CAPÍTULO 20

Gavin no se detuvo en la entrada del despacho que el almirante Traest Kre’fey tenía asignado en Dubrillion. Golpeó el dintel de la puerta con los nudillos y entró en la habitación. Había dado un par de pasos cuando alzó la mirada de su datapad y se encontró con que había dos personas más reunidas con el almirante.

—Lo lamento, almirante, no sabía que estuviera ocupado —Gavin reaccionó y saludó.

El bothan le devolvió el saludo.

—No hay problema, coronel Darklighter. Creo que ya conoce a Lando Calrissian y a Leia Organa Solo.

Gavin enrojeció.

—Sí, nos han presentado, pero no los conozco… —Lando y Leia fueron héroes de la Rebelión junto a su primo Biggs. Él era un niño cuando oyó hablar por primera vez de ellos, e incluso llegó a enamorarse platónicamente de la princesa Leia. Aunque hacía mucho que había superado ese sentimiento, volver a encontrarse con ellos le devolvía a su infancia y le hacía sentirse como un impostor sólo por estar en la misma habitación—. Puedo volver más tarde, señor.

Kre’fey negó con la cabeza.

—No, no es necesario —el bothan señaló la exposición holográfica de datos y tablas—. Las naves agamarianas que llegaron con nosotros han estado sacando a la gente del planeta con sus lanzaderas. Los yuuzhan vong no hacen nada por detenerlas, así que suponemos que atacarán cuando empiecen a salir las caravanas de refugiados. El Escuadrón Pícaro va a tener que quitárnoslos de encima.

—He estado trabajando en eso, almirante —Gavin miró su datapad—. Tengo un escuadrón completo de Ala-X listo para partir, y los habitantes de Dubrillion tienen gran cantidad de feúchos, es decir, naves que han sido modificadas para recorrer en el cinturón de asteroides y que van armadas. Deberían valer por un grupo de cazas.

Lando sonrió con gesto seguro.

—Aquí tenemos buenos pilotos. Mantendrán a los yuuzhan vong alejados de la caravana de naves.

—Seguro que sí, pero lo que me preocupa es que sólo unos cuantos de esos feúchos están equipados con hipervelocidad. Necesitaremos una nave en la cola que sea capaz de recuperar a los pilotos y a sus cazas. El Escuadrón Pícaro rechazará a los yuuzhan vong mientras se recuperan los cazas, y entonces saltaremos nosotros.

Kre’fey se acarició el vello blanquecino de la barbilla.

—Yo pensé que el Ralroost sería la última nave en salir y que nosotros recuperaríamos los cazas.

Leia frunció el ceño.

—Estamos embarcando pasajeros en el Ralroost, pero si sale en último lugar, los yuuzhan vong se concentrarán en atacar esa nave. ¿Quiere correr ese riesgo?

El bothan soltó una risilla.

—¿Que si quiero correr el riesgo? No. ¿Que si creo que no hay otra opción? Sí —se apoyó en la mesa en la que se hallaba el holoproyector—. Sabemos que, pese a la generosidad de los agamarianos al enviarnos todas sus naves, no podemos salvar a toda la población de Dubrillion.

Gavin contempló la ciudad arrasada. Cuando volvió a reunirse el escuadrón, Kre’fey había accedido a la petición agamariana de que el Ralroost escoltara una caravana de naves a Dubrillion. Gavin pensaba que Kre’fey había tramado aquella petición para situar su nave en un escenario donde Coruscant no podría negarle el contacto con los yuuzhan vong. Cuando llegó la caravana, los yuuzhan vong enviaron media docena de cazas detrás de las naves, pero los Ala-X los mantuvieron a raya sin sufrir bajas.

En los cuatro días que habían pasado desde la llegada de la caravana, los yuuzhan vong se habían limitado a unas cuantas incursiones que parecían destinadas a comprobar el tiempo de respuesta de los Ala-X y del resto de los cazas que había traído el Ralroost. Gavin estaba seguro de que todos sus movimientos estaban siendo observados y catalogados. No se había sentido tan vulnerable desde que el gran almirante Thrawn murió en Bilbringi.

