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Creo que es significativo que la tasa de bajas entre los escuadrones de comandos entrenados por mandalorianos, es inferior a los entrenados por otras razas. De alguna manera, los mandalorianos imbuyen sus cargos con un sentido de propósito, con su autoconfianza y el sentido casi obsesivo —y casi caprichoso— de clanes, que les da una ventaja genuina en la supervivencia.
Seamos agradecidos, están de nuestro lado esta vez.
—General Maestro Arligan Zey, Director de las Fuerzas Especiales, oficial al mando de las Brigadas de OE, dirigiéndose al Consejo Jedi.
—Pensé en que tuviéramos una charla, —dijo Skirata. Volteo una silla y se sentó a horcajadas sobre ella, cruzando los brazos sobre el respaldo y apoyando la barbilla sobre ellos—. Sólo hay chicos mando. No hay presentes aruetiise.
El escuadrón Delta se había instalado en los asientos en un lado de la sala de reuniones y los Omega en el otro, con la mesa entre ellos. Skirata podría haber cortado el ambiente que se sentía entre Atin y Sev con una vibrocuchilla, ¿cómo podrían pensar ellos que no se había dado cuenta? Sabía leer todos los matices de los hombres clonados como un libro, incluso si no eran de los que él conocía íntimamente. De hecho, ahora podía interpretar a la mayoría de las especies. Así que o bien pensaban que era estúpido, o estaban tan a gusto en su compañía que no sentían necesidad alguna de ocultar sus sentimientos.
Y los chicos Delta —como los Omega— eran dolorosamente leales a sus sargentos. Se sentaron alrededor con sus monos rojos oscuros de faena, pareciendo preocupadamente jóvenes sin sus armaduras y armas.
—No ves a Tur-Mukan o a Jusik como traidores, ¿verdad? —Dijo Darman.
—Estaba usando el término aruetiise en sentido general para los no mandalorianos. —Oh, Darman está encariñado con Etain, ¿cierto? Tendría que mantener un ojo en eso—. Lo que tengo que decir es sólo un negocio entre nosotros, no con los oficiales. —Skirata dejó caer su cuchillo de la manga y jugueteó con la cuchilla, pasando su dedo cuidadosamente por el borde afilado.
—Espero que estén escuchando esto, Delta.
—Sí, sarge. —Boss observándolo atentamente.
—Y tú, Sev.
Sev miró a Atin por una mínima fracción de segundo, pero lo suficiente como para confirmar la corazonada de Skirata.
—Sí, sargento.
—Muy bien, número uno —la mala leche entre Vau y yo, es asunto nuestro, no el suyo. Si alguno de ustedes quiere pelearse con esto, me encargaré personalmente de que se arrepienta. Guárdense para los malos.
El silencio era casi sólido. Atin quedó por delante de él sin pestañear, Sev apretó los labios como conteniendo su protesta, lanzando una mirada hacia Niner. Darman y Fi simplemente se miraron desconcertados.
—No, Sev, —dijo Skirata—. Niner no me dijo una sola palabra, pero tengo ojos en mi espalda y una muy buen memoria. No debes tenerle rencor a Atin, ¿me entiendes? Si deseas discutir sobre mi altercado con Vau, entonces tendrás que salir conmigo.
—Entendido, sargento.
—Bueno. Demuéstralo.
—¿Cómo?
—Ustedes dos. —Skirata gesticulo hacia Atin y Sev con la punta de su cuchillo—. Levántense y dense la mano.
Ni Atin ni Sev se movieron por un momento.
—Dije levántense y dense la mano. Ahora.
Skirata se preguntó si los había perdido, pero entonces Atin lo hizo justo unos instante antes de que lo hiciera Sev. Se inclinaron sobre la mesa que los separaba y se dieron la mano como se les pidió.
—Ahora háganlo de nuevo y en serio, —dijo en voz baja Skirata—. Desde ahora tienen que ser un equipo, un escuadrón grande y cuando les diga lo que tenemos en contra, espero que entiendan por qué. Boss, espero que mantengas a tus chicos alineados.
