CAPÍTULO 26
A Corran no le importó que la arena le golpeara la cara mientras contemplaba el lugar en el que el viento había comenzado a desenterrar el Escarceador. Empleando la Fuerza pudo sentir a Ganner y a Trista dentro de la nave. Aunque la distancia atenuaba la sensación, el hecho de que únicamente percibiera su presencia significaba que probablemente estuvieran teniendo una conversación emotiva, lo que no era de extrañar, ya que todos estaban conmocionados por lo que les había pasado a los estudiantes desaparecidos. Corran y Ganner habían ido hasta la estación y al llegar habían descubierto todo en un estado lamentable. Las provisiones estaban esparcidas por el suelo, y cuatro pares de huellas salían de la estación. Sólo había una explicación: Vil y Denna habían sido capturados por los yuuzhan vong.
El sonido de unas botas sobre la roca llamó su atención.
—¿Sí, doctora Pace?
—Odio que hagas eso. Al menos podrías mirarme.
Corran se dio la vuelta.
—Disculpa, pero tu presencia es muy potente en la Fuerza. Además, tus botas de goma hacen un ruido muy peculiar. Tus alumnos llevan suelas sintéticas que son totalmente silenciosas.
La mujer apretó los labios y asintió.
—Un buen truco, pero creo que tu misión requerirá algo más que eso. ¿Estás seguro de que sabes lo que haces?
Corran se rió un momento y negó con la cabeza.
—Uno de tus alumnos, uno de los que se han llevado, acusó a los Jedi de poder ver el futuro. A veces tenemos visiones, pero yo no, no de momento. No sé si lo que vamos a hacer tendrá éxito, pero sé que no podemos hacer otra cosa.
Pace frunció el ceño.
—Todo esto sigue sin gustarme.
—¿Todo esto? —Corran señaló unas cajas de plastifibra que contenían equipo y que estaban situadas a la entrada de la caverna—. Creo que guardasteis demasiado pronto los artefactos vong. Incluso os estáis dejando parte de vuestro equipo.
—De todas formas, estaba anticuado, y tengo presupuesto de sobra. O me lo gasto, o no me darán tanto el año que viene —cruzó los brazos—. Ya sabes lo que quiero decir.
—Eso creo —desde que capturaron a los dos estudiantes, Corran y Ganner habían ido todos los días al poblado alienígena en misión de reconocimiento. Por lo que habían podido averiguar, los yuuzhan vong estaban tomando muestras de la flora y la fauna, y estaban buscando algo. Sacaron a los esclavos y los distribuyeron para la búsqueda. Pinchaban la arena y la revolvían. Corran estaba casi seguro de que lo que querían estaba en esas cajas.
Los estudiantes habían llegado a la conclusión de que el campo magnético de Bimmiel variaba de vez en cuando, lo que significaba que si los yuuzhan vong estaban empleando antiguas medidas para encontrar la caverna, tardarían un tiempo. Pero claro, tienen a Vil y Denna, que son una conexión directa con nosotros. De hecho, a Corran le sorprendía que todavía no hubieran dado con ellos.
En sus misiones de reconocimiento, Corran y Ganner habían conseguido llegar a varias conclusiones. En primer lugar, que los estudiantes se encontraban en la concha grande. No estaban bien, pero su presencia en la Fuerza no había disminuido. Todos pensaron que eso era buena señal.
Los prisioneros, por otra parte, habían empeorado. Los Jedi no presenciaron más muertes, pero el número de esclavos disminuía igualmente. Las protuberancias habían crecido y el dolor que sentían era cada vez más patente. No encontraban descanso por las noches.
Corran no había visto más que dos guerreros y comenzó a sospechar que estaban solos. Sabía que era una suposición peligrosa, pero se aferraba a ella porque la misión estaría condenada al fracaso de haber más. Pero en su interior intuía que iban a triunfar, al menos en parte, y dejó que su confianza en la Fuerza reforzara esa suposición sobre la cantidad de yuuzhan vong a la que se enfrentarían.
