9

Cuando el enemigo es un droide o un húmedo con un arma, entonces matarlos es fácil. Pero en este juego en el que están operando entre civiles, en su tierra natal. Podrían estar trabajando justo al lado del enemigo. Incluso podrían ser las personas que conocen y que les agradan. Pero siguen siendo los enemigos y tendrán que lidiar con ellos de la misma manera. No hay palabra mandaloriana para «héroe», y así es como debe ser, ya que por muchas vidas que salven en operaciones encubiertas, nunca, nunca serán un héroe. Deben afrontarlo.

—Sargento Kal Skirata, enseñando tácticas antiterroristas a las compañías Alfa hasta Epsilon de los Comandos de la Republica, Kamino, tres años antes de Geonosis.

PATIO DE ARMAS DEL CUARTEL DE LA COMPAÑÍA ARCA, 0730 HORAS, 371 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS

El proyectil rozó la parte superior de la cabeza de Etain y rebotó en la protección de la Fuerza que había lanzado instintivamente para protegerse la cara.

Jusik patinó hasta detenerse frente a ella, con el sudor goteándole de la punta de la nariz, sosteniendo en la mano una varilla aplanada de aleación. Había una mancha de sangre en su mejilla, y ella no estaba segura de que fuera de él.

—¡Lo siento! —Se veía eufórico—. Mira, ¿por qué no te sientas ahí? Es más seguro.

Etain indicó la sangre.

—¿Y por qué no utilizas tus poderes de la Fuerza? —dijo ella—. Este es un deporte peligroso.

—Eso sería hacer trampa, —dijo Jusik, lanzando la pequeña esfera de plastoide de nuevo hacia la bola de comandos. Quienes se abalanzaron sobre el objeto como una jauría de caza, empujándose entre sí ferozmente para golpear la esfera con las varillas, tratando de conducirla con fuerza contra la pared del cuartel.

Etain no tenía idea de cómo se llamaba el juego, si es que fuera alguno. Tampoco parecía tener reglas, la pelota, tal como era, estaba siendo golpeada, pateada y lanzada al capricho de los jugadores.

Y los equipos eran Niner, Scorch, Fixer y Darman, contra Fi, Atin, Sev y Boss. Skirata insistió en que jugaron en equipos mixtos.

Otros comandos se habían detenido al cruzar la plaza de armas para observar. La batalla se llevaba a cabo en un silencio sombrío, a excepción del choque de las barras, la respiración jadeante y por los gritos ocasionales de aprobación ¡Nar dralshy’a! —¡Pon tu espalda en ella!— y ¡Kandosii!, que, Jusik le había explicado, que el significado más apropiado coloquialmente hablando era «elegante» en lugar de «noble».

Todos se habían vuelto mando’s mucho más aguerridos desde que los había visto por primera vez. Era un fenómeno que tenía sentido dada la naturaleza específica de sus funciones, pero aún a ella le quedaba el sentimiento de que se estaban convirtiendo aún más en extraños. Trabajar muy de cerca con Skirata parecía haber centrado sus mentes en un pueblo que parecía tener la libertad definitiva.

Incluso Darman había caído felizmente en esto. Estaba totalmente absorto en el juego, chocando los hombros con Boss sacándolo del camino y golpeando a Jusik con la parte plana. Hubo un grito de «¡Kandosii!» el balón dio un vuelco a la pared, dos metros por encima del suelo.

Entonces Skirata emergió detrás de la puerta. Etain no tuvo que obtener ninguna pista en la Fuerza en cuanto a su estado de ánimo.

—Armaduras, —gritó. Su voz podría llenar un patio de armas. Los comandos se congelaron al unísono. No parecía divertido—. ¡Dije llevar protección! ¡Sin lesiones! ¿Me escucharon?

—Cruzó a grandes zancadas hacia Jusik, con una velocidad sorprendente para un hombre con una pierna dañada, deteniéndose a unos centímetros de la cara del Jedi. Bajó la voz, pero no mucho.

—Señor, lamento tener que decirle que usted es un dik’ut.

—Lo siento, sargento. —Jusik era un trozo arrepentido de ropas ensangrentadas y pelo sudoroso—. Es mi culpa. No volverá a suceder.

—Por ahora, sin heridos. ¿De acuerdo, señor?

—Entendido, sargento.

Skirata asintió y sonrió, agitando el pelo de Jusik tal como lo hacía con sus tropas.

—Definitivamente eres ori’atin, Bard’ika. Eso sí, no dejes que te maten.