Boss se inclinó hacia delante y empujó por la espalda a Sev.
—Ya escuchaste al sargento.
Atin tendió su mano otra vez. Sev la tomó y se encogió de hombros.
—Bien, —dijo Skirata—. Porque ahora estamos fuera de los reflectores. Lo que estamos a punto de hacer no tiene autorización oficial del Senado o de los generales, así que si metemos la pata, estaremos por nuestra cuenta.
—Ah, —dijo Scorch—. Así que Jusik y Tur-Mukan no saben acerca de esto.
—Oh sí, lo saben.
—Entonces, ¿quiénes lo saben?
—Ustedes, nuestros jóvenes generales, Ordo, Vau y yo.
Scorch enarcó las cejas.
—¿Está operativo otra vez?
Ya era hora de un poco de teatro.
—Sí. —Skirata arrojó su cuchillo con la exquisita precisión nacida de décadas de sobrevivir gracias a él. Se incrustó en el revestimiento del panel de madera detrás de Sev, a medio metro a su derecha.
—Apuesto a que no puedes hacer eso con una vibrocuchilla, hijo.
—Podría si lo levantó y lo aviento, —dijo Fi.
Todos se rieron. Skirata se preguntó si todavía mantendrían esa risa dentro de unos pocos minutos. Ordo debía volver pronto. Con un poco de suerte, él y Vau habrían obtenido alguna información de Orjul; sin embargo los niktos serían probablemente demasiado difíciles de roer incluso para Vau en este momento.
Al final, puede que eso no importe. Tenía a su equipo listo para desplegarlo en Coruscant, ahora —su equipo, no el de la República— podría hacer cosas que las FSC no querían o no podían. Obrim tenía las manos atadas por las leyes y los procedimientos, y tal vez incluso tenía un topo entre sus propios compañeros.
Pero este equipo de ataque no tenía ninguna ley en absoluto, ni siquiera existía. En Triple Cero, así eran… cero.
Skirata no había preguntado a Zey qué pasaría con ellos si llegarán a equivocarse. Todos ellos podrían terminar muertos. Solo era un detalle académico.
Scorch se levantó, sacó el cuchillo de la pared y se lo devolvió a Skirata con una sonrisa. Fixer aplaudió.
—¿Recuerdan todos las cosas que Vau y yo les enseñamos de las sucias operaciones negras cuando regresaron? —Skirata deslizó el dorso de la hoja bajo la manga de nuevo. El cuchillo de mi padre. Es todo lo que tengo de él. Lo tomé de su cuerpo—. ¿O es que ustedes se entretuvieron con las cosas aburridas sobre contingencias y procedimientos de emergencia?
—Creo que lo recordamos, sarge.
Skirata lo recordaba, y no quería hacerlo. Era parte del entrenamiento que tenía que hacerse. Se le rompió el corazón, pero iba a ser todo lo que se interpusiera, tarde o temprano entre los niños y la muerte. Tenían que ser capaces de enfrentarse a lo inimaginable y sí, había cosas peores que la carga de una línea de droides sobre sus compañeros.
Allí estaban las cosas con las que podrías enfrentarte tu solo, en una habitación cerrada, sin esperanza de rescate.
Quizás Vau tenía razón. Tal vez los alumnos debían ser brutalizados más allá del punto en el que ya no eran valientes, empujados a un estado de existencia donde se convirtieran en animales sólo con el instinto de supervivencia. Así fue como Vau casi había matado a Atin. Fue por eso que Skirata había tenido que ir sobre Vau y casi lo mata.
—No estoy orgulloso de lo que les hice, —dijo Skirata.
—Se arrastró primero a través de las tripas del nerf, sargento. Parecía muy divertido que lo siguiéramos dentro. —Fi soltó una carcajada y se recostó en su asiento—. Y luego usted vomitó.
El Asqueroso, lo llamaron. Una prueba más de resistencia para asegurarse de que podrían enfrentar condiciones que quebrarían y matarían a hombres inferiores, arrastrándose a través de una zanja llena de tripas podridas de nerf.