Ganner también se agarraba a esa suposición y la utilizaba para machacar a Corran. El Jedi más joven no dejaba de recordarle que si hubieran actuado aquella noche, ningún estudiante hubiera corrido peligro y podrían haber salido de Bimmiel mucho antes. Corran respondía que si los dos guerreros apostados en el planeta no hubieran informado de su presencia regularmente, habrían enviado refuerzos, empeorándolo todo, pero sabía que era un argumento pobre. Si estuvieran informando a otros planetas, esto se hubiera llenado de vong al saber que había humanos en la zona.
Miró a la doctora Pace y dejó caer los hombros.
—Creo que ya hemos hablado de esto y entiendo que una parte del plan no te guste. Ganner y yo nos introduciremos en el campamento y liberaremos a tus alumnos. Trista ha aprendido a pilotar el carguero lo suficiente como para llevarlo hasta allí. Es más grande que un bombardero, pero su experiencia con esas naves bastará. Ella rociará el poblado con la sustancia que habéis sintetizado, Ganner y yo saldremos de ahí, y nos iremos todos.
—Sí, nos iremos… sin los esclavos —Pace entrecerró los ojos—. Cuando rociemos la zona con el virus que mutará las bacterias, también estaremos liberando una gran cantidad de olor de matanza. Por lo que sabemos, los slashrats tienen túneles bajo el asentamiento. Cuando la esencia de matanza se expanda, las bestias emergerán y estarán por todas partes. Los esclavos no tienen ninguna posibilidad.
Corran sintió un escalofrío.
—Lo sé, y por eso os pido que confiéis en Ganner y en mí cuando os decimos que los esclavos están más muertos que vivos. Nunca había percibido algo así con la Fuerza, pero sé que están muy enfermos y que no sobrevivirán.
Alzó la mirada.
—Y sabes que no podemos llevarlos con nosotros. No sabemos qué son esas protuberancias ni cómo se adquieren, pero sabemos que son contagiosas y que los yuuzhan vong han preparado el poblado para que el rescate sea sencillísimo. Quieren que nos llevemos los focos de infección. Pero si lo hacemos, el daño para la Nueva República será inconmensurable.
—¿Y si Vil y Denna están infectados?
Corran suspiró.
—Ése es el meollo de la cuestión. Tengo un grave conflicto con ese tema.
—¿Y cuál es tu decisión?
Miró a la nave en la distancia y a las dos figuras que se acercaban a la cueva.
—Si están enfermos tendremos que abandonarlos.
—Pero ¿y si podemos curarlos?
—¿Quieres arriesgar un planeta entero por esa posibilidad? —Corran se palmeó el pecho—. Yo no. Me acuerdo del virus krytos. Sé lo devastador que puede llegar a ser. Si están infectados no saldrán de Bimmiel. Y, si no lo están, los sacaremos de ahí y les pondremos unos trajes aislantes en el carguero. Y para garantizar vuestra seguridad, deberéis hacer lo mismo con Ganner y conmigo en caso de que desarrollemos el problema.
—¿Y dejaros allí en caso de que contraigáis la enfermedad?
Corran se giró para mirarla.
—Doctora, algunas decisiones son muy difíciles de tomar. Dejar aquí a Ganner le partiría el corazón a Trista. Yo tengo mujer e hijos, y creo que no les gustaría nada que me muriera. Pero si tengo que elegir entre morir o convertirme en el emisario de la posible muerte de miles de millones de seres, sé cuál es la opción correcta. Yo sirvo a la Fuerza, y la Fuerza es la vida misma. Sigue sin ser fácil, pero no es tan difícil.
Pace soltó una risita y negó con la cabeza.
—Haces que parezca sencillo.
—Desde cierto punto de vista, lo es —Corran suspiró—. Pero dudo que sea el mismo que el de los yuuzhan vong, así que simplemente resultará difícil y doloroso.