PREFACIO

A un célebre autor norteamericano le preguntaron en cierta ocasión si había leído alguno de los libros de F. Matthias Alexander. Su respuesta fue: «No, yo no leo libros».Luego hizo una pausa y, con una sonrisa, añadió: «Comprenda, yo mismo soy un malabarista que juega con las palabras».

Michael Gelb también es un malabarista, y no sólo con las palabras. Cómo llegó a serlo, y a montar en un monociclo, y a dominar varias otras habilidades prácticas, es una parte de la fascinante historia narrada en este libro.

Un creciente número de personas han oído hablar de la técnica Alexander e incluso la han experimentado en la práctica, dando así lugar a una demanda de información cada vez mayor. Michael Gelb proporciona esta información, y lo hace muy bien. Aunque no pretende haber escrito una obra definitiva, nos ofrece una introducción clara y contemporánea, basada en la experiencia adquirida aplicando la técnica en la vida cotidiana.

Escribir acerca de procedimientos prácticos resulta siempre insatisfactorio y hasta puede ser contraproducente, en la medida en que la palabra escrita es incapaz de transmitir las experiencias que importan. Por eso mismo, las habilidades prácticas no pueden aprenderse correctamente sólo con la ayuda de libros. Los libros pueden informar, estimular y entretener, pero no pueden instruir a menos que el escritor y el lector participen, en cierta medida al menos, de una experiencia común. Sin embargo, para una correcta comprensión y evaluación de la experiencia práctica suele hacer falta información complementaria. Necesitamos conocer el porqué, además del cómo. La práctica de la técnica Alexander conduce a muchas experiencias nuevas y poco familiares, y para comprender a fondo sus implicaciones es necesaria toda la información posible.

Cuando uno se enfrenta al problema de cómo hacer algo —juegos malabares, por ejemplo—, en seguida advierte que es un problema del cuerpo-mente, y que en realidad no sabe gran cosa de los procesos que intervienen. Es obvio que la mente afecta al cuerpo, pero el cuerpo afecta de igual manera a la mente. Así, pronto se empieza a comprender que lo que uno piensa es tan importante como lo que uno hace. Hay que controlar tanto el pensamiento como la acción. Pero, dado que el cuerpo y la mente reunidos constituyen el sí mismo, este problema puede ser descrito literalmente como un problema de dominio de sí. La cuestión es cómo se lo consigue. El proceso diario de vivir se da en cada uno de nosotros y, en la medida en que somos conscientes de lo que está ocurriendo, le decimos «sí» o «no», le damos o le negamos nuestro consentimiento. Tenemos una posibilidad de elección consciente, por lo menos hasta cierto punto. Sin embargo, cuando llegamos al problema de hacer algo, como nosotros entendemos el «hacer», ¿cómo realizamos nuestra elección? ¿Cómo nos utilizamos a nosotros mismos para hacerlo? Éste fue el problema crucial que planteó Alexander cuando hizo sus clásicas auto-observaciones; y su respuesta fue que no lo sabemos, como tampoco lo sabe un perro o un gato.

Pero necesitamos saberlo, porque la forma en que nos utilicemos a nosotros mismos determinará la forma en que funcione la totalidad de nuestro cuerpo-mente. Por lo general, nos utilizamos de acuerdo con nuestros hábitos: hacemos lo que para nosotros ha llegado a ser habitual, y obramos y pensamos del modo habitual. A medida que va transcurriendo la vida, reaccionamos de formas completamente predecibles a las distintas situaciones y exigencias que se nos plantean. Damos nuestro consentimiento a lo que está ocurriendo sin que conscientemente nos demos cuenta de lo que hacemos. Sin embargo, nuestros hábitos a menudo producen toda clase de consecuencias nocivas: tensiones, tirantez, agotamiento nervioso y mala salud. Sobretodo, con gran frecuencia conducen a malas posturas, a formas inadecuadas de moverse y a una respiración y digestión incorrectas. Perdemos la elegancia natural, el buen porte, y ello tiende a limitarnos tanto mental como físicamente. Cuando nos encontramos con situaciones nuevas y desconocidas, nos sentimos desconcertados, perdidos, y no sabemos cómo reaccionar. Tratamos de hacer esfuerzos, que en su mayoría están mal dirigidos, y por lo tanto resultan contraproducentes. Ésta fue la experiencia que vivió Alexander: éste fue el problema que sacó a la luz. El buen porte es una necesidad humana fundamental. Debemos tener control, un control consciente y razonado de nuestras reacciones, pero en primer lugar hemos de aprender a controlar el mecanismo del porte, y esto exige a la vez conocimiento y experiencia práctica. También exige una técnica, y una técnica es lo que Alexander elaboró a partir de sus experimentos consigo mismo.

