CAPÍTULO 9

Leia Organa Solo sonrió tímidamente a Danni Quee y a Jaina. Las dos habían llegado al despacho que el Consejo agamariano había asignado a Leia de forma temporal justo a tiempo de que ésta inspeccionara sus vestimentas. Leia les indicó con el dedo que se giraran, y Jaina soltó un suspiro. Ambas dieron una vuelta para mostrar su atuendo al completo.

Jaina se había puesto un traje de piloto marrón oscuro con una túnica Jedi más clara por encima. No portaba armas ni cinturones, pero el sable láser pendía en su costado. Llevaba el pelo castaño recogido en una trenza con una cinta plateada.

Por otra parte, Danni se había puesto un vestido sencillo, funcional y de colores poco llamativos. El verde oscuro del chaleco hacía juego con sus ojos, mientras que el marrón oscuro del vestido contrastaba con la tez pálida y el pelo rubio, que llevaba suelto. No portaba armas y, aunque tampoco parecía indefensa, era evidente que no había nacido guerrera ni se había educado como tal.

Leia miró a Elegos.

—Creo que así estará bien.

El caamasiano contempló a las dos chicas.

—Bastante presentables, sí señor.

Elegos se encogió de hombros y se llevó las manos a la espalda. Miró por la terraza hacia el océano de Calna Muun, la capital agamariana.

—Creo que tu interpretación de este pueblo y de su respeto por la tradición y la familia es acertada —dijo—. Sabemos que contribuyeron en gran medida a la lucha contra el Imperio, y que sufrieron por ello. Keyan Farlander tan solo fue uno de los que acudieron a luchar contra el Imperio.

—¿Tan solo?

Elegos se apartó de la terraza.

—Algunos son capaces de aguantar una carga durante años luz, y otros no pueden con ella ni unos kilómetros.

Un agamariano apareció en la puerta del despacho.

—Si están preparadas, el Consejo les recibirá ahora.

—¿Danni?

La joven reflexionó un momento y miró a Leia.

—Sí, supongo que estoy preparada.

Elegos se acercó a ella y posó las manos en sus hombros.

—Recuerda, Danni, que la Sociedad ExGal cumplió su cometido. Tú eres testigo de ese hecho. Sólo vas a informarles de lo que sabes, y eso puedes hacerlo sin problemas.

—Gracias. Lo sé.

Leia dejó que Elegos fuera en primer lugar, y Danni detrás. Ella caminó junto a su hija, la miró y le preguntó en voz baja:

—¿Te pasa algo?

Jaina levantó un poco la cabeza.

—Creía que me controlaba mejor.

—Quizá controles la Fuerza, pero tu cara expresa otra cosa.

Leia adoptó una expresión de serena confianza y saludó con la cabeza a varios agamarianos alineados en el pasillo del Centro del Consejo. La arquitectura abierta y aireada que empleaban los agamarianos era muy apropiada para el clima cálido y seco del planeta, ya que mantenía un frescor inusitado en un día tan soleado. Las columnas y los arcos dividían el corredor en segmentos, y cada uno representaba una imagen holográfica de la historia y la cultura agamariana.

Jaina resopló con irritación.

—No soy diplomática. Soy piloto y Caballero Jedi. No me importa enseñar a Danni cosas mientras volamos, pero mi talento está desperdiciado aquí.

—Vale —Leia sonrió a su hija y después endureció el gesto—. Jaina, cuéntame de verdad qué te pasa.

La voz de Jaina se convirtió en un susurro.

—Madre, eres buena con estas cosas, pero si hubieras terminado tu entrenamiento Jedi serías más efectiva.

—Me esforcé a fondo por desarrollar mis habilidades.

—Madre… —Jaina guardó silencio un momento—. Ni siquiera llevas el sable láser.

La decepción del tono de Jaina se clavó en Leia. Siempre había querido esforzarse más para llegar a ser una Jedi. Lo veía bueno para conocer mejor a su hermano, Luke, y para ayudarle con su sueño de invertir el mal que su padre había causado al destruir la Orden. Había practicado todo lo que había podido, pero tenía otras obligaciones. Obligaciones surgidas de su formación como política y diplomática.

