellos que se oponían a la Iglesia. Tuvo un papel decisivo en los inicios de la persecución a la que Roma sometió a Galileo y fue el responsable de la tortura y ejecución del filósofo Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera en el año 1600.

Lucrecia Borgia y su familia

No sería muy aventurado retratar a los Borgia como a una familia de mafiosos del Renacimiento. Si bien su periodo en la cúspide del poder duró poco, gobernaron sobre una gran extensión de tierras papales por toda Europa. El cabeza de familia, Rodrigo Borgia, nació en España y llegó a papa en 1492. Era un hombre malvado que cometió sodomía, bestialismo e incesto. Organizaba orgías extravagantes con los fondos papales e intervenía en el panorama político de Europa sin tener la menor idea sobre el tema. Era un asesino al que nada detenía en su afán de riqueza y poder.

El hijo del papa Alejandro VI, César Borgia, fue más corrupto y malvado, si cabe, que su padre. Jugaba a ser un señor de la guerra, pero en realidad prefería matar a sus enemigos por medio del embuste y la mentira, antes que enfrentarse a ellos en el campo de batalla. Hay serias razones para sospechar que mató a su propio hermano, Juan, así como a muchos de los pretendientes de su hermana. Su pasatiempo favorito consistía en pasearse disfrazado por Roma, siempre acompañado por una cohorte de secuaces; trababa entonces amistad con algún desgraciado en una taberna y lo forzaba a insultar a la familia Borgia para, acto seguido, sacarle a la calle y cortarle las manos. Si la víctima tenía suerte, César o alguno de sus compinches lo remataban. Si por el contrario César se sentía particularmente molesto, dejaba que la víctima vagase por las calles hasta morir desangrada.

No es de extrañar, por tanto, que, creciendo en semejante familia, Lucrecia Borgia, cinco años menor que César, acabase emponzoñándose tanto como sus parientes. Era una ninfómana que consintió (o fue obligada a consentir) relaciones incestuosas con su padre y su hermano, a menudo a la vez.

Con todo, Lucrecia es más famosa por ser una asesina. Es cierto que elaboró un veneno llamado cantarella y que tenía un anillo que se abría. He adaptado un poco el anillo, no obstante, y le he añadido un pincho. En realidad el anillo solamente contenía el veneno que ella añadía luego en secreto a la comida o a la bebida de su víctima.

También es cierto que conoció a Leonardo da Vinci, quien trabajó como consejero militar de la familia durante un año (de 1502 a 1503). Es igual de cierto que Leonardo teorizó con la idea de potenciar el veneno haciéndolo pasar por el cuerpo de un animal. No obstante, se negaba en redondo a llevar a cabo experimentos para probar su tesis. Se cree que Lucrecia no tuvo tantos escrúpulos al respecto.

William Byrd

Si bien no se conoce la fecha exacta de su nacimiento, debía de tener entre cuarenta y cincuenta años en la época en la que está ambientado El anillo de los Borgia. Gozaba enormemente del favor de la reina Isabel, quien lo nombró compositor de la corte. Sus obras siguen siendo populares en nuestros días, casi cuatro siglos después de su muerte. William Byrd era católico y se sabe que asistió a muchas misas clandestinas, de modo que es perfectamente factible que apareciese en un cónclave religioso en Southwark en febrero de 1589, tal y como se describe en la presente novela.

Cantarella

Se trata de un veneno auténtico. Aunque su fórmula se perdió, su ingrediente principal era el arsénico. Fue la propia Lucrecia Borgia quien lo inventó (casi seguro que con la ayuda de algún alquimista). También se cree que utilizó osos y perros para producir la versión potenciada del veneno.

Misioneros jesuitas

En Roma se instruía a misioneros jesuitas con un cometido concreto: adoctrinar a los no católicos y procurar apoyo espiritual a sus hermanos ingleses. Entre 1570 y 1600, hubo muchos misioneros jesuitas que fueron más allá de estas atribuciones y trataron por todos los medios de sublevar a la sociedad inglesa y socavar el prestigio de la reina. Un buen número de ellos fueron ejecutados por traición. Por supuesto, el paralelismo con las células terroristas de nuestros días en Inglaterra es asombroso.

