CAPÍTULO 12
Anakin Solo contempló el campamento de Dantooine y asintió lentamente. Estaba de pie, con el sol poniente a su espalda y viendo cómo su sombra se alargaba frente a él. Plantó firmemente las manos en las caderas y se sintió satisfecho de su esfuerzo. Tras aterrizar la nave en un estrecho desfiladero, y mientras Mara descansaba, él había descargado toda la mercancía del Sable de Jade. Había localizado una zona plana en lo alto de un acantilado, un área fácil de defender y con una vista maravillosa de las llanuras de lavanda que se extendían ante el brillante y lejano mar.
Montó las tiendas, orientando la de Mara en un eje norte-sur que garantizaría el calor del sol poniente, así como el del amanecer. También levantó la suya, algo más pequeña, frente a la de su tía, al otro lado del claro. Recogió piedras y las colocó alrededor de un hoyo que cavó para hacer una hoguera. Su intención era dirigirse al norte, hacia un bosque de espinosos árboles blba que les proporcionaría leña para el fuego. La nave tenía todo lo necesario para preparar comida, pero Anakin quería comer cosas cocinadas al aire libre.
Sabía que era un deseo algo tonto, pero pensó que sería divertido y esperaba que Mara lo viera también así. El propósito de su excursión a Dantooine era que ella recuperase fuerzas en un planeta en el que la tecnología y la civilización no habían ahogado a la naturaleza. Los nativos dantari eran un pueblo sencillo que usaba herramientas primitivas y que viajaba por la costa en tribus nómadas. Anakin estaba seguro de que si los dantari hubieran visto el ataque que había llevado a cabo la almirante Daala a una colonia, cuando él apenas tenía un año, lo habrían interpretado como una guerra entre dioses.
Los imperiales enviaron AT-AT contra los colonos desarmados, a quienes los dantari debían de considerar intrusos; así que no me sorprendería verlos llevando emblemas como recordatorio de los AT-AT o los blasones imperiales de aquellas máquinas. Ese pensamiento le dio escalofríos. La batalla de la Nueva República contra el Imperio había concluido seis años antes, pero Anakin sabía que aún había gente que albergaba buenos sentimientos por el Imperio. Y algunos, como los dantari, lo harán de forma inocente.
Contempló el campamento y frunció el ceño. Más allá de su tienda había apilado varios baúles y cajas que contenían el equipo. Estaban perfectamente alineados, pero uno se había resbalado y se había salido de la formación. Anakin utilizó la Fuerza para volver a colocarlo en su sitio y luego sonrió.
—Anakin, no hagas eso.
El muchacho se dio la vuelta y vio a Mara, totalmente pálida, apoyando todo su peso contra una roca que estaba en el camino de vuelta a la nave. A pesar del calor que hacía, llevaba la chaqueta abotonada hasta el cuello. Él la enderezó empleando la Fuerza, y luego le acercó una silla.
—Deberías haberme dicho que querías venir aquí. Te habría traído yo.
Ella frunció el ceño y él sintió una resistencia en la Fuerza. La silla llegó tambaleándose y cayó ante la mujer. Luego salió rebotada como si se hubiera golpeado contra una pared invisible. Mara avanzó tropezando hacia la silla, se agachó con esfuerzo, la colocó de pie y apoyó las manos en el respaldo. Su pelo anaranjado le caía por los hombros, ocultándole los lados de la cara.
Sus ojos verdes brillaban con una intensidad que no se correspondía con la debilidad de su cuerpo.
—Si hubiera querido ayuda, Anakin, la habría pedido.
Él alzó la cabeza al percibir el tono gélido de las palabras de Mara, tragó saliva y miró al suelo.
—Lo siento. Debería haber recordado lo del aterrizaje. No necesitas mi ayuda.
Mara suspiró y se sentó lentamente en la silla. Echó la cabeza hacia atrás un momento y luego le miró.
—No mezcles cosas que no tienen nada que ver. No quise que aterrizaras el Sable de Jade porque quería hacerlo yo.
El joven entrecerró los ojos.
—Era un aterrizaje difícil y no confiabas en mí para hacerlo. No querías que destruyera tu nave.
Mara apretó los labios.
—Teniendo en cuenta que nuestra nave es la única forma de salir de este sitio, pues no, no quería que le pasara nada —suavizó un poco la expresión—. Además, esa nave es especial para mí. Tu tío Luke me regaló el Sable de Jade para sustituir al Fuego de Jade.
