CAPÍTULO 16
Leia quería ser la primera en bajar de la lanzadera clase Lambda Dulce Recuerdo al llegar a Dubrillion, pero Bolpuhr, su guardaespaldas noghri, se le adelantó y gruñó a los dos hombres con armadura que se acercaron corriendo hasta el carguero por la estrecha pasarela que llevaba a la torre principal de aterrizaje. Ambos le ignoraron y se colocaron para contener a la gente en la pasarela, luego se separaron e hicieron paso a un apresurado Lando Calrissian.
Leia bajó por la rampa de descenso y abrazó a Lando con fuerza.
—Me alegro mucho de que estés bien.
—Yo estoy bien, pero mi planeta no —Lando se separó del abrazo de Leia, se pasó la capa por el hombro y señaló a la ciudad en un gesto amplio—. Es el fin, Leia.
La ira que vibraba en su voz se clavó en el corazón de Leia. Ella siguió su mirada y contempló una ciudad que ella recordaba inmaculada en su primera visita, con elevadas torres que hacían comparable aquella parte de Dubrillion con Coruscant. La elegante línea de arcos y la refinada decoración de los edificios le trajeron a la mente las imágenes que recordaba de Coruscant cuando su padre era pequeño.
Y ahora es como Coruscant después de Thrawn y del retorno del Emperador. Las orgullosas torres habían quedado destrozadas, y algunas incluso estaban incendiadas. Los edificios tenían agujeros de explosiones. Las débiles brisas movían las cortinas de algunos ventanales de transpariacero rotos y, más abajo, en las pasarelas y las calles, la gente vagaba de un lado a otro portando a la espalda o en los brazos sus más preciadas posesiones.
Lando suspiró.
—Los yuuzhan vong volvieron una semana y media después de que os fuerais, se situaron cerca del cinturón de asteroides y empezaron a vigilarnos.
De vez en cuando, un escuadrón de coralitas desciende y ataca un punto concreto. Nosotros respondemos al ataque, por supuesto, y a veces derribamos alguno, pero cada vez menos. Es como si nos utilizaran para deshacerse de los más débiles y estúpidos de sus filas, dejando para el final a los mejores, los más listos y los más valientes.
Lando se dio un puñetazo en la mano.
—No me gusta que nos ataquen, pero todavía me gusta menos que se burlen de nosotros.
Elegos apareció junto a Leia.
—Administrador Calrissian, lo que ve como una burla podría tratarse de un sano respeto por sus defensas. Ustedes detuvieron el primer asalto.
Lando asintió sombrío.
—Sí, pero estos yuuzhan vong luchan de forma distinta. Es la diferencia entre pelear contra las mejores tropas del Imperio o en alguna guerrilla local con delirios de grandeza. Estos guerreros son mucho mejores, y sí, más cautelosos, pero sólo le sacan brillo a la punta de la lanza antes de clavárnosla en las entrañas.
Leia puso una mano en el hombro a Lando.
—No nos atacaron cuando entraron en el sistema.
—No lo hacen. A veces atacan a las naves que salen de Drubillion, pero suelen dejarlas escapar. Al menos por ahora. Creo que a estas alturas ya esperaban una respuesta de la Nueva República —Lando miró a Leia de reojo—. No nos traes nada de Coruscant, ¿verdad?
Leia señaló a Elegos.
—Éste es el senador Elegos A’Kla. Está aquí en una misión oficial de recopilación de datos.
—Pues más le vale recopilarlos rápido, senador, antes de que los yuuzhan vong los derritan con disparos de plasma.
Leia se estremeció. Desde que conocía a Lando nunca le había visto tan frustrado, ni siquiera cuando Darth Vader le quitó el mando de Bespin. Prefería pensar que se debía a que Lando no quería empezar de nuevo, pero sabía que eso era sólo una pequeña parte de lo que tenía dentro. Lando siempre está buscando la forma de engañar al sistema, sea cual sea, pero con tan pocos datos sobre los yuuzhan vong se siente incapaz de vencerlos.
Leia miró el resto de las torres del espaciopuerto.
—Todo parece vacío. ¿Están huyendo todos?
—Los que pueden ya lo han hecho —la voz de Lando sonaba llena de impotencia—. Coloqué a los guardias en la pasarela porque sabía que la llegada de vuestra nave atraería a mucha gente que quiere largarse.
—¿Qué tal van las defensas? —Elegos estiró el cuello para mirar alrededor—. No veo nada parecido a baterías de turboláser o lanzamisiles de impacto.
A Lando se le iluminó la cara levemente.
—Ni lo verás. Lo primero que atacaron los yuuzhan vong fueron las estaciones de defensa. Todo lo demás son equipos móviles y están ocultos. Cuando vienen intentamos acorralar a los cazas y conducirlos a las zonas de ataque del armamento móvil, pero están aprendiendo y cada vez nos lo ponen más difícil. Aun así, cuando no nos vigilan, todavía podemos tomar la iniciativa y tender nuevas emboscadas.