Pero habría más pruebas en el futuro. Una noche en el planeta Fest, sin dormir durante tres días, tal vez más, con escasa agua, una mochila llena con sesenta kilos y un calor abrasador y mucho dolor. Dolor, el abuso verbal sin piedad y la humillación. Un comando capturado podía esperar un interrogatorio brutal. Tenían que ser capaz de hacerle frente sin quebrarse, y tomaba un poco de imaginación probar sus límites.
¿Qué tan lejos es demasiado lejos, Kal?
Vau era mucho más independiente sobre la aplicación de castigo de lo que Skirata podría llegar a ser. Era muy difícil hacerles daño a sus hijos, aunque les ayudó a sobrevivir a lo insobrevivible.
—Bueno, —dijo Skirata, mortificado porque Fi lo pudo tomar de tan buen humor—. Las tripas de nerf eran la parte divertida. Todo fue alteradamente cuesta abajo después de eso.
Sev parecía bastante animado.
—¿Tendremos que asesinar?
—Si lo hacemos, nunca sucedieron. Ustedes solo lo imaginaron.
—Whoops. Se me escapo mi dedo en el gatillo, sarge. Honesto.
—Captas rápidamente sobre el fascinante mundo de la política en el que nos encontramos ahora, joven.
—¿Está bien si digo que los políticos son cobardes chakaare? —Preguntó Scorch.
—Llámalos como quieras hijo. Ustedes todavía no ha conseguido votar. —Skirata sintió el ruido sordo de zancadas de botas en el pasillo exterior. La vibración llegaba, sus voces no—. Las guerras son violencia legal. Todo lo demás es delito. Afortunadamente somos mandalorianos, por lo que somos mucho menos quisquillosos sobre esta fina distinción.
—Sólo tiene que señalar a los chicos malos y decir vamos.
—Esa es la parte difícil.
—¿Cuál es? —Preguntó Scorch.
—Ustedes los tienen que encontrar primero.
—Bueno, hasta ahora hemos encontrado un buen número…
Los Delta se echaron a reír como un solo hombre, incluso se unió Sev y también lo hicieron el resto de los Omega. El código del sistema de entrada parpadeo y las puertas se abrieron. Ordo caminó a través de ellos, probablemente consciente del tipo de entrada que podía hacer.
Los Delta nunca antes habían trabajado con un ARC Null. Tal vez pensaron que no sería diferente de trabajar con una Alfa o con cualquiera de los otros soldados ARC entrenados por Jango. Skirata observó con interés. Ordo, sin duda, rompería un poco más el hielo.
—¡Señor! —Dijeron los Delta bruscamente, todos a la vez. Niner y el resto de los Omega sólo tocaron casualmente su frente.
—Siento llegar tarde, sargento. —Ordo se quitó el casco, se lo metió bajo el brazo, entregándole a Skirata un datapad y un paquete envuelto en flimsi bastante pesado, del tamaño de una pequeña carcaza de un blaster—. No hay mucha información, pero Vau sigue trabajando en el problema. Y el general Jusik envía sus saludos.
—Gracias, Capitán. —Skirata lo miró y luego desenvolvió el paquete. Pero no era un arma, sino que era una caja de nueces confitadas vweliu. Jusik era un oficial muy serio por cierto. Skirata rompió el sello y se levantó para colocarlo en la mesa al alcance de ambos escuadrones—. Llenen sus bolsas, muchachos.
Fi tenía su habitual sonrisa tonta en la cara, el más leve indicio de que podría estar planeando hacer algo a costillas de Ordo.
—¡Ooh, una nueva y bonita falda! —dijo Fi—. ¿Te tomaste tantas molestias sólo por nosotros? ¿Qué pasó con la vieja kama? ¿Se encogió al lavarla?
Se levantó y se puso un par de pasos delante de Ordo, sin dejar de sonreír y esperar con claridad algunas palmadas en la espalda o alguna otra muestra de alegría por el encuentro después de varios meses.
—Disculpe, sargento, —dijo calmadamente Ordo y arrojó no muy juguetonamente a Fi al suelo con una prensa de cuerpo. Fi gritó. Ser golpeado por alguien con armadura cuando no él estaba usando la suya dolía.
