PARTE I —ALEXANDER:EL HOMBRE Y SU DESCUBRIMIENTO

Quien sabe que el poder es innato... y al percibirlo así, se arroja sin vacilación sobre su pensamiento, instantáneamente se endereza, se alza en posición erguida, domina sus miembros, hace milagros.

EMERSON. SELF RELIANCE
Fotografía de Alexander en su juventud, realizada para su carpeta de actor teatral

Frederick Matthias Alexander, el mayor de ocho hermanos, nació en 1869 en Wynyard, en la costa del noroeste de Tasmania (Australia). Se crió en una granja extensa y aislada, donde bastarse a sí mismo no era un concepto abstracto: si había goteras en el techo, uno las arreglaba o se mojaba. Alexander fue un niño precoz y, como padecía problemas respiratorios, en vez de ir a la escuela recibió educación privada. Cuando su salud comenzó a mejorar, hacia los nueve años, se apasionó por los caballos y con el tiempo llegó a ser un experto domador y jinete. Su otro gran amor fue el teatro, especialmente Shakespeare, y durante toda la vida conservó un enorme entusiasmo por estas dos actividades tan dispares.

A los dieciséis años, presiones financieras le obligaron a abandonar la vida campesina que tanto amaba para instalarse en la población minera de Mount Bischoff. Durante el día hacía distintos trabajos y por las noches estudiaba música y arte dramático, y aprendía por su cuenta a tocar el violín. Al cabo de tres años se trasladó a Melbourne, donde prosiguió sus estudios musicales y dramáticos con los mejores profesores, visitando teatros, salas de conciertos y galerías de arte; además, en su tiempo libre organizó su propia compañía teatral. Cuando se le terminó el dinero, trabajó en empleos ocasionales como oficinista o contable, e incluso en una ocasión como degustador de té. Sin embargo, su enfermedad recurrente y su carácter, entonces muy violento, además de su disgusto por el comercio, le impedían conservar ningún empleo durante mucho tiempo. Con poco más de veinte años, decidió dedicarse a la carrera de actor y recitador, y pronto se ganó una excelente reputación dando recitales, conciertos y sesiones privadas, y produciendo obras teatrales. Su especialidad consistía en un espectáculo individual compuesto por piezas dramáticas y humorísticas, con abundantes fragmentos de Shakespeare.

En su horizonte sólo había una nube: una persistente tendencia a la ronquera, con problemas respiratorios que afectaban la calidad de su voz durante los recitales. Los profesores de declamación y los médicos le recomendaron descanso, y Alexander descubrió que los síntomas desaparecían siempre y cuando no tratara de recitar. En una ocasión dejó descansar la voz durante dos semanas, antes de una representación particularmente importante. En mitad del espectáculo, le volvió a fallar. El médico que consultó le dijo que debía seguir dejando descansar la voz. Como no era persona capaz de quedarse tranquila bajo un techo con goteras, Alexander decidió tomar el asunto en sus manos y buscarse solo la curación.

Estaba claro que el origen de la dificultad era algo que hacía al utilizar la voz. Dado que no encontraba dificultades en el habla ordinaria, Alexander dedujo que la causa del problema debía ser algo que hacía cuando recitaba. De pie ante un espejo, comenzó a observar exactamente lo que él llamaba su «manera de hacer», primero mientras hablaba y, al no haber hallado nada extraño, mientras recitaba. En cuanto comenzó a recitar, pudo advertir tres cosas: el cuello se le ponía rígido, causando la retracción de la cabeza (lo que después denominó «echar la cabeza hacia atrás»); la laringe se le deprimía indebidamente, y jadeaba al tomar aliento. En los pasajes más difíciles, esa pauta se exageraba. No tardó en darse cuenta de que se presentaba también durante el habla ordinaria, aunque de un modo tan ligero que apenas si resultaba perceptible, lo cual significaba que la diferencia entre hablar y recitar no era más que de grado.

