CAPÍTULO 6

Corran Horn encontró a Valin en un pequeño claro de la selva de Yavin 4. El chico estaba sentado en el suelo con las piernas cruzadas y las manos en las rodillas. Miraba fijamente al frente, concentrándose en una piedra situada a un metro de él. Tenía la frente empapada de sudor que amenazaba con llegarle a los ojos color castaño.

Un orgullo desmedido mezclado con ira inundó el corazón de Corran al contemplar a su hijo. La línea Horn-Halcyon de Caballeros Jedi estaba caracterizada por la carencia absoluta de habilidades telequinésicas. Corran recordaba su total frustración al intentar mover objetos con la Fuerza. Era incapaz de mover las babas de los morros de un hutt, y mucho menos de mover una piedra, excepto bajo circunstancias extremas, cuando intentaba emplear la Fuerza para contener energía que podía herir a alguien.

Que Valin intentara con todas sus fuerzas mover una roca impresionó a Corran. Su hijo ya había superado las expectativas de su padre y, aunque sólo tenía once años, ya le llegaba al hombro, y estaba claro que sería tan alto como su abuelo. Su pelo oscuro y sus ojos castaños eran una mezcla del físico de sus padres, pero sus rasgos eran más de Mirax, con algún matiz de la madre de Corran. Menos mal que no ha salido a Booster Terrik en eso.

Como todos los padres, a Corran se le hinchó el pecho al observar a su hijo intentando una tarea para la que sabía que no estaba capacitado. Quería intervenir y ahorrarle a Valin la decepción, pero se contuvo. Aprender esa lección podía hacer daño a su hijo, pero aprender a asumir las decepciones era mucho mejor que mover todas las rocas de la galaxia.

Para sorpresa de Corran, la pequeña piedra oval comenzó a moverse, tembló en la base y cayó sobre un costado.

Corran dio un grito de alegría.

—¡Valin, eso es genial! La has movido.

—¿Papá? —el chico giró la cabeza, con la larga cabellera oscura chorreando sudor. Un mechón se le quedó pegado bajo el ojo derecho—. No te había visto.

—No, estabas concentrado. Ha sido genial —Corran se adentró en el claro y ayudó a su hijo a levantarse—. Quiero decir, lo que acabas de hacer, yo nunca habría podido…

—Papá, no es lo que crees.

—Sé lo que he visto.

Valin sonrió y se quitó el pelo de la cara con el dedo.

—¿Recuerdas lo de los puntos de vista?

—¿Sí?

—Pues es un punto de vista —Valin se sentó en el suelo e indicó a su padre que hiciera lo mismo—. Mira otra vez.

Corran contempló la roca. El suelo estaba repleto de pequeños insectos morados que se amontonaban en el fango y alrededor de la piedra.

—No lo entiendo. ¿Has puesto la piedra en un acceso a su colonia?

—No. He estudiado a los garnants. Se comunican por la vibración y el olor. He utilizado la Fuerza para llegar hasta ellos y hacerles pensar que debían seguir un rastro ascendente. Les hice creer que la piedra era comida. El primero que llegó la marcó como si lo fuera —Valin se encogió de hombros y sacó un poco de comida de un bolsillo—. Tengo una recompensa para ellos, así que tampoco les estoy obligando a hacer nada.

Corran frunció el ceño un momento. Manipular el comportamiento de seres inteligentes, sobre todo si es en contra de su voluntad y en pro del beneficio egoísta de los Jedi, era sin duda propio del Lado Oscuro. Obligar a seres no pensantes a hacer algo natural no se parecía en nada a eso, sobre todo si la tarea era inofensiva y además se les recompensaban sus acciones con algo que podía suplir la energía que habían empleado.

—Probablemente estás jugando más cerca del Lado Oscuro de lo que desearías, pero estoy muy impresionado —Corran acarició la cabeza de su hijo—. Comunicarse con otras especies no es nada fácil.

—No es comunicación auténtica, papá —Valin puso los ojos en blanco—. No son más que bichos. Les hago creer que una piedra es comida.

—Es más de lo que yo podía hacer a tu edad.

—Pero no estabas entrenado.

—Eso es cierto —Corran se levantó—. Pero sigo estando muy orgulloso de ti.

—Me gustaría que lo estuvieras aún más —Valin se levantó y suspiró pesadamente—. Primero he estado intentando mover la roca con mi mente durante un rato. Luego intenté hacerlo de la otra forma. Creo que nunca seré un Jedi poderoso.

Corran descansó las manos en los hombros de su hijo y apoyó su frente en la del chico.

—Hay algunos Jedi que piensan que la fortaleza se define por lo lejos que puedes llevar un objeto, o por la facilidad con la que puedes romper las cosas; pero la verdadera fortaleza de un Jedi mana del interior, de su corazón y de su mente. Algunos Jedi mueven rocas sólo para demostrar que pueden hacerlo, pero el Jedi más fuerte es aquel que no cree necesario mover piedras si con eso no soluciona un problema inmediato.