La expresión de Boss fue casi de shock. Los chicos Delta se levantaron de su asiento y se miraron como si estuvieran debatiendo la posibilidad de intervenir y separarlos. Ordo parecía frío como la muerte, incluso había momentos en que Skirata no estaba muy seguro de qué camino tomaría Ordo.
—Tú gran bocata te va a meter en un montón de problemas algún día, —susurró el ARC. Fi, con el cuello tenso y los ojos fijos en Ordo, parecía listo para luchar—. Así que mejor espera a que yo esté allí cuando eso suceda. —Entonces Ordo se echó a reír y se puso de pie en un solo movimiento. Tiró verticalmente a Fi por su brazo, golpeando su espalda con entusiasmo—. La antigua compañía vuelve a estar junta de nuevo, ¿eh? ¡Eso está muy bien!
Boss miró a Skirata, quien sonrió enigmáticamente, o al menos eso pensó. Los Null eran o tu mejor amigo o tu peor enemigo imaginable. Fi, por suerte, tenía un amigo fiel. Sin embargo, todavía se veía sacudido por la naturaleza de la reunión.
—Está bien, ahora pueden esfumarse, vamos a volver mañana por la mañana, con nuestros pequeños generales para una conferencia de inteligencia en, oh unos ochocientos, —dijo Skirata—. Ahora que todos nos entendemos.
Ordo tomó un puñado de nueces confitadas y salió con Skirata. Los dos hombres se quedaron en el pasillo, dando a los escuadrones la oportunidad de charlar entre ellos, ya que los Delta habían estado algo nerviosos. Y tal vez ellos pensaban que no podría oír, pero para Skirata no era tan difícil oír como ellos lo imaginaban, al estar expuesto o no a años de fuego ensordecedor.
Y no era lo que esperaba oír.
—Fierfek, recuerdo pensar que sólo estaba inclinado por la falta de aliento, pero en realidad estaba llorando y vomitando. Y no era por las tripas de nerf.
—Nunca le gustó golpearnos con todo.
—Y siempre se disculpó y se aseguró de que después estuviéramos bien.
—Un Gran Hombre. —Ese fue Niner el que habló—. Jatne ‘buir.
El mejor padre. Bueno, eso fue en broma. Sus hijos biológicos le habían repudiado y lo declararon dar’buir que significaba —ya no más un padre—. Debió ser algo muy raro y vergonzoso para un padre mando el ser rechazado formalmente por sus hijos.
Pero no podía abandonar Kamino, o incluso les podría haber dicho dónde estaba y que no los había abandonado por completo. Ni siquiera Ordo sabía de la declaración de dar’buir.
Primero pones a tus clones, antes de que a tu propia carne y sangre, ¿no?
—¿Estás bien?
Y no me arrepiento de hacer eso, ni un segundo.
—Estoy bien, Ord’ika. Entonces Vau debe estar perdiendo su toque. ¿Nada útil de nuestros amigos?
—Por supuesto, es posible que ellos no tengan nada que decir. Pero el interrogar a sospechosos experimentados sin matarlos, no es un proceso rápido.
—¿Qué hay de que consigamos ayuda de uno de nuestros jetiise? Son buenos en el arte de persuadir.
—Posiblemente demasiado aprensivos. Sin embargo Jusik siempre está ansioso por agradar.
—Es mucho más útil en el campo de batalla. Un muchacho valiente, hábil con la tecnología y un buen piloto. Pero la chica posee una ventaja. Vamos a ver si pone el pragmatismo por encima de los principios.
—¿No te caen bien, Kal’buir?
—No es una cuestión de simpatía hacia ellos o no. Se trata de si son confiables. Mira, Zey podría desecharte a ti y hasta al último clon —incluso a mí—, si con eso pensará que va a ganar la guerra y salvar civiles. Pero Jusik te adora como un héroe. Y no sé cuál de los dos extremos es el más peligroso.
—Entonces, esta es tu oportunidad de ayudarles a convertirse en soldados como lo has hecho con nosotros.