Me convencí de que estaba haciendo lo mejor al ayudar a crear el Gobierno y después colaborando con él. Dejé que Luke entrenara a mis hijos para que pudieran desarrollar todo su potencial, o eso creía. Pero ¿sirvió también para que me hicieran sentir más culpable por no haber potenciado mis capacidades en la Fuerza?

Jaina agarró suavemente a su madre por el hombro.

—No quería decir eso. Sé… sé que hay decisiones que no pudiste tomar…

—Las decisiones que tomé, Jaina, siempre fueron para ayudar a los demás. Ellos eran mi prioridad. Tu padre, tú, tus hermanos, la Nueva República…

—Lo sé, mamá, y estoy orgullosa de ti por ser quien eres —Jaina se encogió de hombros—. Es sólo que no eres una auténtica Jedi, y, bueno, pues eso, me resulta un poco raro cuando te pones a jugar con la Fuerza.

—Entiendo —Leia vio un atisbo de expresión horrorizada en el rostro de Jaina y se alegró. Es mejor que sepa que hay fronteras que todavía no puede traspasar.

Luego suspiró y acarició la mano de su hija, que seguía apoyada en su hombro.

—Puede que tengas razón, Jaina, nunca acabé mi entrenamiento Jedi, pero nunca juego con la Fuerza. La utilizo. Quizá no tan bien o tan plenamente como tú, pero me sirve para las cosas que quiero hacer.

—Lo sé. Perdóname.

—Hablaremos más tarde de esto, Jaina. Ahora te necesito aquí conmigo; fuerte, silenciosa y proyectando fuerza benigna.

—Siendo todo lo que Kyp y los demás no son.

—Algo así —guiñó un ojo a su hija y entró en la cámara del Consejo agamariano.

Aunque Leia había visto holografías de la cámara, se dio cuenta de que no le habían transmitido su asombrosa majestuosidad. El acabado en madera del suelo, de los paneles de las paredes y de los muebles denotaba un diseño artesanal. Los motivos oceánicos estaban presentes por todas partes: las gradas donde se sentaban los delegados del Consejo eran como olas, y sus mesas se elevaban del suelo como un oleaje encrespado. En varios puntos, corrientes de agua esculpidas en madera unían peces voladores con el suelo, y los pájaros estaban unidos al techo y a las paredes por las alas.

En el estrado, que asemejaba una roca azotada en la base por olas rompientes, se encontraba una mujer alta y esbelta que se volvió hacia Leia y su comité y le indicó que se acercara.

—He informado al Consejo sobre lo que hemos hablado estos dos días, y están preparados para su exposición.

—Gracias, portavoz.

Leia, ataviada con una túnica ancha de tonos oscuros cuyo único adorno era un dibujo de olas en el dobladillo, el cuello y las mangas, se acercó al estrado. Luego saludó solemnemente con una inclinación de cabeza a los hombres y mujeres sentados frente a ella.

—Gracias a todos por permitirme hablar. Antes de comenzar, quiero presentar a mis acompañantes. Elegos A’Kla, senador de la Nueva República, que lleva a cabo una investigación aquí, en el Borde Exterior. A su lado se encuentra mi hija, Jaina, que conoce de primera mano el problema al que nos enfrentamos. Y, por último, Danni Quee, que era miembro del personal de la estación ExGal-4, con base en Belkadan, cuando los yuuzhan vong la invadieron. Fue capturada.

Leia apoyó las manos en el atril.

—Los servicios prestados en el pasado por los agamarianos a la Nueva República son por todos conocidos. Sé muy bien que, de no mediar el valor de Keyan Farlander, yo no estaría hoy aquí ante ustedes. Soy consciente de que lo que voy a contarles hoy, lo que han descargado todos en sus datapads, es bastante sorprendente y, aun así, dado que ha sido reducido a análisis y datos objetivos, podría ser fácil de ignorar. Hacer eso sería un error y perjudicaría a Agamar y a la Nueva República. Por favor, escuchen lo que Danni tiene que contarles, lean la información y escuchen lo que a mí me gustaría que hicieran. Odio tener que decir esto, pero, una vez más, la Nueva República confía en ustedes.