El pueblo de Dubrillion se había enfrentado a la inminente invasión con un estoicismo que a Gavin le parecía admirable. Teniendo en cuenta que no podían salvar a todo el mundo, se les pidió a las familias que tomaran la terrible decisión de elegir quién se salvaría y quién se quedaría atrás. Los mejores niños de Dubrillion, junto con historiadores, artistas y líderes culturales eran seleccionados para el transporte a Agamar. Los hermanos se repartían en distintas naves para impedir que se perdieran las familias en caso de que alguna nave no consiguiera escapar. Las madres veían partir a sus hijos, los amantes se separaban y los nietos, con lágrimas en los ojos, decían adiós a unos abuelos que no volverían a ver en su vida.

Kre’fey prosiguió.

—El pueblo de Dubrillion ha tenido que tomar la peor decisión de su vida. Si yo evitara tomar una decisión así, sería como burlarme de su heroísmo. Y no lo haré.

Leia asintió en silencio. Su callada aprobación de las palabras de Kre’fey estaba llena de nobleza y dolor.

—Entonces yo iré en el Ralroost —dijo.

El almirante negó con la cabeza.

—Con todos mis respetos, creo que sería mejor que fuera con el senador A’Kla en su nave.

Leia sonrió.

—Lo haría, pero creo que no sabe que el senador ya ha reservado espacio en el Ralroost para él y su séquito. Ha cedido el Dulce Recuerdo a unos pilotos que han viajado a Agamar, y que ya están de vuelta para recoger otro grupo.

—Entonces será un placer tenerla a bordo —el almirante se puso firme y miró a Gavin—. ¿Algo más, coronel?

Gavin le entregó el datapad.

—Ya he encontrado a los pilotos que necesito para completar el Escuadrón Pícaro. Me he tomado la libertad de mirar los registros de los pilotos que han corrido en el cinturón y he escogido a los mejores… entre aquellos que siguen disponibles.

Leia alargó la mano.

—¿Puedo ver la lista?

El almirante asintió, y Gavin le alcanzó el datapad. Leia lo contempló un instante y alzó la vista.

—Mi hija no está en la lista.

—No, princesa, no está.

—¿Por qué no? Fue la mejor piloto del cinturón.

Leia sabía que Jaina estaba inquieta, descontenta con las tareas que le habían asignado y ansiosa por contribuir. Se enfadaría muchísimo si no la escogían para pilotar en el Escuadrón Pícaro por ser hija de Leia. Y ahora, al margen de las tareas que tuvieran asignadas, todos estaban en peligro.

—Lo sé, pero es demasiado joven.

La princesa alzó la barbilla y entrecerró los ojos.

—Corríjame si me equivoco —dijo en un tono que hacía evidente que no se equivocaba—, pero creo que mi hija tiene la misma edad que tenía usted cuando se unió al Escuadrón Pícaro, coronel Darklighter.

Gavin se sintió acalorado y notó que volvía a enrojecer.

—Sí, es cierto, pero era un momento de desesperación…

—¿Y éste no lo es?

—Sí, pero…

Leia habló en un tono profundamente afectado.

—Permítame hacerle una pregunta, Gavin. Si uno de sus hijos fuera el mejor piloto, ¿le negaría un puesto en el escuadrón?

—No me pregunte eso —a Gavin se le hizo un nudo en el estómago—. He pilotado contra los vong y sé lo terribles que pueden llegar a ser. Ni siquiera estoy seguro de sobrevivir yo. No quiero mandar al hijo de nadie a que muera ahí fuera. Y menos a su hija, princesa. Ha cumplido de sobra con su parte de sacrificio hacia la Nueva República.

Leia se acercó a él y le puso una mano en el hombro. Luego le miró a los ojos y sonrió con valentía.

—Gavin, ambos sabemos que aquellos que tienen la capacidad de solucionar problemas nunca tienen la oportunidad de pasar desapercibidos, ni de descansar y llevar una vida normal. La gente como nosotros asume responsabilidades para que otras personas no vean sus vidas arruinadas. Podemos desear que eso cambie, pero no cambiará.