Eso dolió.
—¿Por qué siempre me da la sensación de que tú eras más hombre a los cuatro años de lo que yo seré alguna vez? —Ordo le dio un empujón juguetón. Era evidente que estaba de buen humor hoy—. Déjame pedirle a la General Tur-Mukan que interrogue a los prisioneros. Si ella encuentra eso moralmente inaceptable, entonces su visión sobre ustedes no será contaminada por esto.
Skirata tuvo que morderse el labio. Ordo a menudo lo avergonzaba con su inesperada compasión y su diplomacia.
—Sí, creo que ella va a descubrir que es más fácil hacer las cosas heroicas de la infantería que ensuciarse con nosotros. Pero déjamela a mí.
—Muy bien, —dijo Ordo—. ¿Dónde has decidido que será la base de operaciones?
—Tengo algunas personas que me deben favores. ¿Dónde esconderías a los soldados?
—¿Esconder lo que se dice esconder u ocultarse?
—Ocultarse de no-dar-señas-de-actividad.
—En algún lugar con un bar. En algún lugar donde se tuviera una gran cantidad de movimiento cuando se estuviera fuera de servicio.
—Tú no bebes. Nunca he visto beber a un clon. —Skirata repentinamente fue emboscado de nueva cuenta por el ágil cerebro de Ordo. Para un hombre que sabía muy poco de la vida más allá de la guerra, su capacidad de aprender y extrapolar a partir de la más pequeña y despreciable información era impresionante—. Y nunca has estado fuera de servicio.
—Kal’buir, tú has dicho que podrías enmascarar la presencia de unos tipos descomunalmente grandes en armadura, teniendo a mucho más de ellos en los alrededores. Te vas a ver como Mar Rugeyan al poner una cortina de humo.
—¿Cómo?
—¿Recuerdas a Mar Rugeyan? ¿El hombre que puede hablar por las tres esquinas de su boca al mismo tiempo? Al hombre que agarraste por el…
Kal lo recordaba muy bien.
—Sí, si hubiera sabido entonces que le iba a necesitar hubiera sido un poco más cuidadoso.
—Creo que puedo proponer una idea que él podría encontrar atractiva.
—¿Alguna que implique dejar moretones?
—No tenía la intención de hacerle daño. Sólo recuerda que si a las tropas se les permite salir en un número considerable, es también para tranquilizar a la población. Finalmente llegaríamos a ser invisible. —Ordo reflexionó, ese pequeño cuento le hacía fruncir el ceño. A veces, su asombroso intelecto y su memoria perfecta no le ayudaban a procesar el mundo real, al menos en lo que le concernía a Skirata—. Voy a tratar, Kal’buir. Prometo que seré más diplomático.
—Fue una broma, Ord’ika. Creo que tú tienes más probabilidades de mostrarte encantador de lo que yo puedo serlo en este momento.
—¿Alguna vez te he decepcionado?
No era una pregunta retórica. Skirata estaba mortificado. Fue muy fácil pavonearse en la reunión, agresivo, lleno de confianza y olvidarse de la demostración muscular del Ordo letal, el soldado definitivo era vulnerable a la aprobación de una sola persona, de él. Era como si Ordo volviera a ser literalmente ese confiado niño, el que había decidido que la única persona en la galaxia, quién iba a cuidar de él y de sus hermanos fuera un mercenario sin suerte que no hizo mucho como los kaminoanos.
—Yo no quise decir eso literalmente. —Skirata levanto su mano y revolvió su cabellos al igual que lo había hecho con Ordo cuando era un niño asustado, aterrorizado por el rayo en Kamino, excepto que no había tenido que estirarse tanto en aquellos días—. Tú eres mi orgullo y alegría. No podrías ser más inteligente o más valiente, ninguno de ustedes.
Ordo se quedó en blanco por un momento y luego esbozó una sonrisa, pero era el gesto conciliador de un niño en peligro.
—Sé que tengo lagunas en mi conocimiento.
—Oh, hijo… Yo voy a cambiar eso. Para todos ustedes.
