CAPÍTULO 8
Cuando su Ala-X salió de uno de los hangares lateral del crucero de asalto bothan Ralroost, Gavin Darklighter echó los mandos hacia atrás y viró a estribor para contemplar la salida del resto del escuadrón. El crucero de asalto bothan era una de las últimas adquisiciones de la Nueva República. Pese a ser algo más pequeño que un destructor estelar clase Victoria y tener ángulos más aerodinámicos y menos acusados, el Ralroost poseía un veinte por ciento más de potencia armamentística que un Victoria, y casi más de la mitad en lo referente a escudos. La nave había sido diseñada para absorber golpes y seguir respondiendo con fuerza al enemigo.
Gavin recordó la discusión que había mantenido con su mujer y su hermana cuando los bothanos anunciaron que construirían los cruceros de asalto. Se había declarado la paz con el Remanente Imperial, así que la opinión generalizada sobre las naves era que suponían o un absurdo desperdicio de recursos o algo que apuntaba a un futuro ataque bothan o, según Sera y Rasca, un gasto desmedido de dinero. Dado que la paz reinaba en la galaxia, ambas pensaban que el dinero necesario para construir esas naves era mejor destinarlo a curar las cicatrices de una guerra que había durado décadas.
Los argumentos eran convincentes, pero Gavin se reservó su opinión y, mientras contemplaba la nave, se alegró de que los bothanos la hubieran construido. Los hangares de los cazas estaban situados entre naves anexas con aperturas de despegue que permitían a las naves pequeñas salir hacia arriba o hacia abajo, según las necesidades de la batalla. Las pistas de despegue dobles aceleraban la recuperación de las naves tras la batalla, y Gavin apreciaba de veras ese detalle.
Pulsó un comunicador.
—Yo iré primero. Cinco, tú irás en segunda posición; y Nueve, tú en tercera.
Sus dos comandantes, la mayor Inyri Forge y la mayor Alinn Varth, dieron la orden por recibida, y no fue la primera vez que a Gavin le sorprendió oír voces femeninas asociadas con las asignaciones de vuelo. La mayor parte de su vida en el escuadrón, el Nueve había sido Corran Horn; el Cinco, Hobbie, Janson o Tycho Celchu; y el Uno casi siempre era Wedge, pero ahora soy yo quien va en cabeza.
Las naves se separaron y volvieron a reunirse camino del centro de aquel sistema estelar, que, francamente, no era muy importante. Sólo tenía un cinturón de asteroides que separaba dos pequeños planetas de elevadísima temperatura de otros tres gigantes gaseosos. Ninguno de esos planetas albergaba vida, aunque el gaseoso más grande tenía algunas lunas que eran casi habitables… para alguien que pudiera respirar una mezcla baja en oxígeno y alta en nitrógeno. Si no fuera por las excavaciones mineras de los asteroides, y porque el tráfico de Bastion emplea este lugar como punto de navegación hacia el Sector Corporativo, sería otro punto vacío en los mapas estelares.
El sistema ni siquiera tenía nombre, lo que le pareció bastante adecuado, teniendo en cuenta que había carecido de importancia desde que fue descubierto. Pero eso había cambiado en cuestión de una semana. Un carguero se había detenido para repostar, y unos cazas de origen desconocido lo habían atacado. El carguero consiguió escapar e informó del incidente. El almirante Kre’fey había traído el Ralroost para investigar. El Escuadrón Pícaro se unió a la expedición y pasó de jugar a los piratas a cazarlos.
Gavin extrajo un programa de análisis y lo cargó en el navegador.
—Leo, activa los sensores. Sabemos que hay cazas escondidos, pero tengo que localizar su base.
El androide silbó rápidamente.
La voz de Inyri se abrió paso por los auriculares de su casco.
—Uno, recibimos señales intermitentes en el cinturón de asteroides, 247 punto 30. Nos están siguiendo.
—Recibido. ¿Son suficientes para identificarlos?
—No encuentro coincidencias… creo que son feúchos.
—No les quites ojo —Gavin pensó un segundo y asintió—. A mi señal, Pícaros en ruta 270 punto 27. Vamos a por el asteroide grande de ahí, el lento.
La confirmación de la orden llegó por el comunicador.
Gavin encendió un interruptor que situaba los alerones del caza en posición de ataque, y estudió las lecturas del sensor, pero no vio nada. Bueno, si no quieren salir solos habrá que sacarlos de ahí.
—Pícaros, a mi señal. Tres, dos, uno, ahora.
Gavin elevó su Ala-X sobre los estabilizadores de babor y echó los mandos hacia atrás lentamente, desviándose de la formación y observando cómo el resto de su grupo le seguía los pasos.
Activó la comunicación compartida con el Ralroost.
—Aquí Pícaro Uno. Hemos contactado y estamos investigando.
—Recibido, Pícaro Uno. Buena suerte.