Como pensó que esa manera de hacer debía de constituir una mala costumbre, ya que parecía la causante del problema, Alexander se propuso evitarla. Con sus esfuerzos conscientes y voluntarios no consiguió impedir la depresión de la laringe ni el jadeo, pero sí, parcialmente al menos, no echar la cabeza hacia atrás. Más aún, ese logro condujo a la desaparición de las otras dos tendencias negativas. A medida que iba aprendiendo a evitar esa mala costumbre, Alexander descubrió que la calidad de su voz se beneficiaba, y sus consejeros médicos le confirmaron que la laringe había mejorado.

De todo ello, Alexander sacó la conclusión de que su «manera de hacer» afectaba, sin lugar a dudas, a su funcionamiento. Así fue como empezó a comprender que nuestras opciones relativas a lo que hacemos con nosotros mismos determinan en gran medida la calidad de nuestra vida. A esta capacidad de opción la denominó «Uso».

En su empeño de seguir perfeccionando su propio funcionamiento, Alexander comenzó a experimentar inclinando la cabeza hacia delante. No obstante, observó que cuando pasaba de cierto punto la laringe se le deprimía con el mismo efecto de antes. Buscando luego una forma de usar el cuello y la cabeza que no provocara la depresión dela laringe, descubrió que cuando ésta se le deprimía, también tenía tendencia a levantar el pecho, estrechar la espalda y reducir su estatura.

Esta observación fue decisiva. Alexander comprendía ahora que el funcionamiento del mecanismo vocal no sólo estaba influido por el cuello y la cabeza, sino también por la pauta de tensión en todo el cuerpo. El paso siguiente consistió en tratar de no reducir su estatura mientras mantenía el Uso perfeccionado de la cabeza y el cuello. Sus experimentos le demostraron que la voz le salía mejor cuando alargaba su estatura, cosa que sólo podía lograr si colocaba la cabeza de una forma que describió como «hacia adelante y arriba» en relación con el cuello y el torso. De aquí provino su posterior descubrimiento de que la relación dinámica entre cabeza, cuello y torso es el factor primario en la organización del movimiento humano, una relación especial que llamó Control Primario. Tras haber descubierto los pasos que conducían a su objetivo, Alexander confiaba ahora en que podría combinar los elementos necesarios para «prevenir y hacer» mientras recitaba. Con ayuda de dos espejos adicionales, le sorprendió descubrir que:

...en el momento crítico en que intentaba evitar el encogimiento al mismo tiempo que procuraba positivamente mantener el alargamiento y hablar, en realidad no movía la cabeza hacia delante y arriba, como yo quería, sino que la echaba hacia atrás. Aquí hallé la prueba sorprendente de que estaba haciendo lo contrario de lo que yo creía hacer y de lo que había decidido que debía hacer.

El cuerpo recobrado
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004_split_000.xhtml
sec_0004_split_001.xhtml
sec_0004_split_002.xhtml
sec_0004_split_003.xhtml
sec_0005_split_000.xhtml
sec_0005_split_001.xhtml
sec_0005_split_002.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007_split_000.xhtml
sec_0007_split_001.xhtml
sec_0007_split_002.xhtml
sec_0007_split_003.xhtml
sec_0007_split_004.xhtml
sec_0007_split_005.xhtml
sec_0007_split_006.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009_split_000.xhtml
sec_0009_split_001.xhtml
sec_0009_split_002.xhtml
sec_0009_split_003.xhtml
sec_0009_split_004.xhtml
sec_0009_split_005.xhtml
sec_0010_split_000.xhtml
sec_0010_split_001.xhtml
sec_0010_split_002.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012_split_000.xhtml
sec_0012_split_001.xhtml
sec_0013_split_000.xhtml
sec_0013_split_001.xhtml
sec_0013_split_002.xhtml
sec_0013_split_003.xhtml
sec_0013_split_004.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015_split_000.xhtml
sec_0015_split_001.xhtml
sec_0015_split_002.xhtml
sec_0015_split_003.xhtml
sec_0016_split_000.xhtml
sec_0016_split_001.xhtml
sec_0016_split_002.xhtml
sec_0016_split_003.xhtml
sec_0016_split_004.xhtml
sec_0016_split_005.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml