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Los mandalorianos son sorprendentemente despreocupados respecto a los linajes biológicos. Su definición de hijos o padres se da más por la relación que por nacimiento: la adopción es extremadamente común, y no es raro que los soldados acojan a los huérfanos de guerra, como sus hijos o hijas, si ellas impresionan por su agresión y tenacidad. También parecen tolerantes a la infidelidad conyugal durante las largas separaciones, y si hay algún niño resultante de esta situación, es criado por ellos. Los mandalorianos se definen a sí mismos por los aspectos culturales y de comportamiento. Es una afinidad con las expresiones clave de su cultura, —lealtad con una fuerte identidad propia, haciendo énfasis en la resistencia física y la disciplina— que hace que algunos grupos étnicos, particularmente como los Concord Dawn, se decanten hacia las comunidades mandalorianas, reforzando así un conjunto común de genes derivado de una amplia gama de poblaciones. El instinto de ser un padre protector es especialmente dominante.

Han criado accidentalmente a familias orientadas hacia poblaciones guerreras, y continúan reforzando esto mediante la absorción de ideas afines de personas y grupos.

—Mandalorianos: Identidad y su influencia en el genoma, publicado por el Instituto Galáctico de Antropología.

CENTRO LOGÍSTICO DEL GER, CG DEL COMANDO DE CORUSCANT, 0815 HORAS, 384 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

Este no era lugar para un peleador cuando sus hermanos estaban fuera en el campo, pero Ordo razonó que entre más rápido se identificará y neutralizará al informante, más rápido podría dejar este trabajo de oficina.

—Clon, —dijo la voz del nimbanel. La criatura lo estaba dirigiendo el día de hoy. Normalmente sería una mala idea—. ¡Clon! ¿Ingresaste los datos de entrada del lote durante la noche?

Conozco al menos diez maneras de matarte sin un arma, lagarto. Me gustaría probarlas todas.

—Sí, Gurus, —dijo Ordo, se amable, obediente como Corr—. Lo hice.

—Entonces deberías habérmelo dicho de inmediato.

Ordo escuchó la amonestación constante de Skirata en su cabeza y guardo su temperamento: Udesii, udesii, ad’ika —tranquilo, tranquilo hijo—. Este empleado no era merecedor para limpiar las botas de Corr. Desde luego, tampoco era apto para limpiar las suyas.

—Mis disculpas, —dijo Ordo, actuando entonces como un hombre tranquilo que definitivamente estaba equivocado—. No va a suceder de nuevo.

Besany Wennen levantó muy lentamente su cabeza de la pantalla. Ella era penosamente bonita. La simetría de sus rasgos le hacía sentirse incómodo porque quería mirarla, y su instinto masculino le decía persíguela, pero su cerebro le decía sospecha.

—Gurus, si usted tiene alguna duda acerca de la gestión de los datos, ¿puedo sugerir que lo trate primero conmigo? —La calidez de su voz había desaparecido por completo. La frecuencia cayó mientras sus labios estaban apretados. Ordo podía verla a través de su visión periférica, tenía una manera de apagar esa viva sonrisa y congelarse por unos pequeños momentos. Esta actitud era de alguien acostumbrada a la obediencia en los que la rodeaban—. El soldado Corr está haciendo lo que le pedí.

Ordo no tenía idea de si eso era cierto o si ella le estaba salvando de la vergüenza. Logró una sonrisa apaciguadora de todos modos. Mirar a Corr la otra noche había perfeccionado su actuación un poco más.

Mientras trabajaba, insertando códigos de las banderas de buques, así como rutas de suministro en el programa que alimenta a las pantallas de la pared, reflexionó sobre la pieza sólida de información que tenía. El horario adelantado para los movimientos de hombres y materiales, fue removido para proporcionar mensajes de confirmación. Una corriente interna iba hacía los batallones de logística del GER y para la flota de operaciones, y otra corriente externa era transmitida a los miles de contratistas civiles que proporcionaron suministros y transporte. Los dos conjuntos de datos eran diferentes.

Así que estos tenían que ser los datos que dejaban en el chip, en el punto de entrega en el complejo, el que Vinna Jiss había descrito amablemente a Vau queriendo o no. Los ataques con bombas se habían extendido hacía todos los contratistas y hacia las redes militares de abastecimiento; quien ejecutó los ataques tenían ambos conjuntos de datos.

Y el copiar los datos no dejaba rastro en una auditoría. La retransmisión de los datos del sistema si lo hacía. Y esto último era lo que la seguridad rutinaria observaba. La vieja tecnología vencía a la investigación de avanzada con una frecuencia deprimente.

Todo lo que Ordo tenía que hacer ahora, era ver las imágenes de vigilancia del punto de entrega, en el refrescador de mujeres. Hasta ahora había recolectado nada. No tenía idea de con qué frecuencia el separatista hacía contacto —asumiendo que hubiera uno— para comprobar el casillero, pero nadie se había presentado. Tal vez ellos no se habían percatado de la perdida de Jiss todavía.

Era casi mediodía cuando la supervisora Wennen se levantó y salió de la sala de operaciones. En un capricho, Ordo puso su casco en su lado de la mesa junto a él, en un ángulo donde discretamente podría ver a través de su HUD, a las personas que jugaban fuera de los refrescadores.

Wennen no era el tipo de mujer que pertenecía aquí. Un malestar se lo dijo. Kal’buir le había dicho que una fuerte corazonada, se basa por lo general en la observación subconsciente de hechos concretos, por lo que la iba a tratar con respeto.

La imagen granulada de color azul, mostró a Wennen entrar en los refrescadores. Ella no miró alrededor. Se detuvo en los casilleros, viéndolos de arriba abajo con movimientos visibles de su cabeza, colocó un mechón de su pelo rubio detrás de la oreja, y se inclinó para abrir varias puertas sin seguro, hasta que pareció cansarse de ello y se fue de nuevo. Volvió a aparecer en la sala de operaciones un minuto más tarde, dirigiéndole una sonrisa a Ordo, que parecía completamente sincera.

Algo la había molestado.

Ah, pensó Ordo, decepcionado.

Entonces se preguntó por qué sentía esa decepción, y se dio cuenta que era debido a los impulsos ajenos a los negocios que traía entre manos. Y el negocio, por supuesto, había tomado un giro para mejorar.

Su turno terminaba al mismo tiempo que el de ella, a las 1600.

Él esperaba pasar las próximas horas pensando exactamente cómo removerla sin alertar a cualquier otro contacto separatista, que pudiera estar en su celda. Él quería a todos.

1100 HORAS, 384 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS, ZONA COMERCIAL, CUADRANTE N-09: PUNTO DE ENCUENTRO ACORDADO PARA INICIAR NEGOCIACIONES ENTRE LAS PARTES INTERESADAS.

—Flojos chakaare, —dijo Fi, mirando a su crono—. ¿Qué horas son estas de llegar para ellos?

—Bueno, si hubieran llegado aquí antes que nosotros y no pudiéramos verlos… Seriamos probablemente carne muerta.

Darman estaba en algún lugar, en el lado opuesto del Banco de la Core Plaza, tres niveles por encima de la zona peatonal, en un almacén que había infiltrado. Fi no podía verlo, pero su voz era claramente audible en su cabeza, el comunicador de gota era tan sensible que captaba la subvocalización a través de la trompa de eustaquio.

Habían estado aquí desde las 2330 de anoche. Observando y registrando a cada droide de limpieza, barrendero automatizado, trabajador trasnochado, viajero mañanero, comprador, borracho, policía de a pie de las FSC, repulsor de entregas, vendedor de café y jóvenes escolares que había pasado dentro y fuera de la plaza en cualquier dirección. También habían barrido las paredes de los edificios de oficinas y —siendo de gran interés para Fi— notaron que algunos empleados no ponían al día los archivos después de horas, si tenían colegas del sexo opuesto con ellos.

Y cada par de horas, Etain Tur-Mukan caminaba rápidamente por la plaza, como si tuviera algún negocio, barriendo la zona con cualquier sentido adicional Jedi que le permitiera detectar a personas ocultas. Etain decía que era buena en eso. Podía sentir al escuadrón a menos de un metro. Cada vez que pasaba, Fi escuchaba a Darman moverse o deglutir, y no estaba seguro de si era porque podía verla o porque estaba tratando de llegar a él a través de la Fuerza.

Fi de repente busco él enfoque sin complicaciones de la vida totalmente militar en Kamino.

Te estás distrayendo. Piensa en el trabajo que tienes por delante. Tal vez lo dejarían quedarse con el comunicador de gota después de esta operación. Ellos nunca pierden algo de regreso a los cuarteles. Eso seguro.

—Quiero que regrese mi HUD, —dijo Darman—. Quiero mi vista mejorada.

—Pero en su lugar, tienes que llevar camuflaje en la cara. Te hace sentir salvaje y peligroso.

—Yo soy salvaje, —dijo la voz de Sev. Sev estaba detrás de una cornisa de un techo, bajo una pila de láminas de plastoide de desecho—. Y entonces me vuelvo peligroso. Ya cállate.

—Entendido, —dijo alegremente Fi, y chasqueó los dientes dos veces para salir del canal abierto del comunicador de Sev. De todos modos el ambiente era demasiado ruidoso para tener una conversación tranquila—. Miserable di’kut.

—No le hagas caso. —Scorch estaba al nivel de la banqueta a unos cincuenta metros al oeste del punto de encuentro, tumbado boca abajo en un pozo de acceso horizontal en desuso—. Va a estar bien una vez que haya matado algo.

Darman tenía un rifle verpine de municiones reales, al igual que Sev. Fi y Scorch tenían doce rondas cada uno, de los proyectiles no letales de seguimiento. Los verps eran verdaderamente encantadores. Fi siempre se había preguntado cuántos créditos había ganado el sargento Kal en los últimos años. Su creciente colección de costosas y exóticas armas, así como la modesta y extravagante chaqueta de bantha, eran los únicos signos visibles de que podría ser mucho.

—Dar.

—Posible contacto, primer nivel de la banqueta, a mi izquierda de la entrada del banco.

Fi ajustó su mira y rastreo hacía la derecha. Era un chico que había visto antes, humano, de pelo claro y muy corto, desgarbado. Todavía estaba rondando alrededor de la plaza. Si era un separatista, era uno vergonzosamente novato. Miraron por unos minutos, y luego una chica joven con una túnica de color amarillo brillante corrió hasta el muchacho y le echó los brazos al cuello. Se besaron con entusiasmo, provocando miradas de los transeúntes.

—Creo que la conoce, —dijo Fi. Sintiendo que su cara ardía. Molestándole esta sensación y miró hacia otro lado.

—Bueno, eso es lo que tú y Niner dejaron en el estante, ahora que tus hermanos hablan acerca de eso, —dijo Scorch.

