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De acuerdo a las palabras de nuestro equipo encubierto y sus informantes, alguien está ofreciendo explosivos y armas en el mercado negro. Es increíble lo rápido que fluye esta escoria para llenar los vacíos. Es tiempo para que nosotros entremos. Y sólo una advertencia antes de abrir fuego, ¿de acuerdo? Vamos a ver cuánto podemos limpiar de una vez por todas.
—Reunión de los escuadrones de la UCO, CG de las FSC, 383 días después de Geonosis
Esta vez Ordo caminó a través de las puertas del centro sin ningún tipo de interrupción.
—Buenos días, señor, —dijo el droide centinela.
Ordo metió otra vez, la sonda stylus en el puerto de datos del droide y descargó su último archivo de reconocimiento de personal.
—Siga adelante, —dijo.
Antes de llegar a la sala de operaciones en el ala de logística, entró en el refrescador para hombres, corriendo las imágenes descargadas de todo el personal orgánico del centro, a través del HUD de su casco para memorizar cada cara. Alrededor del 5 por ciento había cambiado desde su última visita. El personal civil rotaba mucho. Se dio cuenta que la supervisora Wennen, todavía seguí allí.
Luego se dedicó a copiar todos los datos almacenados de su casco a su datapad y limpió la memoria del HUD. Su armadura estaba completamente limpia ahora, sin ningún rastro de quién o qué había copiado los datos, siendo solo otro soldado ARC con identificación. Su única conexión con el mundo de las fuerzas especiales sería el pequeño comunicador en su oído. Su tarea final era deslizar una tira de cámaras con un gran angular, dentro de las rejillas de ventilación, que pasarán entre los refrescadores para hombres y mujeres.
Luego se colocó de nuevo su casco y entró en la sala de operaciones. No había ninguna señal de Besany Wennen, el supervisor del tercer turno, un nimbanel que estaba de servicio.
—Buen día, señor, —dijo Corr.
—Sólo observando hoy, soldado, —dijo Ordo. Dando un paso atrás como si estuviera viendo la variedad de holomapas del tráfico en tiempo real, que cubrían la pared circular de la sala de operaciones, sintiéndose como si estuviera en el interior de un tambor iluminado. De hecho, su mirada estaba sobre Corr mientras trabajaba, moviéndose ocasionalmente alrededor de la habitación. Ordo estaba tomando un curso acelerado de cómo el soldado se movía para poder imitarlo. Ya tenía el tono de su voz, con su tenue acento aprendido de manera rápida.
Y los civiles siempre parecían estar pensando que estaba mirando en la dirección en la que estaba orientado su casco. Las especificaciones del casco básico de un soldado estaban disponibles para cualquier persona que trabajará en logística, pero parecían no ser conscientes de su alcance visual. ¿A quién le importaba lo que un soldado pudiera o no pudiera ver?
Estos civiles, ignoran tanta información.
—Corr, necesito que me enseñes algo, —dijo Ordo. Los civiles también parecían ignorar las conversaciones entre los clones—. Ven conmigo.
Corr recogió su casco, puso la contraseña de seguridad en su lugar de trabajo, con su guante escondiendo su prótesis, siguiendo los procedimientos, yendo detrás de Ordo hacia fuera de la habitación. Caminaron por el pasillo y Ordo le hizo un gesto hacia los refrescadores, para que lo siguiera hasta el otro extremo, donde estaban los casilleros.
—Aquí es donde tienes que seguir mis órdenes al pie de la letra, —dijo Ordo.
Corr lo miró repentinamente cauteloso.
—Sí, señor.
—Quítate tú armadura, cambiaremos de trajes.
—¿Señor?
—Quítatela. La necesito.
Corr comenzó desabrochando los paneles Gription sin chistar y apiló las placas en el suelo. Ordo hizo lo mismo. Ambos se quedaron allí en sus monos negros, de repente sin rango visible, y Ordo recordó el precio que Corr había pagado. Miró las manos artificiales del soldado.
—¿Fue muy doloroso? —preguntó Ordo, quien nunca había resultado tan mal herido.
—No me acuerdo de nada, señor, pero si me dolió cuando me desperté en el tanque de bacta. —Apartó las mangas, había perdido ambos brazos justo por encima del codo—. Me las arreglo bien.
Ordo no tenía idea de qué decir.
—Debiste retirarte por invalidez. No debiste regresar de nuevo al frente.
—¿Qué pasaría con mis hermanos? ¿Qué soy yo sin ellos?