—Pero tú estrellaste el Fuego de Jade a propósito. Quisiste hacerlo.
—Así es, y tenía mis razones para hacerlo, pero eso no significa… —Mara se detuvo un momento y su voz se convirtió en un amargo susurro. Tragó saliva y miró al suelo—. Tu tío Luke sabía lo importante que era para mí esa nave. Sabía lo que significaba para mí. Él respetó lo que hice al sacrificar el Fuego e hizo construir el Sable de Jade para agradecérmelo.
Anakin sintió que se le hacía un nudo en el estómago.
—Lo siento. No lo sabía.
Mara se encogió de hombros.
—Tiendo a aferrarme a las experiencias dolorosas y a no compartirlas, así que no podías saberlo. He acabado por cogerle mucho cariño al Sable por lo que significa. No es que no confíe en ti, Anakin…
—Pero te fías más de ti misma.
Mara sonrió por un instante.
—Muy perceptivo.
—Hasta un murcielalcón ciego encuentra una babosa granítica de vez en cuando —Anakin miró a su tía—. Quiero que sepas que puedes confiar en mí. Estoy aquí para hacer lo que quieras o necesites. No te fallaré.
—Lo sé —ella se echó hacia delante en su asiento, apoyando los codos en las rodillas—. Siento encontrarme tan débil y que tengas que estar aquí conmigo en lugar de estar por ahí haciendo cosas más importantes.
Anakin parpadeó sorprendido.
—Ahora mismo no hay nada para mí más importante que esto. El tío Luke te ha confiado a mí. Y no hay nada más importante en ninguna parte.
—No mientas, Anakin. Tu deseo de ir a salvar la galaxia fluye con tanta fuerza por tu sangre que casi puedo oírlo gritar desde aquí.
—No, en serio, eso no es verdad —Anakin miró por encima de su hombro y trajo otra silla para él—. Estoy aquí para ayudarte, Mara. ¿Qué ocurre?
Mara frunció el ceño cuando él se sentó.
—Deja de hacer eso.
—¿El qué?
—Trivializar la Fuerza.
—No entiendo. ¿A qué te refieres?
Ella enderezó la espalda y se apoyó en el respaldo.
—Lo pude sentir hasta dentro del Sable. Admiro tu deseo de hacerlo todo perfecto para mí, pero la Fuerza no es algo que deba utilizarse para instalar tiendas o apilar cajas.
—Pero la Fuerza es el aliado de los Jedi. Es algo que usamos —Anakin estaba incómodo—. «El tamaño importante no es», ya sabes. Quiero decir, si no la hubiera utilizado, hubiera tenido que…
—¿Sudar un poco?
Anakin se quedó boquiabierto.
—Pues sí, eso creo. La nave está a más de medio kilómetro en aquel cañón, y traer las cosas hasta aquí…
—Hubiera supuesto mucho esfuerzo —Mara le clavó fijamente la mirada—. Has citado el famoso aforismo del Maestro Yoda acerca del tamaño, pero fue creado para enseñar a Luke que tenía que deshacerse de la falta de confianza en sí mismo. Tú lo empleas como excusa, o como desafío.
Anakin se sintió ofendido.
—Pero Luke dijo que Yoda sacó su Ala-X del pantano de Dagobah.
—Para enseñarle una lección y para demostrarle el poder de la Fuerza cuando se controla.
—Yo la he controlado.
Ella alzó la cabeza y su mirada se endureció.
—¿Tú crees?
Anakin se puso rojo al momento.
—Bueno, quiero decir que me han entrenado para ello. Sé cómo utilizarla.
—Saber cómo utilizarla no tiene nada que ver con saber cuándo utilizarla. Piensa, Anakin, ¿cuándo has visto a tu tío emplear la Fuerza en demostraciones gratuitas?
Él frunció el ceño.
—Bueno, últimamente no mucho. No desde que acabó la guerra, supongo.
—Correcto, no desde que se dio cuenta de que una utilización tan directa de la Fuerza le impedía percibir los aspectos más sutiles de la misma —Mara buscó la mirada del chico—. No puedes oír un susurro si estás gritando todo el rato, y emplear la Fuerza como tú lo haces equivale a estar gritando continuamente. ¿Lo entiendes?
Anakin estaba contrariado.