Hubo una pausa. Darman intervino.

—¿Tienes algo que decir, ner vod?

—Creo que es algo alentador. —Scorch se rió entre dientes—. Atin consigue una linda twi’lek, Dar consigue a su propio general.

—Y Scorch conseguirá una oreja hinchada si no cierra el pico en este momento.

El comunicador repentinamente estuvo en silencio, excepto por el sonido ocasional de la deglución. Darman no estaba de humor para bromear cuando se trataba de Etain. Nunca lo había estado, ni siquiera en Qiilura, cuando no había habido algo entre ellos.

¿Por qué esto dolía tanto? ¿Por qué me siento como si hubiera sido engañado?

Kal’buir, ¿por qué no me preparaste para esto?

Era demasiado molesto. Fi cerró los ojos por un momento y se trasladó a la secuencia que había aprendido para centrarse a sí mismo, cuando el campo de batalla lo presionaba: respiración controlada, concentrándose en nada, excepto la siguiente inhalación, haciendo caso omiso de todo lo que no estaba en el momento siguiente. Tomó un tiempo. Se cerró al mundo.

Luego descubrió que tenía los ojos abiertos, sin siquiera darse cuenta y que simplemente estaba siguiendo el movimiento en la plaza de abajo a través de la mira impresionantemente exacta del rifle verpine.

—Ahora, ¿obtenemos el mejor kit o qué? —dijo, convirtiéndose en el hombre de confianza que quería ser de nuevo—. Menciona algún otro ejército donde te permitan maniobrar un verp para jugar.

—El ejército verpine, —dijo Scorch.

—¿Tienen un ejército?

—¿Necesitan uno?

Se hizo el silencio de nuevo. A las 1150 Sev cortó el circuito comunicador.

—Atentos. Kal se está moviendo de posición. —Skirata entró en la plaza en la dirección del Senado, con Jusik a un lado y un emocionado Lord Mirdalan sujeto con una correa por el otro. Estaba haciendo un trabajo creíble en parecer como si el strill fuera su compañero constante. El animal parecía muy contento con él, dado el número de veces que Skirata le había enseñado o arrojado su cuchillo a lo largo de los años. Tal vez el motín de nuevos y extraños aromas, había emocionado lo suficiente al strill, para que no le importara mucho que el hombre que por lo general le gritaba, sostuviera ahora la correa. Fi observó mientras ellos tomaban una posición cerca de la puerta, sentándose en una banca de duracero adornado con forma de arco.

La voz de Skirata apareció en el comunicador.

—¿Cómo están mis chicos?

—Acalambrados, sarge, —dijo Darman—. Y Fi entreteniéndose con tu verpine.

—Él puede limpiarlo. ¿Listos?

—Listos.

A las 1159 un hombre cuarentón humano, en una túnica casual verde, pantalones marrones, cabello castaño, barbado, alto, delgado, caminaba a propósito directamente hacia Skirata y Jusik. Fi lo ubicó.

—Lo tengo, Fi, —dijo Darman. Si algo salía mal, el hombre estaría muerto en una fracción de segundo, por una ronda de alta cinética y silenciosa en su espalda.

—Escoltas, —dijo Sev—. Parece que son tres… No, cuatro. Tres hombre y una mujer, todos humanos… Un hombre veinte metros al sur de Darman. Repartidos pero todos se mueven hacia Skirata.

—Lo tengo.

—Tienes a la mujer, —dijo Scorch.

—¿Estás seguro de que están con el de la barba?

—Sí, comprueba su línea de visión Fi. Los están viendo, nada más. Son bastante buenos en esto, pero es evidente que no son profesionales. No deberían siquiera estar mirándolos.

La voz de Etain los interrumpió.

—Hay otra mujer acercándose lentamente a la banca por el lado del Senado. Me estoy moviendo detrás de ella para que puedan detectarla.

Sev intervino.

—¿Alguien más?

—Sólo puedo sentir a otros cuatro, más el hombre que se acerca a Kal.

—Aww, mira. Han tomado posiciones para bloquear las principales vías peatonales frente a la plaza. ¡Gracias! Me encanta un objetivo que se identifica a sí mismo.

—Espero que esto no se convierta en un concurso de tiro, —dijo Scorch.

—Demasiados civiles.

—Puedo conseguir un tiro claro, —dijo Sev—. Y puedo tumbarme al menos a tres de los que están allá. Relájate. Sólo preocúpate por etiquetarlos.

—Etiquetando. ¿Ellos podrán sentirlo?

Fi insertó con un toque, un filtro EM en el compartimiento óptico. Centró su mira en la mujer ahora de pie, casi bajo la posición de Darman por el pasillo en dirección al cuadrante N-10: el pelo rojo largo hasta los hombros, traje azul, portafolio de cuero color canela. El filtro detecto emisiones electromagnéticas, lo que hizo que no sólo fuera útil para localizar a alguien que operará un comunicador, sino también era perfecto para ver si el polvo había alcanzado su objetivo. Observándose un tinte marrón rosáceo en la imagen.

Comprobó las indicaciones de velocidad del viento. El cabello de la mujer se movía ligeramente en la brisa, una taza flimsi era tirada cerca del vendedor de café, rodó un poco más a lo largo del pavimento. Fi ajustó su mira y comprobó la temperatura del aire, que se había deslizado una fracción en los últimos veinte minutos. Ajustó la configuración del verp de nuevo y colocó el arma en su antebrazo.