Tampoco tenía respuesta para eso. Colocó las placas de Corr sobre su propio traje. Se ajustaron ceñidamente, siempre había sabido que el genotipo experimental que tenía tan decepcionado al control de calidad kaminoano, había hecho que los Null fueran un poco más pesados y grandes que los lotes de soldados clon y que los comandos. Su armadura le quedaría un poco floja a Corr.
—Por lo menos podrás jugar al Capitán. Que lo disfrutes.
Corr se colocó las placas, teniendo algunos problemas para encajar el kama en su lugar. Ordo se lo ajustó y puso el pauldron sobre sus hombros, luego le entregó el casco.
—Wow, esto se siente diferente, —dijo Corr, mirándose hacia abajo. La armadura de soldado ARC había sido construida para una especificación de alto rango.
—Es más pesada de lo que pensaba.
—Mantén los hombros hacia atrás un poco más y deja que el kama y las fundas cuelguen. —Ordo colocó el casco en la cabeza de Corr y se sorprendió de repente al estarse mirando a sí mismo, así era como lo veía el mundo—. Toma este datapad y sal por las puertas delanteras. Serás recibido por un taxi pilotado por un wookie. No te detengas y no hables con nadie. Sólo dirígete hacía la salida como si fueras yo, te llevaran a un lugar donde podrás estar entre hermanos.
—Muy bien, señor. ¿Por cuánto tiempo?
Ordo se puso el casco de Corr. Se sentía extraño. Olía a un desconocido, diferente comida, diferente jabón.
—No lo sé. Sólo disfruta el descanso y te veré después. ¿Cómo les llamas a los civiles?
—Me dirijo a ellos por su apellido, a excepción de los supervisores, a los que llamo señora o señor.
—¿Incluso a Wennen?
Corr hizo una pausa.
—Usamos los nombres de pila cuando no estamos en el centro.
Ordo se quitó el casco de Corr y lo puso bajo el brazo.
—Bien. Vete ya.
Salieron de los refrescadores con unos pocos segundos de diferencia, y Ordo observó a Corr desaparecer por el pasillo. El peso del kama y de los blasters le daban una arrogancia auténtica. Ordo pareció bastante conmovido y volvió de nuevo a la sala de operaciones para acostumbrarse a ser una simple lata de carne, un soldado clon que nadie, excepto el enemigo por supuesto, le temía o evitaba.
Tenía al menos un turno para acostumbrarse, antes de que apareciera el mayor riesgo para su engaño. Besany Wennen parecía ser la que tomaba el mayor interés en Corr. Debería tener cuidado en conseguir pasar su escrutinio. Pero tenía un par de horas para practicar.
Desbloqueo la estación de trabajo y se aplicó, consiente de ser CT-51 08/8843, invisible para el mundo. El trabajo sobre la comprobación de que los suministros, hubieran llegado al batallón correcto y que los calendarios de los contratistas no presentaran desfasamientos era simple, dedicándose a pensar en maneras de hacer más eficiente el sistema. Se resistió al impulso por mejorar el sistema en el acto.
Y vio que le rodeaban.
—Siento llegar tarde, —dijo la voz de una mujer detrás de él, sin ser estridente, de voz suave, con un matiz de calidez que sonaba como si estuviera sonriendo de forma permanente, las frecuencias más altas traicionaban a un tracto vocal corto—. Voy a trabajar una hora extra por ti mañana. Gracias por mantener el fuerte.
Ordo no tenía tiempo para perfeccionar su acto de simple soldado. Miró por encima del hombro mientras imaginaba como lo haría Corr, y le dirigió a Besany Wennen un ligero movimiento de cabeza, que sintió como si fuera demasiado fácil para él.
Ella le devolvió la sonrisa. Ordo sospechaba que ella también era una actriz consumada. Pero algo dentro de él disfrutó mucho esa sonrisa.
—Dime tu tiempo para discutir sobre las mercancías, —dijo la voz de un desconocido sobre el comunicador—. Y vamos a definir el lugar.
A Skirata no le gustaba como sonaba eso. Y evidentemente tampoco a Vau. Ya que también estaba escuchando el comunicador, con el escáner en una mano, moviendo la cabeza lentamente, tocando un patrón aleatorio en el aire con el dedo índice. No se puede rastrear el punto de transmisión. Múltiples transmisiones. Como nosotros.
Ordo agarró su guante de la mesa y activó un holomapa, sosteniéndolo donde Skirata pudiera verlo. El equipo de ataque entero estaba esperando a la conversación, incluyendo el soldado clon llamado Corr, cuya vida repentinamente había tomado un giro hacia lo desconocido ese día.
—Voy a necesitar un poco más de garantías para eso, —dijo Skirata.