Pursuivants

Derivada del francés poursuivant «perseguidor», esta palabra denominaba a los hombres a los que empleaba Francis Walsingham, el maestro de espías de la reina, para dar caza y eliminar a los activistas católicos. Los partidarios de la Iglesia de Roma vivían en el miedo constante que infundían estos hombres, una fuerza que podría equipararse a una Gestapo de la era de los Tudor. Obedecían a una especie de servicio de inteligencia de la red de espionaje de Walsingham y hacían redadas en encuentros católicos y misas secretas, donde arrestaban a desdichados que habrían de ser juzgados por alta traición y, en muchos casos, ejecutados cruelmente.

Esqueletos en el subsuelo londinense

Los hay por doquier. Conforme la capital inglesa se reforma y se rediseña, aparecen cada vez más esqueletos. En un reportaje reciente («Tales from beyond the grave», BBC Online, 19 de julio de 2008) se aseguraba que se habían descubierto unos diecisiete mil esqueletos en los últimos treinta años. Muchos sufrieron el azote de la peste y fueron encontrados en fosas comunes. En cualquier caso, es relativamente habitual que obreros de la construcción desentierren esqueletos sueltos, tal y como sucede en El anillo de los Borgia.

Southwark

Este distrito de la orilla meridional del Támesis es en la actualidad una zona muy cotizada para vivir. Sin embargo, al menos hasta mediados del siglo XX, se consideraba uno de los peores barrios de Londres. En los tiempos de los Tudor albergaba jardines de osos, teatros, burdeles y casas de recreo.

El teatro en Londres

El teatro floreció en la ciudad durante la época de los Tudor. La propia reina era muy aficionada, y la escena londinense era un fértil campo de pruebas para el desarrollo de talentos tan inmortales como los de William Shakespeare, Ben Jon, John Fletcher y Christopher Marlowe.

El teatro Globe de Shakespeare no se construyó hasta 1599, una década después del año en que está ambientado el libro. Así y todo, se cree que William Shakespeare empezó a actuar en Londres en la época en que está situada la novela, de modo que no podía dejar de protagonizar un breve cameo. El teatro que se describe en la novela, The Eagle, es ficticio, pero lo he basado en viejas descripciones de teatros auténticos de Southwark y otros barrios.

Se utilizaban banderas para informar al público de qué tipo de obra se interpretaría esa noche. El color distinguía si la función era cómica, trágica o histórica.

Ejecuciones de los Tudor

En gran medida se llevaban a cabo tal y como se describen en el libro. Existía una gran diferencia entre la ejecución por traición y por alta traición. A los condenados por traición, bien se les decapitaba, bien se les colgaba, un final relativamente llevadero. A los que tenían la desdicha de ser condenados por alta traición, en cambio, los colgaban, los arrastraban y los descuartizaban. La ejecución que se describe en uno de los primeros capítulos de El anillo de los Borgia está inspirada en la del misionero católico Henry Wittingham, quien fue colgado, arrastrado y descuartizado en Tyburn por decreto de Su Majestad la reina Isabel I.

Francis Walsingham

Francis Walsingham nació en una familia aristocrática alrededor de 1532 —no se conoce la fecha exacta—. Fue un gran hombre de Estado y mano derecha de la reina Isabel durante casi treinta años. Sirvió como embajador, consejero militar y secretario principal y fue ordenado caballero en 1577. Se le recuerda sobre todo por manejar una gran red de espionaje en beneficio de la reina. Creó el primer «servicio secreto» bien organizado e introdujo un gran número de invenciones para facilitar su trabajo, entre ellas, la utilización de códigos de gran ingenio y métodos para conseguir información. Su red de espionaje contaba con miles de espías repartidos por Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda, así como por todo el continente europeo. Walsingham frustró, prácticamente por su cuenta, al menos media docena de intrigas contra la persona de la reina, mientras que su red de espías tuvo un papel esencial en los permanentes conflictos con España durante el largo reinado de Isabel I. Murió en abril de 1590, algo más de un año después de las fechas en que se desarrolla la acción de este libro.