Su hijo suspiró de nuevo y sonrió.

—¿Qué me quieres decir, papá?

—Te está diciendo que ser débil es algo a lo que acabarás acostumbrándote, chico, y que quizá sea un defecto que acabes superando.

Corran alzó la cabeza y se volvió hacia la voz.

—¡Ganner!

El otro Jedi asintió solemnemente. El hombre le sacaba una cabeza a Corran. Sus anchas espaldas descansaban sobre una cintura y unas caderas estrechas, y tenía el cuerpo repleto de músculos. Llevaba el pelo negro azabache peinado hacia atrás para hacer resaltar su frente. El bigote y la perilla se combinaban con sus bellos rasgos y los penetrantes ojos azules para darle un toque libertino que lo convertía en objeto de admiración. Las vestimentas Jedi de color azul oscuro y negro le hacían destacar entre la vegetación y le daban el aspecto de un oficial del Gobierno.

Corran sentía la Fuerza agolpándose en su hijo. Le apretó el hombro.

—No lo hagas.

Ganner extendió los brazos y dejó que una sonrisa asomara a sus labios.

—Por favor, Valin, muéstrame lo que puedes hacer. Proyecta la visión que quieras. Prometo asustarme.

El chico alzó la barbilla mientras la Fuerza le abandonaba.

—La visión más aterradora que se me ocurre ahora mismo es verte a ti ahí.

Ganner aplaudió lentamente.

—Tiene genio el chico, eso es bueno —miró a Corran—. Nuestra nave está lista para partir.

—Me estaba despidiendo de mi hijo.

—Tenemos algo de tiempo. No mucho, pero sí algo.

Corran se volvió hacia Valin.

—Vuelve al Gran Templo. Tu madre y tu hermana están allí. Diles que iré enseguida a despedirme.

El chico arqueó una ceja.

—¿Estás seguro?

Ganner soltó una carcajada.

—No le voy a hacer nada.

Valin giró la cabeza y miró fijamente a Ganner.

—Tampoco podrías hacer mucho.

—Vete, Valin. Tu madre se va a impacientar, y ninguno de los dos deseamos que pase eso —Corran revolvió el pelo a su hijo—. Tu madre estará preocupada, así que procura tranquilizarla, ¿de acuerdo?

El chico asintió y salió a toda prisa hacia el Templo.

Corran le vio partir y luego miró a Ganner.

—Bueno, ahora dime la auténtica razón por la que querías verme aquí, lejos del resto.

—Perspicaz, sí señor —Ganner entrecerró sus gélidos ojos—. Oficialmente estás al mando de nuestra expedición…

—Eso es un error. Estoy al mando y punto —Corran cruzó los brazos—. Tú eres mi auxiliar.

—En los papeles sí, así es; pero en realidad…

—¿Qué?

—Pues que tú, con sable láser bifásico, eres un Jedi de la vieja escuela; que yo soy mucho más poderoso que tú; y que sé que no quieres saber nada de la filosofía de Kyp Durron, una filosofía que, en mi opinión, debería adoptarse para que la Orden Jedi cumpla con su destino en la galaxia —Ganner hizo un gesto leve y la roca se elevó en el aire como transportada por un turboascensor invisible—. Yo haré todo lo que esté en mi mano para llevar a buen término esta misión, pero no toleraré la más mínima interferencia por tu parte.

La roca cayó sobre Corran, que la esquivó por la derecha. La piedra giró bruscamente a la izquierda y rodó dando tumbos bajo los matorrales.

Ganner sonrió.

—¿Entiendes lo que digo?

—Claro —Corran dejó descansar los brazos a los lados—. Estás diciendo que esa filosofía es más importante que la tarea que nos han encomendado.

—En absoluto.

—Claro que sí, pero yo no espero que tú lo entiendas —Corran negó con la cabeza—. Kyp, tú y todos los que piensan como vosotros os estáis esforzando mucho para que quede claro el papel de los Jedi en la galaxia. Lo hacéis llevando uniformes impecables y adoptando posturas inamovibles. Es probable que acertéis en la mayoría de los casos. No puedo estar en desacuerdo. Lo que no me gusta es cómo determináis esas posturas y cómo os esforzáis. Vais por ahí diciendo: «oye, somos Jedi, nos merecemos respeto», pero yo creo que eso hay que ganárselo.

La expresión de Ganner se ensombreció.

—Nos lo hemos ganado. Los Jedi implantaron el orden tras el caos del Imperio.