Tranquilo. Colocando el indicador de potencia en medio. No quería que ella sintiera cuando el proyectil la golpeara. Tampoco quería rociar el polvo por toda la plaza…

El punto de mira estaba en él objetivo.

—Así que eso es un strill. —La voz del hombre era un poco difusa, pero Fi podía oír el acento, aunque él no lo reconoció—. Encantado. Llámeme Perrive.

—Y usted puede llamarme Kal.

Fi cerró los ojos por un segundo y ralentizó su respiración. Cuando los abrió, el objetivo seguía estando sobre el pecho de la mujer.

—Así que vamos a ver la mercancía.

Fi exhaló lentamente y contuvo la respiración.

—Aquí está. Toma, la he probado.

El dedo de Fi apretó el extremo del gatillo. El verp estaba tan finamente construido, de manera que lo único que sintió fue una repentina falta de resistencia bajo su dedo, y el rifle disparo silenciosamente y sin retroceso.

—¿Cuántas cosas hay en total?

—Cien kilos. Más si lo necesitan.

Un humo blanco —como de un soplido— se elevó en el filtro de Fi. El proyectil había estallado al contacto, empapando a la mujer con el polvo microscópico de seguimiento, cada pequeño fragmento era capaz de retransmitir su ubicación al receptor ubicado en la base de Qibbu —o incluso a un HUD. Ella miró hacia abajo, como si un insecto hubiera aterrizado en ella y luego simplemente se rasco la punta de la nariz como si hubiera inhalado polen.

—¿De quinientos grados?

—Todo esto, —dijo Kal.

—¿Detonadores?

—¿Cuántos?

—Tres o cuatro mil.

—Tengo de cinco mil grados. Detonadores sólo es cuestión de adquirirlos discretamente. Me tomaría un día tal vez…

—Confirmado, la mujer de azul, marcada. —Fi rastreó con el rifle noventa grados a su izquierda—. Apuntando al hombre más alejado de Kal. Chaqueta Negra.

Respirando tranquilo. Relajado. Apuntó y ajustó la mira de nuevo, contuvo la respiración en el momento de una exhalación cómoda, y disparó por segunda vez. Una vez más, el hombre reaccionó y buscó algo en su pecho, y luego continuó viendo a Skirata como si nada hubiera sucedido.

—Objetivo marcado, el hombre de la chaqueta negra. Para que puedan rastrearlo.

—No etiquetes a todos, —dijo Scorch—. Quiero una oportunidad.

—Todos tuyos, ner vod.

—Marcando al hombre a la derecha de Skirata, túnica gris…

Fi alineó su mira EM sobre el objetivo de Scorch, observando.

La respiración de Scorch hizo una pausa, y luego Fi vio una nube de humo blanco floreciendo sobre el manto gris. Sin reaccionar en absoluto.

—Ahora el otro hombre, el del chaleco rojo, a la izquierda de Skirata por el vendedor de café… No di’kut, quédate quieto… eso está mejor. —Scorch se quedó en silencio de nuevo. Fi observaba a través del filtro EM. El proyectil estalló prolijamente sobre el hombro del hombre y le rozó la nariz sin darse cuenta, al igual que con la mujer. Tal vez fue una combinación de ver absolutamente nada del agente de seguimiento vaporizado, y estando excitados por la adrenalina durante la misión. No estaban en sintonía mucho más allá de ver y no ser vistos.

—De acuerdo, ¿quién está a cargo del tipo de la barba? Perrive.

—Yo, —dijo Fi—. Si hago tres de tres, ¿puedo quedarme con él? Ya sabes, ¿disecado y montado?

—Sería un buen perchero para la armadura de Hokan.

Perrive —el tipo de la Barba— se situó en un ángulo leve, moviéndose un poco mientras hablaba con Skirata. Sostuvo el pequeño paquete de plastoide térmico en la mano, unos cien gramos, y lo apretaba entre sus dedos mientras miraba la envoltura. Tenía toda la pinta de un traficante de especia, y Fi se preguntó por un momento, como si todos estuvieran ciegos ante la fachada obvia que aparentaba.

Preocúpate de eso más tarde. Etiquétalo.

—Date la vuelta, chakaar. No quiero golpearte en la espalda.

Fi había entrado en ritmo. Observó a través de la mira, como Perrive deslizó el plastoide en el bolsillo y se puso de pie con una mano en la cintura, girando ociosamente hacia atrás y adelante, presentando una buena extensión de la espalda y luego un ángulo estrecho de hombros.

Fi se relajó, dirigiéndose hacia el hombro, anticipándose al movimiento.

Whuff.

El proyectil rastreador pegó en el blanco, sin obtener alguna reacción.

—Bien, vamos a echarle un vistazo a esto y nos pondremos en contacto con usted mañana al mediodía, —dijo Perrive—. Si nos gusta, nos encontramos en un lugar privado. Si no, nunca escuchará de mí otra vez.

—Me acomoda, —dijo Skirata.

—¿Qué pasa con la segunda mujer? —dijo Fi—. Etain, ¿dónde estás?

—Alrededor de tres metros a su izquierda.

—¿Puedes apartarla de los civiles?

—De acuerdo …

Fi escuchó. También Skirata podía oír todo esto en su comunicador de gota. Se necesitaba un poco de habilidad para seguir hablando con alguien, que tiene una conversación de cinco personas más en la oreja.

—Disculpe, —dijo Etain—. Estoy irremediablemente perdida. ¿Me puede indicar cómo llego al Cuadrante N-10?