—Creo que sí. Quiero decir, tiene sentido, pero aún estoy aprendiendo. Necesito ese control. Necesito ser capaz de hacer que las cosas funcionen.
—Estoy de acuerdo —ella miró al suelo—, pero la utilización de la Fuerza no es el único camino, ¿sabes? Chewbacca no la utilizaba y salvó tu vida, la de tu padre y muchas otras.
El gesto del chico mostraba su dolor.
—No me digas ahora que la muerte de Chewie no fue culpa mía.
—Sospecho que has oído eso muchas veces, ¿verdad?
—Sí, y no intentes tampoco darle la vuelta a todo para que parezca que lo dices por mi bien. Soy joven, pero no soy idiota.
—Ya lo sé. No eres idiota, pero eres inmaduro —Mara le miró y soltó una risita—. Esa expresión de rebeldía es muy apropiada.
Anakin frunció el ceño.
—No soy inmaduro. He estado en el centro neurálgico de todo desde que nací. He crecido en Coruscant y he vivido en la academia. Sé un par de cosas.
—No me has entendido, Anakin —Mara esbozó una sonrisa que a él le resultó un tanto intrigante y muy frustrante—. Te has pasado toda la vida cerca de la Fuerza, y eso te ha hecho débil.
—Pero Yoda dijo…
Mara alzó una mano.
—Anakin, no sabes lo que eres capaz de hacer sin la Fuerza. Ni siquiera si hubieras sido capaz de levantar todas esas cajas. No sabes lo que te hubiera costado hacerlo, ni cuánto hubieras tardado en montar las tiendas. Y la hoguera, ¿has cavado el hoyo con una pala? ¿Has colocado las rocas con las manos?
—No, pero…
—¿Sabes una cosa? Hace mucho me enseñaron que cuando alguien usa la palabra «pero» es porque ha dejado de escuchar. Y también significa que aquellos con los que está hablando van a dejar de escuchar. Sé que lo que te estoy contando no es fácil de asimilar. Y probablemente hay una razón para ello, ¿no crees?
Anakin se agitó en la silla.
—Puede.
—¿Y cuál crees que es?
—No lo sé. Puede que… —se quedó en silencio mientras pensaba—. Creo que en parte se debe a que, tal como lo estás poniendo, podría parecer que no soy un buen Caballero Jedi y que estoy haciendo las cosas mal. Que soy un fracaso —y que Chewie estaría vivo si yo no hubiera fallado.
—Quizá no sepas que al principio mi entrenamiento consistía en mucho más que aprender a controlar la Fuerza —Mara juntó las manos y se las puso sobre la tripa—. Correr, escalar, luchar, aprender a moverme en silencio, nadar, combatir y moverme en gravedad cero… todo hubiera sido más fácil empleando la Fuerza, pero yo no quise. Y ¿por qué? ¿Qué valor tenía aprender a hacer las cosas por mí misma?
—Así aprendiste tus limitaciones.
—¿Y qué más?
Anakin cerró los ojos y se concentró. La respuesta estaba clara en su mente, y él se quedó atónito ante su sencillez.
—Así aprendes también de lo que son capaces otros que no pueden emplear la Fuerza.
—Correcto, lo que significa que puedes calibrar lo que necesitas para ayudarlos —Mara asintió y Anakin sonrió orgulloso—. Demasiados Caballeros Jedi se encierran en el hecho de que pueden utilizar la Fuerza, y la emplean como si fuera la única solución a todos los problemas que existen. Por eso Kyp y los suyos son tan estirados y tan fríos. Se meten en las situaciones sin saber realmente de lo que es capaz la gente. Llegan e imponen su solución. Quizá sea rápida, quizá funcione bien, pero ¿es la mejor?
Se puso cómoda en la silla y se giró para contemplar el sol poniente.
—¿Te acuerdas del ejercicio de Taanab, el problema de la inundación que teníais que resolver como parte del entrenamiento?
Anakin asintió.
—Claro, saqué muy buena nota en esa simulación. Estudié los datos que nos proporcionaron y me di cuenta de que era posible provocar un alud de rocas que formaría un muro de toneladas de piedra. Así evité que la inundación devastara el poblado. Empleé la Fuerza para aflojar unas rocas de la base que provocaran la avalancha, y así se salvaron todos.
Mara tenía los ojos cerrados y el rostro inexpresivo. Abrió los brazos ante el sol como para recibir todo el calor posible.