—Lo sé, Kal’buir. —Su confianza era transparente y absoluta.
—Tú eres nuestro protector y nosotros siempre te serviremos.
Skirata hizo una mueca. La fe era devastadora si no eras un dios.
Pero no me arrepiento de ello. No, ni por un segundo.
—Usted no está en la lista de personal autorizado para este centro, —dijo el droide de seguridad en las puertas.
Ordo se pasó de largo y tecleó un código memorizado en el panel de la puerta. El centinela era un bloque sólido con cuatro brazos, una cabeza más bajo que él.
—Bien hecho. Tienes razón para desafiarme.
—Señor.
Ordo buscó en su cinturón y sacó una sonda stylus. El droide era rápido, pero no lo suficientemente rápido para evitar que la sonda de Ordo se deslizara silenciosamente en el puerto de comandos de su pecho. Por un momento hubo un chack-chack-chack de unidades de memoria y motores y luego el androide pareció aplacarse.
—Parece que está en la lista de personal autorizado, —dijo—. Usted tiene acceso a todas las áreas, incluyendo las restringidas para oficiales del Estado Mayor, sin rastreo de seguridad en el interior.
—Excelente, —dijo Ordo, caminando a través de las puertas en el vestíbulo de mármol pulido blanco—. Soy una persona muy reservada.
Y era fácil ser muy reservado cuando estabas dentro de una armadura. Nadie tomó mucha importancia sobre un clon en el interior del complejo del GER, ni siquiera uno que llevara distintivos de un capitán ARC.
Era simplemente una cuestión de mirar como si tuvieras todo el derecho de estar en sus asuntos. Y los asuntos para el escuadrón Null eran cualquiera que Kal Skirata considerará. Justo ahora significaba el identificar un método de inserción de vigilancia encubierta en el departamento de logística, el lugar más probable para un topo, el cual pudiera transmitir información muy precisa sobre los movimientos de transporte y contratistas hacía los separatistas.
Ordo sacó su datapad y lo consultó con frecuencia como si estuviera aquí para una visita de rutina. Sin la posibilidad de contacto visual, ninguno de los funcionarios civiles parecía registrar su presencia. La armadura blanca aquí era utilizada por los soldados clon que no estaban físicamente aptos para la batalla, cuerpo de ingenieros, o soldados ARC que realizaban inspecciones ocasionales por parte de sus generales.
Después de pasar por varias oficinas, sorprender a los droides y conseguir una que otra mirada ocasional por parte de los técnicos civiles, Ordo entró en la sala de operaciones en el centro del ala de logística y dio en el clavo.
Era una gran sala circular, con paredes cubiertas con holomapas en directo con los movimientos de las tropas y de suministros. Bailaban con luces coloridas y brillantes, un HUD a gran escala. En el fondo de la habitación había una gran multiestación atendida por dos droides, cuatro humanos, seis sullustanos y tres nimbanese y …
… un soldado clon, sin su casco.
—Excelente, —dijo Ordo en voz alta.
El soldado clon se puso en pie de un salto y saludó, a pesar de que técnicamente era un mal ejemplo de protocolo el hacerlo sin el casco en su lugar. Ordo devolvió el saludo de todos modos.
—¿Algún problema con el casco, soldado?
El hombre bajó la voz.
—Hace que los civiles se pongan nerviosos, señor. Ellos prefieren ver mis ojos.
Ordo se erizó. Él nunca cedería ante los caprichos de los civiles.
—Estoy llevando a cabo una evaluación de rutina para el General Camas. —No le dio al hombre su designación. Los ARC’s Alfa rara vez se molestaban en identificarse con los rangos inferiores. Echó un vistazo a los civiles, uno de los nimbanese y una hembra humana lo miraron. El reptiliano pálido nimbanel era interesante como detalle, pero la hembra humana era suficiente para detenerlo, la miró fijamente, considerándola como una sospechosa. Ella le sonrió. Todavía tenía el casco puesto, pero ella le sonrió y era increíblemente hermosa, estos dos hechos eran preocupantes en un departamento administrativo. Ella miró a su consola de datos, perdiéndose de nuevo en su trabajo, moviendo su largo y rubio cabello sobre su hombro.
