CAPÍTULO 7
Luke Skywalker vio a través de la puerta abierta del dormitorio a su mujer acostada en la cama. Estaba cómodamente tumbada, con el pelo rojo de matices dorados extendido a su alrededor como un halo. Su pecho se alzaba y descendía rítmica y suavemente; plácidamente, en realidad. Eso le recordó la poca paz que habían conocido durante su vida en común.
Junto a ella había varias prendas dobladas y destinadas a llenar las bolsas de viaje que yacían a los pies de la cama. La de Mara estaba casi llena. Él aún tenía dos por hacer. Luke sonrió al darse cuenta de lo considerada que era su esposa, y la admiró por el esfuerzo extra que había realizado al sacar las bolsas de él, a pesar de la extenuante fatiga que acompañaba a su enfermedad.
Entró en la habitación en silencio, intentando no molestarla, pero ella abrió los ojos.
—Luke. Qué bien que seas tú.
—¿A quién esperabas?
Ella le dedicó una sonrisa algo débil, pero con la fuerza suficiente para hacerle estremecer.
—A Anakin. No quiero llegar tarde.
—No te preocupes por eso. Anakin es un chico muy comprensivo —Luke colocó a un lado las prendas dobladas y se sentó a los pies de Mara—. ¿Cómo estás?
La comisura de su boca esbozó una tenue sonrisa.
—Tú eres el Maestro Jedi, dímelo tú.
Luke empleó la Fuerza para entrar en ella y se encontró con las defensas que su mujer había levantado. Era como si Mara se hubiese envuelto en espinas y se hubiera protegido con una armadura fabricada con el fuselaje de las naves. Más allá había kilómetros de envolturas que la sujetaban con fuerza. Cada línea de defensa le impedía más el paso, pero entonces apareció una pequeña y mínima abertura que le permitió adentrarse más.
Finalmente, más allá de la envoltura y tras cruzar un océano de imágenes, esperanzas y temores, llegó al centro de Mara. Cuando la veía a través de la Fuerza, siempre aparecía de un blanco brillante, llameante y ardiente. Era la persona más vibrante y vital que había conocido en su vida; algo bastante notable teniendo en cuenta que el Emperador intentó apagar su vitalidad cuando ella estuvo a su servicio.
La enfermedad que padecía había menguado parte de su fortaleza, pero seguía resistiéndose a ella. Podía sentir la Fuerza fluyendo a través del cuerpo de su esposa, reconstruyendo constantemente el daño y manteniendo a raya la enfermedad. Los primeros encuentros con los yuuzhan vong la habían distraído y habían provocado un avance de la enfermedad, pero ella había realizado un esfuerzo supremo para recuperarse.
Todavía no está bien, pero está recobrando fuerzas. Luke sonrió.
—Yo diría que lo estás haciendo muy bien, mi amor.
Mara se reclinó en la cama y acarició a Luke en la mejilla.
—Lo estoy haciendo mejor, pero no es suficiente.
—Dale tiempo, Mara —él la besó en la muñeca—. La impaciencia conduce a la desesperanza.
—Y la desesperanza es propia del Lado Oscuro —asintió Mara ligeramente—. Lo entiendo, Maestro Skywalker.
Luke negó con la cabeza.
—Ya sabes a qué me refiero.
—Lo sé, Luke, y sé por qué lo dices. Tu empatía y tu precaución son dos de tus mejores cualidades —volvió a tumbarse, doblando las rodillas para que su marido tuviera más sitio.
Luke apoyó la barbilla en la rodilla de ella.
—¿No te importa que Anakin te acompañe a Dantooine?
Ella negó con la cabeza.
—De verdad que puedo ir sola, si le necesitas en otra parte.
—Si no lo necesitas puedo asignarle otra misión —el Maestro Jedi la besó en la rodilla—. No quiero que cargues con mi problema.
—¡Luke! —Mara alzó la voz y su tono sonó un poco afectado—. Cuando nos casamos, tus problemas se convirtieron en los míos.
—Sí, pero Anakin es parte de mi familia, y tú, por tu infancia, no tuviste la oportunidad de…
Mara le clavó una mirada de un verde llameante.
—Ten cuidado con lo que dices, Crecí-como-hijo-único Skywalker.
Luke rió en silencio.
—Vale, lo capto.
—Y capta esto también. Cuando accedí a casarme contigo sabía en lo que me estaba metiendo. Acordamos compartir nuestras vidas, lo que significa compartir tanto los problemas como las cosas buenas —Mara cerró los ojos un instante—. Anakin me cae bien y entiendo por lo que está pasando —abrió los ojos de nuevo—. Se siente culpable por la muerte de Chewbacca. Hubo una época en la que yo me sentí culpable de la muerte del Emperador. Ambos hemos perdido a alguien que era un pilar fundamental en nuestras vidas. Si le puedo ayudar con eso, bueno, al menos no tendrá que pasar por las cosas que yo pasé para lograr superarlo.