—Pues dime, Anakin, en ese ejemplo, ¿estaba el poblado taanabiano en riesgo de inundación?
Él frunció el ceño.
—Bueno, estaba construido en una zona baja…
—¿Había sufrido inundaciones antes?
—No lo sé.
—¿No comprobaste el historial? —ella le miró—. Sé que la historia del poblado estaba en los archivos.
Anakin se encogió de hombros.
—Supongo que no le di importancia porque el problema principal era la inundación.
—Es ahí donde te equivocaste. El problema principal era que la gente construyera sus hogares en una zona con riesgo de inundaciones. Lo hacían porque unos especuladores de otro planeta les compraron sus tierras ancestrales con la esperanza de animar a los alderaanianos a establecer allí sus colonias. La codicia llevó a esa gente a construir en lugares inadecuados. Quizá detuviste aquella inundación, pero ¿qué pasaría con la siguiente, o con la que viniera después de ésa?
—No pensé que…
—No, no lo pensaste —Mara se giró hacia él y cruzó los brazos—. Y tu solución, la de dejar caer las rocas, funcionó, pero no ayudaste a ese poblado de verdad. Les salvaste, y ellos hubieran quedado agradecidos, pero sólo hasta que se volviera a producir el desastre. Entonces se preguntarían por qué no estabas ahí para salvarles de nuevo.
Anakin se puso en pie.
—Bien, entonces, ¿cuál es tu solución?
Mara soltó una carcajada.
—Mi solución no le parecería muy propia de un Jedi a tu tío, pero tras convencer a los especuladores de que iba a darles un buen margen de beneficios, hubiera ayudado a evacuar el poblado. Después me hubiera quedado allí para ayudar a aquellos que quisieran luchar contra la inundación, levantando muros de contención. No lo hubiera hecho por ellos, sino que les habría ayudado a que lo hicieran ellos mismos.
—Pero si tienes acceso a la Fuerza y puedes salvarles, ¿no es tu responsabilidad hacerlo?
—Buena pregunta. Pero sigue formulándola y obtendrás la conclusión lógica. Son seres pensantes. Saben que han construido su hogar en una zona con peligro de inundaciones y que sus hogares pueden quedar devastados. ¿Eres responsable de protegerles de sus propias decisiones?
—Pero no puedo dejarlos morir.
—O sea, que sabes mejor que ellos lo que les conviene.
—En este caso, sí —se quedó contemplando el lejano océano. El sol que descendía lo teñía de rojo—. ¿O no?
—Si empiezas a pensar que sabes lo que le conviene a la gente y les niegas la posibilidad de cometer sus propios errores…
Anakin resopló.
—La utilización de la Fuerza es muy fácil, y si estás seguro y sabes lo que es correcto, te sitúas a ti mismo en el centro de la realidad. Pero eso no es más que egoísmo, y el egoísmo reside en el corazón del mal, en el Lado Oscuro.
Mara se acercó a él y le pasó el brazo por los hombros.
—Eso está bien, Anakin. Tenemos que ser responsables de nosotros mismos y de nuestras acciones ante la sociedad, pero usurpar la responsabilidad personal a alguien es negarle su propia conciencia. Es correcto y positivo ayudar a alguien que no puede ayudarse a sí mismo, pero protegerlos a la fuerza de las consecuencias de sus acciones, por muy estúpidas que sean, está mal.
—Pero si alguien está borracho y le da por coger una pistola láser… —Anakin se detuvo—. No, no me lo digas. Da igual, seguirá siendo responsable quien lo haga, pero detenerlo ayudaría a los indefensos, en este caso, sus objetivos potenciales.
—Así lo interpretaría yo, sí.
Anakin suspiró.
—No es fácil distinguir esa delgada línea.
—No, no es fácil, pero el hecho de que la busques ya es buen síntoma —Mara señaló al norte—. Y ahora he decidido que estoy lo suficientemente fuerte como para ayudarte a recoger leña. Y vamos a llevarla nosotros, ¿vale?
—Vale —si consideras que estás fuerte, Mara, iré contigo. Pero si quieres que te ayude…
Ella sonrió.
—Creo que la idea de venir a Dantooine es positiva para ambos. Yo aprenderé mis limitaciones, y tú las tuyas; y cuando acabemos, saldremos de aquí con más fuerza de la que nadie imagina.