CAPÍTULO 30
La imagen de su marido le vino a la cabeza de repente, y Leia supo la respuesta a su pregunta. Con una media sonrisa, sacó la pistola láser y disparó dos veces al primero de los yuuzhan vong. Los rayos rojos le dieron en el hombro y en el pecho, y le hicieron girar. Una especie de pus espeso brotó del enmascarador ooglith y salpicó al segundo guerrero. El tercero saltó hacia Mara agitando las garras.
El segundo estiró la mano hacia Leia en el momento en que la mujer le apuntaba con la pistola láser. Algo fino y puntiagudo giró por el aire y le dio en el antebrazo. El dolor le subió hasta el hombro y obligó a Leia a soltar el arma. La mujer se agachó para recogerla con la otra mano, pero, al alzar la cabeza, vio a su enemigo saltando sobre ella.
De rodillas, Leia levantó el brazo por reflejo para rechazar al yuuzhan vong, pero el guerrero nunca llegó hasta ella. Bolpuhr fue como un borrón de movimiento y lo detuvo en el aire. Los dos cayeron pesadamente y rodaron por el suelo, pero el yuuzhan vong logró soltarse del noghri. Bolpuhr salió despedido en la oscuridad y rebotó contra el suelo antes de enredarse entre los cadáveres y los jirones rojos de la tienda.
El yuuzhan vong que había sido detenido se levantó y se acercó a Leia tambaleándose. Cayó de rodillas y el enmascarador ooglith comenzó a desprenderse lentamente. Sobre el esternón del alienígena sobresalía la empuñadura de una daga noghri, y cuando el guerrero cayó de bruces, Leia vio la punta ennegrecida del arma asomando por su espalda.
Más allá del alienígena muerto, Mara se enfrentaba a su enemigo con gesto fiero. La mujer, que había colocado el sable paralelo a su antebrazo derecho, alargó la mano izquierda, se agachó y esperó, observando. El yuuzhan vong se agazapó también, con las manos flexionadas. Encogió los hombros y se apoyó sobre el otro pie.
Mara dio un paso adelante y se agachó. El guerrero se abalanzó hacia ella, pero la mujer ya había retrocedido. Las garras del yuuzhan vong pasaron por donde había estado la cabeza de Mara, que se apoyó en el pie derecho y dio una estocada circular que rasgó el vientre del yuuzhan vong. El enmascarador ooglith se derritió con el toque de la hoja, y la carne echó humo mientras el haz de energía cortaba al guerrero por la mitad.
Mara se alejó de él, pero el yuuzhan vong se las arregló para hacerle un rasguño en el muslo izquierdo al caer. Dando una vuelta completa, ella blandió el sable y le decapitó. El cuerpo se estremeció. En la cabeza, que salió despedida, los dientes rechinaron unos segundos antes de morir.
Mara corrió hacia Leia.
—¿Estás muy mal?
Leia negó con la cabeza y se sobresaltó cuando la cosa que tenía en el brazo sacó patitas e intentó despegarse de ella. Mara retrocedió y tocó el insecto con la punta de su sable láser para matarlo. Leia se sacudió la criatura con la mano y consiguió arrancársela de la carne.
—Qué asco.
Mara le desgarró la manga de la túnica y le envolvió el brazo.
—Será mejor que te miren esto.
—Luego. Podría haber más yuuzhan vong entre los refugiados. Tenemos que comprobar… —Leia alzó la vista—. ¿Dónde está Bolpuhr?
—No lo sé —Mara se levantó y ayudó a Leia a ponerse en pie—. Estaba por aquí detrás, cerca de la tienda, ¿no?
—Sí —Leia corrió hacia los restos de la tienda, se detuvo y cayó de rodillas—. Por los huesos negros del Emperador, no.
El noghri estaba tumbado bocarriba con los ojos sin vida hacia el firmamento. Las garras del yuuzhan vong se le habían clavado profundamente en el cuello y en el pecho. Muerto, el noghri que había cumplido con su deber de forma valiente e incansable parecía más pequeño, más infantil y aterradoramente inocente.