—De momento es una buena táctica, pero no ganará la guerra —Leia entrecerró los ojos—. Podemos hacer algo mejor.
—¿Tú crees? ¿Quiere eso decir que tienes una Estrella de la Muerte de sobra escondida para pulverizar al cinturón de asteroides y a su nave nodriza?
—¿Nave nodriza? —Elegos alzó la cabeza—. ¿Habéis avistado una nave grande?
—Sí, cerca del cinturón de asteroides —Lando les indicó que le siguieran—. Venid al cuartel central de defensa. Os puedo enseñar todos los hologramas de la nave que queráis. Intentamos derribarla, pero los cazas no consiguieron acercarse.
Leia caminó junto a Lando, dejando a Elegos tras ellos y a Bolpuhr en cabeza del grupo.
—Tiene que tener un punto débil. Lo encontraremos y la derribaremos.
—Eso espero.
—Lo conseguiremos, Lando. Hemos de conseguirlo —Leia suspiró—. Es la única posibilidad para Dubrillion.
* * *
Jaina cogió un intercomunicador del compartimento de recargas del Dulce Recuerdo y dio otro a Danni.
—Mi madre se ha ido con Lando. Si quieres podemos explorar un poco y estirar las piernas.
La chica cogió el dispositivo y se lo colocó en la solapa de la chaqueta azul que llevaba puesta.
—Siento haber tardado tanto en encontrar la chaqueta. Tendrías que haberte ido con ella.
—No pasa nada. Estar pegada a ella durante todo el viaje ha sido suficiente por ahora. No quiero estar presente cuando esté haciendo de «princesa Leia».
Danni parpadeó atónita.
—Pero tu madre…
Jaina asintió y comenzó a bajar por la rampa de descenso.
—Lo sé, derrotó al Imperio y salvó a la Nueva República. Ay, no me mires así. Sé lo que hizo, y la quiero con locura.
—Me da la impresión de que ahora viene el «pero».
Jaina suspiró mientras pasaban por delante de los guardias apostados en la pasarela y se dirigían hacia unas escaleras que conducían abajo, a la ciudad.
—¿Tú nunca quisiste alejarte de la sombra de tu madre?
—Creo que la sombra de mi madre era muy pequeña —los ojos verdes de Danni relucieron—. Ella es astrofísica, y fue la que me hizo empezar a contemplar el firmamento. Procuraba mantenerse al margen de todo y no llamar la atención de los gobiernos locales del Imperio o de cualquier otro señor de la guerra que reclamara nuestro planeta aquella semana. De ella adquirí mi fascinación por los planetas y los sistemas lejanos. En gran parte es la razón por la que me uní a ExGal.
—Tu madre debe de estar orgullosa de ti.
—Sí. Creo que le gusta que yo haya optado por seguir sus pasos.
—¿Y no te interesaba seguir los de tu padre?
—Se separaron cuando yo era pequeña. Él era un burócrata que se pasaba todo el día con leyes y normas que parecían absurdas —Danni se encogió de hombros—. En las ciencias, las reglas que hay que seguir suelen tener una razón que las respalda y dan resultado. A mí no me atrae la burocracia, y eso era otra buena razón para entrar en ExGal. Allí, el borde de la galaxia está unas veinte veces más cerca que el burócrata más próximo.
Jaina bajó por las escaleras y pasó por encima de un montón de escombros que habían caído a la calle desde un edificio cercano. Podía haberlos retirado con la Fuerza, pero no lo hizo. De hecho, se vio obligada a reprimir la Fuerza porque la miseria del pueblo de Dubrillion se le clavaba en el alma. Comprendió el dolor y el miedo, pero la agudeza de los sentimientos era difícil de soportar.
—Al menos tú tuviste elección, Danni. Teniendo unos padres como los míos, yo podía haber sido o una contrabandista que salva la galaxia o una diplomática que salva la galaxia.
—Y optaste por ser Jedi.
Jaina se encogió de hombros incómoda.
—Fue una decisión que en gran medida ya estaba tomada. Mis hermanos y yo tenemos una gran percepción de la Fuerza.
Danni arqueó una ceja mientras caminaba junto a Jaina.
—¿Te arrepientes de ser una Jedi?
—No, para nada —Jaina dudó y luego suspiró—. Mis padres no lo son, así que eso me permite tener algo para mí sola. También tiene que ver con el hecho de tener un hermano gemelo. Todo el mundo espera que seamos iguales, aunque sólo seamos hermanos, y no la misma persona.
—Creo que entiendo lo que quieres decir —Danni le tendió la mano—. Encantada de conocerla, Jaina Solo. Y, dígame, ¿quién es usted?
Jaina se echó a reír.