Michael Gelb presenta el problema partiendo de sus propias experiencias y observaciones, y facilita la comprensión de sus implicaciones. A todos nos resultan familiares en demasía la rigidez, la tensión y los vanos esfuerzos que con mucha frecuencia acompañan a cualquier intento de dominar una nueva habilidad. (Quien quiera comprobarlo, que pruebe a hacer malabarismos con tres pelotas.) El hallazgo de un sistema mejor no es nada desdeñable, aunque seguramente la más grave preocupación para los seres humanos de hoy no sea tanto nuestra reducida habilidad práctica o el frecuente fracaso en la consecución de nuestros objetivos como nuestro estado general de mala salud, y los daños y perjuicios que manifiestamente sufrimos en nosotros mismos conforme transcurre nuestra vida. Nuestros malos hábitos mentales y corporales se van arraigando cada vez más, y nos sentimos incapaces de hacer nada al respecto. Así llegamos a aceptar tal estado de cosas como algo inevitable, con una mezcla de autocompasión y fatalismo. Alexander solía decir que la autocompasión debe ceder su lugar a la autoacusación. Tenemos la capacidad de elegir qué hacemos o, como mínimo, la de elegir qué no haremos.

Si es así, sí verdaderamente somos capaces de decidir cómo utilizarnos, no podemos permitir que tal posibilidad de elección se malogre por nuestra negligencia. Hemos de descubrir cómo cambiar; hemos de volvernos conscientes de cómo nos estamos utilizando y, además, averiguar cómo debemos utilizarnos. De lo contrario, terminaremos viviendo como meros esclavos del hábito y peones del azar. La técnica Alexander, que este libro nos presenta, ofrece una perspectiva distinta, proponiéndonos un medio por el cual pueden llevarse a cabo los cambios necesarios.

Walter Carrington director de The Constructive Teaching Centre, Londres
El cuerpo recobrado
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004_split_000.xhtml
sec_0004_split_001.xhtml
sec_0004_split_002.xhtml
sec_0004_split_003.xhtml
sec_0005_split_000.xhtml
sec_0005_split_001.xhtml
sec_0005_split_002.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007_split_000.xhtml
sec_0007_split_001.xhtml
sec_0007_split_002.xhtml
sec_0007_split_003.xhtml
sec_0007_split_004.xhtml
sec_0007_split_005.xhtml
sec_0007_split_006.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009_split_000.xhtml
sec_0009_split_001.xhtml
sec_0009_split_002.xhtml
sec_0009_split_003.xhtml
sec_0009_split_004.xhtml
sec_0009_split_005.xhtml
sec_0010_split_000.xhtml
sec_0010_split_001.xhtml
sec_0010_split_002.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012_split_000.xhtml
sec_0012_split_001.xhtml
sec_0013_split_000.xhtml
sec_0013_split_001.xhtml
sec_0013_split_002.xhtml
sec_0013_split_003.xhtml
sec_0013_split_004.xhtml
sec_0014.xhtml
sec_0015_split_000.xhtml
sec_0015_split_001.xhtml
sec_0015_split_002.xhtml
sec_0015_split_003.xhtml
sec_0016_split_000.xhtml
sec_0016_split_001.xhtml
sec_0016_split_002.xhtml
sec_0016_split_003.xhtml
sec_0016_split_004.xhtml
sec_0016_split_005.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_012.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_013.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_014.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_015.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_016.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_017.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_018.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_019.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_020.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_021.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_022.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_023.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_024.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_025.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_026.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_027.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_028.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_029.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_030.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_031.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_032.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_033.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_034.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_035.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_036.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_037.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_038.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_039.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_040.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_041.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_042.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_043.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_044.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_045.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_046.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_047.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_048.xhtml