Fi observó como la mujer simplemente se detuvo, miró a Etain con sorpresa, y luego señalo la banqueta de conexión. Etain se movió. La mujer caminó más lejos, señalando de nuevo.

—Gracias, —dijo Etain, y siguió caminando.

Whuff. El proyectil despidió plumas de luz sobre el hombro de la mujer. Y ella se rasco la nariz.

—Los seis están etiquetados, —dijo Fi. Cambió de canales con un exagerado clic de sus molares—. Niner, ¿estás recibiendo?

—Los tenemos a todos, —dijo la voz de Niner, varios cuadrantes de distancia en la cabaña de Qibbu—. Agradables y vividas trazas sobre el holomapa.

—De acuerdo. —Fi relajo su cabeza para aliviar los músculos del cuello.

—Puede finiquitar ahora el asunto, sarge.

—El viejo di’kut es bueno es esto, ¿no? —Scorch traicionó a regañadientes una de sus aficiones. Skirata podía oír la conversación y Scorch lo sabía—. Me encantaría saber donde aprendió a hacer todo esto.

El rostro de Skirata ni siquiera se inmutó. Tampoco el de Jusik. Quién estaba mirando alrededor, como se suponía lo haría un chico mensajero de un gángster, pareciendo estar alerta, pero no demasiado brillante.

—Mi intermediario dice que usted tiene un montón de amigos en el ejército, —dijo Perrive.

—Contactos, —dijo Skirata—. Amigos no.

—¿No te gusta nuestro ejército, entonces?

—Es útil. Solo son clones.

—¿No te preocupa lo que pasa con ellos?

—No eres algún di’kutla liberal, tratando de reclutarme, ¿verdad, hijo? No, no doy la espalda al asunto de los clones. Estoy en esto por mí y mi familia.

—Sólo por curiosidad. Estaremos en contacto, si nos gusta la mercancía.

Skirata simplemente se sentó con las manos metidas en los bolsillos, aparentemente viendo al strill, que se había extendido en una desgarbada pila de piel suelta con su cabeza debajo de la mesa, escurriendo baba. Jusik masticó distraídamente, también mirando hacia el frente. Fi y el equipo de francotiradores observaban a Perrive y a los otros cinco objetivos dispersándose en las aceras y rampas descendientes.

Esperaron.

—¿Alguien más detectó un acento jabiimi? —preguntó Jusik.

Skirata se inclinó y parecía estar a punto de acariciar a mird.

—Creo que sí. —Fi esperó que hundiera sus dientes en él, pero no llegó a tocarlo y el animal simplemente se dio la vuelta para ver a los alrededores con los ojos malévolamente curiosos.

Fi recordó al strill de Kamino. Parecía más pequeña ahora que él era un hombre adulto. Una vez, el animal fue más grande que él.

Finalmente hubo un largo suspiro de alivio.

—Tengo la sensación de que todos se han ido, —dijo Jusik—. Niner, ¿está despejada el área de la plaza?

Niner gruñó.

—Confirmado. Pueden moverse ahora.

—Retírense, muchachos, —dijo Skirata al fin—. Bien hecho.

—Buen trabajo, Etain, —dijo la voz de Darman.

—Sí, de acuerdo, también la mafia mística lo hizo bien. —Skirata tiró de la correa de mird; el montón de revuelta piel de seis patas se sacudió—. Vamos a dispersarnos con cuidado, y no se les olvide limpiarse la cara con camuflaje antes de moverse. Regresaremos al punto de encuentro en lo de Qibbu a las trece y cuarto. Luego a descansar un poco.

—Suena bien, —dijo Fi. Fue sólo cuando la tensión había pasado, cuando se dio cuenta de que sus articulaciones estaban rígidas, así como las muchas partes de él que estaban lastimadas, por las más de doce horas, acostado sobre el relleno provisional de su chaqueta—. Un baño caliente, comida caliente y a dormir.

Skirata lo corto.

—Sabes que no quise decir eso, ¿verdad?

—¿Qué?

—Acerca de los clones. Qibbu obviamente les habló de ustedes a la escoria de sus socios.

—Por supuesto que lo sabemos, sarge, —dijo Scorch—. Dijiste que estabas en esto por tú familia, ¿no es así?

CENTRO LOGÍSTICO DEL GER, CG DEL COMANDO DE CORUSCANT, 1615 HORAS, 384 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS.

Ordo escuchó su comunicador oculto, con una practicada expresión de desinterés total, mientras tecleaba sobre los movimientos de tráfico. El holomapa que cubría cada centímetro en la pared cambiaba y pulsaba, cuando cada envío se tornaba de rojo a verde, cargado, cotejando y en ruta, además de apilar las solicitudes de reposición, sobre un panel de barras horizontales azules.

El holomapa no proporcionaba los números de tropas, pero con un poco de sentido común, le podría decir a cualquiera que quisiera pasar un tiempo pensando en lo obvio, que estaban muy dispersas. Habían, Ordo lo sabía, al menos un millón de soldados ahora en el campo, esparcidos a través de cientos de mundos: pequeñas fuerzas en algunos, múltiples batallones en otros. Esto significaba largas cadenas de suministro, las que eran inherentemente vulnerables. Así que… ¿por qué no las redes de terrorismo separatista se dirigían a las tropas fuera del planeta? Las cuales no contaba con disponibilidad. No tenían naves o habilidades especiales. O… después de todo, tal vez el objetivo era intimidar a la sede del gobierno galáctico.