—No, un Jedi hizo eso, el único Jedi que había en ese momento capaz de alzarse y luchar contra el Imperio. Luke Skywalker se ganó el respeto de la galaxia, nosotros no. Nuestra lucha se define cada día ahí fuera. La gente acaba por sospechar de aquellos que se adjudican la capacidad de distinguir entre el bien y el mal —Corran sonrió—. Lo aprendí cuando trabajé para CorSec, y lo he comprobado como Jedi.

El otro hombre rió a carcajadas.

—Tú eres el menos capacitado para criticarnos porque das una imagen que facilita nuestro trabajo.

—¿Y eso por qué?

—Por lo que hiciste en Courkrus. Aterrorizaste a la gente. Les hiciste ver cosas horribles que no eran reales —una sonrisa triunfal se dibujó en los rasgos de Ganner—. Quizás entonces utilizaras el nombre de Keiran Halcyon, pero empleaste los mismos métodos que nosotros. Y sabes lo efectivos que pueden llegar a ser.

—No, no, no —Corran negó con la cabeza—. No vas a utilizar lo que hice en Courkrus para justificar tus acciones. Courkrus era un planeta al margen de la ley que estaba controlado por los piratas. Utilicé su miedo contra ellos para romper su confederación. Hice que aquellos que temían que llegara alguien para poner orden creyeran que la justicia había llegado ya. Cuando vosotros vais a resolver un problema os mantenéis apartados, distantes y juzgándolo todo. Nadie puede estar seguro de qué lado estáis, siempre existe el temor de que acabéis juzgándolos.

—Así les impedimos que se rindan al Lado Oscuro.

—Sí, ya he oído antes ese argumento, de los tíos de CorSec y de todos los servicios de seguridad de todos los planetas en los que he estado. El miedo, independientemente del bien que haga, es un puente hacia el camino del Lado Oscuro —Corran alzó las manos—. Pero nada de eso importa. Si no quieres que interfiera en tus acciones en esta misión, por mí vale; pero no me obligues a hacerlo. Tenemos que ir, encontrar a unos universitarios y llevarlos a casa. Es muy sencillo.

Ganner Rhysode resopló al oír la descripción de la misión, y Corran sintió un atisbo de respeto ante el rechazo que Ganner manifestaba hacia ello. Quizá seas algo más listo de que lo que yo me atrevería a apostar.

—Espero de veras que sea tan sencillo, pero estas cosas nunca lo son —Ganner señaló el Gran Templo—. Aunque algunos se consuelan con la idea de que la perturbación del hiperespacio alrededor de la galaxia mantendrá fuera a los yuuzhan vong, exceptuando a los pocos que consiguieron entrar, a mí me parece que la analogía de que es una tormenta, una tormenta que quizás esté arreciando, es más acertada. Y en ese caso, es bastante probable que encontremos yuuzhan vong en ese planeta y en muchos otros. Y estaré preparado.

Ganner se llevó la mano al sable láser.

—Haré lo que sea para enseñar a esos invasores por qué no deberían haber venido nunca.

—¿No olvidas algo?

—¿Qué? —Ganner sonrió burlón mientras se aplastaba un garnant que se le había posado en el cuello—. Los yuuzhan vong son invasores. Tenemos que forzar su retirada.

—Nuestra misión es salvar a los estudiantes —Corran sonrió al ver a Ganner dándose palmadas para aplastar más insectos—. Es un pequeño detalle, pero ya ves lo molesto que puede resultar ignorar las cosas pequeñas.

Ganner gruñó de nuevo y se sacudió más garnants de la ropa.

—Tú estás provocando esto.

—Yo no he sido. Quizá te hayas puesto encima del túnel principal de una colonia —Corran controló su sonrisa. Tengo que tener una charla con Valin sobre esto. Admiraba el sentido de la familia que tenía su hijo, pero la Fuerza no era un juguete con el que gastar bromas. Creo que eso ya lo sabe. Sólo quiero recordárselo y asegurarme de que no vuelva a cometer ese error nunca más.

Ganner se rascó violentamente mientras se daba palmetazos.

—Los tengo por todas partes.

Un escalofrío recorrió a Corran cuando le vino a la cabeza la imagen de los yuuzhan vong asediando a Ganner como hacían ahora los insectos.

—Vuelve al Templo y ve a una estación de suministro. Te habrán impregnado con una sustancia que atrae insectos. Nos iremos en cuanto te hayas librado de ellos.

—Puede que esto te parezca gracioso, Horn, pero lo que he dicho iba en serio. No te cruces en mi camino —el hombre se quitó la túnica y comenzó a correr hacia el Gran Templo.

Corran le observó partir hasta que no pudo distinguir los bichitos rojos en su espalda.

—No tengo intención de ponerme en tu camino, Ganner, a no ser que me obligues a hacerlo —murmuró a la silueta en retirada—. Y, si lo haces, creo que tendremos que comprobar de una vez por todas quién es el Jedi más poderoso.