Gavin suspiró pesadamente y exhaló despacio el aire. A pesar de que confiaba en la opinión de Inyri sobre las naves que iban a evacuar de los asteroides, no podía quitarse de la cabeza el mal recuerdo de su primer encuentro con los coralitas en el simulador. Por muchas simulaciones contra los coris que hayamos programado, encontrarnos cara a cara con ellos va a ser francamente peligroso.
El enemigo surgió de detrás del asteroide más grande. Leo mostraba un contacto tras otro en el monitor secundario de Gavin. Todas las naves eran, de hecho, feúchos, y habían sido ensambladas utilizando piezas de viejos cazas. Había Ala-TIE formados por una mezcla de cabinas de cazas TIE con barquillas de motor de Ala-Y. Interceptores-X fabricados con el cuerpo de Ala-X y las alas de Interceptores TIE, y tricazas de triple ala, apodados garras porque la cabina esférica se hallaba encerrada entre los bordes frontales de las tres alas. Todas las naves eran tan comunes en una flota pirata como el hidrógeno en la galaxia, y todas podían llegar a ser muy letales.
Gavin activó la cuadrícula en el monitor principal y activó los láseres. Los colocó en disparo dual y miró la pantalla para apuntar. Las posibilidades de acierto disminuían rápidamente, pero eso le preocupó menos que otro detalle que le ofrecía el escáner.
El garras no tenía escudos. No había razón alguna por la que un piloto quisiera entrar en combate sin los escudos a toda potencia. Era bien sabido que los tricazas poseían escudos, ya que era una de las razones por las que ese diseño había tenido éxito. Sin escudos, los piratas no tenían ninguna posibilidad ante los Pícaros.
—Leo, muestra su frecuencia táctica —Gavin llevó el mando a la derecha y lanzó un disparo que pasó llameante por delante del morro del garras—. Cinco, ¿detectas tú los escudos de esos tíos?
—Negativo, Uno. Y los cascos también están débiles.
¿Qué ocurre? Gavin apuntó de nuevo al garras y esperó a que disparara primero. La nave siguió avanzando, acercándose mucho a la franja óptima, y disparó un rayo láser verde al Ala-X de Gavin. La energía se disipó contra los escudos y envío un ruido de fondo a través de los altavoces de la unidad de comunicación. Le había hecho menos daño del previsible, y eso que había disparado solamente con uno de los dos láseres.
Y la única razón por la que un piloto se acercaría tanto es porque está disparando con datos visuales… Tiene estropeados los sensores.
El garras pasó de largo, Gavin giró a estribor y tiró de los mandos para comenzar a perseguirlo. Dio la vuelta, viró y aceleró a fondo para seguir al caza en su maniobra de evasión. Activó los cuatro láseres para el disparo y puso el dedo corazón sobre el botón secundario del gatillo. Esta modificación era para los coris, pero creo que podría ser útil aquí.
Apuntó y apretó el gatillo secundario. El láser salió rápidamente, dejando un rastro de apagadas chispas que provocó marcas en los ganchos del garras. El fuego desgarró la nave pirata, derritiendo su emblema con el puño de androide blanco y negro.
El garras viró a babor y trazó un ángulo agudo hacia arriba. Gavin frenó, dio la vuelta y ascendió en pos del caza pirata. Cuando la nave estuvo a la vista, soltó otra ráfaga láser sobre ella. La andanada dio en la parte frontal y sorprendió al piloto. El garras cayó hacia estribor, y uno de los motores iónicos soltó una larga llamarada final. El otro motor llameó un momento, y ambos se apagaron.
Cuando Gavin se acercó para inspeccionarlo, un rayo de turboláser pasó entre la otra nave y él. Leo gritó alarmado, y Gavin giró a babor, encaminándose hacia el asteroide que era su objetivo.
La persecución del garras le había llevado por encima del horizonte del asteroide y lo había situado ante la nave que se hallaba escondida tras él. La reconoció a duras penas como una fragata de escolta Nebulon-B, pero ése era sólo el aspecto general. Estaba completamente abollada y tenía agujeros abiertos en el casco. Sus sensores detectaban una ligera señal de los escudos, pero era tan débil que Gavin sabía que una ráfaga de su Ala-X atravesaría el casco y provocaría graves daños.
—Leo, activa su frecuencia táctica en el canal cuatro del comunicador —el botón señalado de su unidad de comunicación comenzó a brillar. Gavin lo pulsó y la luz aumentó—. Aquí el coronel Gavin Darklighter de la Nueva República. Identifíquense y depongan las armas o serán destruidos.
—Aquí… —la voz al otro lado comenzó a hablar en tono desafiante, pero pronto flaqueó y se debilitó—. Aquí Urias Xhaxin del Autarca.
—Uno, a babor.
Sin pensarlo, Gavin giró la nave hacia la izquierda, a tiempo de ver varios rayos láser verdes atravesando el espacio que él acababa de abandonar. Un Ala-TIE pasó por allí, seguido de cerca por el Pícaro Dos. Krad Nevil hizo saltar una de las barquillas del Ala-Y del pirata, que perdió el control y explotó contra la irregular superficie del asteroide.
