20

¿Sabes que cosas siempre le gritan los sargentos a los nuevos reclutas?

—¡Yo soy tu madre! ¡Yo soy tu padre! —Bueno, ¿qué haces cuando eso es realmente cierto? Kal Skirata era todo lo que tenían. Y los soldados no tenían a nadie. ¿Cómo puedes esperar que esos chicos crezcan normales?

—Capitán Jailer Obrim, a su esposa durante la cena.

CASA DE OPERACIONES, CABAÑA DE QIBBU, 1935 HORAS, 385 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS: EQUIPO DE ATAQUE LISTO PARA DESPLEGARSE

—Entonces, ¿cuál es tu shabla problema, Perrive?—. Skirata llevaba la conversación con su comunicador de muñeca apoyado sobre la mesa, mientras se ataba su armadura mando. Ordo se puso fuera del alcance del micrófono del comunicador, manteniendo a Obrim en la línea a través de su propio enlace. —¿Pies fríos? ¿No puedes poner el financiamiento en el sitio? ¿Qué pasa, exactamente?

Skirata no necesitaba actuar enojado. Lo estaba. Todos en el equipo estaban acostumbrados a trabajar sobre la marcha, pero a pesar de toda la planificación —el posicionamiento cuidadoso para sacar el máximo número de cuerpos— ahora todo se tambaleaba estando al borde del desastre. A su alrededor, los Delta y los Omega estaban blindados para combate completo en el siguiente orden: Armadura Katarn equipada con su DC-17, granadas, líneas de rappel, explosivos para rápidas entradas y un lanzacohetes Plex por escuadrón.

Por un momento se inquietó al ver a los Omega y a Vau en sus armaduras negras. Pero eran míos. Son mi equipo. Recobró la concentración al escuchar la voz de Perrive.

—Uno de nuestros colegas fue levantado por la policía.

El acento jabiimi de Perrive era más notorio ahora. Era una señal de estrés. Y eso era alentador en un nivel animal para un mercenario. Skirata gesticuló frenéticamente hacía Ordo, pero tenía la cabeza baja, con el mentón metido en su pecho, mientras transmitió la información hacia Obrim.

—Tenemos que mover nuestra operación.

—¿Y quieres que yo te envíe los víveres, cuando tengas a las FSC merodeando sobre ti? Estoy todavía buscando contratar a siete asesinos en la ciudad.

Ordo dio una orden de esperar: la mano al nivel del hombro, con los dedos separados.

Perrive tragó audiblemente.

—Ellos no están merodeando sobre nosotros, como usted lo dice. Un hombre fue detenido. Podría ser un eslabón débil.

Comprobación cruzada con Obrim.

—¿Dónde? Más vale que no sea en mi patio trasero.

—Sector industrial, detenido por una mejora ilegal en el escape de su speeder.

Ordo asintió con la cabeza y luego levantó el pulgar hacia arriba. Confirmado. Skirata sintió que sus hombros se relajaban inmediatamente.

—Llámame suspicaz, pero la última vez que alguien me hizo esto, no tenían previsto pagarme. No te estas apegando a nuestro itinerario.

—Me temo que es sólo una buena metida de pata a la antigua.

—Voy a estar en tu ubicación a las veintidós mil horas. Pero no te importará si llevó un par de mis colegas sólo para estar seguro.

—Allí no. Tenemos problemas de transporte.

—¿Qué significa eso?

—Quiero decir, que tenemos que mover nuestras naves a un lugar seguro. Traiga el cargamento a nuestra pista de aterrizaje y colóquelo dentro de una nave.

Scorch se puso delante de Skirata, con una expresión lo más próxima a una de alegría juvenil, como la que un hombre nunca iba a poder esbozar. Masculló CoruFresh para sí. Cualquier buen mercenario podía leer los labios, porque quedabas ensordecido por una larga exposición al sonido de armas de fuego, además de que tampoco se podía oír una palabra durante la batalla.

—Necesito un lugar.

—Tenemos algunas embarcaciones establecidas en el sector comercial en el Cuadrante F-Setenta y seis.

Skirata observaba a Scorch apretar los puños y llevando fuertemente sus codos hacia sus costados, en un gesto silencioso de triunfo total. Se dirigían al menos a un lugar en el que ellos habían hecho un reconocimiento a fondo.

—Necesito coordenadas y saber exactamente qué es lo que voy a ver cuándo me aparezca, sé que no llegare caminando a un comité de bienvenida de las FSC.

—Usted realmente tiene antecedentes, ¿no? —dijo Perrive.

—¿No es por eso por lo que estás haciendo negocios conmigo?

—Muy bien. Seis camiones-speeders con los logos y colores de CoruFresh, así como cuatro aerospeeders para pasajeros —dos Koros y dos J-12 personalizados.

—¿Para cien kilos de explosivo termal? Puedo llevar eso con mi sobrino en dos bolsas del súper, chakaar.