Leia indicó a Danni que tomara la palabra. La científica se aclaró la garganta antes de comenzar.

—Discúlpenme, por favor, no estoy acostumbrada a dirigirme a gente importante. Creo que si me gustaran este tipo de cosas no habría optado por la ciencia. Mi trabajo en ExGal consistía en vigilar la galaxia, donde se suponía que no había nada. Quizá miraba hacia afuera porque mirar hacia aquí hubiera significado enfrentarme a multitudes, y eso me asusta un poco.

Entre la audiencia se oyó un murmullo de risas, aprobando la introducción de Danni, lo que le hizo sentir más cómoda.

—Lo que más me asusta ahora es la combinación de dos factores. Uno es el hecho de que exista algo más allá de la galaxia. Conozco las historias que les han contado y las teorías acerca de una perturbación del hiperespacio que imposibilita el viaje intergaláctico. Es una teoría maravillosa, pero quienes la desarrollaron no fueron muy científicos. Una tormenta que para nosotros dura una hora puede durar toda una vida para un insecto. Que esa perturbación exista desde que comenzamos a medirla no significa que no existiera antes o que vaya a existir siempre.

»Y tampoco significa que otros seres no sean capaces de atravesarla, cruzarla o rodearla. De hecho, eso ya ha ocurrido —Danni alzó la barbilla—. Son los yuuzhan vong, una raza humanoide capaz de imitar los rasgos humanos de forma tan perfecta que yo jamás fui capaz de advertir el disfraz de Yomin Carr, el agente yuuzhan vong infiltrado en nuestro equipo de Belkadan. Veo que algunos de ustedes se miran entre sí, preguntándose si habrá miembros de esa especie entre la audiencia. No lo creo. Espero que no, pero sé que los yuuzhan vong están en camino, y cuando lleguen, no les gustarán en absoluto.

Danni respiró hondo y soltó lentamente el aire.

—Yo fui prisionera de los yuuzhan vong y vi cómo torturaban a otro prisionero, un Caballero Jedi. Querían destrozar su espíritu y su mente. Sé que si me hubieran sometido a mí a las mismas torturas, yo… no habría aguantado. Miko Reglia resistió y sacrificó su vida para que yo escapara.

Se tapó la boca con la mano un momento, parpadeó y prosiguió.

—Los yuuzhan vong son un pueblo cruel que emplea dispositivos biológicos como nosotros utilizamos máquinas. Los informes que se les ha entregado les darán más detalles. Quizás algunos parezcan un tanto ridículos, como que los cazas estén hechos de coral, pero el hecho es que esas naves tienen capacidades a las que no nos hemos enfrentado antes, y que no son fáciles de contrarrestar.

»Y lo que quizá sea peor, desconocemos el motivo de los yuuzhan vong para invadir nuestra galaxia. No sabemos si atenderán a razones o si negociarán algún tipo de paz. No dieron muestras de nada parecido cuando yo estaba en su poder. Me dijeron que no me sacrificarían, lo que indica que sí lo hicieron con otros y que lo harán si no los detenemos.

Danni miró a Leia y le hizo un gesto. La mujer se acercó a ella y le pasó la mano por la espalda. Miró a su hija, y Jaina se adelantó para acompañar a Danni de vuelta a su sitio, junto a ella. La salida de Danni estuvo acompañada de murmullos por parte de los miembros del Consejo, pero cuando Leia regresó al estrado, reinó de nuevo el silencio.

—Como ya saben, no estoy aquí en calidad de portavoz del Gobierno de la Nueva República. De hecho, estoy convencida de que todos recibirán mensajes del delegado republicano de turno advirtiéndoles de este hecho. No cuento con el respaldo oficial de la Nueva República. Fui a Coruscant para pedir ayuda para Dubrillion y otros planetas del Borde Exterior que podrían recibir el eco de este ataque. Me dijeron que me fuera, así que he venido aquí con mi hija y mis amigos para advertirles del riesgo y para pedir su ayuda.