Jusik sonrió, claramente encantado. Skirata no sólo le había dicho que era excepcionalmente rudo, pero había utilizado la forma más afectiva de su nombre, ahora era —el pequeño Bardan—, y por lo tanto uno de los del clan de Skirata. Corrió detrás de los comandos y desapareció en el interior del edificio.

Skirata se dirigió sin prisa hacia Etain y se sentó a su lado en la banca.

—Es valiente ese pequeño di’kut, ¿verdad?

Así que ese término no sólo es un insulto.

—Si no estuviéramos en guerra, sospecho que el Maestro Zey habría tenido una dura conversación con él. Bardan se ha vuelto muy apegado.

—Ser solitario podría hacer a alguien un guerrero, pero no lo haría un soldado.

—¿Dónde fueron educados ustedes?

La mirada de Skirata se perdió más allá de donde estaba ella, arrugándose las esquinas de sus ojos por un breve momento.

—En la calle, en el campo de batalla, y por un grupo de chicos muy inteligentes.

Etain sonrió.

—No intentaba ser grosera. Sólo fue por curiosidad.

—Está bien. Tuve que analizar y explicar todo lo que les he enseñado durante ocho años a mis Nulls. No fue suficiente para mí el solo mostrarles el camino correcto para luchar. Querían que lo racionalizara. Me despedazaban con preguntas. Luego cuando las analizaban, me retroalimentaban de una manera que nunca antes había visto. Increíble.

—¿Tenemos que cumplirles a todos? ¿Son todos como Ordo?

—Tal vez, —dijo Skirata—. Están desplegados en varios lugares. —Fue su respuesta evasiva a No Preguntes—. Y todos sí, todos son del mismo calibre.

—Así que de un equipo de ataque de doce, tiene once hombres duros —atin, ¿verdad?— Y yo. No puedo evitar la sensación de que no voy a ser de mucha utilidad.

Skirata sacó un trozo de algo marrón, con aspecto a madera y se lo metió en la boca. Lo mordió como si un gdan estuviera mordiendo el brazo de alguien.

—Atin’ade, —la corrigió—. Oh, usted será muy útil. Sospecho que tendrá el trabajo más duro de todos.

—Lo que sea necesario.

—Lo sé.

—Sargento, ¿esto va a quedar claro en la reunión?

—No es un secreto. Sólo quiero que cada uno tenga una imagen completa al mismo tiempo. Entonces salimos y desaparecemos.

—He oído que ha hecho esto antes.

—Cuy’val Dar. Sí, lo he hecho antes —aquello que ya no existe—. Usted se acostumbrará a ello. Tiene sus ventajas.

Se levantó y se dirigió hacia el cuartel, Etain lo siguió. Su cojera era mucho menos evidente hoy en día.

—¿Cómo se lastimo la pierna?, preguntó ella.

—No sigo órdenes. Terminé con una ronda de disparos de una verpine en mi tobillo. A veces tienes que aprender por las malas.

—¿Nunca fue a que lo repararan?

—Algún día lo hare. Vamos, desayunemos antes de la reunión. Algunas cosas suenan mejor con el estómago lleno.

Cuando la sesión de información comenzó a las 0800, Jusik lucía fresco, limpio, pero estaba desarrollando un fino moretón en el ojo. También parecía encantado. Etain le envidiaba su capacidad para encontrar la alegría en los lugares más inverosímiles, tal y como lo había hecho Darman. Los escuadrones Omega y Delta parecían haberse roto completamente. Tomaron asiento, holgazaneando en sus trajes negros, pero ya no se sentaban en grupos reducidos. Atin y Sev todavía emanaba una sensación de distancia, pero el curso intensivo para convertirse en amigos de Skirata parecía que estaba funcionando.

También estaba el pequeño asunto del wookie que había entrado a la sala. Skirata dirigió a la criatura a una silla grande y cerró las puertas. Era el que había manejado el taxi.

—Ordo, ¿barriste la sala de bichos?

—Sí, sargento.

—Bien, señoras y señores, esto es estrictamente para los que estamos en esta sala. Si alguien quiere salirse de esto, ahora es el momento de decirlo.

—Observe la falta total de movimiento, sargento, dijo Scorch. —Nadie está echándose para atrás en esto.

—Yo no lo creo. A partir de ahora, no hay generales o señor o sargento o códigos de designación y tampoco túnicas Jedi. No hay rangos. No hay cadena de mando más allá de mí. Por otro lado, si muero en combate entonces ustedes le responderán a Ordo. ¿Entendido? —El wookie le lanzó dos paquetes de ropa, lanzándole otro a Etain y uno más a Jusik. Ella cogió su paquete y miró el interior—, ropas de civil, niños. Sus amigos clones son sólo soldados con permiso y nosotros los mestizos somos… bueno, Etain podría pasar como mi hija y Bard’ika es un perezoso útil que recogí en uno de mis viajes.