—Usted no es nuestro único proveedor de equipos, mando. Y tengo personal que mover. Sé que va a escupir por esto, pero somos soldados, y tenemos un código de honor. Queremos los dispositivos por el precio que convenimos. Sin trampas.

Skirata hizo una pausa para causar un mayor efecto.

—Entonces, te veré allí.

—No, allí estará mi ayudante. La mujer que viste en nuestra reunión anterior. Me estoy moviendo a través de otra ruta.

—Transmite las coordenadas ahora, vamos a empezar a hacer las maletas.

—Sus créditos estarán en la cuenta que especificaste a las veintiuno cincuenta.

—Un placer hacer negocios. Pero en el momento que vea problemas de blasters de las FSC, o solo incluso un uniforme azul, nos escurriremos.

Skirata cerró el enlace y por un momento se hizo el silencio absoluto en una habitación llena con quince cuerpos calientes, ansiosos y cargados de adrenalina. Luego hubo un grito colectivo en voz alta de satisfacción. Incluso se unió Etain, sin que Skirata hubiera visto en ella un despliegue tan salvaje de entusiasmo.

—Así que no todo estaba perdido, vode, —dijo Vau. Lord Mirdalan estaba frenético, saltando sobre sus patas delanteras, mientras que las otras cuatro escarbaban sobre la alfombra hecha jirones en busca de presas.

La adrenalina excita a los strills y les dan ganas de cazar.

—Plan B. Deshabilitar las naves y eliminar a los ocupantes.

—Deshabilitar…, —dijo Scorch.

—Fuerza mínima requerida para hacer el trabajo. Estamos en una ciudad, recuerda.

—Holomapa, —dijo Ordo—. Todavía tengo a Obrim en este enlace. Informe rápido de situación, gente.

Se agruparon en torno a Corr, que estaba recopilando los movimientos de las líneas rojas y de los puntos de luz con tranquilo entusiasmo. Como un metódico y calmado muchacho. Debería estar en desactivación de bombas.

—Han ido a todos lados en locos patrones de aquí para allá. —Hizo zoom en la holoimagen e indicó dos masas enmarañadas de líneas rojas como pelotas que se sueltan de un hilo, todos en el cuadrante B-85 del sector minorista, donde Fi había llevado a cabo la vigilancia de Vinna Jiss. Esto sugería que los sospechosos etiquetados habían hecho una gran cantidad de movimientos repetitivos—. Diría que están pasando los kits mano a mano. Un montón de ellos, hacía dos lugares. Pero los dos apartamentos que fueron inspeccionados por el capitán Ordo, han estado totalmente muertos durante horas. Los han dejado.

Skirata sabía lo que él iba a hacer en su posición. Ensamblar cada kit que tuviera, moverlos discretamente a un punto central, y luego sacarlos. No enviaría un grande y visible camión para recogerlos de una docena de lugares.

—Todo está saliendo a través de las cajas de esa pista de aterrizaje, —dijo.

—De acuerdo. —Ordo y Mereel asintieron.

Scorch simplemente sonrió.

Un punto de luz roja de repente se movió, desde la ubicación de la casa en el sector bancario, donde se había reunido Skirata con Perrive. Observaron que se movía rápidamente, alguien había dejado la casa en un speeder.

—Holocámara, —dijo Skirata.

Ordo jugo con la imagen a distancia a partir del emisor en su guante. Un speeder había despegado desde el techo.

—Apostaría que es Perrive el que se aleja, —dijo Vau.

Skirata sabía que perderían a algunos de los jugadores clave, pero esto se trataba de provocar, tanto como fuera posible, una gran mella en las filas terroristas de los separatistas.

—Lástima. Tal vez podamos ponerlos al día con él después.

Fi tendió la palma de la mano con un detonador a distancia.

—Por si está volando en aquel speeder verde.

—¿En el que metieron?

—Sí.

—Fi …

—Puedes volarlo en el momento que quieras, sarge. —Los comandos habían vuelto a caer en llamarlo sarge. Parecía que esto pasaba cuando se volvían a poner sus armaduras—. Ayer por la noche, le pegue una gran sorpresa en la toma de aire.

—Yo estaba en ese speeder.

—Lo sé. Fue inteligente, ¿no?

Skirata tomó el det, comprobando que estuviera desactivado antes de deslizarlo en su bolsillo.

—Ord’ika, déjame hablar con Jailer. —Extendió la mano para comunicarse con Obrim—. ¿Puede tu gente cubrir los lugares que te dimos?

La voz de Obrim sonaba apretada por la tensión.

—Ahora estamos regresando a la gente de sus turnos. Sincronizaremos esto para las veintidós mil, ¿cierto?

—Correcto. Voy a mantenerte en mi comunicador lo que dure, pero no me hables a menos que sea crítico. Aparte de eso, manténganse alejados de las coordenadas que te vamos a transmitir, y pretende que nunca existimos.

—Lo siento por la detención, no fue mi equipo. Hay un punto de control de armas de fuego de rutina, me temo que fue allí.