El motivo si importaba. El motivo te daba la capacidad de pensar como el enemigo, querer lo que ellos buscan, para luego arrebatárselos.

Y matando soldados clon —principalmente soldados—, sin contar a los civiles desafortunados que también se encontraban en el camino, comprobándose el hecho de que los seps podían ir y venir a su antojo.

Ordo tomó esto como algo personal. Se basó en el afilado y frío recuerdo del miedo, centrándose en el odio que había aprendido en Kamino, antes de que un desconocido entrara y se pusiera frente a él, salvándole la vida.

No podemos confiar en nadie, más que en nuestros hermanos y Kal’buir.

A través del comunicador, todavía podía oír las exclamaciones de satisfacción de Niner. Los seis hombres y mujeres etiquetados por Fi y Sev se dispersaron por toda la Ciudad Galáctica, dejando rutas y puntos de parada que Niner y Boss registraron en un holomapa, que mostraba cada carril repulsor, cuadrante y edificio en Coruscant. A juzgar por su descenso ocasional en la rica invectiva mandaloriana, que Kal’Buir consideraba una parte importante de su educación continua, ellos estaban aprendiendo más de lo que nadie hubiera contemplado.

Ordo evaluaría todo cuando regresara, pero el número de lugares que había registrados había llegado a veinte; esto estaba creciendo en algo más grande, de lo que un equipo de catorce hombre podría ser capaz de manejar.

Ordo hubiera querido decirles que se concentraran en los agrupamientos de bodegas, las áreas de mayor tráfico, pero esto tendría que esperar. La tira de cámaras no había mostrado nada, excepto el hecho de que las hembras de todas las especies empleadas en el centro, parecían pasar mucho tiempo en los refrescadores reorganizando su apariencia. La persona que había sido utilizada para recoger los datos, probablemente sabía que Vinna Jiss había desaparecido, por lo que sin duda estaba tratando de encontrar otra ruta. Mantuvo un ojo atento sobre la supervisora Wennen, porque ella parecía estar cada vez más agitada conforme avanzaba el día. Podía oírlo en su voz. No le gustaba Guris. Ella estaba revisando algo, cuando Ordo fue a los refrescadores, y cuando regreso ella todavía estaba en la misma pantalla, bajando y subiendo en un inventario.

Estaba revisando los envíos de fusiles que se remontaban a dos o tres meses atrás. Wennen si eres tú, ¿cuál es tú motivo?

No tuvo que parar para leer la pantalla por encima del hombro. Simplemente podía echarle una ojeada, enfocar, y caminar de regreso a su lugar de trabajo para cerrar los ojos discretamente y recordar lo que había visto.

No habían sido en vano, los esfuerzos que los kaminoanos había hecho, para corregir algún error en la clonación, tratando de mejorar el genoma de Jango Fett.

Wennen miró hacia las puertas. Su cara afilada, que todavía mantenía una estética agradable, de repente se congeló en verdadera ira, perdiendo su hermosura.

—Jiss, —dijo ella con amargura—. Será mejor que tengas una buena excusa esta vez.

Ordo luchó con cada uno de sus instintos, para voltearse y mirar. Simplemente volvió la cabeza casualmente para centrarse sobre una hoja de flimsi a su derecha, y allí estaba ella: Vinna Jiss.

Estás muerta.

—He estado enferma, supervisora.

Pero tú estás muerta. Entonces, ¿quién eres?

—¿Algunos recados? Incluso tenía al propietario de tu vivienda llamándome, quejándose de que habías escapado sin pagar el alquiler.

Sé que estás muerta, porque caíste unos pocos miles de metros de un balcón después de una charla con Walon Vau.

—Lo siento, supervisora.

Wennen era toda acritud, con los labios apretados.

—Lo primero que vas a hacer mañana será verme. Termino mi turno.

Ella cerró su estación de trabajo, cogió su chaqueta y dio un paso hacia las puertas. Entonces se detuvo y se volvió hacia Ordo.

—Corr, son las dieciséis trenta, —dijo ella—. Vámonos. Es hora de irse. Nadie va a darte las gracias por estar aquí toda la noche. ¿Quieres que te deje en el cuartel?

Jiss, ya sea que estás muerto o eres un impostor. Entonces, ¿a quién mató Vau?

—Gracias, supervisora. —Ordo cerró la sesión y se colocó el casco, de repente contento por la oportunidad de esconderse detrás de una visera blanca anónima de plastoide, para mirar horrorizado a la cara de una mujer muerta, que parecía estar haciéndolo bastante bien para ser un cadáver—. Yo… Voy a conocer a algunos compañeros de la cuadragésima primera. ¿Me podría dejar en la primera plataforma de taxis en el sector del entretenimiento, por favor?

—Me alegro de que te estés tomando la oportunidad de relajarte, Corr. —Ella parecía realmente contenta—. Te lo mereces.

Ordo echó un último vistazo a la mujer que parecía ser Jiss, memorizando cada poro y línea de su cara, siguió a Wennen fuera de las bahías para los speeders. Se deslizó en el asiento del pasajero, formulando un centenar de preguntas, que por una vez en su vida, no tenían una respuesta rápida.

Wennen encendió su speeder y se quedó quieta por un momento, mirando fijamente a la consola.

—Honestamente, —resopló, toda exasperada—. Esa es la empleada menos fiable que he conocido. A veces podría simplemente matar a esa mujer.

