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Cuando volvió al Summit Plaza, Edna le entregó un mensaje telefónico. Era de Sam Goodman y llevaba la indicación «Importante». Sam quería almorzar con él al día siguiente. Sugería la Sala Sunset del Holyday Inn, junto a la autopista de San Diego. Si Peter no podía acudir, debía llamar a la oficina de Sam y dejar recado en tal sentido. Si no, Sam iría directamente al motel.
Cuando Peter entró al día siguiente en la Sala Sunset, Sam ya estaba sentado a la mesa. Sam fue al grano tan pronto como hubieron pedido algo de beber.
—Pete, he estado pensando en tu situación. Hasta ahora has seguido el camino ortodoxo, y nadie ha podido ayudarte. Sin embargo, creo que hay otros procedimientos.
—¿Sí?
—¿Has oído hablar alguna vez del doctor Hall Bentley?
El nombre le parecía familiar —sonaba en el mundo de las noticias— pero no podía identificarlo.
—Bentley es uno de los más eminentes parapsicólogos del país. Estaba en Berkeley, pero se marchópara poder proseguir libremente sus prácticas e investigaciones. Tiene una oficina aquí mismo, en Los Ángeles, y acaba de llegar de realizar algún programa de investigaciones en Europa. Es un experto en fenómenos «psi».
—¿Psi?
—Equivale a fenómeno psíquico. Hombres como Bentley, y Rhine en la universidad de Duke, e lan Stevenson en la de Virginia, están trabajando en estudios de la mente humana, pero mucho más allá de cuanto ya sabemos. Es decir, más allá de todo lo que podemos probar por métodos conocidos o definir mediante leyes físicas conocidas. Zonas como la clarividencia, la telepatía, la hipnosis, la percepción extrasensorial, la psicoquinesia o la telequinesia. Es posible que tú sitúes estos campos dentro del ocultismo. Sin embargo, los parapsicólogos como Bentley son verdaderos científicos de reconocida seriedad, muy respetados por sus profundas indagaciones.
—Interesante —dijo Peter—. Pero ¿cómo puede ayudarme?
—Es experto en hipnotismo. Lo que a ti te interesa es deshacerte de esas fantasías que tienes durante el sueño. Tal vez él pueda hacerlo para ti.
Peter miró fijamente a Sam.
—¿Crees de verdad que es posible?
—Podría serlo. Se hipnotiza a la gente para librarla de toda clase de problemas que la atormentan. Tal vez la cosa daría resultado en tu caso. Sea como fuere, vale la pena hacer una prueba.
Peter pensó un momento en ello; luego, se encogió de hombros.
—¿Por qué no? Ya he probado todo lo demás...
—Exacto. Yo lo arreglaré todo con Bentley. No somos amigos íntimos, pero lo conozco lo suficiente.
Es un hombre muy ocupado, y no estoy seguro de que pueda tomar nuevos pacientes. Pero, a veces, he admitido alguno de los suyos en mi Laboratorio del Sueño, y me debe este favor. No le diré de qué se trata... Tú vas allí en frío y se lo cuentas todo a tu manera. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
—Precisamente ha escrito un artículo que podría interesarte. Lo encontrarás en el número de Parapsychology del mes pasado. —Hubo una sonrisilla maliciosa en la cara de Sam Goodman—. Se titula: «Argumentos a favor de la reencarnación». Como puedes ver, está interesado en el tema.
—A deducir por el título cree en él.
—No exactamente. Él sólo dice que su postura es abierta y despreocupada respecto a la cuestión. Hace una serie de suposiciones, y entonces... Bueno, mejor será que lo leas tú mismo. De todos modos, muchas de sus conclusiones no son aceptadas... Quiero decir por parte de los que pertenecen al establishment ortodoxo. Y esto a pesar de la brillante labor que ha llevado a cabo en su campo. Muchos de ellos lo han llamado charlatán. Pero lo que sucede en realidad es que no les gustan las mentes abiertas. Les dan miedo.
Peter buscó la revista en la biblioteca y leyó el artículo.
Bentley empezaba con un prólogo: la reacción espontánea ante el tema según su propio modo de sentirlo; una reacción puramente personal, puramente subjetiva.
«Me parece increíble —decía en su escrito—, y me deprime al mismo tiempo, ver al mundo occidental prisionero del miedo a la muerte en vez de hallarlo esperanzado con la perspectiva de otra vida. No soy un hombre religioso, y nadie ha podido probarme que Dios existe. Pero cuesta creer que nos limitemos a nacer, a sufrir y a morir. De las cenizas a las cenizas, del polvo al polvo. Cuesta creer que esto es todo lo que hay.