Le entregó el datapad.

—No puedo expresar con palabras mi agradecimiento porque haya dejado fuera a Jaina, pero si permitimos que vuele podremos salvar otras vidas. Es una excelente piloto, sabe manejar un Ala-X mejor que nadie y es una Jedi. Puede que la Fuerza no sea tan efectiva con los yuuzhan vong, pero en caso de que otros miembros del escuadrón estén en peligro, ella lo percibirá y podrá ayudar.

Gavin se tragó el nudo que tenía en la garganta.

—Dos de los mejores pilotos del antiguo escuadrón procedían de Corellia y de Alderaan, así que supongo que contar con alguien cuya sangre procede de ambos sitios sería muy positivo. ¿Se lo dirá usted o lo hago yo?

—Comuníqueselo usted, coronel —Leia sonrió orgullosa—. Creo que la misión quedaría un tanto ensombrecida si se la comunica su madre.

—Cuidaremos bien de ella, princesa. Tiene mi palabra.

—Lo sé, Gavin. Que la Fuerza le acompañe.

* * *

—Pícaro Once, responde, por favor.

Jaina parpadeó y dio un respingo en la cabina cuando se dio cuenta de que la llamada era para ella. ¡Estoy en el Escuadrón Pícaro! Era una idea que tenía su aspecto surrealista, porque, cuando era pequeña, la vida de su tío antes de ser Caballero Jedi había caído en el olvido. Y aunque Luke era reconocido como el fundador del Escuadrón Pícaro, Wedge Antilles y el resto de los pilotos eran los que habían definido al escuadrón y lo habían convertido en una leyenda.

Aunque sabía que era muy buena pilotando, no pensaba que fuera lo suficientemente buena como para formar parte del escuadrón, y menos a su edad. Pero los momentos desesperados requieren medidas desesperadas.

—Pícaro Once, responde. Si tu unidad de comunicación te está dando problemas, levanta la mano.

Jaina cogió el micrófono.

—Perdón, Nueve. Todo bien. Estoy lista.

—Hay que estar alerta, Palillos. No puedes distraerte.

—A tus órdenes, Nueve —Jaina sonrió, disfrutando de que ya le hubieran asignado un apodo en el escuadrón. Sabía que se debía al hecho de que su Ala-X tuviera una palanca de control y que, además, ella llevara un sable láser, que a los pilotos les parecía otro palillo.

La voz de Gavin irrumpió en el canal de comunicación.

—Pícaros, nos vamos. Nos encontraremos en el punto Ángel-Uno. Id hacia 342 punto 55 y repostad.

Jaina hizo doble clic en su unidad de comunicación para indicar que había recibido el mensaje y dio potencia a los propulsores. El Ala-X ascendió suavemente y se mantuvo inmóvil en el aire mientras recogía el tren de aterrizaje. Miró por las ventanillas de la cabina y vio a su madre flanqueada por Elegos y Lando. Levantó los pulgares hacia arriba con mucho énfasis y, cuando Pícaro Diez salió del hangar, ella aceleró y siguió a su compañero de escuadrón. Una vez fuera, accionó los mandos, aceleró a fondo y salió disparada hacia el cinturón de asteroides.

A Jaina se le seguía poniendo la carne de gallina cuando recordaba el momento en el que el coronel Darklighter había venido a ofrecerle un puesto en su escuadrón. El Escuadrón Pícaro liberó a Coruscant del Imperio, ayudó a derrotar al Cártel de Bacta, formó parte de la derrota del gran almirante Thrawn y tuvo un papel clave en la larga lucha contra el Imperio. Su tío, su madre y su padre eran considerados héroes de la Rebelión, pero los Pícaros eran un símbolo, un grupo de héroes con el que mucha gente se identificaba. Ella quería a su familia y le encantaba ser Jedi, pero el hecho de formar parte del escuadrón era algo que se había ganado por sí misma, no algo que le hubieran otorgado por sus habilidades en la Fuerza o por la reputación de sus padres.