CASA DE OPERACIONES, CABAÑA DE QIBBU, 1630 HORAS, 384 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

—Haya van… —dijo Niner.

Gotas de luz roja ahora estaban distribuidas en el holomapa azul, con redes y líneas que se había expandido, hasta llenar un espacio de un metro de altura y dos metros de largo. El polvo de seguimiento estaba transmitiendo los movimientos de los seis separatistas que habían etiquetado unas horas antes.

Etain caminó alrededor del gráfico 3-D, estudiando los rastros que se encadenaban como collares, con ocasionales perlas solitarias colocados a intervalos. La representación virtual de una sección de la Ciudad Galáctica abarcaba la mesa. Algunos de las líneas se cruzaban y fusionaban. Niner y Boss todavía estaban tomando los datos del mapa enumerando cada lugar, mientras Vau observaba junto con Jusik.

—Se están moviendo, —dijo Vau—. Jusik, mi muchacho, ¿te ha dicho alguien alguna vez que eres un genio?

Jusik se encogió de hombros.

—Y mis amigos son excelentes tiradores. Somos un buen equipo, ¿no?

Amigos era una manera inusual en un Jedi, para describir a las tropas clon que técnicamente estaban a sus órdenes y que las usaban a su antojo. Pero Jusik simplemente no veía el mundo de esa manera. Etain encontró esta forma de pensar profundamente conmovedora.

—Sí, un excelente equipo, —dijo Vau. Boss levantó la mirada, evidentemente complacido—. Es maravilloso ver un trabajo bien hecho.

Eso no era lo que Etain había percibido de Walon Vau, una brutalidad pura sin pasión. No era menos complejo y contradictorio que Skirata. Atin, leyendo en su datapad, lo ignoró por completo; Vau algunas veces miraba a su antiguo aprendiz, pero no obtuvo respuesta.

Atin lo detestaba. Quiere vengarse de alguna forma. Etain encontró difícil conciliar eso con el hombre metódico, considerado y valiente que conocía, el que había sentido que no tenía derecho a sobrevivir a Geonosis cuando sus hermanos habían muerto.

Mientras se cotejaban los lugares, otra frustrante interrupción había obligado a los escuadrones a descansar y recuperarse. Parecían necesitar estar ocupados peleando, especialmente los Delta. Etain podía saborear su impaciencia colectiva. Tal vez era su juventud, pero probablemente se trataba de que no disfrutaban en tener tiempo para pensar.

Fi, Sev, Fixer y Scorch se habían ido al restaurante a comer con Corr, pero Darman estaba durmiendo en su habitación. Etain fue a ver cómo estaba y lo miró por un rato. Darman se había tumbado sobre su estómago, la cabeza vuelta hacia un lado, con la mejilla apoyada en los brazos cruzados, y en ocasiones se retorcía como si estuviera soñando.

Se aferraban a cada pequeño momento juntos que pudieran encontrar. Y no era suficiente. Etain besó su sien y lo dejó dormir. Skirata, vagaba por ahí con las manos hundidas en los bolsillos, dándole un guiño de complicidad.

—Parece que tenemos tres clusters en áreas residenciales, —dijo Boss—. Y ahora otros veinticinco lugares más que han dejado al menos por un tiempo, incluyendo tiendas.

Skirata se quedó mirando a la malla de color claro.

—No podemos cubrir todo —dijo—. Los clusters serán la prioridad.

—Probablemente son casas de seguridad o fábricas de bombas. —Boss indicó un punto estático de luz roja que no se había movido en una hora—. Creo que ese es nuestro paquete marcado de plastoide térmico.

—Podría ser. ¿Conseguiste la lista?

—Se hace más larga cada hora. ¿Cuánto tiempo dices que el polvo puede transmitir?

Jusik ladeó la cabeza, a manera de estar calculando.

—Cuatro, tal vez cinco semanas.

—Bueno, yo digo que hagamos un reconocimiento de los puntos en los clusters, durante un día más o menos, confirmamos la actividad, y luego decidimos cuáles son los objetivos prioritarios y dejamos el resto a las FSC. —Niner señaló con el dedo sobre el holomapa, para indicar otro hilo creciendo cuando el sospechoso etiquetado se trasladó a una nueva ubicación—. Este objetivo va siguiendo a otro. No tengo idea de por qué. Tal vez para ofrecerle cubierta de retaguardia.

—Está bien, elabora una lista de vigilancia para las próximas veinticuatro horas, y estén preparados para sacar a la gente de allí, si recibo la llamada de Perrive, o cualquiera que sea su verdadero nombre.

—Está bien, sarge.

Skirata finalmente se permitió una pequeña sonrisa de satisfacción, que le puso a Etain más que nunca en la mente a un gdan. Le dio dos palmaditas feroces a Boss y a Niner en la espalda; Boss se estremeció mientras Niner volteaba y sonreía, complacido con la vida.

—Buen trabajo. Ustedes dos vayan a buscar algo de comer.

Etain luchaba con las ganas de caminar hacía Skirata y abrazarlo. Por fin se había percatado de lo que estaba sucediendo. Los Omega, y Ordo, estaban claramente acostumbrados al afecto genuino de él, se tocaban todo el tiempo, desde los juegos bruscos, hasta aplastantes y alborotados abrazos al cabello. Los Delta no lo hacían. Se sentían incómodos con este contacto. Cualquiera que hubiera sido la relación con Vau, esta era mucho más distante, más competitiva, más como una búsqueda desesperada para su aprobación. Skirata jugaba al buen padre, incluso ahora, otorgando regalos, sin avergonzarse por estar contento y orgulloso de todo lo que sus muchachos lograron. Vau parecía que jugaba al amo, y siendo justos esto era raro.