»Si esto es así, en primer lugar, ¿qué estamos haciendo aquí? ¿Con qué fin hemos venido, por qué razón? ¿Sólo para comer, dormir, defecar, fornicar, amar y odiar a los demás, sufrir dolores, disfrutar de un poco de placer y después morir? ¿Tiene que estar necesariamente la vida tan falta de esperanzas, por considerar que la muerte acaba con ella, la vivamos como la vivamos?
«Cuando morimos, morimos para siempre, se nos dice. La muerte es el final. Pero ¿lo es realmente?
»Yo, francamente, no lo creo. Creo, como hombre racional, que debemos estar aquí por alguna razón más importante, algún propósito más grande que tiene continuidad. El hombre siempre ha sido consciente, en algún profundo y místico nivel, de que hay otra parte de él que no tiene nada que ver con el pensamiento lógico, algo que está mucho más allá de éste.»
Todo esto, según decía Bentley, era simplemente una expresión de fe por parte suya. Lo que ahora proponía era examinar en su totalidad la idea de la reencarnación como científico, fría y objetivamente.
Primero, decía, la idea de la reencarnación era más antigua y mejor establecida que cualquiera de las religiones actuales. Era tan digna de crédito, e incluso más lógica, que cualquier otra de las religiones existentes. Aún en nuestros días, más de mil millones de personas del planeta creían en ella. La mayoría pertenecían a Oriente, pero la creencia se estaba extendiendo rápidamente por el mundo occidental. La reencarnación no era simplemente una superstición para consuelo de idiotas; muchos hombres de razón e inteligencia reconocidas creían o habían creído en ella. Entre éstos estaban Gandhi, Benjamín Franklin, Henry Ford, Masefield, Yeats, Robert Browning, Schopenhauer, Nietzsche, Thomas Huxley, Voltaire, Goethe, Ibsen, Spinoza, Platón, y Oliver Wendell Holmes
«Los profesores de nuestras universidades, los científicos, tachan a las sociedades parapsicológicas, a los grupos ocultistas, de absurdos, incomprensibles, quiméricos, inmaduros, inconsistentes y fraudulentos. Estos grupos no ortodoxos consideran al llamado establishment como rígido, arrogante, intolerante y acomodaticio. Ambos tienen parcialmente razón y parcialmente no la tienen, y los unos pueden aprender recíprocamente de los otros. Algún día unirán sus esfuerzos de modo constructivo, y es posible que el catalizador sea la reencarnación.
»Los materialistas dicen que sólo es real lo que se puede ver o medir, o, dicho de otro modo, identificar a través de los sentidos. Pero esta clase de materialismo pertenece ya a otra época. Cualquier niño con la mínima educación científica sabe hoy día que nadie ha podido ver nunca un átomo. Existe sólo por deducción, pero aceptamos que está ahí. En cambio, muchos psicólogos, la mayoría de mis colegas, no aceptan la idea de que existe el alma. ¿Por qué? Porque nadie ha visto nunca ninguna. Me refiero aquí al «alma» como a algo viviente que deja el cuerpo a su muerte y se marcha a continuar su existencia en otro lugar.
»Los que ridiculizan el concepto de «renacimiento» pretenden enterrar toda prueba de reencarnación. Dicen que ésta es sólo la representación de un deseo. Es, según ellos, un subterfugio, una negativa a enfrentarse con el futuro en el terreno racional. Pero examinemos ahora este concepto sobre una base racional. Una aproximación ortodoxa, científica, a cualquier problema es hacer cierto número de suposiciones razonables, y después eliminarlas o probarlas por la aplicación de la lógica. En nuestro caso, podemos hacer tres suposiciones. La primera es la de que cuando se muere se muere para siempre. Según esto, el alma, si es que existe, muere con uno. La segunda consiste en la idea de que uno tiene alma, y de que esa alma va al cielo o al infierno según como uno se haya comportado en la vida. Y la tercera es la idea de la reencarnación. El alma es inmortal y es llevada de una vida a otra.
»Por lo que respecta a la primera suposición —decía Bentley—, nadie ha probado nunca que cuando se muere se muere para siempre. Sé que mucha gente insiste en que esto es verdad, pero no hay verdaderos indicios que así lo prueben. En cuanto a la segunda suposición, nadie ha probado nunca que un alma haya ido al infierno o al cielo. Pero examinemos la tercera suposición, la idea de la reencarnación.
«Aquí, debemos considerar cierto fenómeno. No verdaderas pruebas, tal vez, y en modo alguno pruebas científicas, pero interesantes aun así. Consisten en la observación, en el testimonio de personas vivientes y en fenómenos de memoria que nadie puede explicar.