Cuando llegó al punto de encuentro, Jaina miró la pantalla principal del sensor. Los Pícaros estaban a medio camino entre el cinturón de asteroides y la caravana agamariana. Otros escuadrones de cazas construidos a partir de antiguos diseños TIE y un montón de feúchos permanecían en formación detrás del Escuadrón Pícaro. Al final de la caravana se encontraba el Ralroost. Un par de lanzaderas venían desde el planeta para embarcar en el crucero de asalto bothan. Utilizando la Fuerza, Jaina supo que su madre y Danni estaban en una de ellas.

Han salido del planeta sin problemas. Ahora tenemos que conseguir que salgan del sistema.

—Pícaro Uno, capto movimiento en mi escáner —la voz de Pícaro Cuatro dominó el canal por un momento—. En 271 punto 30.

Jaina giró en esa dirección y sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

—Por todo lo que hace feo a un hutt…

Una nave de guerra yuuzhan vong descendía lentamente desde el cinturón de asteroides con pequeños coralitas zumbando a su alrededor como las moscas en la carroña. La nave tenía la misma longitud que un destructor estelar imperial, pero, al ser ovalada, resultaba mucho más grande. Su estructura estaba veteada de roca negra, suave y cristalina, y de grietas escarpadas y desiguales que albergaban cavidades que, según supuso Jaina, debían de ser huecos para las armas y para los dovin basal que propulsaban la nave.

Desde el morro, y a lo largo de la nave y de la popa, crecían unos largos apéndices de coral rojo y azul oscuro. Los coralitas cubrían esos brazos como si fueran pulgones sobre una planta. Jaina supuso que los agujeros vacíos más grandes contenían los proyectores de plasma y, a juzgar por su tamaño en comparación con los coralitas, bastaría un solo disparo para derribar fácilmente un caza.

Las primeras naves de la caravana comenzaron a moverse. Emplearon la gravedad de Dubrillion para coger velocidad e introdujeron una ruta que les permitiría dar el primer salto del viaje a Agamar. No iban a seguir una ruta recta, ya que no querían guiar a los yuuzhan vong hasta el planeta. Y, lo que era más importante, al detenerse a medio camino para variar la ruta, tardarían menos días en llegar que dando un solo salto.

Los coralitas que orbitaban la nave grande formaron en escuadrones y atacaron la caravana. Los controladores de tránsito de combate del Ralroost comenzaron a designar objetivos entre los pilotos y enviaron órdenes de ataque a los diversos escuadrones de Dubrillion que se hallaban más cerca. Jaina miraba fijamente sus monitores. Las lucecitas que representaban a los cazas en pleno avance se dividían en pedazos en mitad de los combates y dejaban de existir.

Tras lo que a ella le pareció una eternidad, pero que en realidad fue demasiado poco tiempo, Gavin habló por el canal privado del intercomunicador.

—Pícaros, nos han asignado el objetivo denominado Roca-Uno. Moveos rápido y causad todo el daño que podáis. Os quiero a todos pendientes del resto.

El androide R5 de Jaina, un modelo granate y blanco, soltó un ronco lamento.

—¿Qué te pasa, Chispas?

El androide dio un silbidito y visualizó el objetivo en el monitor principal de Jaina.

Por los huesos negros del Emperador, nos han asignado la nave de guerra. En cierto modo, ordenar a un grupo de Ala-X que atacaran a una nave nodriza tenía sentido. Las grandes naves del Imperio siempre se habían mostrado vulnerables ante los ataques de los pequeños cazas. Los comandantes tácticos de la Nueva República lo sabían y empleaban los cazas de forma muy efectiva contra sus enemigos.

Sin embargo, Jaina se preguntaba si los yuuzhan vong sabrían que tenían que temer a los cazas.

—A tus órdenes, Uno —Jaina sonrió y aceleró—. Chispas, agárrate fuerte.

—Tienes a Doce contigo, Palillos.

—Gracias, Doce —Jaina miró su panel de armas—. Nueve, ¿utilizamos los torpedos de protones o sólo los láseres?

—¿Tienes alguna razón para ahorrar torpedos, Palillos?