Le hizo preguntarse más que nunca sobre Atin. Ella habría aprovechado el momento y lo había llevado a un lado para preguntarle, porque le preocupaba, pero fue interrumpida por el regreso de Fi y Sev. Fi caminó hasta Atin y cogió el datapad de su mano.

—Una extraña mujer azul, sin gusto por los hombres, te quiere ver, —dijo.

—Ve. Laseema se queja de que hoy no le has dicho hola.

Fi tenía un don para tambalearse al borde de la ofensa. Él también hizo un muy buen trabajo en pretender que la buena fortuna de Atin con Laseema no le molestaba ni un poco. El pequeño y doloroso vacío en el centro de él, tan claramente detectable en la Fuerza, decía lo contrario.

Jusik capto los ojos de Etain, él también se dio cuenta. Luego miró más allá de ella hacia la puerta, y ella sintió algo parecido a la ansiedad y la angustia, que emanaba claramente de una presencia que sólo podía ser la de Ordo.

Entró en la habitación y comenzó a desabrochar su armadura, con la mandíbula apretada. Skirata sólo esperó.

—Así que, ¿has tenido un buen día en la oficina, querido? —dijo Fi.

—Ella no está muerta, —dijo Ordo—. Vinna Jiss no está muerta.

—Comienza de nuevo hijo —dijo Skirata.

—La mujer, mi supervisora identificó a Vinna Jiss, cuando entró en el centro logístico a las dieciséis quince de hoy. —Apilaba las placas de su armadura y se sentó en el borde de una silla, completamente tranquilo excepto por el gesto revelador de un puño cerrado sobre su rodilla. Miró a Vau—. Y si era ella, o al menos se veía como la imagen de la mujer que Jusik recogió. Estaba en una sola pieza. ¿Seguro que la mataste?

Vau levantó una ceja.

—Por extraño que parezca, sí. Los humanos no rebotan. Creo que me hubiera dado cuenta de eso.

—Entonces, ¿quién fue hoy al trabajo?

—¿Podrías haberte equivocado?

Ordo ni siquiera parpadeó.

—Me acuerdo a detalle de todo lo que veo. Tengo memoria fotográfica. Lo que vi fue la imagen idéntica de la mujer que detuvimos y que tú interrogaste. De eso estoy absolutamente seguro.

—Fierfek, —dijo Skirata—. ¿Opciones?

—Primera, es su gemela o un clon. —Ordo contaba con los dedos—. Segunda, ella es una especie de androide diseñado para imitarla. ¿Tres? Un clawdite. El cambiar de forma es una habilidad útil para reclutar en un grupo terrorista. Pero ¿por qué iban a querer imitar a una colega muerta?

—¿Qué tal la supervisora?

—La capte en los refrescadores y buscando en los casilleros, pero ahora no tengo ni idea de si ella está trabajando sola o con esta mujer Jiss. Sin embargo, estaba realmente enojada cuando la vio.

—Tal vez, porque la otra Jiss lo echo todo a perder.

—Tenemos que hacer un poco de investigación en esta Jiss resucitada. Se supone que ella estará en el turno nocturno, así que voy a regresar al centro justo antes de la media noche y la seguiré cuando salga.

Los labios de Jusik se separaron pero Etain fue más rápida.

—Iré contigo, —dijo—. Al menos seré capaz de decirte si ella es un droide.

—Yo puedo hacer eso con los sensores, —dijo Ordo.

—De todos modos voy contigo.

Ordo se giró hacia Skirata.

—No me gustan los misterios. —Era evidente que estaba avergonzado—. Lo siento, Kal’buir, no estoy resolviendo esto tan rápido como debería.

—Hijo, esto nunca será un juego rápido. Estamos teniendo buenos progresos. Tómalo con calma.

Pero Ordo no era del tipo que lo tomaba con calma. Se unió a la contemplación del holomapa y cogió el datapad de Niner.

—Voy a tomar un poco de esas municiones de polvo, por favor, Bard’ika, —dijo—. Solo por si acaso.

Skirata sacó de su funda a su rechoncha pistola verpine.

—Entonces, mejor usa esto. Más compacta que el rifle.

—Gracias.

Etain se quedó con Vau, viendo el progreso errático de los marcadores en todo el mapa. Una decisión difícil yacía dentro del mapa, ¿en qué momento Skirata sentiría que era seguro llevar a las FSC a la vigilancia? ¿Cuando iba a compartir información con ellos? Etain comprendió su ansiedad, pero las simples matemáticas de la situación era que las FSC se necesitarían tarde o temprano.

Ordo comenzó el registro de más ubicaciones en el datapad. Los músculos de su mandíbula estaban trabajando visiblemente. Debió haber sido difícil para un hombre acostumbrado a ser más listo que nadie, excepto de sus cinco hermanos, para manejar el mundo ordinario de los mortales, quedar boquiabierto una gran parte del tiempo.

—Oh, —dijo Vau repente.

—¿Qué?

—Dime que es este edificio.

Jusik consulto la base de datos en el emisor del holomapa.

—Sede Divisional de las FSC.

—Vaya, vaya, —dijo Vau—. Que revelador. ¿Por qué uno de nuestros chicos malos etiquetados va allí?