Leia frunció el ceño.

—Como he dicho antes, soy muy consciente de lo que Agamar hizo en el pasado por causas en las que creo. Siempre han sido amigos de la Nueva República, y ahora me temo que es la Nueva República la que delegará sus responsabilidades en ustedes. Los planetas del Borde Exterior deberán buscar por sí mismos la respuesta a la amenaza. Ser rechazada en Coruscant me ha convertido en una ciudadana del Borde, como ustedes. Por favor, recuérdenlo cuando reflexionen sobre lo que voy a decirles.

»Los planetas del Borde Exterior necesitan aliarse y unir su potencial militar para enfrentarse a los yuuzhan vong. No sabemos dónde atacarán de nuevo, pero hemos de prepararnos para esa batalla. Todas las victorias que les concedamos les harán más fuertes. Sé que hacer lo que les pido les supondrá un coste enorme, tanto económico como en vidas de hombres y mujeres; pero no es un sacrificio que les pido que realicen a la ligera.

Mientras Leia contemplaba a la audiencia, comenzó a percibir una sensación de resistencia creciente ante sus palabras. No le sorprendió, pero le dolió en el alma. Ella confiaba en su capacidad para convencer a los agamarianos de que lideraran la ofensiva contra los yuuzhan vong, y así convencer a otros mundos para que siguieran su ejemplo. Quizá Elegos tenga razón: han llevado su carga todo lo que han podido.

Leia cambió de enfoque.

—Independientemente de su capacidad para contribuir con un esfuerzo militar, les insto, como vecina, a prepararse para una posible invasión yuuzhan vong. Es probable que hasta aquí lleguen refugiados, huyendo en naves grandes y pequeñas. Sé que el pueblo agamariano no les rechazará, pero el compromiso que supone cuidar de alguien que ha sido expulsado de su hogar no puede llevarse a cabo sin preparación. Reúnan recursos, diseñen planes y hagan lo que tengan que hacer para ayudar a quienes estén indefensos.

Leia dudó un momento y asintió lentamente.

—Sé que pido mucho, pero sé que harán lo que esté en su mano e incluso más. Les doy las gracias en nombre de todos aquellos que habitan en el Borde Exterior con ustedes. Nosotros nos introduciremos aún más en el Borde, de vuelta hacia Dubrillion, para enfrentarnos a los yuuzhan vong. Saber que ustedes, el pueblo de Agamar, está aquí apoyándonos, nos iluminará en los momentos más oscuros y aligerará nuestra pesada carga.

Leia dio un único paso atrás desde el podio, alzó la barbilla y enlazó las manos a su espalda. Aguardó unos instantes por si había alguna pregunta o comentario, y preparándose para la clase de viles acusaciones a las que se había enfrentado en Coruscant, pero no hubo ninguna. De repente, y comenzando por las filas traseras, los miembros del Consejo comenzaron a levantarse y a aplaudir. Corrientes de simpatía y orgullo fluían por la cámara, rodeándola, y llegando también a Danni.

La portavoz del Consejo se acercó a Leia y le dio la mano.

—Su exposición ha sido sincera y le daremos la consideración necesaria, más de la que le ofreció Coruscant. No sé predecir cuál será el resultado de nuestro debate. No sé lo que podemos ofrecerle, dado que hay algunos que desean la reconstrucción de Agamar, y son individuos que ostentan un poder considerable.

Leia asintió.

—Lo comprendo.

—Pues comprenda esto también. Nosotros, el pueblo de Agamar, hemos prosperado ayudándonos unos a otros. Los refugiados podrán pasar con total seguridad por nuestro sistema y contarán con nuestra ayuda. Más no puedo prometer, pero menos sería inconcebible.

Leia le dio la mano a la otra mujer solemnemente.

—En ese caso, la lucha contra los yuuzhan vong comienza aquí. Si hay otros planetas tan valientes como Agamar, puede que el enfrentamiento se detenga allí, más allá del Borde Exterior, y la paz que tenemos no vuelva a verse amenazada.