—Solo soy un intermediario, —dijo la voz con acento de Coruscant. Sin dar alguna pista en absoluto—. ¿Qué tipo de garantías le gustaría?
—Un lugar muy público. Si a ambos nos gusta lo que vemos, y confiamos el uno al otro, nos encontramos después en lugar más privado para sacar las cosas metálicas.
—Y usted llevara una muestra.
—¿Los rifles de asalto? ¿En público? —Esta fue la pregunta de prueba, la que dividía a los gángsters de los separatistas. Las armas eran inmediatamente útiles para los delincuentes, los explosivos crudos no lo eran, a menos que los revendieran—. No me takis, di’kut. Mi padre no crío a un hijo estúpido.
—Mis clientes sugirieron que podría obtener explosivos de uso militar.
—Si los puedo conseguir. ¿Así que quieres una muestra de eso?
Silencio. Vau escuchaba con la cabeza ladeada.
—Así es. ¿Qué estás ofreciendo?
—Plastoide militar de alta especificación de quinientos grados termales. —Pausa—. Creo que eso encaja a la perfección.
Hubo un levantamiento entusiasta de pulgares como un bosque en la sala. Por alguna razón Skirata se encontró centrado en el rostro ansioso del soldado clon Corr, encaramado en el borde de una silla con uno de los detonadores personalizados de Dar, desmantelado en sus manos protésicas.
—Mañana al mediodía, —dijo Skirata. Le hizo un guiño a Jusik—. Y voy a traer a mi sobrino conmigo, por si acaso.
—En el lado sur de la Ribera del Core Plaza.
—Me vas a identificar con bastante facilidad. Tengo un strill.
El rostro de Vau estaba en estado de shock, pero —como el soldado profesional que era—, no dijo nada.
—¿Qué es un strill? —dijo la voz sin cuerpo.
—Un maloliente y asquerosamente feo animal de caza mandaloriano. Usted no puede confundirlo con cualquier otra especie, ni siquiera en este zoológico de ciudad.
—Entonces al mediodía.
El enlace se cortó.
—Nadie más que los seps querrían quinientos kilos de explosivos grado termal, —dijo Vau—. Demasiado exótico para un criminal promedio. Ellos ciertamente mordieron un poco rápido la carnada. En ese caso ¿de que tendremos de que preocuparnos?
—Han perdido a sus proveedores habituales, y esto es lo mejor de lo que ofrecemos. —Skirata observaba a los Delta clavarse en el holomapa, empezando a planear las posiciones de los francotiradores alrededor de la plaza bancaria—. Esto será puramente de vigilancia a menos que ellos empiecen a disparar, ¿de acuerdo, muchachos? Matarlos no nos ayudará a rastrear sus madrigueras. Y menos aún a plena luz del día.
—Entendido, sargento.
Sev consiguió esbozar algo parecido a una sonrisa.
—Siempre y cuando lleguemos a utilizar municiones mortales después. Nos gustan muertos. Matar es muy de nosotros.
—Yo añadiría un poco de polvo al plastoide termal no enriquecido, —dijo Jusik—. ¿También podría hacer unos proyectiles verpine y si quieres les pondría un poco, para que puedan etiquetar a alguien, para después detectarlo y realizar un seguimiento de ellos? —Jusik era un muchacho ferozmente inteligente y Skirata apreciaba mucho la inteligencia, tanto como la lealtad y la valentía—. Pienso que sería mejor asegurarnos de que no tendremos que seguir a un sospechoso por el camino difícil de nuevo. ¿Estoy perdonado por mi error de juicio del otro día?
—Bard’ika, si alguna vez quieres un padre, entonces tienes a uno en mí, —dijo Skirata.
Fue el mayor cumplido que Skirata le podría dar, Jusik estaba en condiciones de ser su hijo. Aunque él todavía no comprendía plenamente la cultura mandaloriana, pero ciertamente había captado el sentimiento pues dirigió su mirada avergonzada hacia el suelo y esbozó una amplia sonrisa.
Boss le dirigió una cautelosa mirada a Skirata.
—¿Eso significa que utilizaremos tus rifles verp?
—Eres muy susceptible a los kits de lujo, —dijo Skirata.
—Son mercancía del negocio, sarge… ¡Kandosii!
—Pero si los deformas, yo te voy a doblar a ti. Me costaron una fortuna y no hay opción de que devuelvan lo invertido.
—¿Sin embargo Bardan, cómo vas a obtener el calibre adecuado de los pellets marcadores? —Dijo Sev.