Leia se estremeció. Si los yuuzhan vong pueden matar noghris sólo con las manos… Negó con la cabeza y cerró los ojos de Bolpuhr.
—Esto es lo peor a lo que nos hemos enfrentado nunca, ¿verdad, Mara?
Su cuñada movió la cabeza de un lado a otro.
—Si lo es, no nos queda mucho tiempo. Tú ve a por los refugiados y mira si puedes distinguir a los yuuzhan vong. Quizá sólo entraron éstos tres. Comprobaré las tiendas de esta zona y acordonaré el perímetro. Te llamaré si hay problemas.
—No quiero dejarte aquí sola.
Mara le guiñó un ojo con valentía.
—No estoy sola. Tengo la Fuerza… Vete. Si te quedas, me aguarás la fiesta.
* * *
Luke Skywalker clavó la mirada en la oscuridad. Las detonaciones de los torpedos de protones y de los misiles de impacto se acercaban. Podía sentir las ondas expansivas atravesándole. A la luz de los disparos, veía los vehículos aproximándose cada vez más. Los rayos de plasma llenaban el cielo, lo teñían de naranja y provocaban explosiones en el aire más veces de las que le hubiera gustado ver. Los escombros caían del cielo con furia, se desperdigaban y ardían por el suelo, causando daños ocasionales e iluminando a las hordas que se aproximaban.
Luke se secó la palma de la mano en el manto, se lo desabrochó y se lo quitó. Utilizó la mano derecha para asir con fuerza el sable láser y comprobó una y otra vez que tenía cerca el botón de encendido. Utilizó la Fuerza para calcular la distancia hasta el frente y pudo presentir la línea de esclavos yuuzhan vong acercándose al campamento.
Uno de los soldados apostados junto a él le miró y sonrió.
—Si usted está nervioso, entonces no pasa nada porque yo lo esté.
Luke lo pensó un momento y asintió. En todas las batallas en las que había luchado, incluso en Hoth, los combates habían sido entre máquinas controladas por hombres. Pilotar un Ala-X o dirigir un deslizador por la nieve no requería ni más ni menos valor que la lucha cuerpo a cuerpo, pero era más impersonal. Sus disparos derribaban cazas o destrozaban transportes imperiales. Y si los enemigos sobrevivían, no pasaba nada. Era parte del juego, parte de la nobleza que, en opinión de muchos, tenía ese tipo de combate.
Pero el enfrentamiento en tierra no era noble. El propósito de la acción era matar todos los enemigos posibles antes de que lo mataran a uno. Era íntimamente personal porque los objetivos eran otros seres vivos, y no máquinas que los transportaban. El éxito consistía en que cayeran, y sí, un enemigo podía rendirse, pero eso no era ni mucho menos tan noble como capturar a un piloto tras derribar su nave.
Esto se trata de matar, simple y llanamente. Luke podía percibir las debilitadas tropas avanzando a apenas quinientos metros de distancia. Más allá, los cazas soltaban ráfagas sobre las tropas de tierra. Haces de disparos verdes y rojos atravesaban la noche, vaporizando a los soldados. Luke percibía dolor procedente de los que morían, pero ni un ápice de ansiedad por parte de los que sobrevivían. O no les importa encaminarse a su propia muerte o son incapaces de preocuparse por lo que les pase.
A su derecha, el coronel Bril’nilim hizo una señal. Los cargueros comenzaron a abrirse. La nave de Elegos se elevó y flotó hacia delante, escupiendo proyectiles de energía escarlata con los cañones láser y calentando la oscuridad a su paso. La nave hizo estragos entre las filas de los yuuzhan vong, cuyo número disminuyó, aunque no demasiado. A la luz de las lejanas explosiones o de los cadáveres ardientes, Luke vio las tropas alienígenas más cerca que nunca.