Miró a Luke.
—Claro, me imagino que no le emociona la idea de cuidar a una anciana enferma durante su retiro de salud en un remoto planeta.
—Lo cierto es que aceptó la misión con ganas. Le dije que te estaba confiando a su cuidado y tomó la responsabilidad con actitud positiva. Ha hecho un buen trabajo reuniendo todo lo que necesitaréis en Dantooine.
La mirada de Mara relució.
—Te he pillado ese punto de cautela, Luke. ¿Qué ocurre?
—Es evidente que tengo que mejorar mi control —suspiró—. Ya sabes cómo son los mapas estelares. Dantooine está cerca del Borde Exterior, y podría encontrarse en la zona ocupada por los yuuzhan vong, si es que existe dicha zona. Enviaros a Anakin y a ti solos allí…
—Es probablemente el mejor paso que puedes dar para investigar el alcance de la invasión —replicó Mara, sentándose y colocándose varias almohadas en la espalda—. Como ya hemos hablado, de momento los ataques que hemos sufrido no tenían carácter bélico. No hubo reconocimiento de fuerzas enemigas, ni asentamiento de bases que pudieran servir de apoyo. No se ha apreciado ningún elemento propio de una invasión. Pase lo que pase, a partir de este momento tendremos que ser más cuidadosos. Ahora saben que estamos alerta.
—No puedo refutar tu lógica, pero no me gusta la idea de enviarte a primera línea de fuego.
—Pero Dantooine no es un objetivo militar tan estratégico. Por eso la Alianza Rebelde lo escogió como base y luego lo abandonó. Y por eso Tarkin no lo destruyó con la Estrella de la Muerte.
Luke, que se mostraba intranquilo, se encogió de hombros.
—Estás dando por hecho que su concepto de objetivo militar es el mismo que el nuestro. Recuerda lo que hicieron en Belkadan. Puede que sus criterios de selección sean distintos a los nuestros.
—Otra razón para que haya puestos de investigación por todas partes, para adivinar sus acciones.
El Maestro Jedi negó con la cabeza.
—Diga lo que diga vas a anular mis preocupaciones hasta el punto de demostrarme que Anakin y tú debéis ir a Dantooine, ¿verdad?
—Eso pasa porque te conozco perfectamente, amor mío —Mara le indicó con el dedo que se acercara.
Luke se reclinó sobre la cama, apoyado en los codos.
—No me conoces mejor que yo, Mara.
—Ni tan bien como te conoceré cuando seamos viejos —ella se echó hacia delante y le besó en la frente—. Y soy consciente de que tu preocupación por mí, y por todos los Jedi que van a salir de misión, no es más que un mecanismo que utilizas para no pensar en los peligros a los que te vas a enfrentar. Después de todo, nosotros vamos a planetas en los que podrían aparecer los yuuzhan vong. Tú, en cambio, vas a uno en el que sabemos que han estado. No tenemos ni idea de lo que puede haber en Belkadan.
—Sólo quiero encontrar algo que te cure. Dijiste que allí sentiste una conexión entre la plaga de ese planeta y tu enfermedad. Si puedo conseguir algo que sea más útil…
Ella le puso un dedo en los labios.
—Lo conseguirás, Luke. Después de todo lo que hemos pasado, no voy a permitir que me mate una simple enfermedad. Si la cura procede de Belkadan, pues bien; pero si tenemos que buscarla en otra parte, pues bien también. La clave es tener la certeza de que mi enfermedad está conectada a los yuuzhan vong. Y, si es así, cuando me restablezca, los yuuzhan vong lo pagarán.
Luke levantó la cabeza y la besó en los labios.
—Cuando tú y yo, esto… estábamos en bandos opuestos, ese mal genio me hacía temer que finalmente tuviera que combatir contigo. Ahora casi me dan pena los yuuzhan vong.
—Se lo han buscado ellos solitos. Nadie les invitó a venir —Mara le devolvió el beso, larga y apasionadamente—. No te preocupes por mí, Luke. Cuida de Jacen y de ti. A Anakin y a mí no va a pasarnos nada.
El asintió.
—Ya lo sé —la volvió a besar—. Te voy a echar muchísimo de menos, ¿sabes?
Mara le pasó la mano por el pelo.
—Yo también te echaré de menos, esposo mío, pero estas separaciones esporádicas son algo que también acepté cuando me casé contigo. Nos separamos ahora para poder estar juntos para siempre. No es el mejor trato del mundo, pero tampoco el peor. Y, de momento, esposo mío, es un trato que a mí me satisface plenamente.