—Recibido, Nueve —Jaina activó los cuatro láseres y puso el dedo vacilante sobre el gatillo. Pensó que los láseres le servirían para alcanzar las defensas de las naves, y luego, en caso de encontrar un objetivo, podía soltar los torpedos.

La nave de guerra yuuzhan vong aumentaba de tamaño al acercarse los Ala-X. El extremo de popa de la enorme nave se elevó y las espinas dorsales apuntaron hacia delante, en paralelo a la línea de navegación. En las puntas brillaban luces amarillas que soltaban ardientes bolas doradas de plasma dirigidas hacia las naves de la caravana.

Los disparos, que tenían un alcance de cinco kilómetros, no eran lo suficientemente precisos como para acertar a los pequeños cargueros. Aun así, todas las naves de la caravana tenían una ruta de vuelo establecida por si tenían que escapar del sistema. Si el fuego de los yuuzhan vong atravesaba esa ruta, la colisión sería inevitable.

A Jaina, el primer carguero en recibir un disparo le recordaba mucho al Halcón Milenario. El tiro de plasma le dio por estribor, atravesando limpiamente la cabina y penetrando lentamente en la nave, que comenzó a dar sacudidas como una piedra en un juego de sabacc. Los restos del fuselaje y los pasajeros empezaron a salir despedidos, mientras la nave daba vueltas a la deriva y se precipitaba hacia la esfera marrón que era Destrillion, condenada a arder en la entrada a la desolada atmósfera del planeta.

Jaina la vio morir y de repente sintió mucho frío, no físico, sino emocional. Gente que huía y que no había pedido que atacaran su planeta acababa de ser asesinada, y morirían más si no hacían nada por impedirlo. Sin pensarlo, simplemente intuyendo las maniobras, dio la vuelta a su Ala-X y se dirigió hacia la nave yuuzhan vong. Giró la nave con los estabilizadores de babor, ascendió y voló al ras por la cubierta de la nave.

Movió los mandos levemente, girando a derecha e izquierda, y subiendo y bajando mientras avanzaba. Los coralitas pegados a las extremidades le disparaban pequeños chorros de plasma en corrientes doradas, pero sus maniobras impedían que la alcanzaran. Además, se dio cuenta de que los toscos agujeros de la nave contenían dovin basal que proyectaban agujeros negros para absorber sus disparos de láser, pero también atraían las trayectorias del plasma.

Mientras recorría la superficie de la nave, comenzó a disparar hacia los chorros de plasma, dejando que sus haces láser atravesaran la trayectoria del plasma, al igual que éste cortaba la ruta de vuelo de la caravana. Los dovin basal se veían obligados a proyectar vacíos en esas corrientes para absorber sus disparos. Y eso no sólo les agotaba, sino que proporcionaba cobertura al caza de Jaina.

Tiró de los mandos y ascendió en dirección a uno de los apéndices de la nave rocosa. Suponiendo que el mecanismo de dirección de los disparos de la nave se hallaba en la punta de aquellos brazos, Jaina soltó unas ráfagas hacia uno de ellos. Los dovin basal de los extremos absorbieron todos los disparos menos uno, que rozó la punta justo un segundo antes de que una ráfaga de plasma saliera despedida hacia la caravana.

Tiene sentido. Los dovin basal cubren los extremos, excepto en el momento previo al disparo. Jaina pulsó la unidad de comunicación.

—Uno, las puntas son vulnerables. Crean una ventana previa al disparo. Voy a por una de ellas.

—Ten cuidado, Palillos.

—Como todos, Uno.

Jaina sintió que la inundaba una extraña paz mientras ascendía con su Ala-X formando una espiral alrededor de una de las extremidades. Los dorados disparos de plasma le pasaban de largo. Un par rozaron sus escudos, pero ella aumentó rápidamente la potencia en esos lugares. En la punta, los rayos se curvaban al pasar cerca de los haces de gravedad proyectados por los dovin basal. Ella disparó hacia esa zona, viró bruscamente a babor y dio media vuelta.