Cuando los yuuzhan vong se encontraban a doscientos metros de distancia, los soldados comenzaron a disparar. Sus tiros se iniciaron de forma lenta y cautelosa, sin pánico. Los rayos rojos volaban por todas partes y se sumergían en las sombras. Algunos yuuzhan vong giraban antes de caer, otros se desplomaban directamente, y otros jadeaban y se sentaban, tumbándose después como si se fueran a dormir.
A unos cien metros, los alienígenas echaron a correr, por lo que los soldados de asalto aceleraron sus disparos. Siguieron acertando objetivos, pero los huecos de las líneas enemigas se llenaban rápidamente, mientras la oleada de yuuzhan vong se acercaba más que nunca. Más pequeños y fornidos que los yuuzhan vong a los que Luke se había enfrentado, estos soldados parecían reptiles. Eran como trandoshanos, pero más compactos. De la frente les salían unas calcificaciones más parecidas a protuberancias que a cuernos. Luke sospechó que eran los dispositivos que utilizaban los yuuzhan vong para controlarlos.
Los vehículos grandes empezaron a expulsar plasma contra las improvisadas murallas. Los disparos retumbaban en el suelo, que se estremecía, salpicando el aire de barro y escombros. Los tiros cortos caían sobre las primeras filas de los yuuzhan vong, y los que daban en el blanco colisionaban contra los escudos de las naves o contra las fortificaciones. Estos últimos derribaron las fortificaciones, provocando bajas entre los soldados de asalto y, lo que era peor, abriendo brechas en la muralla que permitían a las tropas enemigas infiltrarse en el recinto.
Luke corrió hacia el hueco más cercano y encendió el sable láser. La hoja verde siseó y chasqueó mientras la blandía de un lado a otro, derribando a los soldados con apariencia de reptil. Las tropas yuuzhan vong iban armadas con pequeños anfibastones que se congelaban en forma de garfio, se enganchaban en brazos y piernas y los seccionaban de un tirón. El sable láser no podía cortar los anfibastones, pero las tropas eran demasiado lentas para impedir que Luke les asestara estocadas o les atravesara el pecho.
Dado que podía sentir a las tropas esclavas con la Fuerza, matarlos era increíblemente sencillo. Sabía dónde iban a estar y lo que querían hacer. Un toque por aquí y un golpe en la cabeza, o un bloqueo y después una estocada al corazón. No estaba luchando contra los soldados, sino contra el tiempo. Si tardaba tres o cinco segundos con cada uno, no podría matarlos a todos. Le hacían retroceder metro a metro con el ímpetu de su asalto, y ni con el apoyo de la Fuerza podía matarlos lo suficientemente rápido.
Como no se me ocurra algo, se acabó, se habrá acabado todo.
* * *
Leia corrió al centro del campamento y cogió la carabina láser de uno de los refugiados de guardia. Encontró a Danni y la llevó aparte. Luego indicó a Lando que se aproximara.
—Necesito tu ayuda —dijo Leia a Danni.
—Estás sangrando —comentó Lando.
—No es nada, al menos de momento —volvió a dirigirse a Danni—. Necesito que emplees la Fuerza. Puedes percibir emociones, ¿verdad?
Danni asintió rígida.
—He estado intentando cerrarme a ellas. Todo el mundo está asustado —miró hacia abajo—. Como yo.
—Mira, creo que hay yuuzhan vong entre la gente utilizando enmascaradores ooglith para hacerse pasar por personas. Tenemos que encontrarlos.
Danni parpadeó y se tapó la boca con la mano.
—¿Yuuzhan vong aquí? ¿Escondidos aquí?
Leia cogió a la chica por el hombro.
—Tranquilízate, Danni. Puedes hacerlo. Tienes que hacerlo.
Lando sacó su pistola láser y comprobó el cargador.
—¿Cómo los encontraremos?
—Si Danni puede percibir el miedo y el odio, podrá localizar a los que no sientan nada. Seguidme y mezclaos entre la gente —Leia contempló a los cuatrocientos refugiados reunidos y negó con la cabeza—. No es una percepción exacta, pero ubicará a los que no tengan miedo y podremos apartarlos. Dado que no podemos percibir a los yuuzhan vong con la Fuerza, ellos son los que buscamos.