—Por lo menos, los hizo estremecerse. Son vulnerables cuando esto pasa.

—Entonces, si todo sale bien hablare contigo en doce horas. Después te toca el desayuno, ¿recuerdas?

—Tú también cuídate, amigo.

La maraña de posibilidades y riesgos en la mente de Skirata se había vuelto cristalina. Dos piezas clave para la operación, ahora estaban inmovilizadas como debería de ser: la incursión sincronizada en los objetivos terroristas de menor prioridad por las FSC y la intercepción de un número indeterminado de jugadores clave en la pista de aterrizaje, junto con sus embarcaciones.

—Recuerden, vode. Sin prisioneros. —Skirata sacó su botiquín y preparó una sola jeringa con analgésico. Luego enrolló la suave piel de su bota izquierda, metiendo la aguja profundamente en su tobillo. El dolor hizo que sus músculos temblaran, pero apretó los dientes y dejó que pasara. Esta no era la noche para ser frenado por una cojera—. Disparen a matar.

Catorce hombres y una mujer para matar a unos veinte terroristas. Un uso muy costoso de mano de obra, en comparación con el uso de droides. Pero valía la pena.

Había unos cuantos objetivos todavía deambulando por ahí, algunos que ni siquiera habían sido etiquetados. Pero cuando se trata de la destrucción de una pequeña organización como un grupo de células terroristas, eliminar una célula como ésta tendría un enorme impacto. Esto los frenaría. Tendrían que retroceder mientras reclutaban y reorganizaban a la nueva formación.

Incluso unos meses hacían toda la diferencia en esta guerra.

—Walon, —dijo.

—Toma uno de mis rifles verpine esta noche. Podría serte útil.

—Te agradezco Kal.

—Está bien, vode. Ahora es cuando el capitán Ordo está al mando, aún y cuando en este momento no tengamos rangos.

Skirata abrió sus brazos a través de toda la gama de movimiento para comprobar el ajuste de su armadura, era el traje color arena dorada que su padre adoptivo Munin le había dado. Puso su cuchillo —el cuchillo que había recuperado de del cuerpo muerto de su verdadero padre— dentro de su manga derecha. Apenas podía recordar a sus padres e incluso sus nombres originales, pero Munin Skirata era tan real como la vida y estaba con él todos los días, uno de los que ya partieron más apreciados, cuyos nombres recitaba cada noche.

Golpeó sus guantes contra la placa del pecho para alejar de sí mismo sus recuerdos. Ambos escuadrones saltaron.

Lord Mirdalan, con su papada aleteando, echó su cabeza hacia atrás y soltó un largo y bajo aullido. Los preparativos habían funcionado para el strill, llevandolo a un frenesí de caza. Se podía ver su grandeza a través de la armadura mandaloriana completa, olía y escuchaba a los hombres que estaban tensos y listos para pelear. Todos sus instintos y entrenamiento, le decían una sola cosa: cazar, cazar, cazar.

Y Vau sostuvo su mano enguantada hacia Atin. Sorprendentemente, Atin la tomó. No había nada más que la batalla en su mente ahora. Todos se estaban reservando para el enemigo.

Skirata sintió la emoción visceral apretando su garganta y su estómago. Habían pasado muchos años desde que se había puesto esta armadura para luchar.

—¡Buy’eese! —¡Cascos!

Era, lo sabía, una vista que pocos creerían - Walon Vau y un Caballero Jedi, ambos dentro de armaduras mandalorianas completas, Comandos de la República, soldados ARC y un soldado clon, listos para el combate también con sus armaduras, viéndose como un ejército unido. Se puso su casco antes de que alguien notara las lágrimas en sus ojos.

—Debo conseguir un holo de esto, —dijo Corr.

Etain puso en medio de ellos, incongruentemente frágil.

—General, podría haberle prestado mi armadura de Hokan, —dijo Fi—. Sólo que soy un dueño descuidado.

Etain levantó su túnica para revelar las placas de blindaje corporal.

—No soy estúpida. —Entonces sacó dos sables de luz. Skirata hizo una mueca—. El mío y el del maestro Fulier. Él habría disfrutado de una pelea como esta.

No era ella misma esta noche, si su estado habitual era que su alma tenaz, pero preocupada e incómoda, encontraba tan difícil ser un Jedi. Ahora estaba completamente viva. Darman parecía ser capaz de desviar los disparos que fueran hacia ella. Skirata esperaba que ella hiciera lo mismo por él.

Vau estiró el brazo en señal para que el strill corriera.

—¡Oya! ¡Oya! ¡Vamos a ir de cacería! ¡Oya, mird!

El strill ladró y salió disparado hacia la puerta de la plataforma de aterrizaje.

Ordo se volvió hacia el equipo de ataque.

—¡Oya! ¡Oya!, ¡vode!

Fue electrizante. Nunca antes había ocurrido, y probablemente nunca volvería a suceder.

Y se fueron de cacería.