El wookie emitió un largo y feliz trino.

—Por cierto, esta es Enacca. —Skirata se dirigió al wookie con una reverencia cortes—. Ella es nuestra oficial de intendencia y de movilidad de tropas, nos proveerá de suministros seguros y de transporte. ¿Alguna vez trabajaron con wookies?

Los comandos negaron con la cabeza, con los ojos abiertos.

—Bueno, todo lo que han oído es verdad. —Gesticulo hacia Ordo, y se transmitió una holoproyección desde el guante del ARC hacía el muro. Era un gráfico con flechas y etiquetas en él—. Así que esto es lo que tenemos hasta ahora. Uno, tenemos un punto de origen de los explosivos. Dos, creemos que tenemos a alguien en logística o en abastecimiento del GER, o en las FSC, que, ya sea este pasando información o que no tenga el debido cuidado en ello. Ahora, lo que no tenemos es un eslabón en la cadena entre las siguientes células terroristas: Materiales para la manufactura de las bombas, célula de colocación de las bombas fabricadas, y la célula de reconocimiento y vigilancia de las otras células, en otras palabras, los que les dicen dónde colocar el dispositivo y cuando deben detonarlo.

Ordo tenía su brazo proyector apoyado en su silla.

—Y Vau está tratando de extraer al menos un enlace de la célula que levantaron los Omega.

—Pero probablemente ellos ni siquiera sepan cuál es ese vínculo, —dijo Skirata—. Es común utilizar el equivalente a un buzón muerto[4] para entregar cosas. Los detenidos dieron positivo en cuanto a explosivos, por lo que podrían ser los fabricantes, pero me gustaría asumir que los dispositivos se hacen en Coruscant, porque es más fácil enviar explosivos a granel que bombas completas, dado que no se puede pretender que las bombas son para uso en minería, aunque no es fácil. Así que nuestra mejor conjetura es que ellos pertenecen a la célula que compra la materia prima.

Jusik tenía su cabeza inclinada hacia un lado.

—Puedo entender que si no sabemos esto después de un día, entonces Vau no está teniendo mucho éxito con su interrogatorio. ¿Puedo ser voluntario para ayudarlo? Los Jedi tenemos algunos poderes de persuasión, así como caminos para descubrir hechos.

—Lo sé, —dijo Skirata—. Es por eso que Etain va a hacerlo. Te necesito fuera de esto en este momento.

El estómago de Etain dio un vuelco. ¿Es esto una prueba? Jusik la observaba con cautela, ya que pudo sentir su malestar. Tal vez él había intentado hacerlo de la manera decente y salvarla de la obligación. O tal vez estaba tan absorto en ser uno de sus chicos que realmente quería tener la oportunidad de quebrar a un prisionero. Parecía que Jusik tenía su propia relación de cuidado con el lado oscuro.

—Está bien, —dijo Etain. Has matado. Has matado en un mano-a-mano, y has matado al disparar misiles. En Qiilura, al amparo de la oscuridad, apuñalaste, aplastaste y cortaste, y enseñaste a los guerrilleros locales a hacer lo mismo. ¿Y ahora te preocupas por la manipulación de mentes?—. Voy a hacer lo que pueda.

—Bien, —dijo Skirata, y siguió su camino como si simplemente se hubiera ofrecido para preparar la cena—. Ahora, los datos que desmenuzó Atin es sólo una lista de treinta y cinco mil empresas, que aparentemente se engancharon con los servicio de carga de los huéspedes de Vau. Eso significa una gran cantidad de control físico que no podemos hacer nosotros mismos. Por lo que el personal de Obrim, especialmente uno de ellos, realizó una corrida de su base de datos, para verificar si alguno de ellos presenta irregularidades aduaneras, negocios turbios o incluso haber acumulado billetes a una gran velocidad. Mientras hace eso, nosotros estaremos allá fuera. Jusik, Enacca se va a convertir en tu desaliñado piloto de taxi a través de la galaxia, y el resto de ustedes pueden preparar su kit, me refiero a armaduras discretas, así como ropas y armas de civil.

—Aww, sargento …

—Te encantará Fi. Incluso podrías llegar a utilizar el casco de Hokan.

—Entonces, solo porque usted lo pidió, sargento.

—Buen chico. Bueno, todos nos reuniremos aquí a las veintiún mil horas, cuando este agradable y oscuro. —Skirata le indicó a Ordo parar la holoproyección y luego le hizo una seña a Etain—. General, Ordo, conmigo.