—No sé —la joven dudó un instante, tragó saliva y asintió—. Lo haré lo mejor que pueda.
Lando asintió.
—Vamos.
Leia respiró hondo y disparó una ráfaga al aire. La gente se agachó por reflejo y una ola de terror inundó a la multitud. Leia la contempló y puso gesto sombrío.
—Los yuuzhan vong están entrando, y detenerlos nos va a costar más de lo que pensamos. Si hay algo que queráis decirle a alguien aquí, vuestras últimas palabras, más os vale hacerlo ahora y rápido.
Una tormenta de terror recorrió a los refugiados, y los lamentos y sollozos sonaron como un trueno silenciado. Leia hizo una señal a Danni y a Lando, y los tres comenzaron a moverse entre la gente, indagando y buscando a los que no encontraran nada que temer en el aviso de Leia.
* * *
Jacen blandía su hoja verde de derecha a izquierda mientras Anakin y él atacaban el flanco de los yuuzhan vong que hacía retroceder a Luke. Jacen no estaba para finuras o elegancias, y se limitaba a masacrar soldados. Sabía que lo que hacía no tenía nada que ver con ser un Jedi. Sí, podía percibir las últimas chispas de vida, pero las tropas vong eran para él más androides de carne y hueso que auténticos seres vivos. Están vivos como las plantas. Quizá fueran individuos en el pasado, pero ahora sólo son marionetas, marionetas letales.
Jacen blandió el sable láser hacia la derecha y cercenó a un soldado por la espalda. El soldado cayó a los pies de Anakin, que saltó hacia atrás y dio una estocada baja entre las piernas de un yuuzhan vong. El enemigo se desplomó y se llevó a otros dos por delante. Anakin los remató con golpes rápidos en la nuca, y alargó la mano izquierda hacia Jacen.
Un soldado que estaba junto a éste salió disparado, como si le hubieran dado en el pecho con una tonelada métrica de transpariacero. El golpe telequinético despejó el camino hacia donde estaba Luke. Jacen avanzó manteniendo el hueco abierto, y Anakin se unió a él. Los tres Jedi rechazaron juntos a los soldados, eliminándolos y empujándolos hacia la brecha en la muralla.
Cuando su presencia detuvo el ataque en la brecha, la nave de Elegos dio la vuelta y soltó una ráfaga infernal de láser sobre la columna de infantería yuuzhan vong. Jacen se tapó los ojos con la mano mientras los pequeños reptiles se desvanecían en una gran llamarada de luz, una fila tras otra. Los yuuzhan vong que no habían sufrido el impacto del láser de la nave siguieron avanzando, pero los Jedi los rechazaron sin problemas.
La acción de Elegos proporcionó algo de espacio a los Jedi. Luke activó su intercomunicador.
—Gracias por salvarnos, senador.
—Mi armamento no es efectivo contra los vehículos grandes, así que lo utilicé donde era más necesario —la voz del caamasiano estaba repleta de seriedad—. Menos mal que las tropas de tierra no pueden escudarse con agujeros negros.
Anakin rió.
—Pues claro. Un buen empujón y uno caería en el vacío del que va detrás, y así sucesivamente hasta que cayeran todos.
Jacen frunció el ceño ante el comentario de su hermano, y Luke chasqueó los dedos.
—¡Eso es!
—¿El qué?
—No tengo tiempo de explicarlo, Jacen —Luke miró hacia la nave—. Senador, tengo que dar una vuelta.
Elegos bajó la nave a unos cinco metros del suelo y activó la rampa de descenso. Luke saltó y entró rápidamente en la nave, que se elevó y se alejó del recinto.
Anakin parpadeó.
—¿Pero qué he dicho?
Jacen negó con la cabeza y apretó el sable láser con más fuerza.
—No lo sé, pero espero que funcione —señaló las murallas—. Y hasta que sepamos si funciona o no, tenemos cosas que hacer.