»Ante todo, hay el problema del deja vu. Los escépticos arguyen que si hemos vivido efectivamente con anterioridad, ¿por qué no podemos recordar nada de nuestras vidas pasadas? Pero lo cierto es que al parecer, muchos de nosotros hacemos precisamente esto. Casi todo el mundo ha pasado por la experiencia de ir a algún lugar que no había visitado nunca en su vida, y tener no obstante la inexplicable sensación de que ya había estado allí, de que había visto antes aquel sitio: una colina, una carretera, un pueblo, una vista. Hay miles de casos contados por personas, personas racionales e inteligentes, que abonan el deja vu. Los psiquiatras ortodoxos dan la explicación de que se trata de «la apertura de la puerta de una falsa memoria». Pero no explican nunca en qué se basa esta «falsa memoria».
»Hay otro fenómeno, un fenómeno que es indiscutiblemente universal. Uno conoce por primera vez a un extraño por el que uno siente intensa simpatía o intensa aversión a primera vista, aun antes de haber cambiado una sola palabra. Y uno no puede explicarse por qué. Cuando un muchacho y una muchacha se conocen por primera vez, hay a menudo atracción instantánea o «amor a primera vista». ¿Por qué sucede esto? Algunos lo atribuyen a una misteriosa atracción química. Otros dicen que el extraño le recuerda a uno alguien que uno amó, odió o temió. En nuestra época, los llamados hijos de Acuario le dan el nombre de vibraciones. Pero nadie la ha explicado nunca de una manera efectiva. ¿No podría ser que estas atracciones o repulsiones procedieran de recuerdos soterrados de alguien a quien conocimos en una vida anterior? Para mí, esta explicación es al menos tan buena como cualquiera de las otras teorías, y, probablemente, mejor.»
Pero las pruebas a favor de la reencarnación, señalaba Bentley eran todavía más sorprendentes en la conducta de los niños.
«Los investigadores han registrado centenares de casos en todo el mundo en que determinados niños parecían recordar alguna vida anterior. Insistían en que eran alguien más, un adulto en una vida pasada, y describían lugares donde no habían estado nunca. Esto podría tomarse por charla infantil sin sentido o por fantasías, pero lo cierto es que las personas y lugares nombrados por tales criaturas, así como algunos de los hechos que contaron, fueron luego comprobados y confirmados por expertos investigadores imparciales.»
Citaba algunos casos famosos de memoria prenatal en criaturas: el de Shanti Devi; y del muchacho japonés Katsuguro, citado principalmente por Lafcadio Hearn, así como otros. Había también los trabajos llevados a cabo por Stevenson, de Virginia, respecto a la memoria prenatal de los niños. Era un punto interesante el de que, en la India, cuando una criatura hablaba de ser alguien más o de haber vivido en otro tiempo en algún otro lugar lejano de su pueblo de nacimiento, era escuchada con la mayor seriedad. Aquí, en Occidente, cuando las criaturas hablaban de lo mismo, lo que decían era considerado como fantasías infantiles, y no se les daba ninguna importancia o se hacía lo posible por quitársela. Los niños no encontraban facilidades para referir estos recuerdos prenatales, y terminaban por reprimirlos. Es así como estos recuerdos llegaban a «perderse» para ellos.
Un tercer fenómeno, proseguía Bentley, era la existencia de niños prodigio, como, por ejemplo, Mozart y Mendelssohn, que escribieron grandes sinfonías a muy temprana edad, o como el famoso ajedrecista Samuel Reshevsky, que, a la edad de cinco años, jugó con tres campeones europeos a la vez y los ganó a todos. Había quien intentaba explicarlo en el terreno de los genes, pero tampoco esto ha sido demostrado de modo concluyente. La reencarnación tenía una explicación más interesante. ¿No habrían podido adquirir estos niños prodigio sus habilidades siendo adultos en una vida anterior y haberlas traído simplemente a su vida actual? De nuevo, esta hipótesis es tan buena como cualquier otra, si no mejor.
«Finalmente —escribía Bentley—, los parapsicólogos, como yo mismo, han podido hacer retroceder en sus evocaciones a personas en estado hipnótico, no ya hasta sus primeros días de bebé, sino hasta más atrás, hasta donde recuerdan, o pretenden recordar, alguna vida anterior. Algunos, durante esta regresión, han hablado incluso en lenguas extranjeras que les eran totalmente desconocidas.
»Por desgracia, nunca se han podido demostrar con indicios materiales estas vidas anteriores. Ello se debe a que los sujetos retroceden a épocas del pasado demasiado lejanas para que sus experiencias puedan corroborarse de modo fidedigno. Es esta falta de documentación lo que en el fondo no permite ofrecer pruebas concluyentes de la reencarnación...»