Los condujo por un pasillo, y en lugar de llevarla a un rincón tranquilo para discutir algunos asuntos, simplemente la llevó a lo largo del corredor y la saco a la plaza de armas, donde otro maltratado speeder con un parabrisas oscuro de transpariacero estaba esperando.

—¿Estás comenzando un negocio de renta de speeder con Enaca? —Las bromas siempre parecían funcionar en Fi, pero Etain encontró que lo que le ofrecieron no era en absoluto confortable—. Tengo que admitir, sin embargo, que no van a llamar la atención.

—Entra ya, es hora de trabajar.

Había llegado a ser muy buena siguiendo órdenes, al igual que en el ejército de clones. Ordo condujo el speeder a un ritmo tranquilo por los principales carriles repulsores y lo dejó caer en un hueco en la ruta hacia el sur.

—Aquí es donde se pone difícil, Etain —dijo Skirata.

En cierto modo, ella sabía lo que venía.

—Sí.

—Esto es más difícil que atacar una columna de droides de batalla y jugar al héroe. —Skirata seguía masticando la ruik. Podía olerla en su aliento, dulce y floral—. No voy a insultar tu inteligencia. Quiero que tortures a un hombre. Es la primera oportunidad que hemos tenido en meses para obtener información y tenemos que sacar el máximo provecho de ella. Varios hombres murieron para darnos estos prisioneros.

No estaba segura de si esto era una prueba de su lealtad o no. Sin duda era algo que Skirata sabía que era la última línea por cruzar para un Jedi. Pero los Jedi cruzaban los límites de la decencia todo el tiempo, y se suponía que esto estaba bien, siempre y cuando no se cometieran actos violentos debido a la ira, o por el atrevimiento a amar.

Le estaba resultando más difícil que nunca seguir su destino, y sin embargo, ahora tenía más claridad sobre sus propias convicciones de lo que había tenido alguna vez en su vida.

También estaba consciente de Ordo.

Parecía perfectamente tranquilo en el asiento del piloto, pero los remolinos y piscinas profundas y oscuras de la Fuerza alrededor de él, hablaban de un hombre que no estaba a gusto consigo mismo o con el mundo. Grandes picos de miedo y dolor, de impotente confianza y desolación y… y… una gran complejidad y una velocidad pura y abrumadora, golpearon a Etain como si fuera un chorro de agua fría. Se sentía tan extraño como un hutt o un weequay o un twi’lek.

Era un hombre en frecuente agonía. Su mente estaba corriendo a toda velocidad, y se sentía como si nunca se hubiera detenido.

Debió de habérsele quedado mirando.

—¿Se encuentra bien, señora? —preguntó Ordo, todavía aparentando calma.

—Estoy bien, —dijo ella, tragando saliva—. ¿Qué… qué puedo hacer que Walon Vau no pudo?

—¿Está lista para escuchar algunas cosas desagradables? —dijo Skirata.

—Tengo que estarlo.

Skirata se frotó la frente lentamente.

—Se puede entrenar a la gente para resistir los interrogatorios. Esa es una frase elegante para la tortura, y no me gusta usarla. Lo sé, porque lo he hecho, los terroristas radicales reciben este tipo de entrenamiento al igual que los soldados. Pero ellos no están entrenados para resistir a un Jedi. Y eso le da una ventaja psicológica, una verdadera ventaja.

—Se supone que los niktos son difíciles.

—También los seres humanos pueden ser difíciles.

Skirata parecía afligido. Era lo suficientemente grave como para que ella sintiera, que la Fuerza en torno a él se convertía en ese vórtice oscuro de nuevo.

—Kal, quién de los dos está encontrando esto más desagradable, ¿tú o yo?

—Yo.

—Ya me lo imaginaba.

—La aflicción viene de nuevo a uno en momentos como éste.

—Así que …¿quién entrenó a los Omega? —Ella sintió ahora el tenue brillo de angustia en Ordo.

—Fui yo, dijo Skirata.

—Oh.

—¿Etain, si tu fueras yo, habrías permitido que alguien más lo hiciera?

—No. —Ella lo supo de inmediato, tanto así que ni siquiera tuvo que pensar en ello. Habría sido un acto de abandono, dejar que alguien más hiciera el trabajo sucio para acallar su conciencia, con el mismo resultado—. No, no lo hubiera hecho.

—Bueno… —Skirata cerró los ojos por un momento—. Si yo pude entrenar a mis muchachos, entonces no deberías tener problemas para hacer lo que Vau no pudo.

—Dime lo que está en juego.