—Usando un barrilete multicalibre perforado, —dijo Skirata—. Estos verps pueden ser cargados con piedras si es necesario. Eso es por lo que cuestan tanto dinero. Eso, y el amplio rango de filtros, velocidad variable y dispositivo anti-reflejo.
—Kandosii, —dijo Sev, casi suspirando—. Es una pena que no hayas pagado un poco más para hacerlos más robustos.
—Cheeky Di’kut, de acuerdo, reconozco que son lo suficientemente buenos para utilizarlos. Échenles un vistazo.
Skirata fue al armario y sacó uno de los preciosos rifles, desarmado en tres partes bien diferenciadas: culata, barrilete de treinta centímetros de un apagado color verde mate terriblemente preciso, y silenciador, siendo esta el arma preferida de Jaing para ir de excursión procurando daño extremo, como el describió. Belleza balística pura. La herramienta de un asesino, la herramienta de un artesano.
Skirata no había visto a Jaing en meses. Lo echaba de menos. Extrañaba a todos los Nulls cuando estaban en misiones largas y lejanas.
Boss y Sev acariciaron los rifles y las culatas de madera. Incluso Fixer se veía feliz. Los chicos Delta no respondían mediante golosinas y palmaditas en la cabeza, pero amaban y alababan los nuevos juguetes. Skirata se dio cuenta de eso.
—Necesito rangos precisos de sus reconocimientos, —dijo Jusik—. Tengo que empacar el polvo en un medio adecuado para que permanezca unido hasta que llegue al objetivo, o el material se dispersará demasiado rápido. Esto tiene que salpicarlos cerca de la cara para que lo inhalen, o simplemente se asentará en sus ropas. Si ellos se quitan sus chaquetas, los perderemos.
—Será divertido, —dijo Sev, y obviamente hablaba en serio.
Vau se levantó y se dirigió hacia fuera a la plataforma de aterrizaje, sin dudar en mimar a Lord Mirdalan antes de que la cosa babosa hiciera un trabajo de verdad por una vez en su vida. Cuando estuvo fuera del alcance del oído, Boss se volvió hacía Skirata.
—Sargento, Vau ama a ese animal. No deje que nada le suceda. Por favor.
—No lo haré. Ese animal sabe que llevo un cuchillo.
Corr, que había sido objeto de mucho alboroto y atención desde que Jusik lo había traído a la cabaña de Qibbu, observaba con cautela. Skirata revolvió su pelo. Él se estremeció.
—Lo siento por todo esto, hijo. ¿Aprendiendo mucho?
—Sí, sargento.
—¿Quieres ser útil? Quiero decir, ¿incluso más útil de lo que eres ahora?
—Sí. Por favor.
Pobre pequeño di’kut. Skirata luchó contra el impulso de recoger a otro dañado niño pequeño, otro perdido con la necesidad de pertenencia, y perdió de inmediato. Él había sido un huérfano y un soldado le había rescatado.
—Dar, dale un curso intensivo en el uso de un DC-17, ¿quieres?
Boss y Sev deslizaron sus discretas placas de blindaje corporal bajo sus túnicas, para comprobar sus blasters de mano.
—Entonces justo para la ubicación de reconocimiento, —dijo Boss—. De regreso en dos horas, y entonces sugiero que nos insertemos tan pronto como sea posible, para que estamos allí antes que los chicos malos.
—¿Qué te hace pensar que ellos no están haciendo lo mismo en este momento? —dijo Etain.
—Porque parece un lugar muy difícil para tender una trampa en cualquier momento, además nosotros somos profesionales y ellos no lo son, —dijo Boss.
—Así que probablemente ellos irán al lugar cerca de la hora del encuentro.
Skirata miró alrededor del grupo para poder ver la reacción de los dos Jedi. Ambos eran guerreros muy capaces, pero el asesinato —matar a alguien que no estaba a punto de matarte— era psicológicamente muy diferente a usar un sable de luz o un blaster en combate.
La emoción silenciosa que se había apoderado de la sala era palpable.
—Señores —señora— esta es una operación de tirar a matar, —dijo—. No tomamos prisioneros. Queremos al mayor número de hut’uune identificados, localizados, y muertos por todos los medios posibles al final de este despliegue. Nada más. Estamos cortando una gran parte de esta red en un solo trozo. ¿Todos estamos conscientes que eso es lo que estamos haciendo?
—¡Sí sarge!
Fue una sola voz. Y Jusik y Etain fueron parte de ella. Eso era bueno. Cualquier persona que dudara provocaría la muerte del resto del equipo de ataque, o algo peor.
—Está bien, muévase el equipo de reconocimiento, —dijo Skirata—. Y no se atrevan a dejar mis verps.