—Soldado, —dijo Ordo. Le hizo señas al hombre para que se acercara—. Me gustaría que me instruyas sobre el funcionamiento de esta unidad.
Caminaron fuera de las puertas principales, y Ordo se quitó el casco para mirar a su hermano a los ojos para manifestarle el debido respeto. El escáner de su guante le dijo que el hombre era CT-5108/8843 y un DAE operativo, un experto en desactivación de explosivos, el tipo de hombre que desarma bombas trampa y BSE haciendo que otros soldados pudieran avanzar, el tipo de hombre que podía hacer el trabajo que hasta los droides no podían.
La conexión con los explosivos no fue captada por un momento por Ordo.
—¿Cómo te llamas?
El soldado vaciló.
—Corr, señor, —dijo en voz baja—. ¿Y qué le trae por aquí?
Corr hizo una pausa y luego se quitó los guantes.
No tenía manos.
Habían sido reemplazadas por dos prótesis simples, tan básicas que no tenían una capa de sintopiel, sólo el mecanismo desnudo de duracero. Ordo ni siquiera tuvo que preguntar cómo las había adquirido. De alguna manera la pérdida de ambas manos era muy impactante, desde el punto de vista de que perder una no lo era tanto. La humanidad estaba definida por las manos.
—Hay escasez de piezas, señor, debido a la existencia de tantos hombres heridos y que necesitan prótesis, —dijo Corr en tono de disculpa—. Y estas no son lo suficientemente buenas, para que yo vuelva a hacer mi trabajo en la línea del frente. Sin embargo, tan pronto como las refacciones lleguen, voy a estar de vuelta.
Ordo sabía lo que Kal’buir hubiera dicho entonces y estuvo tentado en hacer lo mismo, pero este no era el momento ni el lugar. Se contuvo.
—¿Te tratan adecuadamente aquí?
Corr se encogió de hombros.
—En realidad muy bien, señor, los civiles no suelen hablar mucho conmigo, a excepción de la supervisora Wennen. De hecho ella es muy amable conmigo.
Ordo pudo verlo venir.
—Wennen es la mujer rubia, ¿no?
Corr asintió, su expresión se suavizó notablemente.
—Besany Wennen. Ella no aprueba la guerra, señor, pero no deja que esto afecte su trabajo y ella cuida de mí muy bien.
Pobre soldado.
—¿Cómo está eso?
—Comemos juntos y me ha llevado a visitar el Museo Galáctico.
Fascinante. Ordo había aprendido la sabiduría de la desconfianza a una edad muy temprana. Mujer atractiva, experto DAE, centro de logística, podía imaginarselo. No comenzar su observación aquí habría sido una estupidez, pero había poco que ganar si llegara a estrellarse en este momento.
—¿Cuántos turnos?
—Tres turnos por día, señor.
—Puede ser que tenga que pedirte que hagas algo por mí, Corr.
—Por supuesto, señor.
—Pero cuando lo haga, será clasificado y no podrás comentarlo con nadie, ni siquiera con tu supervisor. Será parte de una auditoría de rutina contra fraudes, eso es todo y es por eso que necesito tu silencio. ¿Te importa si les digo a ellos tu nombre? —De todos modos, solo el círculo interno de las fuerzas especiales sabían quién eras—. Mi nombre es… Ordo. No lo menciones a nadie.
—Sí, señor. Entendido.
Ordo quería decirle que comprendía su soledad entre extraños y su necesidad de estar de vuelta en el frente con sus hermanos, haciendo trabajo real. Pero no podía decirle nada. Le hizo pasar de nuevo al centro de operaciones, notó la hermosa y aparentemente genuina sonrisa que la supervisora Wennen le dio, e hizo una pausa en su camino para interrumpir al relevador automático de comunicaciones para colocar un dispositivo de vigilancia.
Pobre Corr. Ordo palmeó en la cabeza al droide centinela y se dirigió a su speeder que estaba estacionado.