—¿Para quién?, ¿para La República? —Preguntó Kal—. Para ser honesto, creo que eso no tiene importancia. En términos reales, el terrorismo ni siquiera hace mella en La República. Con miles de damnificados, eso es todo. Es el miedo que se desprende del terrorismo el que hace daño.

—¿Entonces por qué estás tan metido en esto?

—¿Quiénes están resultando más afectados? Las tropas clon.

—Sin embargo, numéricamente, miles de soldados están muriendo en la línea del frente todos los días.

—Así es, yo no puedo hacer mucho acerca de la guerra. Entrene a un buen número de hombres para que se mantuvieran con vida. Pero todo lo que queda para mí es hacer lo que pueda, cuando pueda.

—Una guerra personal, ¿no es así?, —dijo Etain.

—¿Eso crees? No me importa si La República cae o no. Soy un mercenario. Todo el mundo es mi potencial empleador.

—Entonces ¿de dónde viene la ira? Ya ves que conozco la ira. Como Jedi nos protegemos contra ella todo el tiempo.

—No te va a gustar la respuesta.

—Últimamente muchas cosas no me gustan, pero tengo que lidiar con ellas.

—De acuerdo. Día tras día, siento más amargura cuando veo a hombres mandalorianos, y eso es lo que son, nos guste o no, que son usados y desechados en una guerra en la que no tienen ellos ningún interés. —Skirata, sentado justo detrás de Ordo, puso su mano suavemente en el hombro acorazado del capitán.

—Pero no en mi presencia.

Etain no tenía respuesta para eso. Ella no lo habría formulado en términos raciales, ya que sabía que los mandalorianos no eran una raza como tal. Pero no había un solo día, desde que ella se había separado del escuadrón Omega en Qiilura, hacía nueve meses, que no haya sufrido por el uso de soldados que no tenía otra opción, sin derechos, ni futuro, en una República a la cual dieron sus vidas por defenderla.

Eso estaba mal.

Hubo un punto en algún lugar en el que los medios no justificaban los fines, no importa lo que argumentaran los números. Al igual que este pequeño hombre violento y apasionado a su lado, Etain no se negó a representar su papel en la guerra por principios, porque eso habría sido más que cerrar los ojos a la misma.

Los hombres siguen muriendo.

Y si el Consejo Jedi pudo aceptar la necesidad de permitir que esto sucediera para salvar a la República, entonces ella podría sumergirse a un nivel al que nunca había creído posible llegar, para salvar a los soldados que sabía eran personas.

—Voy a tratar de no defraudarte, dijo.

—¿Te refieres a mí? —dijo Skirata.

—¿Y tú?, pensó ella.

CASA DE SEGURIDAD, ZONA DE LA CERVECERÍA, CORUSCANT, CUADRANTE J-47, 1000 HORAS, 371 DÍAS DESPUÉS DE GEONOSIS.

Skirata hubiera esperado que la casa de seguridad estuviera en una sórdida área de la ciudad, donde la actividad inusual fuera parte del paisaje.

Pero Enacca se había superado a sí misma en esta ocasión. La propiedad era un pequeño departamento en un barrio renovado conocido como la cervecería, los droides de construcción aún estaban trabajando en algunos de los edificios, enfrentándose con placas de duracero para concluir el trabajo. A Zey le iba a dar un ataque cuando viera la factura por esta propiedad sobre su escritorio.

—Creo que esto es lo que nuestros hermanos pueden llamar kandosii, —dijo Ordo, llevando el speeder hasta la plataforma de aterrizaje. Tenía un toldo discreto para protegerlo de la vista, a pesar de que Coruscant estaba tan lleno de tráfico, le daba pavor a Skirata la vigilancia enemiga proveniente de los altos edificios, sin embargo aquí, esto era una amenaza menor de lo habitual—. Volveré más tarde. Pendientes por hacer, Kal’buir.

Cuando las puertas del vestíbulo se cerraron tras ellos, los latidos y zumbidos constantes de Coruscant fueron completamente silenciados. Ah. Insonorización de alta gama. Enacca era una wookie muy inteligente. El trabajo de Vau podría ser ruidoso. No tenía sentido molestar a los vecinos, que habitaban en las partes más baratas de la ciudad, los cuales tenían una insonorización menos eficiente.

Y este sería el último lugar donde los colegas de Orjul vendrían a buscarlo.

Etain tenía los brazos cruzados con fuerza sobre su pecho, con el cabello ondulado de color marrón claro peinado hacia atrás en una trenza a excepción de algunos mechones que habían escapado y surgido en forma de bucles. Incluso sus nuevas ropas de civil, parecían haber estado con ella al dormirse. Tenía un velo de pecas y una extraña manera de andar, nada más como una estudiante armada con un sable de luz.