—Gracias, Dos.
—Sólo hago mi trabajo, Uno, cubre tu espalda.
—Capitán Xhaxin, ordene la retirada a sus fuerzas. No pueden luchar contra nosotros. Todas sus naves están dañadas. Nadie desea una carnicería.
La fatiga resonó con pesadez en la respuesta del hombre.
—Tiene razón, claro. Siempre llega un momento en el que hay que dejar de pelear. Daré la orden, coronel.
Gavin estableció la frecuencia táctica del escuadrón.
—Los feúchos se retiran. Disparad sólo en defensa propia.
El Ala-X de Kral apareció a babor de Gavin. El piloto quarren contempló la fragata y después miró a Gavin.
—Es como si se hubiera rasgado cruzando un mar de coral, coronel. ¿Qué puede haber causado eso?
—No lo sé, Dos, pero creo que no me gustará la respuesta cuando la sepamos.
* * *
Gavin supervisó el regreso de los piratas al Ralroost y se reunió con el almirante Kre’fey en la sala de reuniones. Aparte de los dos guardias que custodiaban la puerta, el almirante bothan estaba a solas con el líder de los piratas.
—Ah, coronel Darklighter, gracias por venir. Ya conoce al capitán Xhaxin.
—Sí —Gavin fue hacia donde estaba sentado el hombre y le tendió la mano—. Gracias por finalizar tan rápido el combate.
El pirata alzó la mirada. Tenía los ojos oscuros y llenos de cansancio y algo más. Estaba ojeroso, y su larga cabellera y su cuidada barba eran blancas. Eso y su pálida tez contrastaban enormemente con su uniforme negro, y, de no ser por los ojos inyectados en sangre, se le hubiera podido confundir con un holograma en blanco y negro.
—Debería agradecerle que me permitiera salvar la vida de mi gente.
Traest Kre’fey señaló a Gavin una silla.
—Quizá no lo sepas, pero Urias Xhaxin lleva mucho tiempo con el Autarca. Vivió del pirateo de las naves imperiales y continuó asaltándolas durante la guerra. Lleva aquí, en el Borde Exterior, desde que se firmó la paz, interceptando los transportes imperiales ocasionales que se dirigen al Remanente Imperial. Las capturas son escasas y los objetivos que ha elegido le han convertido en un problema de importancia menor para la Nueva República.
Gavin asintió lentamente.
—Recuerdo haber visto alguna vez un holodocumental sobre él.
Xhaxin rió con sorna.
—Pura ficción. Una holoperiodista vino para informar sobre mis actividades. Tenía una idea demasiado romántica de lo que hacemos. Se llevó una decepción, así que creó una fantasía y alguien la publicó en formato de holograma.
Traest alzó la cabeza.
—Pero creo que lo que le pasó en el Borde Exterior hace poco no fue una fantasía.
—Mía no, desde luego —el hombre cruzó los brazos—. Yo establezco operaciones para atraer gente que quiera viajar en una caravana hacia el Remanente. Las naves se reúnen en Garqi y parten, según mis previsiones, hacia un punto de mi elección. Yo quería capturarlos a todos. Llegamos justo antes de que entrara la última nave, según nuestros cálculos, y vimos las cosas ésas atacando las naves. Creo que eran cazas…, pero nunca los había visto antes. Había anomalías gravitatorias por todas partes y disparaban plasma que penetraba en las naves. Fueron a por nosotros de repente.
La mirada del hombre se perdió en el infinito y su voz se quebró.
—Hice lo que pude, pero eran demasiados. Dimos un salto a ciegas al hiperespacio, y luego otro, y llegamos aquí. Mis reguladores de hipervelocidad explotaron y los daños estructurales… bueno, no sé si el Autarca podrá volver a alcanzar la velocidad luz. Sé que no tengo los recursos necesarios para salvarlo.
Xhaxin miró a Traest.
—Por tanto, almirante, me ha atrapado. Creo que la recompensa que ofrece el Imperio por mi captura ya no es lo que era, pero seguro que alguien pagará por mi cabeza. Aparte de eso, no sirvo para nada. Si sirviera no habría perdido mi autoridad.
—No, capitán Xhaxin, eso no es así —Traest miró a Gavin—. Coronel, acompañe por favor al capitán Xhaxin al ala de invitados.
Xhaxin levantó una ceja.
—No comprendo.
—Usted se encontró y peleó con un enemigo que veremos a menudo a partir de ahora… más de lo que deseamos. Su conocimiento de sus tácticas y su comportamiento vale mucho más que cualquier recompensa —el bothan sonrió—. Necesito saber lo que usted sabe. Si no averiguamos cómo acabar con esta amenaza, verá cómo, en menos de lo que piensa, el Autarca acabará siendo la nave más poderosa de la Nueva República.