Jaina bajó de repente la velocidad a cero, y el Ala-X dio una vuelta de campana y se quedó flotando en el espacio, a quinientos metros del final de aquella espina. Jaina miró dentro del apéndice. Tenía una válvula de tres valvas en su interior que le recordó a la válvula tricúspide del corazón. Las valvas se abrían durante uno o dos segundos, lo justo para soltar el plasma, y luego se cerraban, sellando el tubo. Resultaba casi elegante, pero era increíblemente primitivo en comparación con el caza que ella pilotaba.

Disparó unas ráfagas sobre la válvula. Los disparos de plasma dirigidos hacia ella se curvaban por el vacío que servía de escudo a la punta.

Chispas, avísame cuando la anomalía gravitatoria vaya a desaparecer.

El androide dio un silbidito y luego, rápidamente, soltó un pitido agudo.

Jaina apretó los mandos para activar los torpedos de protones y lanzó un par de ellos. Los misiles rosados soltaron una llamarada azul y dieron en pleno objetivo. Un instante antes de ser alcanzada, la válvula se abrió, revelando un disparo dorado procedente de lo profundo de la extremidad. Los torpedos siguieron su trayectoria. Jaina aceleró a toda potencia e invirtió su Ala-X para alejarse de la nave yuuzhan vong.

En alguna parte en mitad del apéndice, los torpedos colisionaron con los chorros de plasma. La espina azul oscuro comenzó a agrietarse inmediatamente. De las grietas surgió un fuego de matices dorados y plateados, y la extremidad comenzó a deshacerse. El centro se vaporizó en una nube incandescente de coral yorik derretido. Una enorme bola de fuego se quedó atascada en la mitad superior de la espina en un ángulo extraño, y comenzó a girar y a sacudirse. Se golpeó contra otra espina y ambas quedaron destrozadas.

Otro par de torpedos se dirigieron hacia la primera extremidad. El primero pasó de largo por el borde derretido y brillante e impactó en la carcasa. La explosión abrió una gran brecha en la nave e hizo saltar el coral yorik por el espacio. El segundo consiguió penetrar en la espina y, cuando explotó en la base, ésta se estremeció.

—Buen disparo, Doce.

—Sigo tus pasos, Palillos.

Jaina rió mientras elevaba el caza por un instante, y luego aceleró y se alejó de la nave.

—¡Para que se enteren!

—Se han enterado.

—Basta de charlas.

La orden de Gavin resonó en el canal de comunicación, pero no parecía enfadado.

—A tus órdenes, Uno —Jaina sonrió aún más cuando vio que el Ralroost se iba acercando al punto en el que saltaría al hiperespacio. Lo estamos haciendo bien.

Entonces su nave sufrió una sacudida. Miró a su alrededor, temiendo que un dovin basal hubiera atrapado sus escudos, pero no tenía ningún coralita cerca. Su monitor secundario mostraba una anomalía gravitatoria en el sistema, pero, según las lecturas, era mucho más grande que la que podían generar los coralitas. De hecho, la única vez que he visto algo así fue cuando simulé un combate contra un crucero clase Interdictor.

A Jaina se le encogió el corazón. La nave de guerra yuuzhan vong había dejado de utilizar los dovin basal para dirigir la nave y los estaba empleando para generar un enorme pozo gravitatorio que impedía al Ralroost y a otra media docena de naves entrar en el hiperespacio en la ruta de Agamar. Habrá que buscar otra ruta.

Justo cuando se materializó ese pensamiento, Chispas silbó para anunciar que había recibido nuevos datos de navegación. Los estaba mirando cuando la voz de Gavin resonó en el canal de comunicación.

—Pícaros, el punto de salida hacia Agamar ha sido bloqueado. Ya tenéis el nuevo destino. El Ralroost ha recogido a los cazas, así que salid ya. Nos encontraremos allí en doce horas. Buen combate.

Jaina hizo doble clic en la unidad de comunicación. Volvió a mirar el destino, orientó el caza hacia una lejana estrella y se dirigió hacia allí. Dantooine. Tengo ganas de volver a ver a Mara. Espero que esté descansada, porque si nos siguen, necesitará estarlo.