—¿Puedes con esto, ad ‘ika? —Pequeña, Skirata cayó accidentalmente en ser el padre tranquilizador. Pero él se reservó su opinión. Como él, ella podría haber emitido una opinión con muchos menos problemas de los que en realidad había.

—Si no, puedes irte ahora. —Y si lo hacía, ¿qué habría podido hacer él? Ella ya conocía un buen número de personas y lugares peligrosos.

—No. No voy a dar marcha atrás ahora.

Skirata pensó, que de pronto ella podría revelar un carisma poderoso o una dulzura tal, que explicaría por qué este trozo de piel y huesos, con el cabello despeinado, se le había clavado a Darman. Pero no era más que una niña, una niña Jedi con una gran cantidad de responsabilidades que se manifestaban en su joven rostro y ojos viejos.

Skirata pulsó el timbre de entrada al departamento principal, y después de un momento las puertas se apartaron mediante un susurró. El fuerte olor que le golpeó en el aire húmedo, le recordaba el entrar en una granja llena de animales asustados. Era tan distintivo que casi no notó el olor del strill. Pero mird estaba por algún lado.

Vau, sentado a la mesa parecía cansado. Parecía un profesor que no estaba muy contento con su clase, pero el esfuerzo físico se mostraba a través de profundas líneas de la nariz a la boca y la forma en que estaba tamborileando con los dedos sobre la mesa frente a él. Era su truco para mantenerse despierto.

El hombre que tenía la cabeza apoyada en la misma mesa frente a él no parecía despierto del todo. Vau se inclinó y levantó la cabeza del hombre por el pelo y lo miró a la cara, y la volvió a colocar con cuidado sobre la mesa.

—¿Entonces tú eres el relevo, Jedi?, —Vau se levantó y se estiró extravagantemente, sus articulaciones tronaron y señaló la silla vacía—. Todo tuyo.

Etain miró sorprendida. Skirata había esperado que mostrara horror al ver la sangre salpicada en las antes prístinas paredes de color crema, pero ella se limitó a mirar a Vau, como si estuviera esperando ver a otra persona.

—¿Dónde están los otros dos?, —preguntó Skirata.

—El nikto número uno es M’truli, y está asegurado en la recámara pequeña. —Vau lo dijo de una manera muy educada, después de todo se trataba sólo de negocios, incluso Skirata lo sintió demasiado enfocado en reanudar su tarea y volver al feudo que había dejado—. El nikto número dos es Gysk, está en el estudio.

—A tu túnica no le vendría mal una lavada.

—Son los pequeños cuernos. No se puede golpear a un nikto. Tuve que usar algo más.

Etain se sentó en el asiento de Vau y colocó sus manos sobre la mesa, sin dejar de mirar desconcertada. Skirata se apoyó contra la pared. Vau entró en el refrescador, el agua tintineaba en un cuenco.

—Quieres decirme lo que sabes, —dijo Etain con dulzura—. Quieres darme los nombres de las personas con las que trabajas.

Orjul tembló. Levantó la cabeza de la mesa con dificultad y la miró fijamente a la cara por un segundo. Luego la escupió.

Etain se echó hacia atrás, visiblemente sorprendida, se limpió la saliva manchada de rosa con una mano. Luego se recompuso de nuevo.

—Mantén tus apestosos trucos mentales para ti misma, Jedi, —siseó Orjul.

Skirata no esperaba que ella lo quebrara en este punto. Y no lo hizo, simplemente ella se sentó allí, a pesar de que sabía que no estaba en completa inactividad. Había sido entrenada desde la infancia al igual que el ejército de clones, excepto que la primera arma que acuñó fue su control de la Fuerza y su capacidad de leer cosas como clamando señales de un comunicador.

Darman se lo había dicho. Ella nos puede diferenciar de inmediato por lo que sentimos y pensamos, sarge. ¿No sería un truco práctico tener esta habilidad?

—¿Puedo ver al nikto? —preguntó de repente.

Vau salió del refrescador, limpiándose la cara con una esponjosa toalla blanca.

—Sírvete tú misma. —Le dirigió a Skirata su mirada de tú lo sabes mejor y abrió las puertas para ella—. Está firmemente atado. Tú sabes, los mantenemos separados para que no hablen uno con el otro.

—Yo me percate de ello, dijo Etain.

Etain desapareció dentro de la habitación por un minuto y luego salió y luego fue hacia la otra. Cuando salió de nuevo, se acercó a Skirata y a Vau y bajó la cabeza.