—No sé quién soy. Sólo tengo dieciséis años y sé algunas cosas. Sé que soy muy buena pilotando y que no lo hago mal como Jedi. Sé que me estoy hartando de ser la hija de mi padre y de mi madre. Y una parte de mí sabe que necesitaré tiempo para despegarme de su sombra. También sé que hay gente por ahí que piensa que soy la salvación de la galaxia porque soy Jedi, y que otros piensan que estoy maldita de pies a cabeza por la misma razón.
Danni enlazó su brazo con el de Jaina.
—Me acuerdo de cuando yo tenía dieciséis años. Estaba muy segura de mí misma y convencida de que todo lo que sabía era todo lo que merecía la pena saberse.
—Ya. Y ahora, en el ocaso de tu vida, a los, ¿cuántos tienes, veintiuno?, te das cuenta de lo tonta que eras.
—Sí, veintiuno. Y sí, creo que no era tan lista como ahora, Jaina. Recuerdo que no aceptaba consejos.
La chica sonrió.
—Así que me vas a dar uno de todas formas.
—Lo que quiero decir, Jaina, es que todo el mundo puede elegir cuando sabe quién es realmente. Algunos deciden que quieren ser como otros. Los toman como ejemplo, intentan imitar sus acciones y hacen lo posible por seguir sus pasos —Danni sonrió—. Yo era así con mi madre.
—¿Y el resto de la gente intenta ser lo contrario a alguien?
—Eso es, y el problema de esa estrategia es muy sencillo. Hay millones de formas de no ser como alguien, y el potencial para el desastre es ilimitado porque, en lugar de optar por un camino y adaptarse a él para hacer lo mejor para uno y las circunstancias, te dejas llevar —Danni dio un apretón cariñoso a Jaina en el brazo—. Quizá no quieras ser tu madre y puede que estés deseando que llegue el día en el que no te vean como su hija, pero eso no significa que tu madre no tenga un montón de cualidades admirables que deberías adoptar.
Jaina asintió, dejando que las palabras de Danni resonaran en su mente un instante. Sabía que ella consideraba a la vez una decepción y un alivio que su madre no quisiera profundizar en su relación con la Fuerza. Al ser Jedi, había una parte de su identidad que no compartía con ella. Y, al ser piloto, era como si hubiera heredado una de las mejores cualidades de su padre. Y el compromiso de mi madre con determinadas causas es realmente admirable. Aunque me molesten, su constancia y su fuerza de voluntad también son buenas cualidades.
Jaina miró a Danni de reojo.
—Y esa sabiduría de la que hablas ¿cuándo aparece?, ¿a los diecisiete, a los dieciocho…?
—Puede, si tienes un buen modelo a seguir.
—Vale. Creo que tengo de lo mejorcito —Jaina sonrió—. Quizá no sepa quién soy, pero creo que me has orientado hacia el camino correcto para averiguarlo.
—Es lo menos que puedo hacer por la mitad del equipo que me salvó de los yuuzhan vong.
Ambas se detuvieron al doblar una esquina y se encontraron con un grupo de personas reunido ante un almacén de alimentos del Gobierno. En la entrada había tropas de seguridad armadas. Un par de nerviosos alguaciles intentaban dispersar a la multitud. Anunciaban que estaban esperando un cargamento de provisiones y que establecerían puntos de reparto en cada distrito. Decían además que nadie iba a obtener nada directamente del almacén, pero los gritos del gentío indicaban que, a su parecer, las tropas y los burócratas querían quedarse con toda la comida.
Danni se estremeció.
—Esta gente… está tan necesitada…
Jaina se abrió a la Fuerza y sintió el deseo y la urgencia emanando de la multitud. Cogió a Danni bruscamente y se la llevó hacia el espaciopuerto.
—Sé que eres sensible a la Fuerza. Perdóname por haberte traído aquí.
—¿Tú lo habías percibido, Jaina?
—Lo hice, una vez que me abrí a ello, pero reprimí en parte la percepción porque dolía demasiado. Por eso no me di cuenta de lo que pasaba.
—¿Puedes hacer eso? ¿Puedes anular percepciones? —Danni frunció el ceño—. Yo creía que la Fuerza era vital para los Jedi.
—La Fuerza es vital para todos, pero las emociones negativas son fatales para los Jedi. En demasiada cantidad puede causarte frustración y llevarte a la desesperación y a los actos impetuosos propios del Lado Oscuro —Jaina expandió sus sentidos y localizó al punto brillante y lejano que era su madre—. Puedo enseñarte a filtrar las emociones negativas y un par de cosas sobre los ejercicios simples de telequinesis, pero primero quiero encontrar a mi madre. Ella sabrá hasta qué punto es desesperada la situación en Dubrillion.
—Tienes razón. Gracias por sacarme de allí.
—No hay de qué —Jaina le guiñó un ojo—. Eso por calibrar mi brújula. Ahora tengo una idea más clara de adónde voy, y a lo mejor hasta puedo llegar.