—Estoy bastante segura de que los niktos no tienen información, y ellos saben que no lo tienen, —dijo en voz baja.

—La gente tiene información útil todo el tiempo y no lo saben, —dijo Skirata.

—Reuniremos las piezas aparentemente inútiles, las juntaremos y hallaremos las conexiones.

—Lo que quiero decir es que están aterrados, ya que tienen la clara sensación de que van a morir.

Vau se encogió de hombros.

—Fue mucho para el orgullo nikto, ¿eh?

—Cada criatura evita la muerte. La diferencia es que Orjul tiene miedo de quebrarse. Lo siento diferente. No es un miedo animal. No es tan profundo en la Fuerza. —Etain tenía sus dedos engarzados de esa manera Jedi que la hacía parecer como si estuviera retorciéndose las manos—. Podría concentrarme en él. Él tiene miedo de revelar la información que posee.

La vieron caminar los pocos metros que separaba la habitación principal, sentándose en la mesa, al lado opuesto de Orjul, a quien de nuevo miro fijamente.

Vau de nuevo se encogió de hombros.

—Oh bueno. Al menos puedo dormir una siesta mientras ella está hurgando en el almacén. Entonces podré volver a trabajar con métodos más tangibles.

Hubo un fuerte grito de Orjul y Vau miró a su alrededor. Etain lo estaba haciendo, ni siquiera lo estaba tocando. Simplemente lo estaba mirando.

—Kal, esa gente me asusta más que Orjul, —dijo Vau—. Yo sólo voy a bajar mi cabeza por un par de horas. Despiértame si llega a alguna parte, o lo mata, por supuesto.

Eran cerca de las 1030 por la mañana, cuando la gente se dirige hacia sus mundanos negocios en la ciudad. Se sentía como un momento extraño del día para la realización de un interrogatorio. Skirata de alguna manera sentía que siempre se llevaban a cabo por las noches.

Y Etain mostró todos los signos de estar a la altura de las circunstancias.

De vez en cuando, bajaba la cabeza, como para tratar de obtener una mejor visión de la expresión de Orjul, mientras estaba sentado con la cara hacia la mesa, con los dedos anudados en su pelo claro como si tuviera un cegador dolor de cabeza. Skirata quería preguntarle lo que estaba haciendo con él, pero le preocupaba que pudiera romper su concentración.

Y ella se aplicó por completo en la tarea asignada. Su frecuencia de parpadeo se había reducido tanto que parecía estar congelada, excepto por el pulso en la garganta. Orjul ocasionalmente pataleaba y chillaba, se retorcía como si estuviera tratando de meterse en la misma superficie de la mesa.

Skirata se alejó y fue a mirar al nikto por un momento. Cuando regresó a la habitación, Orjul estaba sollozando en forma de pequeños hipos. Etain, a la altura de su cara, estaba hablando en voz baja con él.

—¿Puedes verlo, Orjul?, ¿puedes ver lo que pasa? —Skirata observaba.

—Orjul …

El hombre se quejó exactamente como un strill, mediante un delgado ruido animal.

—No puedo …

—El miedo a equivocarse es peor que el dolor, ¿no es así? Simplemente te carcome y no puedes apagarlo. ¿Está bien?, ¿o eres tan malo como la República que odias?, ¿somos realmente el enemigo, o lo eres tú? Mira a los indefensos peones que matas.

Así que eso era lo que estaba haciendo. Skirata se había preguntado si ella estaba usando sus poderes de la Fuerza para causarle dolor físico real. Pero ella había cortado por lo sano y recreó dolor, le hizo temer por su cordura mucho antes que por su vida.

Tenía que entregarse a ella. Era algo no letal y no muy lejos de la habitual influencia mental. Tal vez ella estaba luchando para encontrar un límite ético en su propia mente. Tal vez era su propia pesadilla, lo peor que ella podía concebir.

Ella se mantuvo así durante una hora. Skirata no tenía ni idea de si ella estaba sugiriendo terribles imágenes y las consecuencias en su mente, o si simplemente le estaba inundando con adrenalina en contra de sus deseos, pero lo que fuera, lo estaba agotando y a ella también. Finalmente Orjul rompió en sollozos, y Etain se estremeció y miró desorientada como si saliera de un trance.

Skirata agarró el hombro de Vau y lo despertó.

—Entra ahí. Ella lo ha quebrado lo suficiente como para que tú puedas terminar el trabajo.

Vau consultó su reloj.

—No está mal. ¿Qué pasa? ¿No quiere mostrar en su rostro las consecuencias reales?

—Sólo hazlo, ¿quieres?

Vau sacó las piernas de la cama y se dirigió hacia la sala principal, dirigiendo a Etain y a Skirata hacia la puerta.

—Vayan y consigan algo de fizzadc, Jedi. —Se volvió hacia Orjul, que miraba a Etain con ojos grandes—. Ella simplemente va a ir por un refresco. Volverá más tarde.

Skirata cogió el codo de Etain. No estaba acostumbrado a agarrar a gente pequeña, sus muchachos eran puro músculo, más grandes y más fuertes que Etain. Sentía como si estuviera agarrando el brazo de un niño. La sentó en el banquillo en la parte posterior de la plataforma de aterrizaje y sacó su comunicador para llamar al transporte.

—No, voy a regresar, dijo Etain.

—Sólo si Vau nos llama de nuevo.

—Kal…

—Sólo si realmente te necesita. ¿De acuerdo?

Estaban esperando que Ordo los recogiera, cuando Etain se estremeció y luego se volvió hacia las puertas del vestíbulo.

Las abrieron y Vau se estaba alejando, frotándose los ojos. Había un sabor distintivo de ozono, aferrándose a él, como de blaster disparado.

—Zona Comercial, Cuadrante B-ochenta y cinco, —dijo simplemente Vau. Extendió su datapad con las coordenadas—. Pero no me ha dado más datos, si es que sabe alguno. Se suponía que debía entregar los explosivos fuera del almacén y alguien los recogería. Nunca supo quién sería.

Skirata olfateó el aroma ozónico de nuevo y cambio a su modo mando’a, aunque estaba seguro de que Etain se había estremecido, porque había sentido lo que había sucedido.

—¿Gar ru kyrattut kaysh, di’kut, tion’tneh kaysh rujehaati? —Lo mataste, idiota, ¿y si estaba mintiendo?

Vau hizo un sonido irritado.

—Ni ru kyratnu Niktose. Meh Orjul jehaati, kaysh kar’tayli me’ni yen kyrannt kaysh. —Maté al nikto. Si Orjul está mintiendo, sabe que lo matare.

Orjul moriría tarde o temprano, de todos modos. No hay prisioneros, no en esta misión. Era increíble cómo muchas personas pasan por alto lo inevitable mientras tienen la esperanza de una salida.

Etain no dijo nada. Casi corrió hacia el speeder cuando Ordo llegó a la plataforma. Skirata se instaló a su lado. Simplemente parecía apagada.

—¿Resulto?, —dijo Ordo con calma, con el casco en el asiento de al lado y la vista al frente.

—Potencial lugar de entrega, —dijo Skirata—. Alguien podría estar esperando recoger un paquete de explosivos. Así que será mejor que tengamos algo preparado para que ellos lo recojan.

—Intel aún no reporta la pérdida de los explosivos.

—Bueno, si los explosivos están aislados por razones de seguridad como pensamos, entonces no hay nadie que se pueda darse cuenta por un tiempo, ¿verdad?

—Ahí está el pequeño asunto de apoderarse de un paquete de explosivos, pero quien podría hacer este trabajo por nosotros.

—Puedo oír el funcionamiento de los engranajes, hijo. —Skirata palmeó la mano de Etain—. Y lo hiciste muy bien, ad’ika. —Ordo miró por encima del hombro y luego pareció darse cuenta de que esta vez Skirata se refería a Etain, no a él. No había ningún género en mando’a—. Nunca es fácil.

Ella aceptó su contacto sin reacción alguna, y después se apoderó de su mano con tanta fuerza que pensó que iba a estallar en llanto o en protesta. Pero ella mantuvo su fachada de calma, a excepción de que agarró desesperadamente su mano. Siempre había tenido un toque suave para que estuviera al alcance de un niño desesperado.

—Sembrar la duda es una cosa muy corrosiva cuando se está tratando con personas que creen en sus causas —dijo Etain.

Skirata decidió que no tendría problemas para tratarla como su hija. Se olvidaba de su distanciada hija real con demasiada frecuencia.

Había disfrutado de regresar por la excitada bienvenida de la pequeño Ruusaan, pero cada vez que llegaba a casa de la guerra, donde quiera que estuviera él hogar, ella estaba irreconociblemente vieja y menos emocionada de verlo, como si ella no lo conociera en absoluto.

Pero tengo hijos.

—Por eso me quedo con las causas que nadie puede quitarme —dijo Skirata.

La identidad y el alma de un mandaloriano dependían sólo de lo vivido en su interior. Y se basaba únicamente en sus hermanos guerreros… o en sus hijos.